jueves, 25 de febrero de 2010

LAS 114 EXCUSAS MAS HABITUALES PARA NO CONFESARSE...

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Cómo combatir  las 14 excusas más habituales para no confesarse

Cuando se trata de acercarse al sacramento de la confesión es muy común escuchar algunos de los siguientes ¿motivos? para justificar su inutilidad o su inconveniencia. Estos son los 14 más habituales:

1 ¿Quién es el señor cura para perdonar los pecados?

Sólo Dios puede perdonarlos Sabemos que el Señor les dio ese poder a los Apóstoles; además, ese argumento lo he leído antes… precisamente en el Evangelio: lo decían los fariseos, indignados, cuando Jesús perdonaba los pecados… (Mt 9, 1-8).

2 Yo me confieso directamente con Dios, sin intermediarios

Genial … pero hay algunos ¿peros? que se tienen que considerar… ¿Cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona? ¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?

¿Cómo sabes que estás en condiciones de ser perdonado? Te darás cuenta de que la cosa no es tan sencilla… Una persona que roba un banco y se niega a devolver el dinero, por más que se confiese directamente con Dios o con un sacerdote, si no tiene intención de reparar el daño hecho -en este caso, devolver el dinero-, no puede ser perdonada… porque ella misma no quiere ¿deshacerse? del pecado.

Por otro lado, este argumento no es nuevo: hace casi 1600 años, San Agustín replicaba a quien argumentaba del mismo modo: ¿Nadie piense: yo obro privadamente, de cara a Dios… ? Es que sin motivo el Señor dijo: “Lo que atareis en la tierra, será atado en el Cielo”? ¿Acaso les fueron dadas a la Iglesia las llaves del Reino de los Cielos sin necesidad? Al proceder así, frustramos el Evangelio de Dios, hacemos inútil la palabra de Cristo?.

3 ¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre como yo?

Porque ese hombre no es un hombre cualquiera: tiene el poder especial para perdonar los pecados (el Sacramento del Orden). Esa es la razón por la que tienes que acudir a él.

4 ¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre que es tan pecador como yo? 

El problema no radica en la ¿cantidad? de pecados: si es menos, igual o más pecador que tú…. No vas a confesarte porque sea santo e inmaculado, sino porque te puede dar la absolución, un poder que tiene por el Sacramento del Orden, y no por su bondad. Es una suerte -en realidad, una disposición de la sabiduría divina- que el poder de perdonar los pecados no dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible, ya que uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar. Además, el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.

5 Me da verguenza

Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la paz interior que consigas después de decirlo. Y cuesta, precisamente, porque te confiesas poco; en cuanto lo hagas con frecuencia, verás como superarás esa verguenza.

Así mismo, no creas que eres tan original…. Lo que vas a decir, el sacerdote ya lo ha escuchado miles de veces. A estas alturas de la historia, es difícil creer que puedas inventar pecados nuevos.

Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el Diablo quita la verguenza para pecar, y la devuelve aumentada para pedir perdón. No caigas en su trampa.

6 Siempre me confieso de lo mismo 

Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido, y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos. Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos; además, cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan manchas nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del mismo tipo. Para desear estar limpio basta con querer remover la mugre… independientemente de cuán original u ordinaria sea.

7 Siempre confieso los mismos pecados 

No es verdad que sean siempre los mismos pecados: son diferentes, aunque sean de la misma especie. Si yo insulto a mi madre diez veces, no se trata del mismo insulto, cada vez es uno distinto; así como no es lo mismo matar a una persona que a diez: si asesinó a diez no es el mismo pecado, sino diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido perdonados, ahora necesito el perdón de los ¿nuevos?, es decir, de los cometidos desde la última confesión.

8 Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los pecados que confieso 

El desánimo puede hacer que pienses: ¿es lo mismo si me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual?. No es verdad. El hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Alguien que se baña todos los días, se ensucia igual todos los días. Pero gracias a que se baña, no va acumulando mugre, y puede lucir limpio. Lo mismo pasa con la confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima los pecados hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo nos hace mejores.

9 Sé que voy a volver a pecar, lo que muestra que no estoy arrepentido 

Depende… Lo único que Dios me pide es que esté arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento, está dispuesto a luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que ignoramos. ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé. Se me pide que tenga la decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro hay que dejarlo en las manos de Dios.

10 ¿Y si el confesor piensa mal de mí?

El sacerdote está para perdonar. Si pensara mal, sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho, siempre tiende a pensar bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es por él, sino porque crees que él representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas de mejorar, etcétera.

Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratuitamente -sin ganar un peso-, durante horas, si no se hace por amor a las almas, no se hace. De ahíque, si te dedica tiempo, te escucha con atención, es porque quiere ayudarte y le importas. Aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al Cielo.

11 ¿Y si el sacerdote después le cuenta a alguien mis pecados?

No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico -la excomunión- al sacerdote que se atreviera a decir algo que conoce por la confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han muerto por no revelar el contenido de la confesión.

12 Me da pereza

Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo que sea un obstáculo verdadero, puesto que es bastante fácil de superar. Es como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza…

13 No tengo tiempo

No creo que te creas que en los últimos meses no hayas tenido disponibles diez minutos para confesarte. ¿Te animarías a comparar cuántas horas de televisión has visto en ese tiempo? Multiplica el número de horas diarias que ves por el número de días.

14 No encuentro un padre 

Los sacerdotes no son una raza en extinción, hay miles de ellos. En el último de los casos, en las páginas amarillas, busca el teléfono de tu parroquia; si ignoras el nombre, busca por la diócesis, así será más sencillo. De este modo podrás saber, en tres minutos como máximo, el nombre de un padre con el que te puedes confesar, e incluso concertar una cita para que no tengas que esperar.

Autor del texto: P. Eduardo Volpacchio...

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Antes de ofrecer siete meditaciones sobre el Vía Crucis para cada una de las semanas de la cuaresma es oportuno clarificar sobre la identidad, historia y formulaciones de esta hermosísima oración cristiana, que actualmente presenta dos grandes modelos de enunciados y de recorridos: el Vía Crucis tradicional o clásico y el Vía Crucis creado por el Papa Juan Pablo II en el año 1991.
 
Orígenes

El cristianismo recibe carta de libertad y de ciudadanía en el imperio romano a partir del edicto de Milán del emperador Constantino en el año 313. A la madre de éste, Santa Helena, se le atribuye el hallazgo de la verdadera cruz del Señor, en Jerusalén. A partir del siglo IV comienzan las peregrinaciones a Tierra Santa y particularmente a la ciudad santa de Jerusalén. 

