SAN MARTÍN DE PORRES
El
amor de Martín llegaba también a los animales, a quienes trataba con
amigable bondad, y al mismo tiempo con el señorío que corresponde al
hombre, por ser la imagen de Dios en este mundo. Son muchas las
anécdotas contadas por testigos presenciales. El padre Aragonés iba con
fray Martín cuando encontraron un pobre gato sangrando, descalabrado por
alguno. «Véngase conmigo y le curaré -le dijo Martín-, que está muy
malo». Le hizo una cura en la cabeza y quedó el gatucho como si en la
cabeza llevara un gorrito de dormir. «Váyase y vuelva por la mañana, y
le curaré otra vez». Y el gato vino puntualmente, y se quedó aguardando
en la puerta de la celda, hasta que vino fray Martín y le curó.
Trajeron
en una ocasión al convento cuatro becerros bravos para lidiarlos en el
patio del estudiantado, y entre tanto quedaron encerrados en un lugar
sin que les dieran de comer. A fray Martín le dio pena verlos con hambre
y sed, y por la noche les bajó unas brazadas de hierba y unos cubos de
agua. El padre Diego de la Fuente, desde una ventana, vió con asombro
cómo Martín daba de comer tranquilamente a los animales, y apartaba al
más bravo, cogiéndole de un cuerno, pues molestaba a sus compañeros, al
tiempo que le decía que se portase bien y no fuese abusador, que había
comida para todos.
Fray
Bernardo Medina cuenta otro suceso no menos sorprendente y gracioso.
Los ratones roían a veces la ropa que estaba guardada en la enfermería, y
un día que atraparon a uno estaban ya para matarlo. San Martín no lo
permitió, sino que lo tomó en la palma de su mano izquierda y le
amonestó muy seriamente: «Vaya, hermano, y diga a sus compañeros que no
sean molestos ni nocivos, que se retiren todos a la huerta, que yo les
llevaré allá el sustento de cada día». Y así fue. Los ratones ya no
merodearon la ropería de la enfermería, y cada día podían ver los
religiosos cómo acudían a recibir la comida que a la huerta les llevaba
fray Martín.
SANTA TERESA DE CALCUTA
En
una oportunidad Madre Teresa necesitaba viajar urgentemente a Roma
junto a dos de sus religiosas. Llegaron al aeropuerto con sus pocas
pertenencias y consultaron por el precio de los pasajes, y viendo que no
les alcanzaba el dinero, las religiosas de Madre Teresa se
entristecieron, pero ella les dijo "No se preocupen, que si es la
Voluntad de Dios, El nos proveerá"... Y enseguida se fueron a sentar por
allí, cuando un hombre que caminaba por el pasillo reconoció a Madre
Teresa. El, cuando joven, la había conocido en unos trabajos solidarios.
Se acercó amablemente a saludarla y la invitó junto a las hermanitas a
su oficina... Ahora era uno de los directores de la Aerolínea. Le
preguntó a Madre Teresa porque estaba en el aeropuerto y ella le
explicó. Inmediatamente el hombre le regaló los pasajes de avión que las
tres religiosas necesitaban...
Dios provee, siempre...
SAN JUAN PABLO II
Cuando
fue el Papa a Grecia, hubo una reunión con los obispos ortodoxos en un
Palacio de Atenas. Allí había varios "archimandritas" con rostros muy
serios, que luego supimos lo estaban porque esperaban alguna declaración
del Papa referente a un suceso de la IV cruzada, en la Edad Media,
donde parece que los Caballeros cristianos mataron a varios griegos
injustamente, y era algo que traían clavado. Cuando el Papa
efectivamente dijo algo, en el sentido de que había estado muy mal y que
les pedía una disculpa, los rostros serios se pusieron realmente
felices y hasta aplaudieron: estaban muy contentos.
Al
día siguiente, fue el obispo a devolver la visita al Papa, donde este
se hospedaba, y al poco de llegar les ofrecieron unos refrescos por
cortesía, y mientras el obispo lo aceptaba (ya con la "guardia baja"),
el Papa le comentó que tenía una gran ilusión de rezar el Padre Nuestro
con él en griego, y él también lo quiso y lo rezaron juntos en voz alta.
Este
gesto es importante, ya que hacía diez siglos que no sucedía algo
semejante por tener ellos absolutamente prohíbo rezar con un católico.
El Papa, antes del viaje, estuvo recitando el Padre Nuestro en griego, para aprenderlo, de modo que no improvisó.
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