jueves, 9 de febrero de 2012

EL VALOR INESTIMABLE DEL SUFRIMIENTO



Por: P. Jordi Romero

A nadie le gusta sufrir. 

Tampoco le "gustó" a Jesucristo. Sin embargo lo abrazó por amor. En el Huerto de los Olivos exclamó:  «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.»  Mateo 26, 39.  He aquí el inestimable valor del sufrimiento: abrazarlo libremente por amor, en unión con Jesucristo; Sufrir para ser fiel al camino del amor.

Hay muchas formas de sufrimiento que afectan al cuerpo. Sin embargo, los sufrimientos mayores son los del corazón: conflictos familiares, disgustos entre personas que se aman... Tarde o temprano todos sufrimos, todos tenemos así la oportunidad de ofrecernos a Dios en comunión con Cristo. Por eso los hermanos que están postrados por enfermedad pueden dar mas fruto, salvar mas almas y hacer mas bien que muchos otros con numerosos apostolados activos pero con menos amor.

Jesucristo sufrió hasta el extremo en la cruz por amor a nosotros. Esta es la clave: POR AMOR.  Todo, absolutamente todo, hemos de vivirlo, de abrazarlo por amor. Así nos redimió Jesús. Es cierto que cada palabra y acción de Jesús es parte de su obra salvadora. Pero fue especialmente por medio de sus sufrimientos en la Cruz que fuimos librados del pecado.

El sufrimiento es una oportunidad para unirnos a Cristo y cooperar en la redención del mundo. De nada vale el sufrimiento por si mismo.  Lo que vale es la entrega amorosa que hacemos de el a Dios. Es por eso que el sufrimiento es una gran oportunidad y sería terrible desperdiciarla.

La cruz, la señal del Cristiano, es signo de nuestra entrega al sufrimiento por amor. Nos recuerda a Cristo, que se entregó por nuestra redención. Nosotros, siendo su Cuerpo, hemos de sufrir en unión a El, que es nuestra Cabeza. Hacemos la señal de la cruz para recordar este compromiso. Todo lo que hacemos debe ser "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" y todo por amor, abrazando nuestra cruz. 

"Desde la cruz se contempla mejor el cielo" -Madre Adela Galindo

El sufrimiento tiene un gran valor cuando lo abrazamos por amor. Ante el dolor podemos unirnos a la cruz de Cristo o reaccionar con rebelión y culpar a Dios. El sufrimiento tiene un gran valor: expía el mal, une al sacrificio de Jesucristo como expresión de amor y confianza en El y ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.  El sufrimiento unido a los padecimientos de Cristo nos asemeja a El, que libremente abrazó la cruz por amor. Dice San Pablo:
Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia. -Colosenses 1,24
Solo a la luz de la fe podemos confiar en Dios y crecer en medio de los sufrimientos. Le invito a meditar: 

  • Sufrimientos abrazados libremente por amor

Frecuentemente el cristiano es llamado a tomar el camino que mas cuesta, el camino donde hay sufrimiento. Lo motiva la fidelidad al amor y el compromiso al cumplimiento del deber. Amar siempre exige sufrimiento. Jesús escogió el amor hasta la muerte. Tenemos la opción de renunciar a esa exigencia pero entonces dejaríamos de amar.  Podemos tomar el camino fácil del egoísmo y del placer o podemos optar por el camino del amor que requiere renunciar al pecado y a la mediocridad. El sufrimiento es entonces una libre opción tomada por amor. El camino del amor es estrecho y pocos van por el porque no quieren sufrir. Es así que la mayoría abandona a Jesús.

"El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre" -Santa Clara.

  • Sufrimientos inevitables

También hay sufrimientos que no se pueden evitar: enfermedades, injusticias contra nosotros... También en estos casos podemos adquirir mérito porque somos libres para vivirlo con amor y unirnos a los sufrimientos de Cristo. Ante el sufrimiento podemos cooperar con Su obra redentora o podemos rebelarnos. Vemos el ejemplo de los dos ladrones crucificados con Jesús. Ninguno de los dos podía evitar su cruz. Pero si debían decidir como vivirla. Para uno, aquella agonía fue ocasión de llenarse de resentimiento y odio inútil. Para el otro, sin embargo, fue el momento de encontrarse con Jesús, abrir su corazón y encontrar su salvación. 

El amor nos mueve a compadecernos de los que sufren y hacer lo posible por eliminar los males que causan sufrimientos: la injusticia, la pobreza, la enfermedad...  Seremos juzgados según nuestra respuesta al sufrimiento de nuestros hermanos.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis..."  Mateo 25,34-35
  • El apostolado del sufrimiento

Jesús nos enseña a sufrir por amor. Ayudamos al prójimo en la proporción en que hacemos bien a su alma y no hay mayor bien para las almas que las gracias obtenidas por medio de la oración unida al sacrificio libremente ofrecido.

No hay nada mas valioso y que de mas fruto que el sufrimiento entregado al Padre unido al de Jesús.  Por eso la cooperación con Dios en la salvación de la humanidad está al alcance de todos. Dios no necesita que hagamos grandes cosas según nuestra idea de lo que es grande. Lo que si quiere de nosotros es que le entreguemos nuestro corazón, nuestra vida, con todas sus situaciones de gozo pero también de sufrimiento. ¿Por qué es tan valioso el sufrimiento? Porque es el momento de mayor oportunidad de confiar y de unirnos a Jesús por amor. La mayor prueba del amor se da cuando se sufre por el amado. 