Los peregrinos al llegar a Jerusalén se encontraban con la piadosa tradición que identificaba y reconocía a determinados lugares de esta ciudad con los acontecimientos más importantes de la pasión de Cristo y el recorrido que El mismo realizó hasta llegar a la Cruz. Por ello, los peregrinos querían también recorrer en actitud de oración y de veneración este camino santo.

Nacen así las "estaciones", las "paradas" en el camino de Jesús, por la Vía Dolorosa jerosolimitana, hacia el Calvario, el lugar de la crucifixión del Redentor.

A partir del siglo XIII, los Franciscanos, imitandano a su fundador San Francisco de Asís, peregrino en el País de Jesús, se establecen en la "custodia" de estos Santos Lugares y divulgan el rezo y la praxis itinerante del Vía Crucis, que cautivó pronto al pueblo cristiano.

Junto al rezo del Vía Crucis en las peregrinaciones a Jerusalén, la Iglesia adopta también esta praxis y la inserta en todos los demás lugares dentro de las prácticas cuaresmales, particularmente durante los viernes de cuaresma y de una manera especialmente significativa el viernes santo, el día del Vía Crucis.

Vía Crucis tradicional

Desde tiempo, pues, inmemorial el pueblo cristiano ha recordado -esto es, ha vuelto a traer al corazón- los misterios de la pasión y muerte del Señor mediante el rezo del Vía Crucis. Para ello se crearon catorce estaciones, la mayoría de ellas basadas en los relatos bíblicos y otras muy apegadas a la tradición popular.

Consta que el llamado Vía Crucis tradicional, las catorce estaciones clásicas de esta oración y ejercicio, tuvieron su origen en España en el siglo XVII. Con todo, junto a este Vía Crucis, la Iglesia, sus pastores y fieles, ha seguido también el camino de la cruz con otras estaciones, más o menos a elección libre y ocasional, pero siempre dentro del mismo espíritu y contexto de la pasión del Señor.

Las catorce estaciones tradicionales o clásicas del Vía Crucis tienen el siguiente enunciado:

1ª Estación: Jesús es condenado a muerte.

2ª Estación: Jesús carga con la cruz.

3ª Estación: Jesús cae por primera vez.
4ª Estación: Jesús se encuentra con su Madre María.

5ª Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

6ª Estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor.

7ª Estación: Jesús cae por segunda vez.
8ª Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.

9ª Estación: Jesús cae por tercera vez.

10ª Estación: Jesús es desnudado en la cruz.

11ª Estación: Jesús es crucificado.

12ª Estación: Jesús muere en la cruz.

13ª Estación: El descendimiento del Señor de la cruz.

14ª Estación: Jesús es sepultado...


Fuente: Ecclesia...

En conclusión el Vía Crucis  es un testimonio de amor del pueblo Cristiano, por medio de este ejercicio de piedad veneramos la pasión del Señor, recorremos el último tramo del camino de Jesús hacia la vida eterna: del Monte de los Olivos hasta el Monte Calvario...El Vía Crucis, es el camino trazado por el Espíritu Santo, fuego que vivífica fuego divino que ardía en el pecho de Cristo (Lc. 12, 49-50) y lo impulsó hasta el Calvario; camino amado por la Santa Iglesia que ha conservado cada momento y cada insatante de este acontecimiento como expresión espiritual Cristiana; como camino de peregrinación o paso a través del misterio de la Santa Cruz, por ello es adecuado para tiempo de Cuaresma, en él vemos alternar la palabra, el silencio, canto, movimiento procesional y parada meditada, para poder obtener el fruto espiritual deseado...



CON AMOR, MARIAM...
 

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miércoles, 24 de febrero de 2010

TESTIMONIOS DE FUTBOLISTAS...


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Gabriel Batistuta, jugador argentino, remarca que "para mí, Jesús es un ejemplo a seguir. Siempre he tenido fe, aún en los momentos difíciles de mi vida. A menudo, lo confieso, he tenido alguna duda, aunque quizás estoy usando una palabra muy gorda. Pero siempre he creido, siempre he seguido las enseñanzas de la Iglesia". Señala que su fama no le deja participar tranquilo cuando va a misa porque hasta ahí le piden autografos, algo que le ha sorprendido. "Esto no me pasaba en Argentina", asegura. Reza tres veces al día y antes de entrar en el campo "para que no me pase nada" y antes de los momentos importantes para "agradecer a Dios con la oración". Su compatriota Maradona señala que es cristiano católico "como todo buen argentino. Creo en Dios, en la Virgen, en los santos. Siempre pienso en Dios; desde allí arriba Él cuida de todos. Rezo todos los días y voy a misa cuando puedo. Lo he hecho desde niño y es lo que le he enseñado a mis hijas".



El chileno Marcelo Salas, exjugador del River Plate, recurre frecuentemente a su director espiritual que está en su país, aunque a veces viene a visitarlo a Italia, donde reside actualmente. "Creo que es muy importante tener un director espiritual que te ayude a estar bien con Dios. Creo mucho en la oración; antes de dormir, rezo. Digamos que me encanta hablar con Dios. No importa tener una casa hermosa o poseer riquezas materiales. éstas son cosas pasajeras. Lo importante es tener fe en Dios para construir algo bello", afirma.



Javier Zanetti, del Inter de Milán, parece realmente enamorado de Dios: "Estar cerca de Jesús significa ser una persona feliz. Soy muy creyente, experimento su existencia y su amor. Cada segundo siento a Dios presente en mi vida. Quisiera enseñar a los jóvenes la belleza de creer en Dios y la importancia de asumir la propia responsabilidad".




El nigeriano Kanu tuvo una experiencia trascendental. En 1996, en un momento esplendido de su carrera, le encuentran una anomalía cardíaca y su vida y su carrera corren peligro. Todos daban por terminada su vida. Sin embargo, una operación milagrosa le salve la vida. "Soy cristiano católico, practicante. En Nigeria hay una Iglesia católica muy fervorosa. No puedes basar tu vida sobre el fútbol o sobre el éxito, o sobre una cosa humana porque cuando falle estarás perdido. Sólo Dios es eterno", señala. Añade que en los momentos de dolor ha sentido la fuerza de los que rezaban por Él. "No es retórica, creo en el valor de la oración, no para que suceda un milagro, sino para saber aceptar la voluntad de Dios".




Ito, exjugador del Betis, se muestra orgulloso de ser cofrade de Santa Genoveva. "Como todas las personas, he pasado por diferentes épocas en mi vida: en la niñez veía a Jesús de una forma anecdótica; me preguntaba si existía o no. Después he pasado por momentos de duda, pero he madurado y me he formado un criterio propio de la religión", sostiene.


