La existencia de los ángeles, una verdad de
fe
328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que
la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. E1
testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la
Tradición.
Quiénes son los ángeles
329 S. Agustín dice respecto a ellos:
"Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris numen huins naturae, spiritus
est; quaeris officium, ángelus est: ex eo quad est, spiritus est, ex eo quod
agit, ángelus" ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si
preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que
hace, te diré que es un ángel") (Psal. 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles
son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el
rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus
órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).
330 En tanto que criaturas puramente espirituales,
tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII: DS
3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas
visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10,
9‑12).
Cristo "con todos sus
ángeles"
331 Cristo es el centro del mundo de los
ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su
gloria acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque
fueron creados por y para E1: "Porque en él fueron creadas todas las
cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos,
las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para
él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su
designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la
misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1,
14).
332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde
los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la
salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y
sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf
Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17),
detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su
ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20‑23), anuncian
nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11‑24; Is 6, 6), asisten a los
profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el
ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf Lc 1,
11.26).
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo
encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando
Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: 'adórenle todos los ángeles
de Dios"' (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha
cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14).
Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a Jesús en el
desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43),
cuando E1 habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt
26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29‑30; 11,8). Son también los
ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la
Encarnación (cf Lc 2, 8‑14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5‑7) de Cristo. Con
ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1,
10‑11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41;
25, 31 ; Lc 12, 8‑9).
Los ángeles en la vida de la
Iglesia
334 De aquí que toda la vida de la
Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5,
18‑20; 8, 26‑29; 10, 3‑8; 12, 6‑11; 27, 23‑25).
335 En su liturgia, la Iglesia se une a
los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf MR, "Sanctus"); invoca su
asistencia (así en el "In Paradisum deducant te angeli..." ("Al Paraíso te
lleven los ángeles...") de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno
querubínico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria
de ciertos ángeles (S. Miguel, S. Gabriel, S. Rafael, los ángeles
custodios).
336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) a la
muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8;
91, 1013) y de su intercesión (cf Jb 33, 23‑24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Cada
fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la
vida" (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana
participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los
hombres, unidos en Dios.
(Catecismo de la Iglesia
Católica)
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