EL SEÑOR DE LA ASCENCIÓN DEL CACHUY
Fuentes: padreedgarjulio.wordpress.com, Camino al Santuario: 300
años de tradición, Jeff Montoya Peregrinacion al Santuario de Cachuyl
Cachuy, en quechua significa: verde. En el lugar conocido con este nombre hay un manantial, que a causa de la humedad del
terreno, las hierbas están siempre verdes; debido a esta circunstancia,
seguramente los antiguos llamaron a este paraje con el nombre indicado.
El pueblo de Cachuy, pertenece a la parroquia Santa María de Catahuasi, la cuál está a cargo de las madres misioneras de Jesús Verbo y Víctima.
Cuenta la tradición que en los tiempos remotos, Martín Barrios,
humilde pastor, natural de Laraos, según unos y según otros de Huantán,
apacentaba su ganado vacuno
en un pastizal de la jurisdicción de Putinza, colindante con el de Tupe;
su humilde choza se levantaba en “pampa de chuco”, distante 5 km. del
actual pueblo de Cachuy.
Un buen día próximo a la
festividad de San Lorenzo, patrón del pueblo de Putinza, se le
extraviaron sus vacas. Habiendo ido a buscarlas, llegó a una pampita
pedregosa llena de maleza y espinas, junto a unos pedregales vio una
figura humana, que pareció ser la de un niño, vestido con una túnica blanca; sorprendido por tan extraño hallazgo y creyendo ver visiones, se acercó a él y tomándolo por efigie de San Lucas,
patrón de los vaqueros, la llevó a su choza, sin dejar de repuntar el
ganado que extrañamente allí encontró. Al llegar a su morada, contó lo
ocurrido a su esposa Elena y familiares mostrándole la imagen, improvisó
un altarcito donde lo colocó y se pusieron a velarla hasta muy entrada
la noche.
Al día siguiente advirtió,
con sorpresa, que la imagen había desaparecido misteriosamente.
Confundido por este extraño acontecimiento, se echó a buscarla por todos
los contornos de la casa, sin tener la suerte de encontrarla. En la
noche en sueños, le reveló que volvería a verla en el mismo sitio donde
había ocurrido el hallazgo. Tan pronto como amaneció, se encaminó,
apresuradamente, al sitio indicado en el que con gran regocijo, volvió a
encontrarla nuevamente. Henchido de gozo se la llevó consigo y creyendo
que su modestísima choza era inaparente para albergarla, edificó una
capillita, junto a su morada, donde siguió tributándole, con mucho
fervor y devoción el culto que merecía, con la seguridad de que le
dispensaría el don de acrecentar en corto tiempo, el número de sus
vacas.
A pesar del solícito culto que le rendía, la imagen volvió a
desaparecer; pero Barrios, tenía la seguridad de encontrarla en el
consabido lugar del hallazgo. Se dirigió allí y la encontró, se la llevó
y la colocó nuevamente en la capilla; esto aconteció muchas veces.
El día de la víspera de la fiesta de San
Lorenzo se encaminó Barrios a Putinza, llevando consigo la milagrosa
imagen. Cuando hubo llegado al pueblo, su primer acto fue presentarla al
párroco quien al punto reconoció que la efigie no era de San Lucas,
sino la del Señor de la Ascensión, y dispuso que se
colocara en un sitio preferente del altar mayor del templo y que nadie
la moviese de allí, para disipar la creencia de la superstición del
encantamiento muy generalizada por entonces, entre los sencillos
habitantes del lugar.
El día de la celebración de la fiesta de San Lorenzo antes de la
Misa, el sacerdote echó de menos la imagen y viendo que no estaba en el sitio
donde había sido colocada el día anterior, la buscó dentro del templo,
en la población y sus alrededores, sin resultado satisfactorio. Ante
este acontecimiento, el párroco y la gente creyeron que Barrios la había
sustraído. Las autoridades le conminaron a entregar pero él tomando el
santo nombre de Dios, les
aseguró no haberla sacado, y para dar mas firmeza a sus dichos, relató
las desapariciones anteriores y así consiguió que le dejasen en
libertad, con la condición de que, en vista de lo narrado, fuese a
buscarla, con cargo de dar cuenta el cuarto día. Transcurrido este corto
lapso, la gente esperaba con impaciencia el regreso de Barrios. Este,
el día señalado, descendía la cuesta de “Chuco” trayendo la efigie
milagrosa. Unos fueron a recibirla hasta “Añazo” y muchos se quedaron en
la portada. Como el párroco había caído gravemente enfermo, con ataques
de cólicos hepáticos, falleció en esos instantes, por cuyo motivo la
recepción se hizo sin ninguna ostentación. Barrios, temeroso de que la
gente supersticiosa pidiese su prisión, aprovechando del duelo que
embargaba al pueblo, optó por huir a su estancia, llevándose la predicha
imagen.
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