Háblame así, con sencillez, de los pobres a quienes quisieras
consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados
que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que
quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo,
palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar
toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón
el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
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