domingo, 3 de enero de 2010

DIABLO/EXORCISMO


SUMARIO

1. Cultos satánicos;
2. El cine y lo demoníaco;
3. Ocultismo y brujería;
4. La literatura y lo demoníaco;
5. El sentido del misterio;
8. La cultura de la droga.



1. Separación de Dios (alienación) y conflicto con cualquier otra existencia;
2. Dominio del mundo secular;
3. El poder de manipular las mentes de los hombres;
4. Obligación contractual;
5. El rechazo;
6. La expulsión 



1. Causa seductora del pecado (tentador);
2. El horrible resultado del pecado;
3. El diablo como ángel disfuncionante 



1. El fenómeno prebíblico y postbíblico:
2. Interpretaciones diversas del fenómeno;
3. Interpretaciones diversas por parte de los cristianos 



1. Posesión y enfermedad;
2. ¿Jesús, exorcista?;
3. Exorcismo y curación 



1. Exorcismo como oración;
2. Exorcismo como signo;
3. Exorcismo e Iglesia;
4. Exorcismo y psicología;
5. Criterios que justifican un exorcismo 



1. Los concilios;
2. Pablo VI;
3. Baudelaire, Bultmann, Rahner;
4. Argumento común contrario;
5. Tres puntos de vista diversos;
8. Más en el NT que en el AT;
7. Enseñanza ordinaria de la Iglesia.



El profesor John Cooper, decano de la facultad de filosofía de la Eastern Kentucky University, ha afirmado que existen "centenares de personas para las que el culto a Satanás, tomado en el sentido serio del término o en sentido simbólico como signo de su alienación, es muy real".

1. CULTOS SATÁNICOS  

Charlle and the Devil, articulo escrito por Edward Sanders, explica la conciencia de lo diabólico en el plan de Charles Manson de asesinar a los Tate. Patricia Krenwinkel, una de las asesinas subyugadas por el influjo de Manson, sentía que había sido llamada por el diablo para aquella monstruosa empresa. Manson pretendía que era sólo un reflejo de quienes le rodeaban, que estaba "muerto en la cabeza" y, por tanto, manejado por el alma. Sanders sostiene que Manson había sido influido por la "Process Church of the Final Judgment", organización que ha abrazado la causa de la matanza del "fin del mundo". En un cierto momento, los "procesadores" son invitados a dedicarse a un prolongado culto de Satanás que incluye ceremonias demoníacas.


La "Process Church of the Final Judgment" es una sociedad secreta inglesa, que intenta celebrar y apresurar el fin del mundo mediante el asesinato, la violencia y el caos, sociedad cuyos miembros están convencidos de sobrevivir a ese baile de sangre como pueblo elegido. Los "procesadores", con capa y traje negro, habían llegado a Los Ángeles a principios de 1988. Uno de sus mandamientos decía: "Debes matar". Aparecieron tranquilamente en público hasta pocos días después del asesinato de Robert Kennedy. En 1988 trabajaban activamente en las Santa Cruz Mountains, en San Francisco, Los Angeles, Nueva York, Nueva Orleans, así como en su casa madre de Londres. Según uno de sus confederados, Manson habría exaltado en sus lecciones sobre el asesinato a la Process Church desde 1989. El y algunos otros miembros de su familia comenzaron a vestir capas negras y ropa teñida de negro, como los miembros de aquella iglesia.

Otros dos cultos satánicos, que, según Sanders, han influido en Manson son la Logia Solar de la "Ordo Templi Orientis", culto mágico especializado en beber sangre, en magias sexuales sádicas y sodomíticas y en el odio a los negros, así como un oscuro grupo secreto llamado "Kirke Order of Dog Blood" dedicado al "culto del mal".

La "Ordo Templi Orientis" se fundó en Alemania en 1902. Su culto se propone continuar la obra de la orden de los caballeros templarios. En 1911, Aleister Crowley formó su propio "capitulo" en Inglaterra. Desde entonces ha proseguido su actividad y, al presente, su cuartel general se encuentra en Suiza. Uno de los herederos espirituales de Crowley fue Jean Brayton, que dio vida a una logia solar de unos cincuenta miembros, situada en los edificios de entrada del campus de la University of Southern (California), con una red de casas de culto y una librería.

Los dos primeros grados de "Brayton Hollywood Cult", los llamados grados de Minerva, no incluyen beber sangre. Pero los niveles superiores se deleitan en sacrificar gatos, perros, gallinas y cabras, bebiendo su sangre, así como, según se dice, en realizar actos de magia sexual, mientras la sangre animal es derramada sobre los fornicadores. Beber la sangre de los animales es una nueva forma de vampirismo psicodélico, que intenta obtener con la sangre reacciones orgiásticas mientras se está bajo el efecto de la droga.

La "Kirke Order of Dog Blood" está dirigida por una mujer, que es adorada por sus miembros. Sus aproximadamente cuarenta secuaces creen que es la reencarnación de Circe o, en griego, Kirke. Los adeptos a este culto graban en su pecho la llamada estrella de Circe, una estrella de cuatro puntas que nacen de un rectángulo y, evidentemente, lo hacen para llevar un signo de que son sus adoradores. Se reúnen dos veces al mes, durante la luna nueva y la luna llena. Sacrifican animales y practican el vampirismo animal.

Miembros de la sección de homicidios de la policía de Seattle han referido al autor que florecen muchos cultos satánicos en Seattle y en el Estado de Washington, donde a menudo se descubren restos de animales sacrificados. Se estima que más de un centenar de víctimas humanas han sido sacrificadas por estos cultos en el curso de un año en Estados Unidos. Las zonas salvajes del noroeste de Montana y la región de Flathead Lake están infestadas de los mismos cultos, según un oficial de la policía de Seattle, enviado a Montana para estudiar el problema.

La existencia de estos cultos es solamente un aspecto del recrudecimiento del interés por lo demoníaco. Hacen pensar que quienes buscan a Satanás quizá ya lo han encontrado. Asistimos a una reviviscencia de la fe en los demonios, en los espíritus malos, los cuales se considera que tientan y extravían a los hombres, que en algunos casos son capaces de poseerlos, y que con frecuencia infestan ciertos lugares convirtiéndolos en aterradores. En este contexto, el autor comparte el punto de vista expresado en The Month, del 3 de marzo de 1974: "Parece que hay urgente necesidad de nuevos ritos sacramentales, tanto para las posesiones como para las infestaciones afirmadas; ritos que demuestren ante todo que el poder y el temor de Dios son más grandes que cualquier poder adverso, sea cual sea, y que reintegren a las almas afligidas en la vida normal de la comunidad cristiana, asegurándolas que Dios cuida de ellas y las protege. Con esto no queremos decir que no haya lugar para una acción directamente autoritaria encaminada a perseguir el mal; pero es mejor y más prudente mostrarse reticentes respecto a la naturaleza precisa del mal. También el evangelio nos pone en guardia cuando recuerda la figura del hombre liberado de la posesión demoníaca, cuyo estado último fue siete veces peor que el primero. El exorcismo sólo puede ser un primer paso hacia la rehabilitación".