Juan Pablo II, hablando del sufrimiento dijo:
Los enfermos y los que sufren están en el mismo centro del Evangelio. Predicamos a Cristo crucificado, lo que significa que predicamos una fuerza que surge de la debilidad. Cuando los enfermos están unidos con Cristo, la fuerza de Dios entra en sus vidas» hasta tocar el mundo.
El sufrimiento humano puede mostrar la bondad de Dios». Es posible, reconoció, que «la experiencia del sufrimiento desanima y deprime a mucha gente, pero en las vidas de otros puede crear una nueva profundidad de humanidad: puede traer nueva fuerza y nueva intuición. El camino para comprender este misterio es nuestra fe». -JPII, 30 oct. 1998
Es por eso que el Santo Padre tanto valora el apostolado del sufrimiento. No debemos esperar hasta que nos venga una grave enfermedad para ejercerlo. Este apostolado está abierto a todo quien tenga fe y amor. Por la fe apreciamos la nobleza del sufrimiento ya que Jesucristo se hizo hombre y nos salvó sufriendo hasta la muerte. Por el amor hacemos de cada sufrimiento un sacrificio. Es mas, quién mucho ama llegará hasta gozarse de sufrir por el amado.

Es cierto que la Sangre de Cristo es más que meritoria para lograr la salvación. Pero El ha querido que esta salvación se reciba por medio de la cooperación de los pecadores. Es por eso esencial que unamos nuestra cruz personal con la de Nuestro Señor.

Debemos decir con San Pablo "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Colosenses 1:24)

¿POR QUE SUFREN LOS INOCENTES?

Jesucristo enseñó con claridad que las víctimas no son más culpables que el resto de la población:
"En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.  Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro"; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?  No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» -Lucas 13:1-5
Todos hemos pecado y somos culpables por los males.

Dios lo creó todo bueno.  Los males, tanto los desastres causados por los hombres como las enfermedades y los desastres naturales, son consecuencia del pecado.  El pecado causa un gran desorden que afecta a toda la creación. Todos somos culpables porque todos hemos pecado. Siendo así las cosas, en este mundo los justos e injustos sufren y mueren. Está claro que los justos también experimentan las tribulaciones. La pasión de Jesucristo es el mejor ejemplo de ello.

Dios está con nosotros en el dolor

El mismo Jesucristo, siendo Dios, asumió la naturaleza humana y sufrió la mas terrible muerte al ser crucificado.  Así, sin quitar el misterio del sufrimiento, Jesús se adentró en el y le ha dado valor definitivo.  El Cristiano ya no sufre sin sentido pues une sus sufrimiento a los de Cristo.  Se mantiene fiel en la tribulación con fe de que obtendrá la victoria de Cristo en la resurrección. Los momentos de tribulación nos hacen presente el misterio del mal. Pero como cristianos tenemos las oportunidad de enfrentarlo y vencerlo, aunque esto signifique morir.  La muerte entonces se convierte en la victoria. Colosenses 1,24

Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.

El sufrimiento como advertencia

Jesucristo nos enseña que las catástrofes contienen una advertencia para todos: "y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13,5).  Jesús nos recuerda con estas palabras nuestra responsabilidad y la importancia de la conversión. Somos peregrinos en la tierra. Nuestro hogar definitivo es el cielo.  No podemos seguir  como antes, disipados en el pecado. Sabemos que somos todos culpables porque todos hemos pecado.

Cada uno debe decidir.  Los momentos de tribulación suscitan lo bueno y lo malo en cada corazón. Vemos los dos ladrones en torno al Señor.  Mientras uno maldecía, el otro defendió a Jesucristo y le pide entrar en su reino. En las tragedias hay quienes blasfeman mientras otros se entregan a servir heroicamente.  Cuantos ejemplos de amor hemos visto en el medio de los desastres del huracán, cuantos habrán abierto el corazón, olvidándose de si mismos.  Dios lo sabe y les dará la recompensa.  Para nosotros son un testimonio, una inspiración.

Los que mueren primero no por eso sufren desgracia.  La desgracia verdadera está en no recapacitar, en seguir viviendo como antes sin aprender la lección.  La desgracia es morir en pecado, morir sin Dios. 

San Pablo prepara al cristiano para las tribulaciones.

Hablaba por experiencia.  En toda tribulación la gracia de Dios le sostuvo lleno de fe hasta obtener la victoria  final del martirio.
Siguen algunos de sus muchos pasajes sobre la tribulación, para que nos ayuden en las nuestras:

  • Romanos 8,35-37
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero.  Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.

  • II Corintios 1,3-4
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!

  • II Corintios 1,8-9
Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida. Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.

  • Efesios 3,13
Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria.

  • Filipenses 4,14
En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.

  • I Tesalonicenses 1,6
Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones.

  • I Tesalonicenses 3,3-4
para que nadie vacile en esas tribulaciones. Bien sabéis que este es nuestro destino:   ya cuando estábamos con vosotros os predecíamos que íbamos a sufrir tribulaciones, y es lo que ha sucedido, como sabéis.

  • I Tesalonicenses 3,7
Así pues, hermanos, hemos recibido de vosotros un gran consuelo, motivado por vuestra fe, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones.
 
 

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