Sin duda de las poesías más conocidas de Teresa, de las más repetidas y
cantadas, y que nosotros cantamos y recitamos queriendo entrar en este
misterio de pertenencia que la Santa vivía tan radicalmente. Si en
algunos momentos de la vida hemos buscado el amor de las criaturas,
hemos buscado satisfacer nuestra necesidad de ser amados mendigando
migajas de atención, si en algún momento nuestro corazón ha sido esclavo
de alguien cediendo nuestra libertad, perdiéndonos a nosotros mismos,
ahora, el alma cansada de suplicar en puertas ajenas, se rinde
totalmente a Quien de verdad pertenece y del que haciéndonos esclavos,
nunca nos hace perder la libertad. ¿Para qué estamos aquí, para qué o
para quién hemos nacido, sino para ti, Señor, dueño de nuestras vidas?
Por eso, sin perder más tiempo, con sinceridad quiero decirte: Aquí
tienes mi vida, haz en mí lo que quieras, ¿en qué puedo servirte? ¿Qué
mandas hacer de mí?
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