Kovasevic, ex jugador croata de la Real Sociedad, decidió dejar el fútbol para dedicarse a Dios más intensamente, junto con su esposa. "He decidido dar un vuelco a mi vida. En mi escala de valores, Dios está en primer puesto, y en el segundo la familia. El estilo de vida de los jugadores está muy lejos de esta escala de valores, así que he dicho basta. En el Brescia ganaba mucho dinero, pero no estaba sereno. No me interesaba ni el sueldo, ni los coches, ni las bellas mujeres. Son cosas efímeras, pasajeras. He encontrado una felicidad más grande que la que podía darme el fútbol".


Pero de todos los testimonios, el que lleva la delantera es el argentino Abel Balbo. Organizó el famoso encuentro de los futbolistas argentinos que jugaban en Italia con el Papa en 1996. Un encuentro que marcó la vida de muchos de los que participaron. "Cuando estaba en el Udinese, iba yo solo a misa explica. Después,  empezaron a venir conmigo dos o tres compaañeros hasta que hubo un momento en que venía a misa casi todo el equipo. He sabido que muchos de aquellos que todavía están en el Udinese continúan yendo a misa", comenta satisfecho. Opina que "la Iglesia es mi madre. Tengo una buena relación con la Iglesia. Tengo muchos amigos sacerdotes. Lo siento por los que dicen que creen en Dios pero no en la Iglesia. ¡Es una afirmación sin sentido! Es verdad que hay algunos sacerdotes que no están a la altura de su misión, pero yo no voy a una iglesia para llevarme bien con el cura o para ver si es bueno y simpático".



Al belga George Grun se le fortaleció la fe cuando perdió a su hija en 1992. "He vivido una tragedia increible. Y es en la fe en donde he encontrado la fuerza, el coraje, la esperanza para seguir adelante. Y es en Dios donde he encontrado el sentido de la vida. Porque la vida para nosotros los seres humanos continúa aún cuando pierdes una hija pequeña. La vida no termina aquí en la tierra. Es esta certeza la que me ha dado el coraje de continuar, de seguir adelante. Como católico puedo decir que he descubierto el amor de Dios aún en esta tragedia. He descubierto la oración, que no sólo debe ser un refugio en los momentos de desesperación". 


Luigi di Biagio, del Brescia, manifiesta que "la fe viene de adentro. Cada vez que voy a misa me siento cerca de Dios. Me encuentro muy bien, paso una hora hermosa". En audiencia con el Papa Juan Pablo II. Ronaldo, exjugador del Real Madrid, se declara creyente católico a pesar de que la mayoría de sus compañeros brasileños son evangélicos. Recuerda especialmente el encuentro con el Papa. "Fue un momento inolvidable. Antes de que nos recibiera, temblaba tanto que mi madre se burlaba de mí. Nunca había estado tan emocionado. Después me calmé, cuando el me hizo sentir cómodo. El Papa es un hombre excepcional, un testimonio de fe", asegura.


El alemán Oliver Bierhoff ríe al recordar que cantaba en el coro de su parroquia. "Me alegro mucho de haber recibido una educación católica que me ha ayudado tanto en la vida. Creo que cada cosa que pasa tiene un sentido. Dios me protege y no debemos tener miedo, al contrario, debemos ser capaces de afrontar cada cosa con serenidad". 
 "Cristo nunca abandona"


El argentino Leonel Pipa Gancedo, ex-jugador del River Plate, Osasuna y del Murcia , narra que se convirtió en el año 1994 gracias a un compañero que tuvo un accidente y quedó paralítico. "Yo creía en Dios a mi manera, hasta que el me habló sobre su fe. Empecé a escuchar la palabra de Dios y se me cayeron las vendas de los ojos. Entonces aparté mi intelecto y comprendí que necesitaba un Salvador", recuerda. Ahora hace reuniones todos los miércoles en su casa para leer lo que el llama el "manual de instrucciones del hombre", la Biblia. "Dios es lo primero para mí, me da sabiduría en cada momento", asegura. "Antes me preguntaba: entre tantas religiones ¿quién tiene la verdad? Y encontró en Jesús la Verdad y la Vida".

Sotanas y balones

Por un día abandonan sus parroquias y evangelizan dentro de un vestuario. Son los capellanes de los equipos. Todos coinciden en que están ahí para ayudar a los jugadores. Son cercanos, han casado a jugadores de la plantilla, han bautizado a sus hijos e incluso son sus confesores. "Ante todo, el capellán de un equipo tiene que ser amigo de los jugadores. Ellos están sometidos a mucha presión y en muchas ocasiones, desarraigados de sus familias, yo les escucho y trato de ayudarles" confiesa el padre Ángel, capellán del Betis. "Cuando se nos llena la enfermería no me sale otra cosa más que decir: Señor: ¿qué pasa con los huesos de mis chicos?"
Don Rafael Taboada también cree que la misión de un cura dentro del vestuario es saciar las necesidades espirituales de los jugadores como un amigo. "Ahora las consultas de los psiquiatras están llenas y los confesionarios vacíos, eso es algo que llama la atención", asevera el capellán del Deportivo de la Coruña. Son aficionados y no se pierden ni un partido los domingos que su equipo juega en casa. "No podemos abandonar nuestras parroquias", afirma don Antonio Bueno, capellán del Recreativo de Huelva, "y como no puedo estar ahí cuando viajan, siempre les llamo a la concentración para que no se olviden de rezar antes del partido", concluye.

Irureta: "La fe es mi gran apoyo"


El ex-entrenador del Deportivo de La Coruña y ex-futbolista, Javier Irureta, es un hombre de fe. "Soy un hombre de fe humilde, aclara. Es la que me enseñaron mis padres desde niño. Para mí, Dios es importante en mi profesión y en mi vida. Creo que dependemos de tantas cosas y es tan insignificante nuestra vida que para mí, la fe es un apoyo permanente". 
Aunque no lee la Biblia con frecuencia, sí va a misa todos los domingos y les hacía rezar un Padrenuestro a los jugadores antes de entrar al campo. "Ellos reaccionan bien; es bueno para tener un espíritu de compañerismo, de solidaridad. La vida de un jugador es tan trepidante, tan rápida, q le hace falta detenerse un minuto y reflexionar", indica. Esto es lo que experimentó hace años cuando realizó el Camino de Santiago en agradecimiento por haber ganado el campeonato de Liga Española. "Es una experiencia muy bonita; la soledad te permite un reencuentro contigo mismo, con la propia naturaleza", expresa. 
Estos momentos de reflexión trata de tenerlos habitualmente. Se lleva muy bien con el capellón del equipo, Rafael Taboada, de quien dice que es "una persona muy cercana a todos". "Y el primer jugador santo será Valerín, es una muy buena persona", ríe, cuando se le pregunta la posibilidad de que haya algún jugador o entrenador que sea elevado a los altares.