2. EL CINE Y LO DEMONÍACO
William Peter Blatty, autor del tema y del guión de la película El exorcista, captó muy bien la mentalidad popular cuando comenzó a escribir esta historia de posesión diabólica. La contracultura juvenil estaba en pleno florecimiento, y uno de sus elementos era el satanismo, que era en parte una broma, en parte neurótico, en parte una fuga y en parte mortalmente serio.


El diablo, los demonios y las brujas no solamente han fascinado a la humanidad en el curso de los siglos, sino que también en época reciente han interesado al mundo del cine. Por lo que concierne a los medios de comunicación social, quizá no sea exagerado afirmar que el diablo ha eclipsado a Dios en cuanto a popularidad. Aparece a menudo bajo una u otra forma horrible. Pero jamás ha adoptado un aspecto más repelente y vivido que el asumido en El exorcista, el prototipo de las películas de horror. El rechazo implícito que el filme hace de las respuestas dadas por la medicina y la psicología (lo que le ha merecido severas críticas) equivale simplemente a admitir que el hombre no puede nunca comprender hasta el fondo su propio mundo, por no hablar del universo. Bajo este aspecto, John Hartl, critico cinematográfico del Seattle Times, estima que el filme se niega a violar el misterio de que trata; suscita un temor religioso no porque estimule la fe en el diablo (en realidad, es muy ambivalente desde este punto de vista), sino porque nos recuerda lo poco que realmente conocemos y cómo podemos encontrarnos inermes ante algo que no encaja en nuestro modo restringido y convencional de ver la realidad. Hartl concluye que esta película es "una bofetada en la cara a aquel tipo de orgullo que alimenta un sentimiento de seguridad y de omnisciencia que el hombre jamás puede justificar. Es el desconcierto producido por esta bofetada -y no el demonio, el vómito y la levitación del lecho, o bien el lenguaje trivial- lo que deja atónitos a críticos y a público".
El exorcista ha sabido captar la imaginación popular y graduar las ansiedades, las fantasías y temores subterráneos que se han manifestado últimamente en el seno de la sociedad contemporánea. Orquesta dramáticamente el interés actual por el ocultismo, los fenómenos psíquicos, el satanismo y la aspiración humana a cualquier forma de toma de conciencia de las propias inclinaciones destructivas. Los jóvenes, algunos de los cuales han experimentado en primera persona la "conciencia alterada" producida por las drogas alucinógenas, aceptan con facilidad esta historia de una posesión diabólica. Los mismos "Jesus Freaks" han saludado con entusiasmo la evocación que realiza del poder demoníaco.

3. OCULTISMO Y BRUJERÍA

La reciente oleada de interés por el ocultismo y la brujería nos dice en particular que cierto número de personas se orientan en esta dirección porque se sienten insatisfechas con sus lazos religiosos precedentes. Para otros, el ocultismo y la brujería ofrecen un fuerte sentido de participación y una sensación de bienestar. Algunos se sienten atraídos por la promesa de la brujería de dotar a quienes la practican con el poder de hacer encantamientos, de conquistar amantes, de curar verrugas, de perjudicar a los enemigos y de satisfacer de otros modos los deseos propios con medios mágicos. A veces, los jóvenes se dedican a la brujería por diversión; como si se tratase de una forma de excitación sin el uso de drogas, producida por ritos misteriosos, por la desnudez, los hechizos, el incienso, la danza y comportamientos similares.

Los tipos de brujería varían de agrupación a agrupación, de culto a culto, de bruja a bruja. La "Church of Satan" de California, que es una mezcla de culto satánico y de brujería, proclama por boca de su primer jefe, Anton Lavey: "Existe un demonio en el hombre. Hay que ejercitarlo, no exorcizarlo, y canalizarlo en un odio ritualizado". Por su parte, el doctor Raymond Buckland, brujo de Nueva York, se dedica a la "magia blanca" y emplea sus poderes ocultos para buenos fines. Es politeista y trabaja con las fuerzas de la naturaleza. Su forma de brujería sigue los modelos éticos de la comunidad en que reside.

Años atrás, el antropólogo Bronislaw Malinowski estableció una distinción entre la situación en la que los esfuerzos del hombre parecen ser suficientes (por ejemplo, la de quien pesca en una laguna tranquila) y aquella en que el hombre pide ayuda a la asistencia sobrenatural (como la situación del hombre que pesca en mar abierto). El fin de su argumentación era demostrar que la magia, el intento de manipular lo sobrenatural, constituía la base de la religión primitiva.

Los antropólogos contemporáneos no se aventuran ya a proponer fáciles generalizaciones por el estilo sobre la relación existente entre magia y religión, si bien Mary Douglas, en sus Natural Symbols, ha propuesto recientemente una tipología que relaciona la magia con un estilo particular de organización social (grupo fuerte, pero estructura social débil; pertenencia al grupo claramente marcada, pero confusión de los roles internos). En todo caso, la hipótesis de Malinowski, según la cual la magia es un intento de compensar la impotencia, parece aún un punto de partida válido para un análisis de la atracción que la magia ejerce en los jóvenes.

Esta atracción la subrayan muchos comentaristas. En la perspectiva de El nacimiento de una contracultura, de Roszak, se la puede interpretar como una reacción al mito de la "conciencia objetiva", que caracteriza al método científico contemporáneo. Para Marcia Cavell, autora del artículo Visions of a New Religion del Saturday Review, del 19 de diciembre de 1970, constituye el lado más oscuro de la nueva conciencia, una fuga hacia lo irracional para la propia salvación. Muchos de los que están implicados en la brujería subrayan que se hallan comprometidos en una verdadera religión de la naturaleza, que es más vieja que el cristianismo.

4. LA LITERATURA Y LO DEMONIACO 

La literatura nos ofrece un sentido secularizado de lo demoníaco en obras como las de Kafka: El castillo y El proceso, que ilustran un límite casi insoportable de impotencia frente a un mal desconocido. Aquí cualquier cosa "significa algo"; compartimos las sospechas obsesivas del enfermo mental; cada cosa susurra, halaga astutamente, promete falsamente, acusa y espera. En los "relatos del crimen" se nos coloca constantemente ante la "víctima". ¿Qué estremecimiento, qué sentido se oculta en la caza y en el "descubrimiento" de la perversidad, en el miedo y en la astucia del fugitivo, de que está saturada nuestra literatura popular?


En ella se refleja el conocimiento humano de lo numinoso, de lo temible, de lo misterioso, de lo pavorosamente "otro". La exploración gótica del "lado nocturno de la naturaleza" y el acento romántico puesto sobre el héroe demoníaco, fatal e insaciable, indican inexorablemente las complejidades humanas y las necesidades del hombre que escapan a una explicación adecuada. En la literatura contemporánea, la amenaza se ha desplazado de la escena exterior a la interior. Acontecimientos terribles tienen ahora lugar en el ambiente más habitual de las personas más ordinarias. En Graham Greene, por ejemplo, encontramos al héroe que, consciente de la culpa interior, atrae sobre sí las situaciones externas culpables como el imán atrae al hierro. El héroe es puesto a prueba mediante el enfrentamiento con un mal espiritual o físico, que no puede eliminar, cambiar o comprender.

