El sentido de Parusía también es
presencia y venida, pero la venida es una sola, comienza con la encarnación. A
partir de ese instante tenemos la presencia de Jesucristo, Siendo así, la
Parusía también es “epifanía”, es decir una manifestación, pero esta será
pública de Jesús en nosotros. En otras palabras Jesucristo nos mostrara su
rostro.
Jesús, no subió a los cielos
para sentarse la derecha del Padre para alejarse de nosotros, el sigue desde
allí con nosotros, de esa forma es como no se ha ido nunca de este mundo. El esta vivo en nuestra mente y nuestros corazones. Esta
en nosotros entonces sentir la presencia de Jesús.
“Parusía” (del griego Parousia)
significa manifestación, hacerse presente, y designa la segunda venida
de Jesucristo, aparición pública y gloriosa anunciada por Él mismo,
quien volverá para realizar tres cosas:
1) derrotar al Anticristo, así
como al Falso Profeta y a quienes impusieron un Gobierno Mundial
anticristiano durante siete años; 2) juzgar a las naciones y llevar a
cabo la primer resurrección y, 3) restaurar la creación y elevar la
naturaleza humana en su integridad, transformándola íntima y
esencialmente. Con la Parusía, Jesús inaugura el largo período de “mil
años” de su Reinado sobre la Tierra, mismo que concluye con su tercera y
última manifestación, en el Juicio Final.
El mismo Jesús prometió su Regreso para después de la Gran Tribulación: “Después de la aflicción de aquellos días, verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mt. 24,29; Mc. 13,26; Lc. 21,27).
Así lo dieron a entender los ángeles a quienes fueron testigos de la Ascensión: “Ese mismo Jesús que habéis visto subir a los cielos, así vendrá, como le habéis visto ascender” (Hch. 1,11).
Así lo transmitió el apóstol San Pablo: “Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que lo esperan para su salvación” (Hb 9, 28).
Y así lo conservó un buen número de padres y escritores eclesiásticos de los primeros cuatro siglos de la Iglesia, sosteniendo, en resumen: que Jesús ha de volver para reinar en esta Tierra por un periodo largo (“mil años” en el género apocalíptico), después de que el misterio de la iniquidad llegue a su exceso durante la Gran Tribulación; que regresará para derrotar al Anticristo y a sus cómplices, y que tendrá lugar la primera resurrección, la de todos los santos, quienes, luego de haber sido encadenado Satanás, reinarán por mil años con Cristo, juntamente con los que fueron arrebatados en la Gran Tribulación y con los que murieron mártires durante ese periodo, ejerciendo así el prometido trono de David desde la Jerusalén restaurada, sobre un mundo totalmente renovado.
Hoy día, la mayoría de los cristianos ha olvidado el dogma esencial de la fe, que es la segunda venida de Cristo en su condición reinante. Lo paradójico es que lo tienen que repetir cada vez que rezan el padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.
Contrariamente a los anti-milenaristas, que espiritualizan tanto el reinado de Cristo al punto de confundirlo con el Cielo, y de mezclar la Parusía con el Juicio Final, para los primeros cristianos no era así: ellos habían recibido de los apóstoles y evangelistas que Cristo volverá para reinar en este mundo durante un periodo largo, después de haber derrotado a Satanás, el cual aparentemente triunfará durante la Gran Tribulación. Sólo después del largo reinado de Cristo, entonces sí vendrá el fin del mundo y el Juicio Universal.
La Parusía es el acontecimiento que concluye la Gran Tribulación y da inicio al Milenio.
El mismo Jesús prometió su Regreso para después de la Gran Tribulación: “Después de la aflicción de aquellos días, verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (Mt. 24,29; Mc. 13,26; Lc. 21,27).
Así lo dieron a entender los ángeles a quienes fueron testigos de la Ascensión: “Ese mismo Jesús que habéis visto subir a los cielos, así vendrá, como le habéis visto ascender” (Hch. 1,11).
Así lo transmitió el apóstol San Pablo: “Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que lo esperan para su salvación” (Hb 9, 28).
Y así lo conservó un buen número de padres y escritores eclesiásticos de los primeros cuatro siglos de la Iglesia, sosteniendo, en resumen: que Jesús ha de volver para reinar en esta Tierra por un periodo largo (“mil años” en el género apocalíptico), después de que el misterio de la iniquidad llegue a su exceso durante la Gran Tribulación; que regresará para derrotar al Anticristo y a sus cómplices, y que tendrá lugar la primera resurrección, la de todos los santos, quienes, luego de haber sido encadenado Satanás, reinarán por mil años con Cristo, juntamente con los que fueron arrebatados en la Gran Tribulación y con los que murieron mártires durante ese periodo, ejerciendo así el prometido trono de David desde la Jerusalén restaurada, sobre un mundo totalmente renovado.
Hoy día, la mayoría de los cristianos ha olvidado el dogma esencial de la fe, que es la segunda venida de Cristo en su condición reinante. Lo paradójico es que lo tienen que repetir cada vez que rezan el padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.
Contrariamente a los anti-milenaristas, que espiritualizan tanto el reinado de Cristo al punto de confundirlo con el Cielo, y de mezclar la Parusía con el Juicio Final, para los primeros cristianos no era así: ellos habían recibido de los apóstoles y evangelistas que Cristo volverá para reinar en este mundo durante un periodo largo, después de haber derrotado a Satanás, el cual aparentemente triunfará durante la Gran Tribulación. Sólo después del largo reinado de Cristo, entonces sí vendrá el fin del mundo y el Juicio Universal.
La Parusía es el acontecimiento que concluye la Gran Tribulación y da inicio al Milenio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...
CON AMOR, MARIAM...