Texto extraído de un artículo del periódico La Razón...

martes, 23 de febrero de 2010

¿CARNAVAL O CUARESMA?

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De carnaval parecen algunos que desdicen de la dignidad con la que debería conducirse una persona humana
 
¿Carnaval o cuaresma?
¿Carnaval o cuaresma?
Tiempo atrás (aunque no mucho) había gente que celebraba ambas cosas: el Carnaval y la Cuaresma. Sin embargo, lo hacían muy a su manera. En carnaval: máscaras, narices y bocas postizas. En cuaresma: compostura, devociones y cara mustia, pero quizá igual de postizas. Hasta resultaba difícil saber cuándo habían logrado disfrazarse mejor...

Ciertas personas vivían tres días siendo, al cien por ciento, lo que de verdad eran. Y luego, durante cuarenta días, se dedicaban a fingir lo que en realidad no eran. Durante el carnaval, actuaban con un poco -o bastante- desenfreno, ocultando tras una máscara la vergüenza que les ponía al rojo los mofletes. En la cuaresma lograban dar la impresión de penitencia y religiosidad sinceras al andar medio cabizbajos en “ayunas”, al echarse encima la mantilla negra, o al sacar de vez en cuando el rosario a tomar el aire. Así que, en cuaresma, sin esconderse detrás de una careta, andaban igual de enmascarados que en carnaval, pero aparentando lo que no eran. Y, curiosamente, por esa hipocresía no parecían sonrojarse demasiado.

Hoy día, aunque lo de tiempo atrás no es todavía agua pasada y se siguen celebrando las dos, la cosa ha cambiado ligeramente. Da la impresión de que ahora algunas personas viven en un carnaval más o menos continuo. Carnaval en Adviento, en Navidad, en tiempo ordinario, en Semana Santa, en Pascua y, por supuesto, también en Cuaresma. Lo que antes algunos y algunas se permitían sólo en los tres días de carnaval, hoy otros y otras se lo conceden más habitualmente como lo más normal del mundo. Claro, es lo que se lleva ahora, lo que todos hacen... Van -o mejor dicho- se dejan ir con la corriente.

Sí, realmente parecen de carnaval las pintas que ahora lucen algunos jóvenes. Parecen de carnaval esas cabezas con rapes y tonalidades a lo Miró; esas chamarras de cuero negro con más cadenas que el Fantasma de Canterville; esos rostros con más aretes que el logotipo de los juegos olímpicos. Y de carnaval, además, parecen algunos de sus comportamientos, que desdicen de la dignidad con la que debería conducirse una persona humana.

Podríamos decir que también carnaval es cuando uno, con o sin carátula, no es lo que debería ser. Carnaval es cada vez que un hijo no es buen hijo, cada vez que unos padres no son buenos padres, cada vez que dos novios no actúan como tales. Carnaval es cada vez que, en su actuar, un hombre es algo menos que hombre y una mujer algo menos que mujer.

Tristemente, hay gente que vive como en un carnaval sostenido, digamos en do menor.

Y entonces ¿a qué se dedica esa pobre gente en los días de carnaval? Muy sencillo. Los famosos tres días de carnaval viven el carnaval ordinario, pero a tope, a la enésima potencia. Carnaval sostenido, por tres días -con sus noches-, pero en do mayor. Carnaval a lo grande. Carnaval extra-concentrado. Carnaval, carnaval. Tres días de careta sobre la careta incorporada que ya llevaban, para seguir haciendo lo mismo, pero con evidentes excesos.

Menos mal, sin embargo, que a pesar de todo, hoy sigue habiendo montones de gente que vive el triduo de carnaval en modo diverso. Sigue habiendo muchas personas que, esos tres días, se atreven a nadar contra corriente. Menos mal que hay hombres y mujeres que se esfuerzan, también durante el carnaval, por ser y respetar lo que de verdad son, dominando sus pasiones desordenadas y bajos instintos.

Menos mal que aún hay bastantes seres humanos que se saben cristianos, se dicen cristianos y no les da vergüenza vivir como tales, incluso los días de carnaval. Son gente que no necesita quitarse ni ponerse careta alguna. No tienen que ocultar nada. Gente extraordinaria, pero que no va hacer noticia esos tres días, ni tampoco los 362 restantes del año. Claro, esas noticias incomodan. Porque siempre incomoda toparse con alguien que va contra corriente.

Menos mal que aún hoy podemos apreciar el milagro de cientos y miles de personas (también muchos jóvenes) -dentro y fuera de conventos y seminarios- que pasan esos tres días, por turnos, en adoración de rodillas ante el Santísimo Sacramento. Y lo hacen explícitamente para desagraviar al Corazón de Cristo por toda la basura y miseria de pecado e infamia que en el mundo se le está escupiendo en la cara a Cristo esos días. Menos mal que, gracias a ellos y ellas, a nuestro planeta le queda algo de humanidad tras tanto degrado en carnaval. Gracias a esas personas, el ambiente terráqueo puede aún ser respirable después de esos días de intoxicación general.

En fin, menos mal que aún se pueden contar cantidad de hombres y mujeres que aprovechan el Carnaval y la Cuaresma para crecer como hombres y como mujeres. Que viven esos períodos sin miedo a ser lo que deben ser ante todo el mundo. No tienen que acobardarse de nada y ante nadie. Más bien tienen mucho que ostentar. Y lo hacen con aplomo. Gritan sin palabras a sus contemporáneos que además de un cuerpo, tienen un alma. Testimonian con su vida que lo más importante, para toda persona, es lo que le hace crecer humana y espiritualmente, y no lo que le degrada o envilece.

¿Por qué no demostrar cada uno de nosotros el coraje de sumarnos a ellos? Tratemos de vivir el carnaval aplastando un poco la materia para liberar el espíritu y no al revés. Luchemos por vivir la cuaresma elevándonos como hombres para acercarnos más a Dios. Y el hombre se eleva cuando es capaz de soltar sus lastres. Esos lastres pesados del pecado, que se sueltan con el arrepentimiento, el perdón de Dios y el propósito sincero de enmendar la propia vida.

El reto puede ser arduo. Lo es sin duda. La corriente en contra puede parecer arrolladora. Pero sólo los peces muertos no son capaces de nadar contra corriente.

LA IGLESIA INICIA EL TIEMPO DE CUARESMA....

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Cuarenta días que culminan en la gran fiesta de la Resurrección de Cristo...

