«GRATIS LO RECIBISTEIS, DADLO GRATIS»
Mt. 9,35-10; 1; 6-8
Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.
Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros
esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de
nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus
caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del
profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la
primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de
todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca»
(Mt 10,7).
El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente,
Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos.
Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt
9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy
diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en
apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a
su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En
nuestros días también encontramos una multitud desorientada y
desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que
Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una
misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps,
apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser
así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.
Rev. D.
Xavier
PAGÉS i Castañer
(Barcelona, España)
Imploramos, Señor, suplicantes, tu misericordia, y por tu intercesión de San Nicolás, Obispo, guárdanos de todos los peligros, para que se nos muestre expedito el camino de salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
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