UNA
BATALLA ESPIRITUAL
Este
artículo es especialmente para aquellos que están oprimidos o
abiertamente atacados por demonios y espíritus malignos, y están tratando de
librar sus hogares de la influencia o la presencia de espíritus malignos; lo
cual tiene interés especial en este período navideño. En nosotros y con los demás. En la época navideña podemos ver dos escenarios, uno
en que se nota un derramamiento de gracia y paz sobre las personas y familias,
y otro en que los espíritus del mal atacan a los fieles. En estos se acrecienta
la lucha espiritual.
-spiritdaily-
Lo primero es limpiarse internamente y para esto hay métodos espirituales y algunos recursos externos.
La primera regla a recordar es que Dios siempre tiene el control
absoluto, y el diablo no puede hacer nada sin el permiso de Dios.
Dios siempre busca sacar bien de todo, y
Él sabe sacar el bien incluso del mal, si se lo permitimos. Un excelente
ejemplo de cómo Dios saca bien del mal es la Pasión y Muerte de Jesús.
El Evangelio de Juan dice que en la última cena entró Satanás en Judas, y
luego traicionó a Jesús. Jesús fue capturado, torturado, fue clavado a
una cruz, y murió de una muerte tortuosa.
¿Pero fue la muerte del Hijo de Dios, en este acto de pura maldad, una victoria para Satanás y los demonios? ¡No!.
De hecho fue la derrota de satanás, porque a través de la muerte de Jesús en la cruz, podemos ser perdonados de nuestros pecados, si deseamos serlo. Por lo que fácilmente se puede ver cómo Dios puede y transforma el mal en bien.
Entonces, ¿cómo todo esto se correlaciona con aquellos que están
luchando con los demonios, y quieren librarse de los malos espíritus? En
primer lugar tenemos que buscar la forma en que Jesús luchó y echó
fuera a los demonios.
Entre otros leer Mc. 5,1, Mc. 1,23, y quizás el más revelador
es el de Mc. 9,29, en el que los apóstoles no tuvieron éxito en el
manejo de un demonio en un muchacho.
Así que después le preguntaron a Jesús por qué no pudieron manejar al demonio, y Jesús responde: “Este tipo sólo puede ser expulsado con oración y ayuno.”
¿Pero es su agua limpia? ¿Son “aguas vivas” (del Cielo) las que
fluyen a través suyo? Esta es una pregunta crucial – bastante crítica
cuando uno enfrenta una batalla espiritual.
Muchos que creen que están haciendo todas
las “cosas correctas”, y tienen las devociones y rutinas religiosas
adecuadas e incluso sirven en la iglesia, pero o en alguna forma dejan
de usar las rutinas para limpiarse internamente, para purificar lo que
se ha contaminado y nos ha disminuido.
Como resultado, hay menos inspiración; no hay curación; los mismos problemas se repiten sin fin.
Tales personas necesitan “abrir sus pozos”
Como dice la Escritura están las aguas vivas del Cielo y aquellos que
tienen experiencias cercanas a la muerte del mismo modo informan que
vieron estanques cristalinos puros o ríos o canales o lagos con fondos
de oro, en algunos casos, un “mar de fuentes”, fluyendo con el poder
milagroso del Espíritu Santo, que limpia, que todo lo convierte en
blanco – cada gota crea su propio tono y la melodía se entremezcla con
la angelical que suena por todas partes.
Nos conectamos con esas aguas cuando
alabamos a Dios, cuando estamos en la verdadera oración, cuando estamos
en la Adoración de la manera más profunda, cuando nuestros corazones
están en el Rosario, y cuando, como en el caso de los carismáticos,
hablan en lenguas.
Todos necesitamos esto de vez en cuando.
Nuestras aguas están manchados por:
Orgullo. La criticidad. No perdonar. Materialismo. La lujuria
desenfrenada. Los celos (sobre todo esto). Enfurecerse. Decir
mentiras (vivir falsedades).
El enemigo trata de tapar nuestros pozos con el “cemento” de
la autocompasión, la depresión, la desesperación, el resentimiento y
otras emociones negativas.
Esta es la contaminación espiritual – que nos frena, incluso nos
detiene de llegar a nuestros destinos. Mata lo plantado dentro de
nosotros.
Porque todos tenemos “destinos”. Todos tenemos misiones en la vida. ¿Y las estamos cumpliendo? ¿Estamos cumpliendo un propósito?
¿Cuándo nos encontramos con la gente, estamos haciendo y diciendo y sintiendo lo correcto?
Lo sabremos algún día.
Sin embargo mucha gente, incluso en la
Iglesia, luce bien en el exterior, pero su ‘agua es mala” y sus vidas
son sin fruto. En el interior están heridos, llevando el dolor y la
amargura del pasado; su pena les ha atado y no pueden levantarse y
entrar en su destino Su amargura contamina a los que les rodean. Vea Heb. 12,15.
La autora María Vadia
cita el ejemplo de una mujer que conoció que era hermosa y bien
vestida, pero con tal agitación interna que una vez había intentado
suicidarse e incluso pensó en matar a sus dos hijas, durante un ataque
de depresión.
Eso es ciertamente un ejemplo extremo de vida “infructuosa”. Es un
ejemplo de suciedad interior. Ella había sido bloqueada en su camino a
su destino.
Todos tenemos el encargo divino. Tenemos pequeñas misiones en la gran
misión. Tenemos gente que debe estar lista antes de que la ayudemos –
tal vez como la mujer se acaba de mencionar.
Podemos hacerlo mediante la oración con las palabras adecuadas.
Podemos hacerlo dejando que las “aguas vivas” – la limpieza, la alegría en Dios – fluyan a través de nosotros.
Esos manantiales liberan la curación, ellos liberan la vida. De esta manera podemos elevarnos a nuestros destinos.
Especialmente en esta época del año tenemos la oportunidad, y a
menudo el desafío, de comunicarnos con los familiares cercanamente y
personalmente, y derramar las bendiciones de Dios sobre ellos.
Podemos estar nerviosos acerca de una determinada
circunstancia. Podemos dejarnos llevar para hacerles saber algo. Podemos
querer ayudarles de alguna manera, pero no encontramos las palabras
adecuadas.
Permítales que vengan del corazón – del Espíritu – en lugar de un artificio de la cabeza.
“No se preocupen por lo que van a
decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo
que tengan que decir. Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el
Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes”. Mt. 10,19-20.
“Pórtense con prudencia con los de
afuera y aprovechen todas las oportunidades. Que su conversación sea
agradable y no le falte su granito de sal. Sepan contestar a cada uno lo
que corresponde”, dice Col. 4,5-6.
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