PARA MATARLOS?
Cuatro mártires de la Guerra Civil nacieron un 3 de enero: un sacerdote claretiano asesinado en Barbastro, el laico Juan Bautista Faubel -uno de los fundadores de Derecha Regional Valenciana-, otro sacerdote valenciano y un hospitalario zaragoano.
Cuatro mártires de la Guerra Civil nacieron un 3 de enero: un sacerdote claretiano asesinado en Barbastro, el laico Juan Bautista Faubel -uno de los fundadores de Derecha Regional Valenciana-, otro sacerdote valenciano y un hospitalario zaragoano.
-Santiago Mata-
Hemos ofrecido nuestra vida por vuestra salvación
Si tenéis fe, hay que estar dispuesto a dar la sangre
Sus amigos le aconsejaron que se escondiera y les contestó siempre “que si Nuestro Señor necesitaba su sangre, no tenía por qué negársela; si mi sangre hace falta para salvar España estoy dispuesto a darla” y también que “no tenía por qué esconderse, pues no había hecho mal a nadie”; incluso replicó: “¿Vosotros tenéis fe? Pues si tenéis fe hay que estar dispuesto a dar la sangre por Dios y no tener miedo”. Cuando fueron a detenerle a medianoche del 6 de agosto, después de tranquilizar a su esposa, tomó el crucifijo y salió. Lo llevaron con otros ocho a la zona llamada Els Olivarets en Liria, y le atormentaron pinchándole con una aguja y disparando al aire para aterrorizarlo. Después lo llevaron a la cárcel de Liria donde estuvo un par de días, y posteriormente fue trasladado a la prisión de San Miguel de los Reyes. De allí se lo llevaron a Valencia, momento que aprovechó para dar a una empleada un cheque para que sacara su dinero del banco. En la madrugada del 28, con doce más, lo fusilaron en la carretera de Valencia a Ademuz, término de Paterna, mientras gritaba “¡viva Cristo Rey!” y apretaba en su mano el crucifijo.

Sobre lo que iba a sucederle, había hablado con el seminarista José María Tormo Cerdá: “Ya estallada la Revolución, traté con él con frecuencia y no hacía grandes ni extensos comentarios a la situación. Se limitaba a decir: Nos matarán, hay que estar bien preparados, y no solía salir de estas exclamaciones, que yo le oí muchas veces. Era pues pesimista y ante los adversos acontecimientos reaccionaba serena y sacerdotalmente”. Su cuñado Vicente Agulló Ortiz le acompañó casi hasta el final: “El día 15 de septiembre de 1936, de las dos a tres de la madrugada, llamaron a casa del declarante dos individuos desconocidos y me preguntaron si era el cura, lo que contesté que no, que el cura era mi cuñado y presentado el mismo, le dijeron tenía que ir con ellos a Bélgida, a prestar declaración”. Llevaron a los dos al comité de Montaverner y después a Bélgida. “Llegados a Bélgida y ya en el Comité, había allí varios individuos, entre los que pude conocer a F.J.A y a José María Tormo Cerdá, estudiante de cura. Una vez allí, pude ver cómo alguno de los presentes preguntaba a mi cuñado si conocía al cura de Otos, que también asesinaron aquella noche, y que estaba presente, a lo que contestó mi cuñado afirmativamente, tomándole declaración, la cual no pude oír. Luego me preguntaron los forasteros si quería acompañarles, contestándoles que no, y me respondieron que hacía bien. Me instaron a que subiera a mi auto, regresando a este pueblo con los dos milicianos y el conductor del viaje de ida”. La partida de Penadés fue vista también por su prima Josefa Tormo Ferri: “Sé que vino el Comité de Bélgida para llevárselo a declarar, decían. Su hermana se arrodilló a los pies de los milicianos rogando y suplicando que no se lo llevaran, pues presentía la desgracia. D. Pascual serenamente y sin pretexto alguno subió al coche”. Vicente Agulló encontró el cadáver en el cementerio de Llosa de Ranes y supo que lo habían matado en el Puente de los Perros (Puerto de Cárcer), alrededor de las 6 de la mañana: “tan desfigurado estaba por los tiros, que no le hubiera reconocido”.
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