viernes, 14 de marzo de 2014

ESPERANZA CONTRA TODA ESPERANZA - SIRIA


«Pido al Señor que toque los corazones de todos para que, buscando únicamente el mayor bien del pueblo sirio, tan sometido a la prueba, no ahorren ningún esfuerzo para alcanzar con urgencia el cese de la violencia y el fin del conflicto, que ha causado ya demasiado sufrimiento. Deseo a la querida nación siria un camino decidido de reconciliación, de concordia y reconstrucción con la participación de todos los ciudadanos, donde todos puedan encontrar en el prójimo no a un enemigo, no un rival, sino un hermano a acoger y abrazar». Con estas palabras el papa Francisco ha lanzado el enésimo llamamiento a la paz en Siria, con ocasión de la Conferencia Internacional sobre Siria, celebrada en Montreaux (Suiza) el 22 de enero.

La situación que atraviesa el país es dramática, como ha puesto en evidencia el jefe de la delegación de la Santa Sede en la Conferencia de Montreux, el arzobispo Silvano M. Tomasi: «Millones de personas se han visto desplazadas y se encuentran un situaciones de peligro para sus vidas. La vida familiar está perturbada. Las estructuras educativas y sanitarias han sido destruidas o son inutilizables. La guerra ha llevado a la quiebra económica de muchas regiones de Siria».

A pesar de la gravedad de la situación, con un balance de muertos que alcanzó el número de 100.00 el pasado mes de julio (el Alto Comisariado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha anunciado que, de momento, no actualizará las cifras, vista la dificultad para obtener datos), en Siria la presencia franciscana, con los 15 frailes de la Custodia de Tierra Santa, representa un signo muy concreto de esperanza. Una esperanza que no sería posible si no estuviera respaldada, además de por la oración, por la caridad de muchos benefactores.

Los donativos han permitido a los frailes en Siria crear 4 centro de acogida que proporcionan un techo para dormir todos los días a alrededor de 1.000 personas, proveyendo de los artículos de primera necesidad (alimentos, ropa y medicinas) a otros 4.000 todos los días y ayudando cada mes a alrededor de 200 familias en la búsqueda de un hogar que sustituya al destruido por la guerra.

Hay mucho aún por hacer, como ha destacado el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa: «Pido a quien pueda, además de rezar, que envíe su ayuda. No materias primas –es inútil, porque no pueden entrar-, sino el dinero necesario para comprar (desgraciadamente en el mercado negro) aquello imprescindible para que puedan vivir tantísimas familias, sobre todo las más pobres».


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