¿EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?
Mt. 18,1-5;10
¿Qué tienen los niños que son los
preferidos del Señor? Ingenuidad, sinceridad, transparencia, confianza,
verdad. Un niño no anda con rodeos, con poses aprendidas y estudiadas.
Un niño todo lo cree, acepta y toma con entusiasmo; por eso puede ser
engañado y puede ser fácil presa del maligno y de los que torcidamente
obran en su nombre.
En la mirada de un niño, en su corazón generoso, siempre dispuesto a compartir sin los prejuicios de los adultos, en su apertura y en su capacidad de asombro, podemos encontrar a nuestro Dios y reconocer cómo quiere Él que seamos, cómo quiere que nos comportemos, cómo quiere que andemos por este mundo.
En esta misma lectura el Señor nos recuerda por qué ha venido y cómo si nosotros queremos seguirle debemos adoptar su misma actitud. El viene por los despreciados, por los olvidados, por los perdidos. Es a ellos que viene a buscar. Es de ellos de quienes nos tenemos que ocupar. ¡Qué mensaje singular! Cuando nosotros siempre preferimos estar y atender a los buenos, a los que nos hacen caso, a los dóciles. El Señor nos pide atender a los que se resisten, a los que se pierden. ¡Salir a buscarlo!
“…no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.” Por lo tanto, tampoco puede ni debe ser tolerado por ninguno de nosotros. Y ya sabemos entonces cual es nuestra misión, sobre todo cuando nos encontramos con alguien que parece descarriado. Tenemos un deber, si en verdad queremos hacer la voluntad de nuestro Padre. Y si no estamos dispuestos, entonces ya tenemos la medida de nuestra fe, de nuestro cristianismos, de nuestro amor por los demás. Es condicional, subjetivo y no está dispuesto al sacrificio, ni al rechazo, ni a aguantar desplantes, ni sacrificios…es un amor y una fe ligth, desnaturalizado, como tantas cosas en nuestro tiempo. Si la sal pierde su sabor, mejor tirarla, pues no sirve para nada.
En la mirada de un niño, en su corazón generoso, siempre dispuesto a compartir sin los prejuicios de los adultos, en su apertura y en su capacidad de asombro, podemos encontrar a nuestro Dios y reconocer cómo quiere Él que seamos, cómo quiere que nos comportemos, cómo quiere que andemos por este mundo.
En esta misma lectura el Señor nos recuerda por qué ha venido y cómo si nosotros queremos seguirle debemos adoptar su misma actitud. El viene por los despreciados, por los olvidados, por los perdidos. Es a ellos que viene a buscar. Es de ellos de quienes nos tenemos que ocupar. ¡Qué mensaje singular! Cuando nosotros siempre preferimos estar y atender a los buenos, a los que nos hacen caso, a los dóciles. El Señor nos pide atender a los que se resisten, a los que se pierden. ¡Salir a buscarlo!
“…no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.” Por lo tanto, tampoco puede ni debe ser tolerado por ninguno de nosotros. Y ya sabemos entonces cual es nuestra misión, sobre todo cuando nos encontramos con alguien que parece descarriado. Tenemos un deber, si en verdad queremos hacer la voluntad de nuestro Padre. Y si no estamos dispuestos, entonces ya tenemos la medida de nuestra fe, de nuestro cristianismos, de nuestro amor por los demás. Es condicional, subjetivo y no está dispuesto al sacrificio, ni al rechazo, ni a aguantar desplantes, ni sacrificios…es un amor y una fe ligth, desnaturalizado, como tantas cosas en nuestro tiempo. Si la sal pierde su sabor, mejor tirarla, pues no sirve para nada.
-E.N.-
Señor, ayúdanos a no desfallecer cuando
aquél que está perdido nos rechaza. Que sepamos encontrar los argumentos
para llegar a su corazón, para hacerlo volver al Padre.
Danos tu sabiduría, tu luz y tu humildad para atraer a nuestros hermanos descarriados. No permitas que ninguno en nuestras manos se llegue a perder.
Danos tu sabiduría, tu luz y tu humildad para atraer a nuestros hermanos descarriados. No permitas que ninguno en nuestras manos se llegue a perder.
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