A SAN MIGUEL DEL PAPA LEÓN XIII
Una profecía sobre la futura apostasía de Roma
La Oración a San Miguel Arcángel
del Papa León XIII es profética. Compuesta hace más de cien años, es una
oración muy interesante y controversial relacionada con la situación
actual en que se encuentra la verdadera Iglesia Católica. Esta Oración a San Miguel
fue posteriormente suprimida. El 25 de septiembre de 1888, después de
su misa de la mañana, el pontífice sufrió un desmayo. Los asistentes
pensaron que estaba muerto. Después de recuperar la conciencia, el Papa
describió una espantosa conversación que él escuchó que procedía de
cerca del tabernáculo. La conversación se componía de dos voces; voces
que el Papa León XIII claramente identificó eran las de Jesucristo y del
diablo. El diablo se jactaba de que podía destruir la Iglesia, si se le
concedían 75 años para llevar a cabo su plan (o 100 años según otros
informes). El diablo también pidió permiso para tener “una mayor
influencia sobre aquellos que se entregarán a mi servicio”. A las
peticiones del diablo, el Señor le respondió: “se te dará el tiempo y el
poder”.
Profundamente impactado por lo que había oído, el Papa León XIII, compuso la siguiente Oración a San Miguel
(que también es una profecía) y ordenó que se recitara después de las
misas ordinarias como medida de protección para la Iglesia contra los
ataques del infierno. Lo que sigue es la oración (note especialmente las
partes en negrita), seguida de algunos comentarios nuestros. Esta oración se encuentra en el libro Indulgencias auténticas y su calendario, pp. 240-242, 1905, del P. Santiago López de Rego, S.J., quien tradujo la oración tomada de La Raccolta, una colección con imprimátur de oraciones oficiales indulgenciadas.
“¡Oh glorioso
príncipe de las milicias celestiales, San Miguel arcángel, defendednos
en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener contra los
poderes y potestades, contra los príncipes de este mundo de tinieblas y
contra los malignos espíritus (Ef. 6, 12)! Venid en auxilio de los
hombres que Dios hizo inmortales, formó a su imagen y semejanza, y
redimió a gran precio de la tiranía del demonio (Sab. 2,23; ICor. 6,20).
“Pelead en este día
con el ejército de los santos ángeles las batallas del Señor, como en
peleasteis en otra ocasión contra Lucifer, jefe de los soberbios, y
contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes a resistiros, y para
los cuales no hubo ya lugar en el cielo.
“Sí, ese monstruo,
esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al
mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo (Apoc.
12, 8-9). Pero he aquí que este antiguo enemigo, este primer homicida
ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y
seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera
para apoderarse de ella y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo,
para robar, matar y entregar a la eterna perdición las almas destinadas a
la eterna corona de gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida
y corrompido corazón, este dragón perverso lanza encima, como un
torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el espíritu
de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la
impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.
“Enemigos
llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la
Iglesia, esposa del Cordero inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes
han puesto sus manos criminales. En
el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla del Pedro y la
cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el
abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al
Pastor y dispersar el rebaño.
“Os suplicamos,
pues, oh Príncipe invencible, socorráis al pueblo de Dios contra los
ataques de esos espíritus malditos, y le concedáis la victoria. Este
pueblo os venera como su protector y patrono, y la Iglesia se gloría de
teneros por defensor contra las malignas potestades del infierno. Dios
os ha confiado el cuidado de conducir las almas a la celeste
bienaventuranza. ¡Ah, rogad, pues, al Dios de paz, ponga bajo nuestros
pies a Satanás y de tal modo aplastado, que no pueda retener más a los
hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia! Presentad
nuestras súplicas ante el Todopoderoso, para que seamos prevenidos
cuanto antes de las misericordias del Señor. Apoderaos del dragón, la
serpiente antigua que es el diablo y Satanás, encadenadlo y precipitadlo
en el abismo, para que no pueda seducir más a las pueblo (Ap. 20,2-3).
Amén.
V/ He aquí la cruz del Señor, huid, potestades enemigas;
R/ Venció el León de la tribu de Judá, el vástago de David.
V/ Cúmplanse en nosotros, Señor, vuestras misericordias;
R/ Como hemos esperado de Vos.
V/ Escuchad, Señor, mi oración:
R/ Y llegue mi clamor hasta Vos.
Oh
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, invocamos vuestro santo
nombre, e imploramos con instancia vuestra clemencia, para que, por la
intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre nuestra, y del
glorioso arcángel San Miguel, os dignéis socorrernos contra Satanás y
contra todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para
dañar al género humano y perder las almas.
Amén”.
Quien lee esta oración (especialmente la
parte en negrita) se dará cuenta que el Papa León XIII parece prever y
profetizar la gran apostasía; y señalar que esta apostasía sería
dirigida desde Roma: la única Roma que es “el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla del Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo”. El
Papa León previó que este lugar (la ciudad del Vaticano en Roma), donde
fue establecida la Sede de Pedro por el primer Papa, San Pedro mismo,
se convertiría en el abominable trono de la impiedad de Satanás, “con la intención perversa de herir al Pastor (el verdadero Papa, y dispersar el rebaño (los fieles católicos)”. Esas son las palabras del Papa León XIII.
La oración larga a San Miguel del Papa León XIII también está
relacionada perfectamente con la famosa aparición y las profecías de
Nuestra Señora de la Salette de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”.
Las palabras del Papa León XIII sugieren que el mismo Anticristo, o al
menos las fuerzas del Anticristo, establecerán su sede en Roma: “En el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla del Pedro… han alzado el abominable trono de su impiedad…”.
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