5. EL SENTIDO DEL MISTERIO 

El interés por Satanás y por lo demoníaco refleja ese elemento de misterio presente en la condición humana, que la ciencia y la revolución industrial, marxista y sexual, jamás conseguirán eliminar. Al contrario, parece que este interés ha ido en aumento precisamente donde algunas de estas revoluciones han conseguido mayores triunfos. El hombre está arraigado en el misterio y abierto al infinito; por ello nuestras mejores explicaciones dejarán siempre sin explicar algo en el espíritu humano. La conciencia del hombre cae siempre de alguna manera más allá de las explicaciones, respuestas y afirmaciones a propósito de esta cuestión. Quizá la fascinación de lo demoníaco sea una confirmación indirecta de esa conciencia.


6. LA CULTURA DE LA DROGA 

Parece que existe un nexo entre las experiencias alucinatorias de la cultura de la droga y la reviviscencia del interés por el diablo. 


Pablo VI afirmó la existencia de este nexo en la audiencia general del 15 de noviembre de 1972. Quizá muchos "diablos" sean producto de imaginaciones mórbidas y arruinadas por la droga. 

Cuantos creen que Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza descubren una cierta ironía dramática en el hecho de que los hombres hayan creado en diferentes épocas de la historia imágenes diferentes de Satanás a semejanza de su psique desordenada y de sus imaginaciones enfermizas. La condición patológica de la vida fantástica hace al hombre particularmente propenso ala experiencia de lo diabólico.

II. El significado de diablo

Una vía válida para entender la naturaleza de la mente humana es analizar los mitos que ella crea. La imagen de Satanás que ha prevalecido a lo largo de la mayor parte de la historia judeocristiana, contiene lo que se considera mal y pecaminoso. 

David Bakan afirma que presenta huellas de la naturaleza de la mente humana y que su análisis permite revelar constelaciones psicológicas precisas. Bakau, profesor de psicología en la universidad de Chicago, estima que Satanás es una proyección en la que están personificadas las fuerzas guía de la psique humana. 

Las características atribuidas a Satanás son universales en el hombre y, a través de su valoración, podemos llegar a comprender mejor las fuerzas impulsoras existentes en el hombre mismo. Aunque no parece que el profesor Bakan crea en la existencia independiente del diablo y de los diablos como inteligencias (seres espirituales), su estudio sobre el significado del diablo corrobora el significado que la teología cristiana tradicional le atribuye como ser existente en forma personal. Este significado corresponde a los efectos del ¡nflujo espiritual que él ejerce en las vidas humanas; con esto Bakan nos ayuda a profundizar y renovar nuestra teología de lo demoníaco.

Según Bakan, la proyección de la figura de Satanás como ser "diverso" y distinto de la persona que concibe la imaginación, se debe al esfuerzo del individuo por conseguir la experiencia del mal personal, proyectándolo fuera de sí. Cuando san Ignacio de Loyola dice a propósito de Satanás como "enemigo de la raza humana", implica el carácter extraño del mal: es hostil a la naturaleza humana y a su bienestar y no "pertenece" a la experiencia humana. El exorcismo supone la "diversidad" del demonio: es un mal ajeno, hostil y opresivo, al que por lo mismo se arroja fuera.

1. SEPARACIÓN DE DIOS (ALIENACIÓN) Y CONFLICTO CON CUALQUIER OTRA EXISTENCIA

La "alteridad" de Satanás está ligada a la separación del hombre de Dios. Esta separación constituye el rasgo esencial del pecado. 


He aquí cómo parafrasea Merton, en su introducción a la Ciudad de Dios, de Agustín, la visión agustiniana de la naturaleza de la caída del hombre: "El pecado original, acto de apostasía espiritual de la visión contemplativa y del amor de Dios, interrumpió la unión con Dios, que dependía de la sumisión de la voluntad de Adán a la voluntad divina. Dado que Dios es verdad, la apostasía de Adán fue una caída en la falsedad, en la irrealidad. Dado que Dios es unidad, la caída de Adán fue una caída en la división y en la falta de armonía. Toda la humanidad se alejó de Dios en Adán.

Y así como el alma de éste se dividió en sí misma por el pecado, lo mismo todos los hombres quedaron divididos entre sí por el egoísmo. La envidia de Caín, que hubiera sido imposible en el Edén, llevó al asesinato en un mundo en que todo individuo centrado en sí mismo se había convertido en su propio pequeño Dios, en el propio juez y en el modelo propio del bien y del mal, de la falsedad y de la verdad".

La paráfrasis pone de relieve una variedad de separaciones: Dios y Adán, creación material y creación inmaterial, el alma de Adán dividida dentro de sí misma por el pecado, Dios y el mismo "pequeño dios", el juicio del hombre y el juicio de Dios. El pensamiento de Agustín incluía también la separación del espíritu y la carne y de la autoridad y la obedencia. El "egotismo", que representa la separación extrema entre el yo consciente y el resto de la creación, es atribuido característicamente a Satanás, cuya naturaleza nihilista anula cuantas cosas quedan fuera de su voluntad.

Satanás simboliza la existencia personal absolutamente separada, alienada y en conflicto con toda otra existencia. La afirmación clave para comprender su caráctel podría ser muy bien la de Sartre: `L'enfer c'est l'autre", porque dondequiera que se encuentre en la creación no puede realmente sustraerse nunca a aquel contexto (el infierno) a que su pecado primordial le ha condenado eternamente.

2. DOMINIO DEL MUNDO SECULAR 

Además de la separación, a Satanás se le ha atribuido tradicionalmente el dominio del mundo secular. Es descrito como "el príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11). Pablo le llama "el dios de este mundo" (2 Cor 4,4). Cuando el diablo tienta a Jesús, le conduce a una alta montaña y le muestra "todos los reinos del mundo y la gloria de los mismos" y luego le dice: "Te daré todo esto si, postrándote, me adoras" (Mt 4,8ss).


En Lucas, el relato de esta escena añade la noción de poder (Lc 4,5-7): "Lo condujo luego el diablo a lo alto, le mostró todos los reinos del mundo en un instante y le dijo: Te daré todo este imperio y la gloria de estos reinos, porque me han sido entregados, y los doy a quien quiero. Si, pues, te postras ante mi, todo será tuyo".

3. EL PODER DE MANIPULAR LAS MENTES DE LOS HOMBRES 

Uno de los aspectos del dominio de Satanás es su poder de manipular (y de tentar) las mentes de los hombres. Semejante poder supone en él una profunda comprensión de la psique humana, ya sea porque sabe qué estímulo lleva a dar tal respuesta, ya porque conoce los secretos íntimos de los contenidos y el funcionamiento de la mente humana. Satanás es un tentador (Mt 4,3), el padre de la mentira (Jn 8,44), un engañador profesional (2 Cor 11,14).


Nathaniel Hawthorne presenta y describe a Satanás como manipulador de la mente en la persona de Roger Chillingworth, en La carta escarlata: "Resumiendo el caso, digamos que se difundió la idea de que el reverendo Arthur Dimmesdale, a semejanza de otros muchos personajes particularmente santos de todas las épocas del mundo cristiano, estaba obsesionado o por el mismo Satanás o bien por algún emisario suyo en la figura del viejo Roger Chilligworth. Este agente diabólico tuvo permiso divino para penetrar durante una temporada en la intimidad de aquel hombre de iglesia y de tramar contra su alma".