La Iglesia inicia el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que culminan en la gran fiesta de la Resurrección de Cristo

No hay Cuaresma sin Pascua, ni Pascua sin Cuaresma. Así resumía el diácono permanente Josep Urdeix el año pasado, en una intervención radiofónica, el itinerario central del calendario cristiano: la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Este año el tiempo de Cuaresma empieza el 17 de febrero de 2010, miércoles de ceniza, un día en que el mensaje del texto evangélico (Mateo 6, 1-18) se refiere a la limosna, al ayuno y la plegaria que son, por otra parte, los tres pilares de estos cuarenta días. Pero el llamamiento a los cristianos es, sobre todo, no hacer las cosas para que nos vean, sino obrar con discreción, vida interior e intimidad. El primer día del tiempo cuaresmal, al final de las celebraciones eucarísticas, el sacerdote impone a cada persona un poco de ceniza haciendo la señal de la cruz sobre la frente, y recuerda normalmente esta frase: “¡Conviértete y cree en el Evangelio!”.

Y es que la Cuaresma es el tiempo en que la Iglesia de Jesucristo intensifica su llamamiento a la conversión personal de todos los creyentes. Recuerda los cuarenta días que Jesús, antes de sufrir la crucifixión, pasó ayunando en el desierto superando tentaciones y llenándose con mucha vida interior y reflexión. Actualmente, existe un precepto de ayuno, con una única comida fuerte y sin comida entre horas, para el miércoles de ceniza y también el viernes Santo. Por otra parte, se establece una abstinencia de carne el mismo miércoles de ceniza y todos los viernes hasta el viernes Santo. Estos gestos, sin embargo, no se piden para que los cristianos los sigan como una obligación, sino como un signo de comunión y de unión con la persona de Jesús. Más allá de eso, la Iglesia no quiere tampoco que nos quedemos con estas formas de vivir la Cuaresma. Quiere que vayamos más allá, con propósitos de rogar más y hacer mejores obras. Por ejemplo, sustituir la abstinencia de carne por una buena mariscada en un restaurante de lujo, como se hacía institucionalmente en tiempos del franquismo en España, no es vivir cristianamente este tiempo.

La Cuaresma, que se acaba el domingo de Ramos (este año el 28 de marzo de 2010), es también preparación para el gozo de la Pascua. Por lo tanto, no es un tiempo de tristeza, sino de contemplación. Una buena opción para vivir estos días es participar regularmente en plegarias comunitarias y atender también la individual, así como leer textos bíblicos y especialmente el evangelio. Ciertamente, es una lástima que, en nuestro país, quiera olvidarse la Cuaresma mientras se anuncia de manera reiterada el inicio del Ramadán de los musulmanes, cada año más presente en casa nuestra. Respeto por otras confesiones no cristianas, sí; pero sin dejar que se olvide la nuestra, la católica.

La penitencia es la otra gran palabra que suena durante la Cuaresma. Es simplemente el llamamiento que todos los creyentes recibimos de reencontrarnos con Dios, mediante el sacramento de la reconciliación, la celebración comunitaria de la penitencia y también gestos de hermandad con los demás, entre ellos también la petición de perdón y la purificación de la memoria que tantas veces ha pedido el Papa Juan Pablo II. Todo da paso a la Semana Santa, que empieza el domingo de Ramos, con el recuerdo y la vivencia de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén antes de la pasión, y se acaba el domingo de Pascua, la fiesta más importante para los cristianos. Es tan importante que no se celebra sólo un día, sino cincuenta. Durante la Semana Santa, también celebramos la institución de la Eucaristía y el amor fraterno, el jueves Santo, y la pasión y muerte de Jesús en la cruz con una intensa plegaria universal, en este caso el viernes Santo. En definitiva, nos encontramos un año más ante la mejor oportunidad de conocer las raíces y el sentido de nuestra fe. 

¿QUE ES CUARESMA?


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El tiempo de Cuaresma se inicia el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días previos a la fiesta de Pascua hasta el Jueves Santo, excluyendo la Misa de la Cena del Señor.

• Cuarenta años esperó Israel en el desierto para poder entrar en la tierra prometida.

• Cuarenta días aguardó Moisés la manifestación de Dios en el Monte Sinaí.

• Cuarenta días ayunó Jesucristo en el desierto aguardando la fortaleza del Espíritu para cumplir su difícil misión.

La Cuaresma es un propicio para que los cristianos renovemos nuestro espíritu de adhesión a Jesucristo muerto y resucitado y nos guiemos por el camino de una profunda y progresiva reflexión. Así, todos juntos hemos de prepararnos para la gran Celebración de la Pascua del Señor, liturgia central del año litúrgico.

¿Cómo vivir la Cuaresma?

Lo normal sería que todos los cristianos estuvieran interesados en participar activamente en su comunidad para vivir este tiempo con especial intensidad. Lamentablemente para muchos, especialmente para los más jóvenes, no pasa de ser un periodo más de la Iglesia en que los conceptos de penitencia, ayuno o austeridad, propios de la Cuaresma, no les dice casi nada.

El desafío para los pastores, equipos litúrgicos y catequistas se ve interesante, ya que hemos de esforzarnos para que los fieles conozcan la razón de ser de la cuaresma y puedan aprovechar este tiempo de salvación para vivir con alegría desbordante la fiesta de Pascua. En este sentido, es conveniente recordar a los cristianos, a quienes se esfuerzan por vivir con fe, que la cuaresma tiene especial importancia dentro del ciclo litúrgico ya que la festividad de Pascua, necesita una seria preparación para unirnos a la Resurrección de Cristo. *

El canto en Cuaresma

Es el gran tiempo penitencial de la Iglesia, los cuarenta días de conversión y purificación interior que nos preparan a la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua.

Comienza el Miércoles de cenizas. Son días de escucha atenta de la Palabra de Dios que nos vuelve a llamar a un cambio de vida según el Evangelio de Jesús.

Desde el miércoles de cenizas hasta la vigilia pascual no cantamos el Aleluya, porque ese canto es la expresión del gozo de la resurrección; lo reservamos para la noche de Pascua. El Gloria tampoco se reza ni canta en todo ese tiempo, excepto en la misa del Jueves Santo. Pero la Cuaresma no es un tiempo triste, sino más bien un tiempo recogido, de meditación, que es el ambiente que nos permite estar atentos a la Palabra, reflexionar sobre nuestra vida y dar pasos de conversión. Los cantos de la eucaristía deberían favorecer la atmósfera de recogimiento y conversión personal y comunitaria que caracterizan este tiempo litúrgico. **

* Extractado del texto “Animación Litúrgica 2” de Eduardo Cáceres Contreras.

