¿Qué es la jornada pro orantibus?
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La Iglesia dedica un día del calendario para
fomentar el conocimiento y la oración por todos aquellos religiosos y
religiosas dedicados a la vida consagrada contemplativa. Ésta es una vocación
poco conocida y entendida en el mundo de hoy, tan aferrado a sus comodidades,
su libertad de movimientos y su utilitarismo.
¿Qué tenemos que hacer los católicos en el
día Pro Orantibus?
Orar a favor de los religiosos y religiosas de vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que representan ellos y ellas, y el rico patrimonio espiritual de sus institutos en la Iglesia.
La
Vida consagrada, una gracia de Dios.
Las diversas formas de Vida Consagrada son para todo el Pueblo de Dios una gracia con la que el Señor nos bendice a cada generación cristiana. Efectivamente, son visibles y palpables los espacios en los que el ardor misionero de una evangelización eclesial explícita, el trabajo educativo con niños y jóvenes, la solicitud caritativa hacia los pobres, los enfermos o los ancianos, llenan hermosas páginas de testimonio evangélico. Pero hay una presencia especial que por su peculiar índole, la Iglesia quiere subrayar de un modo particular: los monjes y monjas contemplativos. Para todas las formas de Vida Consagrada tenemos ya una jornada mundial común el día 2 de febrero, pero para los contemplativos la Iglesia señala una fecha propia, celebrada –y no por casualidad– el domingo de la Santísima Trinidad: es la Jornada Pro Orantibus, la Jornada por aquellos que oran. Se trata de una cita discreta y silenciosa con cuánto discretas y silenciosamente oran por toda la Iglesia y la Humanidad.
A continuación, podrán leer un poema de José Laguna Menor, publicado en la revista Ave María, No. 668, en homenaje a las religiosas de clausura:
¡Vosotras sois la sal de la tierra!
La sal presta un servicio humilde
y silencioso:
no se sirve en bandejas de plata,
ni se coloca en fruteros generosos
sobre la mesa de un festín.
La sal está presente sin
mostrarse.
Para cumplir su misión tiene que disolverse,
desaparecer, morir pero su papel
es importante
sin ella los alimentos son insípidos
y las viandas se corromperían con rapidez.
Vuestras vidas silenciosas y
humildes
tienen que dar sabor a la
existencia de los hombres
porque en sus vidas falta:
la sal de la fe, de la esperanza,
del amor.
Le falta mucha sal a la
existencia de los hombres
En el mundo es imprescindible
la sal de vuestro sacrificio,
de vuestra consagración al Señor,
para que no se corrompa;
para que el mundo guste el sabor
a Dios.
Vosotras dais sentido a la vida
del hombre,
en silencio,
con la sencillez de vuestra
pobreza,
con la humildad de vuestra
obediencia,
con la pureza de vuestra
castidad.
Pero tenéis que morir al mundo,
disolveros como la sal...
desaparecer.
Sólo al precio de vuestro
sacrificio callado
serán fecundas:
vuestra fe, vuestra esperanza,
vuestro amor;
vuestra vida toda...
Y así seréis la sal de la tierra.
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