4. OBLIGACIÓN CONTRACTUAL

La obligación contractual es otro aspecto del poder asociado a la imagen de Satanás, aspecto ejemplificado en el Doctor Fausto, de Chriatopher Marlowe. Tiene profundas raíces en la tradición cristiana, en la que el diablo está en favor de la obligación contractual rígida, en contraste con Jesús, que representa la mitigación de esa obligación con sus manifestaciones de misericordia, bondad, amor y perdón. En este contexto, el diablo simboliza los efectos aparentemente inexorables del mal; por otro lado, Jesús representa una misericordiosa "cláusula de salvación" de los males que están expresados en la noción de pacto con el diablo. El pacto con el diablo es lo contrario de las obligaciones contractuales de la alianza con el Dios vivo, y recuerda las palabras de Jesús: "Nadie puede ser esclavo de dos señores, porque aborrecerá al uno y amará al otro, o bien despreciará al uno y se apegará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24).


El estado del alma humana se interpreta, en base a la lógica de las obligaciones contractuales, partiendo del supuesto de que todo hombre ha escogido inevitablemente aliarse con el verdadero Dios o con su adversario; que se ha colocado bajo la protección de una potencia superior para obtener lo que considera lo mejor de la vida, y que está contractualmente obligado hacia tal potencia. El hombre reconoce implícitamente que no existe forma alguna de existencia independiente que sea del todo libre y capaz de vivir así.

5. EL RECHAZO

El rechazo es otro elemento asociado a la imagen de Satanás. El rechazo de la verdad de las cosas conduce fuera del camino. La verdad que se niega no deja de serlo, sino que permanece como expresión activa de uno mismo, con gran sufrimiento por parte del que ha renegado de ella. Satanás simboliza la negativa a reconocer y aceptar la verdad de la propia realidad en particular y de la realidad en general. Este rechazo va acompañado del deseo de dominar la realidad, intentando destruir la verdad que no resulta grata. El hecho de tener que admitir la verdad que se ha rechazado constituye la raíz de la evasión y de la violencia.


6. LA EXPULSIÓN 

La expulsión es otro aspecto de la historia de Satanás. El comenzó a existir como ángel entre los demás ángeles; después de su desafío fue expulsado del paraíso y abandonado a sí mismo. Su expulsión del paraíso es paralela a la de Adán y Eva del paraíso terrestre. En las Escrituras, Satanás aparece como el arquetipo de la rebelión, y su irreligión va acompañada de las posiciones de izquierda, desde el espíritu iconoclasta de Voltaire a la "religión opio del pueblo" de Marx y al "non serviam" de Las moscas, de Sartre. Es como si Satanás hubiera sido expulsado a causa de su orgullo rebelde, que se afirmaba a sí mismo en oposición al orden cósmico fijado sobrenaturalmente.


Por otra parte, Donald Nugent, en su articulo Satan is a Fascist (The Month, abril 1972), sostiene que el Satanás del NT, el Satanás de loa "principados y potestades", tiene más que ver con la opresión y con la inhumanidad de un poder constituido que con las luchas de los revolucionarios que buscan la liberación. Nugent afirma que Satanás fue un rebelde, pero que su rebelión ha tenido éxito y que el mundo ha sido puesto en sus manos en un sentido muy real. En consecuencia, se ve ahora obligado a ser conservador, y el "nuevo orden" es un desorden enmascarado, una perversión de los valores y de las prioridades. No obstante, algo divino aletea sobre el mundo, dispuesto siempre a rebelarse contra el régimen de Satanás.


Los complejos orígenes de la visión cristiana del diablo combinan conceptos hebreos (Satanás, Lucifer, la serpiente tentadora), conceptos griegos (daimon y diabolos) e ideas egipcias (el n'ter, espíritus malos, fantasmas y apariciones, que no son otra cosa que las antiguas divinidades paganas de Egipto). Este ser aparece en la literatura del desierto y va a tentar a los ascetas; aparece como un daimon, un espíritu que infesta las regiones bajas de la atmósfera que rodean la tierra; un satanás, a sea, un adversario que compendia todas las fuerzas que se oponen al poder de Dios, y como un n'ter, un fantasma torturador y aterrador.

1. CAUSA SEDUCTORA DEL PECADO (TENTADOR) 

Demonio, adversario, espectro; estas características explican las múltiples funciones del diablo: una criatura que seduce y tienta, que representa todos los hechizos del mundo y de su belleza, pero también un ser monstruoso, que aterra y ataca al monje; un espíritu repugnante y asqueroso. Las tentaciones y las luchas de los Padres del desierto oscilan entre estas dos representaciones del poder diabólico, visto como belleza y como horror.


En el primer caso, el tentador es presentado en forma humana e incluso superhumana; como una persona de una belleza maravillosa o como ángel de luz. Los primeros cristianos griegos lo pintaron como un joven o una muchacha bellísima y encantadora; reconocieron que el mal es tan atractivo y tan poderosamente seductor, que los hombres "ceden" o "asienten" a su tentación. El símbolo apropiado del mal debía ser personal y fascinante, y también aparentemente bueno (bonum apparens).

2. EL HORRIBLE RESULTADO DEL PECADO 

El arte medieval prefirió representar al diablo como un monstruo feo y horrible. Su simbolismo del mal subraya los efectos más que la causa del mal. La figura horrible y subhumana del mal, en parte hombre y en parte animal, simboliza personalmente el mal que altera y deforma la integridad natural, corpórea y espiritual del hombre.


La culpa, el sufrimiento moral, las psicosis y neurosis privan al espíritu del hombre de su equilibrio y su integridad natural; por consiguiente, el mal es propiamente simbolizado en una figura personal deformada, casi bestial o nada humana; por consiguiente, el rostro de Satanás puede revelar algo de la bestia, de sí mismo o del ángel. Por debajo de una u otra de estas posibles manifestaciones hay una experiencia humana correlativa y genuina del mal.

3. EL DIABLO COMO ANGEL DISFUNCIONANTE 

La Iglesia pone en guardia contra las exageraciones y las distorsiones de la fe en el diablo, en los diablos y en los ángeles. No contempla al diablo según un dualismo absoluto, como si se tratase de un antagonista independiente de Dios. Su condición es la de una criatura finita, de un ángel imperfecto y disfuncionante. La influencia diabólica no se limita al campo de lo extraño y lo curioso, sino que se ejerce en una medida igualmente grande en el de lo "respetable", lo "razonable" y lo "inteligente"1. Sin embargo, no es posible tener la certeza de que en un caso particular se trata de un influjo de este estilo; a lo sumo, se puede tratar de una posibilidad.



1. EL FENÓMENO PREBÍBLICO Y POSBÍBLICO 

- La Biblia no ha "inventado" la noción de espíritus benévolos y malignos. La Iglesia, al hablar de los ángeles, de los demonios y del diablo, representa la interpretación desde la fe de la experiencia natural de una variedad de principados y de potestades sobrenaturales. Los datos de la historia comparada de las religiones muestran que esta experiencia natural no se restringe a la tradición judeocristiana. La enseñanza de la Escritura y de la revelación sobre este punto parece basarse más bien en el supuesto natural de la experiencia humana, que la Escritura incorpora y corrige críticamente en el marco de la doctrina de la liberación del hombre de todos los "principados y potestades", llevada a cabo por Cristo.


