martes, 19 de agosto de 2014

ROBERTA

Roberta de apenas dieciséis años, fue abandonada por su esposo, obligándola a criar sola a sus dos hijos.

Vivía en México, en extrema pobreza, no tenía ningún tipo de educación, pero soñaba con una vida mejor. Solo con muy poco dinero para alimentar ese sueño, se dirigió a Los Ángeles, en donde usó sus últimos siete dólares para tomar un taxi que la llevaría a la casa de un pariente lejano.

Roberta se negó a vivir de la caridad de otros. Rápidamente encontró dos trabajos como lava copas, y haciendo tortillas desde la medianoche hasta las seis de la mañana. Esto le permitió ahorrar quinientos dólares que invirtió en su propia máquina de hacer tortillas.

Con el correr del tiempo, y con mucho esfuerzo, Roberta se convirtió en la directora del mayor negocio de venta de mayorista de alimentos de México en el mundo. Y agregado a este éxito, Roberta Bañuelos fue escogida personalmente por Dwight D. Eisenhower para ser la trigésimo séptima Ministra de Hacienda de los Estados Unidos. 

No es cuestión de sentarnos en la cátedra de la sabiduría e impartir teorías a diestra y siniestra como quien tiene que llenar un espacio en blanco. Al contrario, pienso que la generosidad que me brindas al leer estas líneas, tú y yo la convirtamos en compromiso y que sea agua vivificadora, a través de la cual podamos, desde nuestras angustias, vislumbrar un horizonte o, quizá, usando una frase muchas veces escuchada y que, sin lugar a dudas, resume nuestro pensamiento: Ser una luz que ilumina al fondo del oscuro túnel de nuestras dificultades, de nuestras angustias y de nuestros problemas.

¡Que Dios nos bendiga!

 

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