viernes, 16 de diciembre de 2011

LAS ANTIFONIAS "O"

Las antífonas de la O son siete, y la Iglesia las canta con el Magníficat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.

Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven»

Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

  • Sapientia = sabiduría, Palabra (17 de diciembre):

Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación. Isaías había profetizado:
  • «Reposará sobre él el espíritu de Yahvéh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvéh. Y le inspirará en el temor de Yahvéh.» Is. 11, 2-3
  • «[...] trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.» Is. 28,29 


  • Adonai = Señor poderoso (18 de diciembre):
 
Oh Adonaí, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo. Isaías había profetizado:
  • «Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.» Is. 11, 4-5
  • «Porque Yahvéh es nuestro juez, Yahvéh nuestro legislador, Yahvéh nuestro rey: él nos salvará. Is. 33,22

  • Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David) (19 de diciembre):
 
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.  Isaías había profetizado:
  • «Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.» Is. 11,1
  • «Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.» Is. 11,10
  • Jesé era el padre del rey David, y Miqueas había profetizado que el Mesías provendría de la casa y del linaje de David y que nacería en la ciudad de David, Belén. Miq. 5,1 


  • Clavis = llave de David, que abre y cierra (20 de diciembre): 


Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.  Isaías había profetizado:

  • «Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.» Is. 22,22
  • Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.» Is. 9,6 

  • Oriens = oriente, sol, luz (21 de diciembre): 
Oh Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.  Isaías había profetizado:
  • «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.» Is. 9, 1-2


  • Rex = rey de paz (22 de diciembre): 


Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.  Isaías había profetizado:

  • «Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz".» Is. 9,5
  • «Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.» Is. 2,4 

  • Emmanuel = Dios-con-nosotros (23 de diciembre):
 
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.  Isaías había profetizado:
  • «Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.» Is. 7,14 (Emmanuel significa «Dios está con nosotros»). 


Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

Se cantan -con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas- antes y después del Magníficat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, un tanto resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.

Motivos poderosísimos nos obligan a seguir los consejos del grande Apóstol de los tiempos modernos; y a santificar el Adviento, y son:

1º La obediencia al precepto de la Iglesia. “Yo soy la voz que clama en el desierto: preparan los caminos del Señor, endereza sus senderos; la hoz llega ya a la raíz del árbol”. Esta es la excitación del santo Precursor dirigía a los Judíos hace referencia todos los hombres de todos los siglos; Jesucristo vino al mundo por todos, luego, todos tenemos el deber de recibirle, y por miedo de que descuidemos punto tan esencial, la Iglesia, siempre ocupada de la felicidad espiritual de sus hijos, y fiel intérprete de los divinos oráculos cuyo depósito le está confiado, proclama del modo más solemne y obligatorio la excitación del santo Precursor durante todo el tiempo del Adviento. La Judea se conmovió a los acentos de la voz profética que resonaba a orillas del Jordán; los sacerdotes, los levitas, los militares, los publicanos, los pecadores de toda clase acudían en tropel pidiendo el bautismo de de la penitencia; la misma resuena en nuestros templos, y ¿por ventura tenemos nosotros menos necesidad de conversión y de penitencia? ¿Acaso debemos temer menos al Dios que viene ahora como Salvador, y vendrá un día como Juez? Dejaremos que la Iglesia nos repita en vano: “Preparen sus corazones; pues su carne evrá en breve al Salvador enviado de Dios”?

2º La gratitud hacia el Salvador. ¿Qué era el hombre antes de la encarnación del Salvador? ¿Qué somos sin él? Pobres, ciegos, esclavos, víctimas del demonio, del pecado y del infierno, ¡cuánto le debemos! Y ¿qué no hizo el Hijo de Dios para iluminarnos, para librarnos, para rescatarnos, para devolvernos nuestros perdidos derechos? Un Dios que reviste la forma de esclavo, que se resigna a todas las miserias de la miserable humanidad; un Dios pobre, un Dios niño; ¿nada dirá esto a nuestro Corazón? Nosotros que somos agradecidos al menor beneficio, ¡no lo seremos por un Dios que se da él mismo a nosotros!

3º Nuestro interés espiritual. La fuente de gracia es inagotable y mana en todos tiempos; mas las grandes fiestas son días más propicios, días en que se derraman las gracias con mayor abundancia; pues la Iglesia, animada entonces del mismo espíritu, ofrece a Dios un más solemne homenaje, le dirige oraciones más fervientes, y le conmueve con sus sinceras lágrimas. Jesucristo nació para conseguir nuestra salvación, mas no concede sus gracias sino a los que se presentan con un corazón preparado para recibirlas; y las disposiciones que hallo en nosotros son la medida de sus favores. Pues bien, ¿no tenemos algo, mucho o poco que pedirle? Descendamos al fondo de nuestro corazón, interroguemos nuestra vida pasada, nuestro estado presente, nuestro porvenir, y el abismo de nuestras miserias contestará por nosotros.

Oración

Dios mío, que eres todo amor, gracias te doy por haber establecido el santo tiempo del Adviento con el fin de prepararme para la fiesta de Navidad; concédeme las gracias de que lo pase santamente.

Me propongo amar a Dios sobre todas cosas, y a mi prójimo como a mí mismo por amor a Dios; y en testimonio de este amor, repetiré mientras dure el Adviento la siguiente oración: Divino Niño Jesús, ven a nacer en mi corazón



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