2. INTERPRETACIONES DIVERSAS DEL FENÓMENO 

El reciente redescubrimiento del mundo de los espíritus por el mundo secular ha forzado a los teólogos a salir de su silencio posconciliar sobre esta materia. La manía del ocultismo, los progresos de la parapsicología, las discusiones a propósito de una forma de vida inteligente existente en otros planetas, las experiencias psíquicas de la cultura de la droga, la reviviscencia de la astrología, la fascinación de las religiones, de la meditación y del misticismo oriental han revitalizado la cuestión de los espíritus, de los ángeles y de los diablos.


La gente puede pensar en muchas cosas cuando dice "Satanás"; cosas dispares y opuestas entre sí. Se piense lo que se quiera sobre la posibilidad de la posesión diabólica, la afirmación de la madre de la víctima en El exorcista es memorable: No creo en Dios, pero creo en Satanás. Induce a pensar que para muchos es más fácil creer en Satanás que en Dios.

Para la tradición judeocristiana, Dios es el Señor de la historia, pero la historia es tal que, para quienes no tienen fe ni esperanza, el "Dios" que ella revela puede ser Satanás. En lugar de ser historia de la salvación, es para ellos historia de condenación. Las guerras, las enfermedades, las carestías, los cataclismos y la muerte les revelan una deidad cruel y satánica y les convencen de que no existe ningún Dios. Bajo este aspecto, Satanás puede ser su "Dios", el absurdo último y absoluto, que se esconde tras el universo.

Para los que desesperan de encontrar un sentido, un amor y una bondad últimos en lo que se presenta como una existencia repleta de pesadillas y absurda, Satanás es el amo lógico de este mundo. En este caso el mal puede aparecer no sólo como la falta de algo, sino como un agente efectivo, como un ser vivo y espiritual, pervertido y pervertidor, como una realidad terrorífica y misteriosa, contraria a todo lo que se ha encarnado y revelado en el Logos de la creación, en Cristo Jesús.

Para otros, Satanás puede ser una deidad con la que se pueden hacer buenos negocios sobre la base de mi-alma-por-algo-mejor. Existe también el Satanás "compañero de juego" para el que va en busca de lo sensacional, criaturas aburridas en una cultura de la diversión. Ninguno de estos "Satanás" corresponde a la realidad afirmada en la tradición de la Iglesia y de la Escritura.

3. INTERPRETACIONES DIVERSAS POR PARTE DE Los CRISTIANOS 

Aunque la Iglesia ha expresado su fe en la existencia del diablo, de los diablos y de los ángeles, los biblistas no han resuelto todavía plenamente el problema de lo que quieren decir todos los textos bíblicos que mencionan a esos seres. Ni tampoco los teólogos han conseguido algo que pueda llamarse un consenso a propósito de las dimensiones poliédricas de lo satánico y lo demoníaco.


Por ejemplo, el libro El diablo: su existencia corno problema, de H. Haag, es un desafío a las creencias tradicionales en la existencia del diablo y de los demonios. Haag admite que su postura contrasta con la del magisterio, pero estima que, al fin, será universalmente aceptada. Haag sostiene que para Jesús y para sus contemporáneos no existe conexión alguna entre Satanás y los demonios de la enfermedad; por consiguiente, que Jesús expulse los demonios de la enfermedad no implica ningún enfrentamiento entre él y el poder de Satanás.

En cambio, Josef Schmid, en su comentario a la expulsión de los demonios de la enfermedad por parte de Cristo, afirma que el contexto básico para entenderla de modo justo es la lucha entre Satanás y el reino de Dios. Los demonios no son solamente una multitud de espíritus siniestros que operan el mal en el mundo, sino que en la enseñanza de esús representan un reino compacto, cuya cabeza es Satanás (Mc 3,23: Lc 10,17-20; 13.11-17).

S. V. McCasland, en su libro By the Finger of God (MacMillan, Nueva York 1951), afirma que la diferencia entre la concepción antigua de la posesión demoníaca y la concepción moderna de la enfermedad mental es en gran parte sólo una diferencia de terminología. Aunque hoy a la posesión diabólica se la llama neurosis o psicosis, la curación sigue siendo la misma: sugestión. El endemoniado de la región de Gerasa es lo que la psicología llama un maníaco depresivo. En casos semejantes, según McCasland, la sugestión procura un alivio temporal, pero trata más bien los síntomas que la causa.

Adolf Redewyk, SJ, polemiza contra quienes estiman que los exorcismos de Jesús son simplemente una adaptación a las creencias comunes del tiempo y no realmente expulsiones de espíritus malos, y sostiene que existe una gran diferencia entre el hecho de haberse Cristo adaptado a una concepción errónea en el campo de las ciencias naturales y entre el de haberlo hecho en el campo religioso. Jesús no consideró tarea suya instruir a los hombres sobre temas puramente naturales de las ciencias de la naturaleza... El vino a amaestrarlos en el campo de la religión. Vino a destruir las obras del diablo. Satanás ha tenido éxito porque ha trabajado verdaderamente de manera subterránea y fraudulenta... Sobre este punto, afirma Rodewyk, Cristo no podía dejar a los hombres en la confusión y la ignorancia. Era oportuno que hablase y obrase de manera clara.



V. Posesión demoníaca en el NT

1. POSESIÓN Y ENFERMEDAD

En el NT la posesión demoníaca va frecuente
mente acompañada, o por lo menos es asimilada, a la enfermedad, porque ésta, consecuencia del pecado (Mt 9,2), es otro indicio del dominio de Satanás (Lc 13,18). Por consiguiente, los exorcismos del evangelio revisten a menudo la forma de curaciones (Mc 9,14-29), aunque hay casos de simples expulsiones (Mc 5,1-20) y de enfermedades que no presentan los rasgos de la posesión y que, a pesar de ello, son atribuidas a Satanás (Lc 13,10-17). La mayor parte de los milagros de Jesús son milagros de curaciones o milagros naturales. Los evangelios recuerdan sólo cinco expulsiones de demonios, y distinguen a menudo claramente entre personas poseídas por los demonios y personas enfermas (Mt 4,23-25; Mc 1,32). Aunque en algún caso atribuyen a un espíritu lo que nosotros consideramos una epilepsia o una locura, no hay duda de que en muchos casos hablan de un exorcismo real de diablos reales.


2. ¿JESÚS, EXORCISTA?

Expulsó Jesús realmente demonios? Algunos estiman que se atuvo a la creencia popular. Sin embargo, los textos parecen indicar algo más. Parece que Jesús comparte la fe de sus contemporáneos en la existencia y en la actividad de espíritus malos. Los relatos evangélicos de exorcismos incluyen a menudo algo más que una simple enfermedad. Así está implícito en los signos no naturales de violencia (Mc 5,4-5; Lc 8,29) y en el conocimiento religioso manifestado por los demonios expulsados (Mc 1,24). El exorcismo es un tema importante en el NT. Además, si la creencia en los demonios se hubiese basado en error religioso, parece que Jesús hubiera debido corregirla. No obstante, es verdad que lo primario en el relato del NT es que Jesús vence al poder del mal; la concepción materialista de tal poder, que se manifiesta en la acción de espíritus malos personales, es secundaria, aunque parece postulada por los textos interpretados en el contexto de la revelación bíblica total. Explicar el poder de Jesús sobre los demonios como debido a un pacto con éstos constituye el pecado contra el Espíritu Santo, que no será perdonado (Mc 3,22-30).

