HUMILDAD
Esto mismo vino a decir San Bernardo, cuando escribió: ¿Quiénes somos
nosotros y qué fortaleza tenemos para poder resistir a tantas tentaciones? Pero
esto cabalmente era lo que pretendía el Señor: que entendamos nuestra miseria y
que acudamos con toda humildad a su misericordia, pues no hay otro auxilio que
nos pueda valer. Muy bien sabe el Señor que nos es muy útil la necesidad de la
oración, pues por ella nos conservamos humildes y nos ejercitamos en la
confianza. Y por eso permite el Señor que nos asalten enemigos que con nuestras
solas fuerzas no podemos vencer, para que recemos y por ese medio obtengamos la
gracia divina que necesitamos.
“El gran medio de la oración” - San Alfonso María
de Ligorio
Hay personas que pueden ser puros como ángeles, pero soberbios como
demonios. Ojalá no sea nuestro caso, porque lo que vale es la humildad, y a
veces se conquista con humillaciones.
Efectivamente el pecado no hay que cometerlo, pero si caemos, nos viene
bien a veces para abatir nuestra soberbia y nuestro creernos poderosos y
perfectos. Cuando caemos en pecado, nos damos cuenta que somos barro y que
necesitamos de la ayuda de Dios, y que quizás hemos caído porque confiamos
demasiado en nosotros mismos, en nuestras solas fuerzas, y nos hemos olvidado
de acudir a Dios en la tentación; y así hemos salido mal parados de la prueba.
Pero no nos acobardemos ni abandonemos la escalada a la perfección, sino
humillémonos ante la poderosa mano de Dios y pidámosle perdón, y estemos más
atentos la próxima vez, y sobre todo más armados con la oración, que es el
medio por el que se reciben todas las ayudas del Cielo.
A veces Dios le da al diablo un poco de libertad para que nos zarandee,
porque muchas veces no pecamos porque Dios nos cuida. Es como que el Señor ha
hecho un cerco a nuestro alrededor para que el demonio no nos pueda dañar, y
muchas veces terminamos por creer que somos nosotros con nuestra destreza, que
nos mantenemos en gracia y a salvo. Entonces, para recordarnos que somos polvo,
el Señor Dios suelta un poco el lazo al demonio, y éste nos acosa, y ahí es
donde caemos en la cuenta de lo débiles que somos. Y si en esos momentos no
acudimos a la oración, entonces es muy probable que seamos derrotados por el
mal.
Pero hay que aprovechar todo para crecer en humildad. Si caímos en
pecado, nos viene bien para ser más humildes; y si no caemos en pecados graves,
demos gracias a Dios, porque el mérito es de Él en la mayor parte.
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