¿QUE ES LA CUARESMA?

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La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia.
 
¿Qué es la Cuaresma?
¿Qué es la Cuaresma?
El tiempo de la Cuaresma rememora los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó en el desierto mientras se encaminaba hacia la tierra prometida, con todo lo que implicó de fatiga, lucha, hambre, sed y cansancio...pero al fin el pueblo elegido gozó de esa tierra maravillosa, que destilaba miel y frutos suculentos (Éxodo 16 y siguientes).

También para nosotros, como fue para los israelitas aquella travesía por el desierto, la Cuaresma es el tiempo fuerte del año que nos prepara para la Pascua o Domingo de Resurrección del Señor, cima del año litúrgico, donde celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal, y por lo mismo, la Pascua es la fiesta de alegría porque Dios nos hizo pasar de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo profundo, de la muerte a la vida.

La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia, si es que nos hubiéramos alejado de Él, como aquel hijo pródigo (Lucas 15, 11-32) que se fue de la casa del padre y le ofendió con una vida indigna y desenfrenada. Esta conversión se logra mediante una buena confesión de nuestros pecados. Dios siempre tiene las puertas de casa abiertas de par en par, y su corazón se le rompe en pedazos mientras no comparta con nosotros su amor hecho perdón generoso. ¡Ojalá fueran muchos los pecadores que valientemente volvieran a Dios en esta Cuaresma para que una vez más experimentaran el calor y el cariño de su Padre Dios!

Si tenemos la gracia de seguir felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados y presentes que han herido el amor de ese Dios Padre; esta purificación la lograremos mediante unas prácticas recomendadas por nuestra madre Iglesia; así llegaremos preparados y limpios interiormente para vivir espiritualmente la Semana Santa, con todo la profundidad, veneración y respeto que merece. Estas prácticas son el ayuno, la oración y la limosna.

Ayuno no sólo de comida y bebida, que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo, a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad ante las miserias del prójimo. Ayuno y abstinencia, incluso, de cosas buenas y legítimas para reparar nuestros pecados y ofrecerle a Dios un pequeño sacrificio y un acto de amor; por ejemplo, ayuno de televisión, de diversiones, de cine, de bailes durante este tiempo de cuaresma. Ayuno y abstinencia, también, de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos; ayuno aquí significará renunciar a todo lo que alimenta nuestra tendencia a la curiosidad, a la sensualidad, a la disipación de los sentidos, a la superficialidad de vida. Este tipo de ayuno es más meritorio a los ojos de Dios y nos requerirá mucho más esfuerzo, más dominio de nosotros mismos, más amor y voluntad de nuestra parte.

Limosna, dijimos. No sólo la limosna material, pecuniaria: unas cuantas monedas que damos a un pobre mendigo en la esquina. La limosna tiene que ir más allá: prestar ayuda a quien necesita, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que nos lo pide, compartir alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. La limosna es esa disponibilidad a compartir todo, la prontitud a darse a sí mismos. Significa la actitud de apertura y la caridad hacia el otro. Recordemos aquí a san Pablo: “Si repartiese toda mi hacienda...no teniendo caridad, nada me aprovecha” (1 Corintios 13, 3). También san Agustín es muy elocuente cuando escribe: “Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aún cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna”.

Y, finalmente, oración. Si la limosna era apertura al otro, la oración es apertura a Dios. Sin oración, tanto el ayuno como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración, Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso...en una palabra, va transformando nuestras actitudes negativas y creando en nosotros un corazón nuevo y lleno de caridad. La oración es generadora de amor. La oración me induce a conversión interior. La oración es vigorosa promotora de la acción, es decir, me lleva a hacer obras buenas por Dios y por el prójimo. En la oración recobramos la fuerza para salir victoriosos de las asechanzas y tentaciones del mundo y del demonio. Cuaresma, pues, tiempo fuerte de oración.

Miremos mucho a Cristo en esta Cuaresma. Antes de comenzar su misión salvadora se retira al desierto cuarenta días y cuarenta noches. Allí vivió su propia Cuaresma, orando a su Padre, ayunando...y después, salió por nuestro mundo repartiendo su amor, su compasión, su ternura, su perdón. Que Su ejemplo nos estimule y nos lleve a imitarle en esta cuaresma. Consigna: oración, ayuno y limosna.

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Cuaresma. Miércoles de ceniza. Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.
 
El comienzo de la Cuaresma
El comienzo de la Cuaresma
Miércoles de Ceniza

Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
 
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.



  • Preguntas o comentarios 


  • Miércoles de Ceniza... La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno.

    Imposición de la ceniza... Significado y sugerencias para recibirla.

    CAPUT CUADREGESIMAE....

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    “CAPUT CUADRAGESIMAE". CABEZA DE LA CUARESMA
     
    EL PADRE, RICO EN MISERICORDIA

    El pueblo de Israel nació en la Cuaresma del desierto. Su tradición religiosa había consagrado la Cuaresma, el desierto, para la oración y la penitencia, y qué mayor penitencia que la soledad, observada por hombres creados para vivir en sociedad: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,8), que ya había vivido el pueblo de Israel al salir de Egipto, durante cuarenta años caminando hacia la tierra prometida, por el trayecto más largo. El camino más corto y normal era subir desde Egipto hasta la tierra prometida, Palestina, sin dejar la tierra firme y sin tener que atravesar el mar Rojo. Pero Dios quiso preservarle, probarle y educarle, para demostrarle su cariño y hablarle al corazón. ¿Qué hubiera sido del pueblo si entra en seguida en Palestina, y se junta con los amorreos, cananeos, hititas, los jebuseos, amonitas, filisteos, pueblos todos paganos e idólatras? ¿En qué habría quedado la promesa? El designio de Dios era crear su pueblo, germen de vida, donde pudiera él, llegada la plenitud de los tiempos, culminar la obra de la redención por Jesucristo, nacido de ese pueblo. La Cuaresma hoy, es una invitación oficial a la comunidad cristiana a renovar su adhesión cordial al proyecto de Jesús, que es el de Dios, para comenzar de nuevo, y poder celebrar la Pascua con toda profundidad.

    EL DESIERTO DE MOISES Y EL DE ELIAS

    Moisés ha vivido también su desierto. Como Elías camino del Horeb, y como Jesús, después de haber sido bautizado por Juan. Ahora lo tiene que vivir la Iglesia, durante cuarenta días dedicada a la conversión, a la oración, renuncia, y caridad. Cuando el Señor hace dar rodeos incomprensibles a una persona, o a una familia, o a una institución, hay que saber leer en clave de fe y de predilección, el rodeo, el obstáculo, la persecución del Faraón, o de los varios faraones inconscientes al servicio del amor.