Cuando los discípulos de Juan Bautista le preguntan a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" (Le 7,19-20), Jesús responde que sus curaciones y su anuncio de la buena nueva a los pobres son el signo de que él lo es para algunos. En otra parte, en el contexto del siervo paciente de Isaías, la misión de Jesús nuevamente se relaciona con la curación de toda la persona en el cuerpo, en la mente, en la psique y en el espíritu. Jesús realiza los exorcismos curando las enfermedades y dolencias de todo tipo, así como la pecaminosidad y la ignorancia humana: "Caída la tarde, le presentaron muchos endemoniados y arrojó a los espíritus con su palabra y curó a todos los que se hallaban mal, para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,18-17).

3. EXORCISMO Y CURACIÓN

Jesús comprendió que no basta nunca limitarse a exorcizar al diablo. Enseñó que hay que sustituir el poder demoníaco por un poder de hacer el bien y por una iluminación interior del individuo; de lo contrario, la condición última de éste puede ser peor aún que la primera (Mt 12,43-45). Por tanto, el exorcismo es sólo el primer paso del proceso de la curación; el espíritu. malo es arrojado fuera para sustituirlo por el Espíritu Santo.



El exorcismo hay que verlo dentro de su auténtico contexto eclesial. No se trata de un ritual arcano y gnóstico, ni del dominio de una técnica, ni de la habilidad mística de un actor individual, semejante a un chamán. El exorcista es el ministro de Cristo y de su iglesia; es Cristo que exorciza; es su poder, que subyuga y arroja el mal a través de su ministro y de su cuerpo, la Iglesia. El exorcista debe estar autorizado por la Iglesia, porque ella es quien le capacita para realizar la obra de Cristo en nombre de Cristo. El realiza el exorcismo en compañía de otros miembros de la Iglesia santa, que se unen a sus oraciones, recordando que donde están dos o tres unidos en nombre de Cristo, allí tienen la promesa de que Cristo mismo está presente en medio de ellos de Manera particularmente eficaz. Sólo esta presencia curadora suya garantiza el éxito del exorcismo.

1. EXORCISMO COMO ORACIÓN 


El exorcismo es una oración dirigida a Dios a fin de que arroje o rechace a los demonios o a los espíritus malos de las personas, lugares o cosas que están o se consideran poseídas o infestadas por aquellos que están en peligro de convertirse en víctimas o instrumentos de su maldad2. En la realización de un exorcismo es la Iglesia la que ora a través del instrumento del exorcista, de suerte que la eficacia del rito puede compararse a un sacramental. La fe y la integridad personal del exorcista, según se desprende claramente de los mismos evangelios (Mc 3,14ss; cf Mt 10,1), desempeñan un importante papel en el buen éxito, del exorcismo. Por eso la Iglesia es particularmente cauta al autorizar a los clérigos que han recibido el poder de exorcizar a poner en práctica tal potestad. No hablamos aquí obviamente de los exorcismos practicados durante el rito del bautismo, sino de los que parecen postulados por una posesión diabólica verosímilmente auténtica.

2. EXORCISMO COMO SIGNO

La base de una teología del exorcismo es el testimonio del NT sobre el conflicto entre Cristo y las fuerzas del mal y su victoria sobre ellas. Cristo mismo proclamó con las palabras y con los hechos tal victoria (cf Lc 11,20; Jn 12,31). Concedió a los Doce la autoridad y el poder de arrojar a los demonios (Mc 3,14ss; cf Mt 10,1), y todos "los que creen" comparten tal poder (Mc 18,17; Lc 10,17-19). Un signo continuo de la redención del hombre es la pérdida del poder por parte de Satanás (1 Jn 5,18). Tal era la convicción de los Padres, de Tertuliano, de Hilarlo de Poitiers, así como de las escuelas medievales, incluido santo Tomás de Aquino (S. Th. II-II, q. 90, a. 2).


3. EXORCISMO E IGLESIA 

La Iglesia reconoce la posibilidad de la posesión diabólica y regula el modo de tratarla. El código de derecho canónico permite a los ministros autorizados (exorcistas) realizar exorcismos solemnes no solamente en los fieles, sino también en no católicos y en excomulgados. El Ritual romano contiene un rito solemne para el exorcismo. Tal rito sólo puede realizarse con permiso especial del Ordinario, el cual lo concede sólo a sacerdotes insignes por la piedad y la prudencia. Esto supone que quienes reciben el poder de expulsar de los demás a los espíritus malos deben haber conseguido antes personalmente la victoria sobre sus tentaciones.


4. EXORCISMO Y PSICOLOGÍA

Aunque la psiquiatría ha demostrado que la actividad del subconsciente explica muchos, por no decir la mayor parte, de los fenómenos anormales que las generaciones pasadas atribuían a la actividad diabólica, no pretende por ello explicar de manera completa tales fenómenos. Está en condiciones de dar sólo la explicación psicológica. Aun suponiendo que tal explicación sea la correcta en un determinado caso, se trata siempre de una explicación dada dentro de los límites de la ciencia. No excluye de por sí la causalidad concomitante, que podría ser ejercida por elementos que no son objeto de la ciencia psiquiátrica.


Algunos de los que han trabajado con criminales dementes, aun aceptando como válida la explicación que da el psiquiatra de un caso, permanecen abiertos a la posibilidad de lo diabólico como causa concomitante, aunque no se la pueda establecer con certeza en algún caso particular. Por ejemplo, es posible admitir el punto de vista de que Satanás es una indicación del modo como la mente humana hace frente al problema del mal y, al mismo tiempo, creer que una criatura como Satanás existe realmente.

5. CRITERIOS QUE JUSTIFICAN UN EXORCISMO 

El Ritual romano invita al exorcista a no apresurarse a creer que se encuentra frente a una verdadera posesión diabólica. Da algunas indicaciones referentes a los signos de la posesión, aunque está claro que ninguno de ellos, tomado particularmente, es suficiente para este fin. Los principales signos son hablar una lengua desconocida, una fuerza física extraordinaria y el conocimiento de cosas distantes o secretas. Junto a los signos de posesión, consistentes en facultades especiales del cuerpo y de la mente, hay que esperar también una atmósfera general malsana, que a veces puede percibirse casi físicamente. Sir Ivone Kirkpatrick, en sus memorias relativas al tiempo transcurrido en la embajada de Berlín (1937-1938), escribió de Hitler: "Parecía envuelto en un aura tan despiadada y perversa, que se tenía una sensación de opresión y casi de pesadilla cuando se sentaba uno con él en la misma habitación". Y sigue diciendo que sintió la necesidad de pedir no ser asignado como traductor durante uno de los últimos encuentros que Chamberlain tuvo
con Hitler, a causa de la repugnancia física que sentía`.


