miércoles, 19 de marzo de 2014

DEGRELLE TENÍA RAZÓN


OCCIDENTE EN DECLIVE
S.deT.


“Lo más grave es que para arramblar con avidez el dinero de la gente en el mundo entero, han tenido que crear, para las masas, nuevas necesidades. Es lo que ellos llaman la sociedad de consumo. El público maravillado va a su ritmo, lo compra todo, lo útil y lo inútil; se envenena se asfixia se llena la imaginación de espejos descompuestos, despreciando estúpidamente lo que gana, reclamando siempre más, y destrozando completamente la economía de cada país de este modo. El posible comprador es triturado cada día por la publicidad, por la pantalla de la televisión que alimenta sin pudor y sin tregua su manía compradora impuesta, y le embrutece.

Este materialismo trepidante elimina o contamina todo lo que podría obstaculizar su expansión desenfrenada, es decir, todo lo que, por esencia, representa una tendencia al sacrificio y a la renuncia: religión, familia, servicio a la Patria, tres puntos principales de la sabiduría.
 
Ya no queda ni un solo valor moral que logra resistir a los ojos de los jóvenes: los padres han perdido la partida, la Patria es una piltrafa, Dios hace reír y también el Papa con sus Concilios. Se tolera quizás a algún cura izquierdoso que juega al ratón y al gato o cosas por el estilo. Antes, Dios era todo. Sólo con su Mensaje podía iluminar eternamente el corazón de los hombres.
 
La sociedad de consumo convirtió a la humanidad en una inmensa multitud materialista a la cual la simple idea de sacrificio le hacía temblar. Las fiestas, la televisión, la libido, la avidez de tenerlo todo, de poder pagar todo lo que se ve, de no someterse nunca a ninguna moral limitativa, de incluso hartarse de los ancianos (carga pesada) o de los niños (obstáculos), han enviado la civilización occidental al declive en el espacio de un cuarto de siglo.
 
Una guerra perdida, no es mortal. Pero en este caso es toda una manera de vivir la que ha sido destruida, son todos los valores que habían construido Europa los que han sido dinamitados sin poder ser reemplazados por otros, únicamente quedan unos Parlamentos charlatanes que no aportan en ningún caso soluciones serias. Se inventan mil Congresos disparatados que no interesan a nadie. Y, por todas partes en el viejo mundo, el Estado se derrumba bajo los golpes de las masas materialistas, cada vez más exigentes y cada vez más insensatas en sus reivindicaciones.
 
Las más altas nociones espirituales han sido eliminadas una tras otra, ya sea la Fe, la Comunidad de la Nación, el equilibrio y respeto a las costumbres, la solidaridad de la familia, el papel preponderante de los padres, las obligaciones y beneficios de la procreación. Hoy día se quiere vivir, es decir, vivir materialmente, atiborrarse de confort. ¡Y lo demás, al diablo!”
León Degrelle “Nuestra Europa” 1977



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