    “La soledad es la muralla y el antemuro de las virtudes...Creed en mi experiencia, aprenderéis más en las selvas que en los libros; los bosques y las peñas os instruirán, os enseñarán lo que no pueden enseñaros vuestros maestros”, escribe San Bernardo desde su sabiduría. Todos los grandes santos a ejemplo de Cristo, se han formado en la escuela de la soledad, del desierto. Y salían de él como llamas. Nosotros no podemos resistir la soledad. Apenas nos quedamos solos, conectamos el transistor, la televisión, el Internet, nos vamos al café, al bar, al Pub, al cine, no somos capaces de permanecer un rato con nosotros mismos, escuchando a nuestra conciencia, examinando nuestras acciones, nuestros planes, por eso nuestra vida es tan frívola, vacía y sin peso. El valor de las palabras no lo da el sonido, el grito, sino el contenido...¡Cuántas palabras insustanciales al final de una vida moderna! Busquemos el recogimiento donde oigamos a Dios, aislémonos de las compañías de frivolidad y de pasatiempo, busquemos amigos que nos hagan mejores, cercenemos diversiones, seamos más personas, más hombres y menos masa. Al menos, en la Cuaresma.

    RECONCILIACION ESPONSAL

    Lo esencial de la Cuaresma es que el pueblo cristiano, se disponga a escuchar la Palabra, para convertirse. Convertirse es volverse a Dios. ”Dejaos reconciliar con Dios” Alesta San Pablo. Pablo nos recuerda que Jesucristo ha inaugurado un tiempo de salvación, de reconciliación. El apóstol lucha contra las ideas que quieren hacer creer a la gente que Dios es más propenso a la cólera que al perdón. Por eso nos propone que nos reconciliemos con Dios por medio de Jesucristo, para abandonar todo temor ante el autor de la vida, ante la Fuente de la Ternura. Nuestra relación con Dios debe estar basada en la confianza y en la reconciliación. En la 2 Corintios 5, 20, San Pablo emplea el verbo griego “katallasso”, “reconciliarse”, característico del derecho matrimonial, que designa la reconciliación de los esposos cuando retornan a la vida íntima conyugal que habían roto. El Apóstol, por tanto, está exhortando a los cristianos a volver a la unión con Dios, rota por el pecado, y a recuperar la intimidad del que “prepara para todos los pueblos el banquete nupcial de manjares exquisitos”, de que nos habla Isaías, 25,6. “Convertíos a mí de todo corazón”. Es el corazón lo que nos pide el Señor, nuestra intimidad mejor, la más profunda, que pongamos nuestro pensamiento y cariño en él. Eso es lo único que le agrada a Dios. Los gestos y los sacrificios sólo le gustan si proceden del amor, porque sólo quiere el amor de los hombres, pues los quiere hacer tan grandes como El es, y tan dichosos y perfectos, y eso sólo lo hace el amor que iguala entre sí a los amantes. Bien motiva San Pablo la petición de la reconciliación por el amor de Jesucristo: “Pues Dios por nosotros hizo pecado al que no conocía el pecado, para que por él llegáramos a ser santidad de Dios”. La gratitud a tanto amor es lo que nos tiene que mover al encuentro del Padre, del Esposo.

    MIRARLE A LOS OJOS HENCHIDOS DE AMOR

    Convertirse es también volver el rostro, dirigirse a Alguien que llama, porque es compasivo, y nos está invitando a recorrer un camino de penitencia y purificación interior para renovar nuestra fe y vivir de acuerdo con ella. No se cansa Dios de llamarnos, todas y cada una de las veces que experimentamos la derrota del pecado, para que volvamos a casa como el hijo pródigo, y podernos abrazar, vestirnos de nuevo y ofrecernos el banquete de su perdón y de su eucaristía. “Antes me cansé yo de ofenderle, que él de llamarme... Castigabais, Señor, mis muchas maldades con nuevas mercedes” confiesa Santa Teresa, que nos aconseja: “No os pido sino que le miréis”. Para acoger un mensaje hay que elevar los ojos al mensajero. Una mirada de fe es la que puede salvar al pecador. Para convertirse lo primero es volver los ojos al rostro de Dios, que “se compadece de todos y cierra los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan" Sabiduría 11, 24.

    LE CUESTA A AGUSTIN DEJAR

    Después, y con la luz y la fuerza que emana de la Palabra, poder desprenderse del egoísmo y optar por una nueva concepción de la vida. San Agustín en sus Confesiones, nos ha dejado un precioso testimonio de las luchas que tuvo que sostener, con todo lo inteligente que era, hasta poder decidirse a vivir lo que tan claro veía, pero lo que tanto le costaba: “A mí, cautivo, me atormentaba mucho y con vehemencia la costumbre de saciar aquella mi insaciable concupiscencia” (VI, 13). Escuchaba a sus pasiones, sus antiguas amigas, que le decían: “¿Nos dejas? Y ya no estaremos contigo nunca? ¿Y ya no te será lícito esto y aquello? ¡Y qué cosas, Dios mío, me sugerían con las palabras esto y aquello!” (VIII, 11,26). Pero hasta que no comenzó a fulgurar en el corazón de Agustín la luz de la Hermosura Nueva, no se rindió el buscador. ”Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé...Pero llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por tí; gusté de tí, y siento hambre y sed; me tocaste y me abrasé en tu paz” (X, 27,38). Por muchos esfuerzos que haga el hombre, si Dios no le rinde con su Belleza, no cae de bruces su alma. Por eso es necesario que con David, le grite al Señor: "Misericordia, Señor, hemos pecado. Tengo siempre presente mi pecado. Crea en mí un corazón puro. Renuévame por dentro, don espíritu firme. Devuélveme la alegría de tu salvación. No me arrojes lejos de tu rostro. Lávame más y más de mi iniquidad”. En ese clima escribió el Salmo 50. Pero reconozcamos que estas voces no nacen desde la rutina, la pasividad y el culto vacío. Interiorizados estos actos individuales y personales, hay que confesar los pecados, haciendo de ese momento un encuentro con Dios Padre por el Espíritu y la Sangre de su Hijo, que obra en nosotros la salvación. Es verdad que el confesionario hoy ha sido sustituido por el diván del psicoanalista o del psiquiatra, o, lo que es más novedoso y curioso, por el plató de la televisión, lo que demuestra la necesidad que tiene la persona de comunicar sus pecados, frustraciones, y depresiones, y que al debilitarse o perderse la fe, se agarra a estos medios científicos, laicos y hasta públicos, como medio de liberación, lo que los cristianos encontramos por la fe en el sacramento de la reconciliación. También el profeta Joel hace un llamamiento al pueblo para que cambie de actitud. El llanto, el luto, el vestido negro no debe ser expresión de una piedad superficial o del simple deseo de llamar la atención. La voz del profeta desea remover los cimientos mismos de la religiosidad y convertir los símbolos del luto en camino de conversión para todo el pueblo. Por eso se debe cambiar el corazón, y no el traje. Y el profeta Baruc 3,2 nos pide corregir la ignorancia: "Corrijamos lo que por ignorancia hemos cometido, no nos sorprenda la muerte sin haber hecho penitencia"