Según Joseph Crehan, SJ, que ha estudiado con detalle el fenómeno de la posesión y que fue el observador católico en la comisión sobre el exorcismo del obispo de Exeter, el diagnóstico resulta difícil cuando hay que hacerse un juicio basado en probabilidades convergentes. La costumbre de algunos teólogos de presentar una serie de fenómenos como si admitieran sólo explicaciones alternas no vale, según él, cuando se trata, en realidad, de situaciones que pueden admitir una u otra explicación. Así decir que los exorcismos realizados por Cristo en los evangelios revelan el poder del amor de Dios de curar, es cierto; pero ¿qué revelan además de eso? ¿Es eso todo lo que intentan decirnos? Análogamente, no admitir la posibilidad de la posesión diabólica por el hecho de haber en los asuntos humanos interferencias provenientes de las almas de los muertos, hombres o mujeres, pero no de espíritus malos, que jamás han sido seres humanos, significa aplicar el esquema alternativo sin utilidad.

En los casos de pseudoposesión, el exorcismo puede efectivamente poner remedio a la creencia de la víctima de estar poseída, pero puede también inducir a descuidar las precauciones y el tratamiento médico necesario.


VII. ¿Existe el diablo?

Silverio Zedda, SJ (La problematica demonologica nella Bibbia), sostiene que la tradición viva de la Iglesia es quizá el argumento más fuerte en favor de la doctrina sobre el diablo, los diablos y los ángeles. Afirma que dentro de este contexto es donde trabaja el exegeta bíblico, e intenta hacer una síntesis entre los resultados de sus estudios y la enseñanza tradicional.

Dada la frecuencia con que, ante todo la Escritura y luego los Padres de la Iglesia, hablan del diablo, no es extraño que sus afirmaciones en este campo entraran a formar parte de la enseñanza oficial de la Iglesia.

1. Los CONCILIOS 

El primer concilio de carácter local que tomó posición solemne y decidida sobre la cuestión del diablo fue el concilio de Braga (Portugal), en 561, en una declaración contra los priscilianos, los cuales creían que el diablo no había sido creado por Dios. Bajo Inocencio III, el IV Concilio de Letrán (1215) reafirmó esta doctrina contra el dualismo, repitiendo que "el diablo y los otros demonios fueron creados buenos por Dios y que se hicieron malos por culpa propia".


El decreto de Trento relativo al pecado original declaró que éste puso a la humanidad bajo la cautividad del diablo, que tenia poder sobre la muerte. Y a este propósito cita la Carta a los Hebreos, la cual afirma que la misión de Cristo fue la de reducir a la impotencia con su propia muerte al que tenia poder sobre la muerte, a saber, el diablo, y liberar a cuantos habían sido mantenidos en la esclavitud durante su vida. El Vat. II afirma que la obra de la Iglesia consiste en arrancar a los hombres de la servidumbre del error (LG 17), y el nuevo ríto del bautismo conserva el exorcismo del bautizado, practicado desde los comienzos. El Vat. II recuerda también que Cristo tiene poder sobre el demonio (LG 5).

Estas declaraciones se basan en la premisa de la existencia del diablo. Las oraciones litúrgicas piden insistentemente a Dios que nos libre de las tentaciones de los demonios o que no permita que sucumbamos a ellas.

2. PABLO VI

En un discurso pronunciado en la audiencia general del 15 de noviembre de 1972, Pablo VI reafirmó la antigua fe cristiana en la existencia de un diablo o espíritu del mal personal. Declaró él: con la existencia del demonio "el mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa (...). Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos, pues (por la Biblia), que este ser oscuro y perturbador existe de verdad, y que con astucia alevosa sigue obrando; es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras en la historia humana".

El Papa dijo claramente que no estaba empleando un lenguaje metafórico en sus observaciones concernientes al demonio; precisó que cuantos rehúsan reconocer la existencia de esta terrible realidad "se salen del cuadro de las enseñanzas bíblicas y eclesiásticas" Y, finalmente, observó: "Podemos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda, donde la mentira se afirma hipócrita y poderosa contra la verdad evidente, donde el amor es extinguido por un egoísmo frío y cruel, donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde (cf 1 Cor 16,22; 12,3), donde el espíritu del evangelio es alterado y desmentido, donde la desesperación se afirma como la última palabra".

Esta toma de posición subraya el carácter espiritual de lo diabólico y corrige implícitamente a quienes asocian esto último primariamente con fenómenos extraños, semejantes a los expuestos en el filme El exorcista.

3. BAUDELAIRE, BULTMANN, RAHNER 

Baudelaire afirmó que el engaño y la estrategia mejores del diablo consisten en persuadir a la gente de que él no existe. Si esto es cierto, hemos de reconocer que hoy Satanás está teniendo mucho éxito. Escribe Bultmann, por ejemplo: "No se puede emplear la luz eléctrica, encender la radio o, cuando se enferma, recurrir a la ciencia médica y a las clínicas modernas y creer al mismo tiempo en el mundo de los espíritus y en los milagros del NT". Estima él que la ciencia moderna explica lo que la mente y la mentalidad antigua explicaban recurriendo a lo sobrenatural. En cambio, Karl Rahner afirma categóricamente: "El diablo no puede considerarse como una pura personificación del mal existente en el mundo".


4. ARGUMENTO COMÚN CONTRARIO 

Un argumento común contra la posibilidad de la existencia de los demonios es el siguiente: la psicología y las demás ciencias han descubierto nombres para indicar enfermedades y fenómenos que en otro tiempo se atribuían a espíritus malos. El hecho de que estos fenómenos, atribuidos en otro tiempo a los demonios, sean hoy explicados naturalmente, recurriendo, por ejemplo, a causas físicas (tempestades) o psíquicas (epilepsia, personalidad disociada), no autoriza a negar categóricamente la existencia de fuerzas demoníacas. La perspectiva positivista, que excluye radicalmente la posibilidad de influjos preternaturales en estos casos, representa un horizonte restringido, en contraste con el religioso el cual puede aceptar todos los descubrimientos del positivista y permanecer abierto a ulteriores elementos explicativos.


5. TRES PUNTOS DE VISTA DIVERSOS 

Hay por lo menos tres puntos de vista sobre la existencia de los diablos. El primero niega su existencia. Entre los cristianos se basa frecuentemente en el supuesto de que sólo lo que tiene importancia para el "hombre moderno" puede constituir una verdad teológica. Los diablos no son importantes, por lo cual no encuentran sitio entre las afirmaciones teológicas válidas. La fascinación que ejerce lo demoníaco en el "hombre moderno" basta para descalificar esta concepción.


La segunda concepción adopta una actitud más modesta y "agnóstica" por lo que se refiere a la existencia de los diablos como inteligencias. Algunos exegetas, por ejemplo, afirman que los diablos representan una realidad objetiva y que no son puros productos de la imaginación. Creen que tal realidad podría ser un espíritu personal. Sin embargo, las más de las veces estiman que los diablos simbolizan aquellos elementos personales que alejan al hombre de Dios.

El tercer punto de vista sostiene que es una creencia cristiana tradicional que existe el diablo y los diablos. Son espíritus alejados de Dios y enemigos del hombre; son principados y potestades perversas preterhumanas, que existen y obran en el mundo. El famoso teólogo Karl Rahner afirma que no se puede discutir la existencia de los ángeles (y de los diablos), dadas las declaraciones conciliares, y considera que se encuentra afirmada en la Escritura y no asumida puramente como una hipótesis que hoy podríamos dejar a un lado. Esta posición puede mantenerse sin detrimento de una interpretación más precisa de las afirmaciones bíblicas, las cuales emplean materiales representativos mitológicos e históricamente condicionados, que no están simplemente incluidos en el contenido que proponen.

