El pudor es un impulso natural que protege espontáneamente la propia intimidad.
Su finalidad es defender la dignidad de nuestro cuerpo, evitando que aparezca
como un simple objeto de deseo sexual de los demás.
Hay dos pilares que nos permiten vivir el noveno mandamiento: la purificación de
nuestro corazón y de nuestra intención.
Este nuestro mundo, por muchas partes, está saturado de erotismo: los anuncios,
la televisión, las películas. Domina una forma de ver el mundo donde sólo
importa lo que tú quieres, donde la sexualidad se ve como un mero objeto de
consumo, no como regalo de Dios. Si no te cuidas, te contaminarás. ¡Purifica el
corazón del egoísmo y deseos impuros, que tanto te esclavizan y te hacen perder
la paz! ¡Purifica el corazón para ser dueño de ti mismo!
Revisa cuál es tu intención cuando invitas a la fiesta a esa niña «fácil»;
revisa cuál es tu intención al ponerte esa blusa ajustada o esa minifalda para
ir a bailar con tu novio, cuando llevas a tu novia al rincón más oscuro del
antro, cuando citas a tu novio en tu casa sabiendo que van a estar completamente
solos, cuando pides una bebida que tal vez te va a emborrachar, cuando te
acercas a los puestos de periódicos y recorres con la mirada todas las revistas
que se exhiben, cuando vas al cine, cuando ves la televisión, cuando navegas por
internet, cuando chateas con ese chico o chica que te gusta. Debes preguntarte:
«¿Por qué lo hago?». Puede ser que el motivo sea el satisfacer un deseo sexual
que no surge dentro del matrimonio o que mira exclusivamente el aspecto
físico-erótico. En ese caso debes tener mucho cuidado y dar marcha atrás.
Antonio Rivero
En un día de lluvia, dos monjes se encontraron con una muchacha muy hermosa, con
largos vestidos y zapatos de seda, junto a un camino fangoso. Uno de ellos, por
caridad, la tomó en brazos para llevarla al otro lado del camino, para que no se
manchase. El otro monje no dijo nada hasta la noche, cuando no pudo reprimir por
más tiempo su reproche:
— Los monjes no debemos acercarnos a las mujeres, ni tocarlas, y menos si son jóvenes y hermosas, porque es peligroso.
Pero el que había hecho con sencillez este acto de caridad respondió:
— Hermano, a esa chica yo la dejé allí, hace ya muchas horas.
¿Es que tú la estás llevando todavía contigo en tu corazón y en tu deseo?
— Los monjes no debemos acercarnos a las mujeres, ni tocarlas, y menos si son jóvenes y hermosas, porque es peligroso.
Pero el que había hecho con sencillez este acto de caridad respondió:
— Hermano, a esa chica yo la dejé allí, hace ya muchas horas.
¿Es que tú la estás llevando todavía contigo en tu corazón y en tu deseo?
Éx. 20,17 No codiciarás... la mujer de tu prójimo
De. 5,21 No desearás la mujer de tu prójimo
Mt. 5,27-28 Habéis oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pues Yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón
De. 5,21 No desearás la mujer de tu prójimo
Mt. 5,27-28 Habéis oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pues Yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón
DIOS LES BENDIGA
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