jueves, 13 de octubre de 2016

LA VERDADERA FE

LA FE DE ABRAHAM
¿Qué tuvo de especial la fe de Abraham? ¿De qué forma demostró Abraham su fe, y qué lecciones podemos aprender de esto?



Abraham fue un forastero y peregrino en la tierra de Canaán de la misma forma en que los cristianos en la actualidad son extranjeros en los caminos del mundo.

El apóstol Pablo escribió acerca de la fe de Abraham en Rom. 4,3:
“En efecto, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia.”

Esta cita es de Gén. 15,6. ¿A cuál ejemplo de fe se estaba refiriendo Pablo?

El profundo ejemplo de la fe de Abraham

La respuesta está en Gén. 15,4-6: Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.» Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.» Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia.

Esta fe extraordinaria, inamovible que Abraham tuvo en el poder y las promesas de Dios era lo que Pablo estaba recordando.
 
“El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente estéril. Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido.” (Rom. 4,18-21).

Pablo recalcó que la creencia de Abraham no se debilitó por el hecho de que él casi tenía 100 años, él no era débil en la fe. Él era fuerte en la fe. La fe es una profunda convicción de que las palabras de Dios son verdad y de que Dios llevará a cabo todo lo que Él ha prometido. Abraham simplemente creyó que Dios haría lo que Él dijo.

Nada es demasiado difícil para Dios. Nada es imposible para Dios. Esto es un ejemplo para nosotros hoy, que nuestra fe en Dios debe ser fuerte.

Una etapa anterior en la fe de Abraham
 
“Yahveh dijo a Abram: «Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición.” “Marchó, pues, Abram, como se lo había dicho Yahveh, y con él marchó Lot. Tenía Abram 75 años cuando salió de Jarán.” (Gén. 12,1-2, 4).

Heb. 11,8 nos dice qué fue lo extraordinario de esta partida: “
Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba.”.

Abraham partió, y el confió y creyó que Dios lo guiaría a él y a su familia en medio de ese territorio desconocido. No hubo preguntas ni dudas. Él mostró su fe al salir. Este fue un profundo acto de fe.

La fe de Abraham continuó

Después, Abraham llegó a la tierra de Canaán, y continuó siendo un forastero y peregrino en tierra extraña. Pero él le creyó a Dios, quien le había prometido que un día, él y sus descendientes heredarían esta tierra.


Gén. 13,14-17 registra la promesa a Abraham: Dijo Yahveh a Abram, después que Lot se separó de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el oriente y el poniente. Pues bien, toda la tierra que ves te la daré a ti ya tu descendencia por siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descendencia. Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar.»

«Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.» Heb. 11,9-10 nos registra este proceso: “En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra. Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria; pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella. 16. Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad...”(Heb. 11,13-16).

Nosotros también vivimos nuestra vida como extranjeros y peregrinos en esta tierra, esperando con paciencia y fe, que sea establecido el Reino de Dios en la tierra, gobernando desde Jerusalén. Nosotros también somos residentes temporales que desean una ciudad celestial mejor—una ciudad que llegará en el futuro.

La prueba de la fe de Abraham

¡La fe de Abraham fue probada! Heb. 11,17 nos relata la prueba suprema de la fe de Abraham: “
Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito...”.

Abraham creyó que Dios podía levantar a Isaac de la muerte, si era que Dios no le perdonaba la vida a Isaac (Gén. 22).

Abraham debió haber creído que Dios tenía una muy buena razón para pedirle que sacrificara a Isaac, y que de alguna forma Isaac hubiera sido levantado de la muerte para cumplir las promesas que Dios había hecho con respecto a él. La disposición de Abraham de entregar a su hijo, era un prototipo de la disposición de Dios el Padre de dar su único hijo engendrado (Cristo) como un sacrificio. Nosotros, que somos de la fe de Abraham también debemos creer que Dios puede resucitar de la muerte.

Las lecciones de la fe de Abraham

Ya que la fe de Abraham se menciona con tanta frecuencia en la Biblia, hay muchas lecciones que podemos aprender. Primero que todo, Abraham fue justificado por fe. Dios ordenó que todos debíamos ser justificados por fe. Esto significa que somos declarados sin falta por él por la sangre del sacrificio de su hijo Jesucristo y por fe en Dios.