    SIN PRETENSIONES

    “No vayas tocando la trompeta por delante para ser considerado por los hombres” Mt 6,1. El evangelio nos llama a cultivar una actitud sobria, interior y religiosa. La fe en Dios y la solidaridad con los hermanos y hermanas pobres no se pueden convertir en un espectáculo frívolo. Vemos a los pobres, a los leprosos, a los niños de vientres hinchados deshidratados, como protegidos por la pantalla, como de lejos, nos hemos acostumbrado, insensibilizado. La vida del cristiano necesita estar animada por el mismo espíritu de Jesús. De modo que la solidaridad se convierta en expresión de amor fraternal y la relación con el Padre Dios en un trato cálido, íntimo y profundo. Por tanto, las expresiones religiosas llenas de malabarismos, complicaciones y ostentaciones no están acordes con la espiritualidad cristiana. El que hace las buenas obras, comunicación de bienes, oración, penitencia, o sacrificio, por miras humanas, ya ha recibido su recompensa. Quien las hace por Dios, con sinceridad y desinterés, como expresión de la fe y del amor, recibirá la paga de Dios. No encaja tampoco mucho hoy esta prohibición de Cristo, cuando de lo que alardea es de todo lo contrario, según las revistas del corazón y determinados espacios televisivos airean: profesión de agnosticismo, y cambios de parejas seguidos. Ahora las recompensas humanas se ofrecen al vicio y no a la virtud y los hay que no viven de otras rentas. Y en cuanto al reconocimiento de Dios, nos han dado una lección soberana, los que teniendo una religión tan pobre como los musulmanes, hacen una profesión de fe en Alá, tan contundente. Nuestros bautizados agnósticos, y nuestros católicos vergonzantes podían tomar nota.

    LO ESENCIAL, LA FE PROFUNDA

    Lo esencial del miércoles de Ceniza consiste en ser expresión de una fe profunda. El signo que recibimos en nuestra frente no es una condecoración que honra nuestras creencias. La cruz marcada con ceniza nos recuerda nuestra frágil condición humana y la necesidad de transformar permanentemente nuestro corazón. Este día con el cual comienza la cuaresma debe avivar el deseo de cultivar una sólida espiritualidad que nos reconcilie con Dios y nos ponga al servicio de los más necesitados. La cuaresma nos plantea la urgencia de ver la religión no como un refugio a nuestra falta de autenticidad, sino como un camino para expresar en comunidad lo más profundo de nuestro ser.

    RECUERDO DE LA MUERTE

    La frase clásica con la que antes se imponía la ceniza era la de “Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir”. Durante mucho tiempo, desde los tiempos medievales, el recuerdo de la muerte, el pensamiento de la futilidad de la vida, fue un arma para dominar al ser humano en su tentación de olvidar a Dios y sus preceptos. El poder de convicción se hacía estribar en el temor, en la línea de lo que dice el salmo: “el principio de la sabiduría es el temor del Señor". Con ello el planteamiento de la cuaresma no dejaba de ser oscuro y tétrico, de donde nació el desahogo previo de los carnavales, que tantas huellas todavía presentan del influjo social de este tiempo litúrgico en las sociedades que estuvieron tan profundamente marcadas por la religión.

    LA REFORMA LITÚRGICA

    El Concilio Vaticano II propuso un alternativa para poder cambiar el texto anterior por el texto tomado del primer ´sermón´ de Jesús” (Mc 1, 15): “Convertíos y creed la Buena Noticia”. El texto es profundo y conviene asimilarlo. Se pasa del temor al amor. De la amenaza a la invitación. De la tristeza, a la alegría de la Buena Noticia. La “conversión” debe sacarse del fanal del lenguaje religioso y debe encarnarse en la vida real: convertirse es enmendarse, cambiar, emprender otro camino. La mejor penitencia, la mejor forma de redimir lo malo que hemos hecho es entregarnos con toda fe a la Buena Noticia, a la propuesta que Dios nos hace en Jesús: ¡la preparación de su Reinado!, la transformación de este mundo por la aceleración de su venida.

    EL ESPIRITU SE VIVIFICA

    "Con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa" , canta el Prefacio del día. Y si Dios nos prepara el banquete escatológico, cuya esperanza nos da fuerza para superar las carencias y tribulaciones de este destierro, los cristianos, siguiendo las directrices del Papa en su documento “Tertio millenio adveniente”, debemos practicar la caridad, concretada en las obras de misericordia tanto corporales como espirituales, sobre todo en favor de aquellos hermanos nuestros que viven extrarradio del banquete de la vida. “Hay muchos Lázaros que están llamando a las puertas de la sociedad, que viven excluidos de los beneficios de la prosperidad y del progreso”, escribe Juan Pablo II. Hagamos entre todos que todos puedan participar del banquete preparado por el Señor para todos los pueblos en esta tierra y en el cielo. Sólo así podremos todos escuchar confiados y esperanzados en la Misa de la Cena del Señor y en la Noche de la Pascua, las palabras del Apocalipsis: “Dichosos los llamados al banquete de las bodas del Cordero” (19,9). A la vez que habremos ofrecido al mundo el testimonio de que nos amamos porque el Señor ha Resucitado.

    San Juan Crisóstomo, comentando la enseñanza del Señor sobre el camino a Jerusalén, recuerda que Cristo no oculta a los discípulos las luchas y los sacrificios que les aguardan. Él mismo subraya cómo la renuncia al propio «yo» resulta difícil, pero no imposible cuando se puede contar con la ayuda que Dios nos concede «mediante la comunión con la persona de Cristo» (PG 58, 619s). He aquí porque deseo invitar a todos los creyentes a una ardiente y confiada oración al Señor, para que conceda a cada uno hacer una renovada experiencia de su misericordia. Sólo este don nos ayudará a acoger y a vivir de manera siempre más jubilosa y generosa la caridad de Cristo, que «no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad» (1 Cor 13, 5-6) (Juan Pablo II).
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