Si
todos los hombres pudiéramos ver, aunque sólo sea un instante, desde la
perspectiva del más allá, desde el Cielo, ya no quedarían ateos en el mundo.
Pero en esta tierra estamos en la prueba, y quien cree tendrá premio.
La
fe es un don que hemos recibido en nuestro bautismo. Pero es necesario
acrecentarla con buenas lecturas, recibiendo los sacramentos, rezando y
haciendo actos de fe. Principalmente eso es lo que debemos hacer para aumentar
la fe, que estaba como en germen en nuestro bautismo.
Además
hay que tener cuidado con lo que puede dañar, apagar o destruir nuestra fe,
porque en este mundo no podemos ver de todo, leer de todo, hacer de todo, con
la excusa de que “hay que probar todo para conocer el bien y el mal y saber
discernir”.
¿Qué
hubiera sido de Jesús si hubiese seguido esta máxima mundana o más bien
satánica? ¿Qué habría sido de los Santos, si para saber juzgar hubiesen tenido
que pecar para saber lo que es el pecado?
Una
vez también hubo alguien que sedujo a la primera mujer incitándola a “probar”
el mal, para que luego conociera lo que era, y ser así semejante a Dios.
Y
como el diablo, que fue ese alguien que sedujo a la primera pareja humana, no
cambia ni puede cambiar sustancialmente su manera de actuar, ahora también
sigue utilizando la misma técnica que la ha dado buen resultado.
Entonces
hay que tener en claro que no todas las cosas es bueno conocerlas. Si Dios
quería mantener oculto el mal, es por bondad hacia nosotros, porque el mal es
como un veneno que nos daña.
Dejemos
lo oculto a Satanás y sus secuaces. Pero nosotros vayamos por el camino de la
fe, por el camino de la luz.
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