EL RATÓN
PPS
Ratoncito no sabía por qué, pero siempre lo elegían a él. Apenas
tenía amigos, porque como él se sentía pequeño e insignificante prefería
dedicarse a lo suyo para no enfurecer ni decepcionar a nadie. Pero daba
igual, cada vez que llegaba a la selva un nuevo rey, él era el objeto
de las burlas y los golpes. Gritar, correr, morder o insultar tampoco
servía de nada, porque cuanto más lo hacía más disfrutaban sus
agresores. Y aunque alguna vez había pensado en pedir ayuda a los
elefantes, tenía miedo de lo que pudiera pasar.
Cierto día, mientras un gigantesco león estaba divirtiéndose a su
costa agarrándolo por el rabo y girándolo como un ventilador, se soltó y
salió volando por los aires. El ratón rebotó largo rato de árbol en
árbol, bajando por la montaña, hasta quedar suspendido de una rama,
¡precisamente un par de metros por encima de otros dos leones! Ratoncito
quedó inmóvil, sujetándose con su rabito a la rama con todas sus
fuerzas para evitar ser visto, pues conocía de sobra a uno de los
leones. Era el anterior rey de la selva que, tras perder la lucha con el
gigantesco león, había cambiado su puesto de rey por un montón de
heridas y cicatrices.
Lo que escuchó el pobre ratón colgado de aquella rama casi hizo que se soltara.
- Mira - contaba el antiguo rey- yo llegué a ser el rey después de
llenar de miedo a todos. Tal y como me enseñó mi padre, busqué un
animalillo miedoso y solitario, alguien sin amigos que no se atreviera a
buscar ayuda, y lo castigué para mostrar mi fuerza y mi crueldad. Tuve
suerte, porque en esta selva hay un ratoncillo perfecto para eso, que
además llora mucho y se llena de rabia, así que también era muy
divertido fastidiarle…
Tanto lloró Ratoncito en silencio, colgado de su rama, que los leones
pensaron que comenzaba a llover y se marcharon. Pero luego el ratón se
sintió aliviado, pues aquel león cruel había recibido su mismo castigo, y
además ahora ya sabía que no lo elegían a él por mala suerte o por
casualidad. Estaba claro, necesitaba nuevos amigos y aprender a
controlar su miedo.
Como nada de eso se le daba bien, miró qué hacían los demás animales,
y aprendió que nadie hacía amigos dedicado a sus propios asuntos con
gesto triste, como solía hacer Ratoncito, sino mostrándose alegres,
preocupándose por los demás y ayudándoles con sus problemas. Consiguió
un aire más alegre tras horas de ensayo ante un espejo. Y encontró cómo
ayudar a los demás tras descubrir que, aunque no fuera muy rápido ni muy
fuerte, su tamaño y su fino oído eran de gran utilidad para muchos
otros animales.
Así pudo por fin, con buenas dosis de esfuerzo y paciencia, hacer su
primer amigo: un simpático mono a quien ayudó a recuperar unos plátanos.
Y este, que tenía muchos y buenos amigos, le ayudó conocer a muchos
otros animales y a sentirse mucho más feliz en la selva.
Desgraciadamente para el pequeño ratón, no tardó en llegar un nuevo
rey que quiso volver a infundir el miedo a costa de Ratoncito. Este se
había entrenado con su amigo el mono para controlar su miedo y sus
gritos, pero aún así estuvo a punto de desmayarse al sentir las garras
del tigre acariciando sus orejitas. Consiguió aguantar sin gritar ni
llorar, y también se mantuvo tranquilo cuando el tigre lo insultó y lo
empujó. El tigre se enfureció, pues no se estaba divirtiendo y se
preguntaba por qué le habrían dicho que ese ratón era ideal para
provocar miedo en los demás… ¡ni siquiera él parecía tenerlo! Además,
los amigos del pequeñajo empezaban a llenar el lugar, y sus caras
mostraban más enfado según subía el tono de las amenazas y
provocaciones…
Entonces ocurrió lo impensable: un león recién llegado, viendo el
poco apoyo que tenía el tigre, pensó que podría ganarse la simpatía de
aquellos animales fácilmente, así que intervino para pedirle al tigre
que dejara tranquilo a Ratoncito. Para sorpresa de todos el tigre le
hizo caso, entre otras cosas porque ya se había convencido de que aquel
ratoncillo valiente y alegre no le serviría para infundir el miedo en el
resto de animales. Y aquella fue la última vez que nadie quiso abusar
de Ratoncito, que lo celebró con una gran fiesta llena de amigos a la
que no faltó el león salvador, con quien se mostró muy agradecido y del
que terminó siendo un gran amigo.
Desde entonces, cada vez que Ratoncito ve a algún animalito
convertido en el centro de los ataques y las burlas, corre a ser su
amigo y le cuenta su historia para animarlo a convertirse en alguien
valiente y alegre que esté siempre rodeado de buenos amigos.
"Las víctimas del bullying pueden cambiar su situación rodeándose de amigos y adoptando actitudes valientes"
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