Fuente: Devociones
La obediencia es la virtud que practicó el Verbo de Dios, Jesucristo, pues obedeció al Padre celestial hasta la muerte. Cristo quiso obedecer hasta la muerte y muerte de cruz.
La obediencia es la virtud por excelencia, junto con la humildad, que practicó la Santísima Virgen María, pues Ella, con su Sí al Padre, dio la posibilidad al Verbo de Dios hacerse hombre en su seno. Y obediente entregó a su propio Hijo a la cruz y a la muerte.
El primer desobediente fue Lucifer, y con su desobediencia nació el Mal. En cambio San Miguel Arcángel con dos terceras partes de todos los Ángeles se mantuvieron obedientes y fieles al Creador y fueron confirmados en gracia y así están para siempre fijos en el Bien, mientras que Lucifer y los ángeles que le siguieron en la desobediencia fueron transmutados en demonios horribles que están congelados para siempre en el mal y no pueden arrepentirse, y son puro odio a Dios y a los hombres, especialmente a los cristianos que viven en gracia de Dios.
También nuestros primeros padres, Adán y Eva, por seducción del demonio, desobedecieron a Dios en el Paraíso terrenal, y así entró el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte y toda clase de enfermedad o calamidad.
Todo pecado es una desobediencia, y el que desobedece es como el que comete un pecado de magia, pues se pone él mismo en el lugar de Dios, se hace a sí mismo un dios.
RECIBIR:
Cuando recibimos el Bautismo, se borra de nosotros el pecado original, que es la desobediencia que tuvieron nuestros primeros padres Adán y Eva. Por eso es tan importante recibir el Bautismo, ya que así se borra la desobediencia a Dios, que todos traemos al nacer, es decir, el pecado original.
También el sacramento de la Confesión nos borra los pecados, que son las desobediencias que hemos cometido contra Dios y los hermanos.
La Comunión eucarística nos borra las desobediencias leves, o sea, los pecados veniales, por eso tenemos que tratar de recibir lo más frecuentemente la Eucaristía, porque además nos preserva de cometer nuevos pecados, nuevas desobediencias.
OBRAR:
Tenemos que obrar siempre siendo obedientes a Dios y a sus leyes, es decir, a los Diez Mandamientos, a las enseñanzas de Jesús en el Evangelio, a la Iglesia que enseña y manda a través del Papa y los Obispos unidos al Papa, y también debemos obedecer a nuestro deber de estado.
Debemos obedecer también a todas las autoridades legítimas, mientras éstas no manden lo que es pecado, porque en este caso hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
La Escritura dice que “el hombre obediente cantará victoria”, y Dios se le comunicará en toda su plenitud.
ORAR:
Debemos rezar frecuentemente el Padrenuestro, ya que en él se pide que se haga la voluntad del Padre así en la tierra como en el Cielo. Que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra.
También tenemos que preservarnos de la desobediencia recurriendo al Arcángel San Miguel, que al principio del tiempo, se mantuvo fiel y obediente a Dios, y luchó y derrotó a Lucifer, el gran desobediente. Por eso digamos frecuentemente la oración del exorcismo que compuso el Papa León XIII a San Miguel: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.”
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