Una joven india guaraní tenía
un hijo, el cual no tenía con quién jugar, su única diversión era mirar
como volaban los pájaros tan libres y tan dueños del cielo. Al
indiecito le gustaba mucho encaramarse, subirse a los naranjos a comer
las ricas naranjas.
Su madre
cada vez que salía a trabajar le encargaba que no saliera de la casa,
ya que podía venir un animal salvaje y hacerle daño. Siempre prometía
hacer caso, pero la mayor parte de las veces llegaba la mamá y no
encontraba a su hijo, que atraído por el bosque andaba deambulando por
él.
Un día lo castigó fuertemente con una rama y le hizo prometer no ir
más al bosque. Durante mucho tiempo cuando la madre volvía él ya estaba
en casa. Pero un día estaba en lo alto de un naranjo mirando el camino
para ver venir a su madre para bajar corriendo, pero no la vio llegar.
Cuando la madre
llegó a su rancho y no lo encontró, lo llamó fuerte y el niño la
escuchó, queriendo bajar tan rápido, sus pequeños pies se resbalaron y
cayó al suelo. La madre no escuchó cuando el niño cayó y en el mismo
momento que cerró sus ojos para siempre, su cuerpo sufrió una
transformación tal, que se convirtió en un pájaro chogüi,
como aquellos a los que había admirado tanto. Sobre la cabeza de la
india que esperaba a su hijo, pasó volando y cantando y se fue con toda
la bandada de chogüies.
Según cuenta la leyenda el indiecito convertido en chogüi, viene todos los días a su casa, acompaña a su madre al trabajo y va a los naranjales a picotear las naranjas que son su fruta preferida.
Leyenda Guaraní
1Tes. 5,17 Si Dios les da un niño voluntarioso, los
padres pueden estar seguros de que Él no se ha equivocado y proveerá la
guía y recursos que necesitan para hacer la tarea. Tal vez como nunca en
la vida de un padre, las palabras “orad sin cesar”
Gál. 5:23 Los padres de niños voluntariosos seguido
reportan que el chico se burla de ellos mientras les están dando
nalgadas, así que éste no puede ser el mejor método de disciplina con
ellos. Tal vez en ninguna parte de la vida cristiana sean más necesarios
los frutos del Espíritu de la paciencia y templanza que con un niño voluntarioso.
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