Rom. 4,9-11 explica el significado de la justicia por la fe:  “Entonces, ¿esta dicha recae sólo sobre los circuncisos o también sobre los incircuncisos? Decimos, en efecto, que la fe de Abraham le fue reputada como justicia. Y ¿cómo le fue reputada? ¿siendo él circunciso o antes de serlo? No siendo circunciso sino antes; y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso. Así se convertía en padre de todos los creyentes incircuncisos, a fin de que la justicia les fuera igualmente imputada..”

Entonces, ya sea que seamos judíos o no, aquellos que tienen la justicia de la fe, la fe les es contada por justicia por Dios y son hijos de nuestro padre Abraham (v. 12). Al seguir las pisadas de Abraham todos deben tener fe.

El mensaje del evangelio llegó a Abraham

Debemos recordar que las promesas que Dios le dio a Abraham se cumplen por medio de la fe. Abraham y sus descendientes, sus verdaderos descendientes que tienen fe, van a heredar las promesas que Dios le hizo a Abraham. Como dice Rom. 4,13: “
En efecto, no por la ley, sino por la justicia de la fe fue hecha a Abraham y su posteridad la promesa de ser heredero del mundo.”.

Las promesas que le hicieron a Abraham son parte del mensaje del evangelio. Abraham escuchó y creyó en el evangelio. Gál. 3,8 dice: “
La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones.”. (La escritura que se está citando es una combinación de la promesa en Gén. 12,3; 22,18.)

Este es un buen ejemplo para todos aquellos que escuchan el evangelio en la actualidad. No todos obedecen. “
Pero no todos obedecieron a la Buena Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación? Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo.” (Rom. 10,16-17).

En la descendencia de Abraham serían bendecidas todas las naciones de la tierra. Somos bendecidos por medio de la simiente justa de Abraham, que es Jesucristo.

Fe y obras

Hay una gran diferencia entre confiar en nuestras propias “obras” y confiar en Dios, con el fin de ser justificados y ser salvos. Y hay una diferencia entre confiar en la ley, como los judíos hicieron, y hacer buenas obras que demuestren obediencia y fe viva.

Abraham es el objeto de la lección en este sentido: “
¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios.» Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.” (Sant. 2,20-24).

Nuestra fe se perfecciona a medida que hacemos buenas obras.

Debemos hacer buenas obras en fe, como nuestro padre Abraham. Como dice en Jn. 8,39: “
Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham.» Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham.” (v. 40).

Abraham creyó la verdad de labios de los mensajeros de Dios y de la boca del Señor.

La fe de Abraham es fe viva

Necesitamos hacer lo que hizo nuestro Padre Abraham. Necesitamos creer que Dios puede hacer lo imposible y que nada es demasiado difícil para Dios. Necesitamos creer en el poder y las promesas de Dios, sin dudar. Necesitamos creer y estar dispuestos a obedecer voluntariamente a Dios, salir de este mundo y apartarnos del pecado.

También necesitamos confiar en la guía y dirección de Dios al llevarnos a un territorio desconocido. En nuestro viaje como extranjeros y peregrinos en el mundo, necesitamos mirar en fe al venidero Reino de Dios y en la nueva Jerusalén. Nuestra fe en la herencia futura en el mundo que vendrá debería motivarnos a vivir nuestra vida por fe.

Finalmente, por medio del ejemplo de Abraham, vemos que debemos demostrar nuestra fe en Dios por la obediencia y haciendo buenas obras que demuestran nuestra fe. Nuestra fe es perfeccionada al hacer buenas obras.

Tener fe y hacer buenas obras es una fe viva. “
Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.” (Sant. 2,18).

En verdad, Abraham nos mostró su fe por sus obras. ¿Va a seguir el ejemplo de Abraham? Éste es un gran paso que usted puede dar. Que Dios le ayude a hacer esos cambios imprescindibles en su vida de tal forma que pueda heredar la misma recompensa que Abraham, ¡cuando Jesús regrese y establezca el Reino de Dios aquí en la tierra!


DIOS CONTIGO







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