Cuenta la historia de un aguador de la India que, en los extremos de un
palo que colgaba en sus espaldas, llevaba dos vasijas: una era perfecta y
la otra estaba agrietada, y perdía agua.
Ésta —triste— miraba a la otra
tan perfecta, y avergonzada un día dijo al amo que se sentía miserable
porque a causa de sus grietas le daba sólo la mitad del agua que podía
ganar con su venta.
El trajinante le contestó: —Cuando volvamos a casa
mira las flores que crecen a lo largo del camino.
Y se fijó: eran flores
bellísimas, pero viendo que volvía a perder la mitad del agua, repitió:
—No sirvo, lo hago todo mal.
El cargador le respondió: —¿Te has fijado
en que las flores sólo crecen a tu lado del camino?
Yo ya conocía tus
fisuras y quise sacar a relucir el lado positivo de ellas, sembrando
semilla de flores por donde pasas y regándolas puedo recoger estas
flores para el altar de la Virgen María. Si no fueses como eres, no
habría sido posible crear esta belleza.
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