Sal. 140,1-9
Señor,
te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi
oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como
ofrenda de la tarde.
Coloca,
Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios; no
dejes inclinarse mi corazón a la maldad, a cometer crímenes y delitos; ni
que con los hombres malvados participe en banquetes.
Que
el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del
impío no perfume mi cabeza; yo opondré mi oración a su malicia. Sus jefes
cayeron despeñados, aunque escucharon mis palabras amables; como una
piedra de molino, rota por tierra, están esparcidos nuestros huesos a la
boca de la tumba.
Señor,
mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes
indefenso; guárdame del lazo que me han tendido, de la trampa de los
malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,por los siglos de los siglos.
Amén
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