lunes, 26 de mayo de 2014

PEREGRINACIÓN AL JESÚS DE LOS ANDES

EL SEÑOR DE LA ASCENCIÓN DEL CACHUY
Fuentes: padreedgarjulio.wordpress.com, Camino al Santuario: 300 años de tradición, Jeff Montoya Peregrinacion al Santuario de Cachuyl


Cachuy, en quechua significa: verde. En el lugar conocido con este nombre hay un manantial, que a causa de la humedad del terreno, las hierbas están siempre verdes; debido a esta circunstancia, seguramente los antiguos llamaron a este paraje con el nombre indicado.

El pueblo de Cachuy, pertenece a la parroquia Santa María de Catahuasi, la cuál está a cargo de las madres misioneras de Jesús Verbo y Víctima. 

Cuenta la tradición que en los tiempos remotos, Martín Barrios, humilde pastor, natural de Laraos, según unos y según otros de Huantán, apacentaba su ganado vacuno en un pastizal de la jurisdicción de Putinza, colindante con el de Tupe; su humilde choza se levantaba en “pampa de chuco”, distante 5 km. del actual pueblo de Cachuy.

Un buen día próximo a la festividad de San Lorenzo, patrón del pueblo de Putinza, se le extraviaron sus vacas. Habiendo ido a buscarlas, llegó a una pampita pedregosa llena de maleza y espinas, junto a unos pedregales vio una figura humana, que pareció ser la de un niño, vestido con una túnica blanca; sorprendido por tan extraño hallazgo y creyendo ver visiones, se acercó a él y tomándolo por efigie de San Lucas, patrón de los vaqueros, la llevó a su choza, sin dejar de repuntar el ganado que extrañamente allí encontró. Al llegar a su morada, contó lo ocurrido a su esposa Elena y familiares mostrándole la imagen, improvisó un altarcito donde lo colocó y se pusieron a velarla hasta muy entrada la noche.

Al día siguiente advirtió, con sorpresa, que la imagen había desaparecido misteriosamente. Confundido por este extraño acontecimiento, se echó a buscarla por todos los contornos de la casa, sin tener la suerte de encontrarla. En la noche en sueños, le reveló que volvería a verla en el mismo sitio donde había ocurrido el hallazgo. Tan pronto como amaneció, se encaminó, apresuradamente, al sitio indicado en el que con gran regocijo, volvió a encontrarla nuevamente. Henchido de gozo se la llevó consigo y creyendo que su modestísima choza era inaparente para albergarla, edificó una capillita, junto a su morada, donde siguió tributándole, con mucho fervor y devoción el culto que merecía, con la seguridad de que le dispensaría el don de acrecentar en corto tiempo, el número de sus vacas.

A pesar del solícito culto que le rendía, la imagen volvió a desaparecer; pero Barrios, tenía la seguridad de encontrarla en el consabido lugar del hallazgo. Se dirigió allí y la encontró, se la llevó y la colocó nuevamente en la capilla; esto aconteció muchas veces.

El día de la víspera de la fiesta de San Lorenzo se encaminó Barrios a Putinza, llevando consigo la milagrosa imagen. Cuando hubo llegado al pueblo, su primer acto fue presentarla al párroco quien al punto reconoció que la efigie no era de San Lucas, sino la del Señor de la Ascensión, y dispuso que se colocara en un sitio preferente del altar mayor del templo y que nadie la moviese de allí, para disipar la creencia de la superstición del encantamiento muy generalizada por entonces, entre los sencillos habitantes del lugar.

El día de la celebración de la fiesta de San Lorenzo antes de la Misa, el sacerdote echó de menos la imagen y viendo que no estaba en el sitio donde había sido colocada el día anterior, la buscó dentro del templo, en la población y sus alrededores, sin resultado satisfactorio. Ante este acontecimiento, el párroco y la gente creyeron que Barrios la había sustraído. Las autoridades le conminaron a entregar pero él tomando el santo nombre de Dios, les aseguró no haberla sacado, y para dar mas firmeza a sus dichos, relató las desapariciones anteriores y así consiguió que le dejasen en libertad, con la condición de que, en vista de lo narrado, fuese a buscarla, con cargo de dar cuenta el cuarto día. Transcurrido este corto lapso, la gente esperaba con impaciencia el regreso de Barrios. Este, el día señalado, descendía la cuesta de “Chuco” trayendo la efigie milagrosa. Unos fueron a recibirla hasta “Añazo” y muchos se quedaron en la portada. Como el párroco había caído gravemente enfermo, con ataques de cólicos hepáticos, falleció en esos instantes, por cuyo motivo la recepción se hizo sin ninguna ostentación. Barrios, temeroso de que la gente supersticiosa pidiese su prisión, aprovechando del duelo que embargaba al pueblo, optó por huir a su estancia, llevándose la predicha imagen.

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