6. MÁS EN EL NT QUE EN EL AT 

La fe en la existencia del diablo y de los diablos es más pronunciada en el NT que en el AT. Este último fue la matriz cultural y religiosa que condicionó la comprensión que tuvo Jesús de Satanás. En este contexto, Satanás, la muerte y el pecado se concebían estrechamente unidos. La muerte no se experimentaba como una potencia abstracta o un hecho inexplicable, sino que se personificó como el enemigo (Sal 18,4), como el enemigo por excelencia (Sal 5,10). La muerte emplea como mensajeros amenazadores a los demonios para anunciar desventuras y pestilencias. La muerte no se limita a esperar que los huéspedes lleguen a su reino, sino que entra en el cosmos para llevárselos. Jeremías (9,20) la describe como un monstruo, que persigue a sus víctimas como un ladrón, un estrangulador, un atracador o un segador. Parece que en Israel se produjo una evolución, que va desde una concepción mitológica de la muerte a la creencia en el enemigo: Satanás, el diablo, el adversario. Belial se convirtió en nombre propio para indicar el mal personificado, el diablo, y se lo identificó con la muerte y con su reino, el sheol (Sal 18,6).


La "señora" muerte personifica la negación de la vida y, evidentemente, no formaba parte del plan divino originario de la creación. Ella es el enemigo, el mal último y el compendio de todos los males. El sufrimiento, la persecución, la enfermedad y todas las formas de la miseria humana se experimentan como muerte parcial, pero real, y a sus autores se los siente como manifestaciones del enemigo de la humanidad, Satanás. Los autores del mal representan visiblemente al enemigo y sus fuerzas caóticas. Los enemigos personales, por ejemplo, participan del poder letal del enemigo; son aliados y mensajeros de la muerte, la reina de los terrores, que produce espanto y horror con sus trampas y sus lazos, sus desastres y sus destrucciones, todo lo cual nos impide experimentar una vida humana plena. Los que crean miseria para los demás representan al enemigo como potencias demoníacas suyas.

Los hebreos asociaban a. los demonios con el desierto salvaje; los hombres no podían sobrevivir mucho en semejante ambiente inhóspito, que produce un estado de ánimo por el que uno se siente perdido, privado de guía, perplejo y a merced de fuerzas extrañas, misteriosas y malvadas. La identificación de las tierras áridas con la maldición de Dios llevó a creer que las regiones salvajes eran el ambiente del mal; una especie de infierno poblado de espíritus malignos (Dt 8,15). Las zonas salvajes son el ambiente de lo no humano, e incluso de lo antihumano; el lugar de las bestias feroces, donde el orden que el hombre impone al mundo natural para su propia supervivencia está ausente, y en el que él es una presencia extraña, atemorizada por el mundo de las criaturas carentes de norma, confusas, desordenadas y amenazadoras, que no están bajo su control.

Jesús entra en las zonas desoladas, en el hábitat natural de los espíritus malos que perturban a los hombres y los confunden. Sus cuarenta días pasados en una tierra inhóspita (=desierto) recuerdan los cuarenta años de la tentación y de la tribulación que Israel hubo de soportar en las tierras desoladas del Sinaí. En esta experiencia del desierto es donde Jesús se enfrenta con las fuerzas malignas que asedian a toda la humanidad en un auténtico periodo de prueba y de sufrimiento. Jesús se enfrenta victoriosamente con Satanás, el cual se aleja "hasta el. tiempo oportuno" (Lc 4,13), después de haberle tentado, sólo para volver cuando sea condenado a muerte. Cuando es detenido en Getsemaní (Le 22,53), declara: "Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas".

Los cristianos creen que Jesús venció los males de la condición de desierto en que el hombre se siente perdido y extraño en un mundo hostil; creen que él es el camino de Dios a través de la condición humana, semejante a un desierto. Tal es la convicción de Juan cuando escribe: "Nosotros sabemos que somos de Dios, y que el mundo está en poder del maligno" (I Jn 5,19). Para Juan, el mundo sin Cristo está perdido en la condición del desierto sin camino de salida.

El teólogo y escritor inglés C. S. Lewis escribía en 1941: "Hay dos errores iguales y opuestos, en los cuales el género humano puede caer a propósito de los diablos. Uno es no creer en su existencia. El otro es creer en ella y sentir un interés excesivo y malsano por ellos. Por su parte, a ellos les gusta por igual uno y otro error y saludan con idéntico placer al materialista y al mago".

7. ENSEÑANZA ORDINARIA DE LA IGLESlA 

Hoy muchos niegan demasiado fácilmente la existencia de seres demoníacos independientes y diversos del hombre; en todo caso, la mayor parte de los teólogos católicos admite la existencia de semejantes seres, lo cual constituye seguramente la enseñanza ordinaria de nuestra Iglesia. Aunque la fe en un Satanás y en diablos personales no constituye el núcleo esencial de la revelación y una parte esencial de la misma, sino sólo un rasgo secundario, considerar la no existencia de un Satanás personal como cierta significarla abandonar la enseñanza ordinaria de la Iglesia, estar mal informado y descarriado.


Si, por un lado, no podemos tener la  certeza de que en un determinado caso se trate de un influjo auténticamente diabólico, por otro, no podemos excluir la posibilidad de semejante influjo. Las oraciones para obtener la liberación del mal, sea el que sea, han caracterizado al culto cristiano desde el principio y se elevan por el bien del hombre. Cuando se hacen para librar de una presunta posesión o de una supuesta infestación, no es preciso que se basen en la certeza de la presencia de un espíritu malo; basta la posibilidad de una presencia por el estilo. En todo caso, el mal es una realidad, cualquiera que sea su explicación satisfactoria. La fe cristiana se caracteriza por la convicción invencible de que Cristo es Señor, y de que el pecado, la muerte y Satanás no tendrán la última palabra sobre el destino definitivo del hombre. La convicción cristiana de que ellos no dirán la última palabra es en sí misma una prueba del hecho de que el cristiano participa ya desde ahora de la vida de Cristo resucitado, el cual ha superado el poder del pecado, de la muerte y de Satanás ahora y para siempre. Ningún mal de ninguna clase -moral, físico o personal- puede forzar ya o coaccionar nuestra libertad personal para seguirle; el cristiano auténtico está seguro de que Cristo ha superado todo lo que en nuestro mundo se relaciona de algún modo con el diablo.
________________
(1) Elites intelectuales "respetables" han orquestado ideologías que han reducido a esclavitud a millares de personas en los campos de concentración; han favorecido el terrorismo para conseguir sus propios fines.

(2) El exorcista es el que expulsa los espíritus malos de una persona poseída, conjurándolos, en nombre de un espíritu más poderoso, a que se vayan. El término proviene de la palabra griega que significa "conjurar" verbo empleado por Mateo en el sentido jurídico de inducir a uno a testimoniar bajo juramento (20.83).


J. Navone

Fuente: Libros Electrónicos...
GRA CIOCHI...

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