Una gracia os pedimos, ¡oh poderosa Reina!, que no podéis
negarnos en este día de tanta solemnidad. Concedednos
a todos, además de un amor constante hacia Vos, vuestra
maternal bendición. No, no nos retiraremos de vuestras
plantas hasta que nos hayáis bendecido. Bendecid, ¡oh
María!, en este instante al Sumo Pontífice. A los
antiguos laureles e Innumerables triunfos alcanzados con vuestro
Rosario, y que os han merecido el título de Reina de las
Victorias, agregad este otro: el triunfo de la Religión
y la paz de la trabajada humanidad. Bendecid también a
nuestro Prelado, a los Sacerdotes y a todos los que celan el
honor de vuestro Santuario. Bendecid a los asociados al Rosario
Perpetuo y a todos los que practican y promueven la devoción
de vuestro Santo Rosario.
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