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TRAS LOS PASOS DE UN SANTO...
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7 de Octubre del 2009 - Memoria de La Virgen del Rosario
REVISADA Y EXPANDIDA EL 2 DE FEBRERO DEL 2010
(ENGLISH VERSION AT THE END)
UNA MUY SIMPLE Y BÁSICA PERSPECTIVA SOBRE EL MISTERIO DEL SUFRIMIENTO Y SOBRE EL FIN PARA EL CUAL FUIMOS CREADOS POR DIOS FUNDAMENTADA EN LAS ESCRITURAS Y EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
LA BUENA NOTICIA
"…hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra". 1 Corintios 2: 7
Creo que es necesario comenzar desde el principio para poder tener una perspectiva algo más amplia, y comienzo diciendo que TODO lo que Dios hizo, lo hizo PERFECTO, pues “DIOS ES PERFECTO” Mateo 5: 48, Catecismo # 1. TODO lo que hizo en la Creación y en la Redención, fue hecho estrictamente para nosotros, pues Él siendo Dios, NADA necesita (Hechos 17: 25). Creó la Creación para nosotros, preparándonos primero la más suntuosa y bella habitación que existe, y después nos creó a nosotros y nos dio toda la Creación como medio de vida a nuestra humanidad y como canal para nosotros de Su Presencia y de Su Amor en todo lo creado (Génesis 1: 26-31).
Pero aún más importante, es reconocer que así como creó todo para nosotros, Él nos creó a nosotros para Él “a Su Imagen y Semejanza” Génesis 1: 26, y saber también que cuando nos creó, nos infundió Su Vida, (Génesis 2: 7), a SÍ MISMO, haciéndonos así UNO en Él (Juan 17: 21) y “partícipes de Su Divinidad” 2 Pedro 1: 4.
Nos creó para extender Su Vida en cada uno de nosotros, y esto lo hizo dándonos Su Voluntad Divina, la Cual Rige todas Sus Cualidades y Atributos Divinos, y en la Cuál TODO lo que Él Es y Él hace está depositado, para que fundida en Unidad con nuestra voluntad, nosotros pudiésemos dar a Dios TODO lo que en Ella se encuentra, es decir, a Dios Mismo, pues Su Voluntad no está separada de Él.
Fuimos creados para Él, para que Él habitara en nosotros y se diera TODO a nosotros -“No sabéis que sois Santuario de Dios…” 1 Corintios 3: 16-, y para que nosotros habitáramos en Él y nos diéramos TODO a Él -"Padre, que todos sean UNO, … en nosotros" Juan 17: 21; para que Lo glorificásemos con ÉL MISMO en nosotros, con Su misma Vida, Amor y Gloria, ya que por nosotros mismos, no tenemos nada que ofrecerle que sea digno de Él. Obviamente, en nuestra presente condición humana, no podemos ni siquiera comenzar a entender algo de tal magnitud, pero sí sabemos por la fe, y por Las Escrituras, “que para Dios NADA es imposible” Lucas 1: 37.
Ahora bien, para que fuésemos a Su Imagen y Semejanza, nos dio una voluntad con libre albedrío, inteligencia, y memoria, para que entendiendo, voluntariamente le pudiésemos corresponder a Su Amor y a todo lo que Él nos dio, pero repito, en Su Voluntad, con Su Mismo Amor, con Su Misma Vida en nosotros, QUE TODO ES Y TODO CONTIENE. Sin estas tres potencias, seríamos como cualquier otra cosa creada, sin poderle corresponder con una inteligencia y una voluntad que nos permite querer libremente amarlo, glorificarlo y darle todo lo que a Él pertenece. Es también a través de nosotros que Dios recibe correspondencia a Su Amor por todo lo que Creó.
Es por esto que en Génesis 1 y 2 vemos cómo Dios dio dominio al hombre sobre cada cosa creada y sobre cada criatura.
En vista a esta realidad, la explicación inicial al misterio del sufrimiento surge cuando profundizamos más y entendemos cómo nuestro primer padre Adán cuando fue creado (¡NO - no evolucionamos del mono! Hechos 17: 26) fue puesto a una simple prueba que le permitía ejercitar su libre albedrío, y que si superada, lo hubiese confirmado a él, y a toda su descendencia, a vivir siempre siendo UNO en Dios, en participación de Su Divinidad, tal y como fue creado.
Sabemos según Las Escrituras, que Adán, seducido por “la serpiente” a través de Eva (Génesis 3), escogió hacer su propia voluntad separada de la de Dios, y esto con conocimiento pleno de que esta acción llevaría a negar y a rechazar la Voluntad de Dios, la Cuál le dio Su Vida y participación Divina como naturaleza propia. Adán poseía la Vida de Dios que le había sido dada, y por lo tanto tenía el don de conocimiento de Dios (ciencia infusa) y sabía que el hombre sólo puede ser completo en su naturaleza siendo UNO en Dios, ya que DIOS ES - “Yo Soy El Que Soy”- Éxodo 3: 14: ES Vida, ES Felicidad, ES Amor, …ES TODO. Es debido a este conocimiento pleno que poseía, que su decisión fue tan grave y mereció tan grave consecuencia.
Fue por esta acción libre y totalmente conciente de Adán, que toda la humanidad heredó de él ese “pecado original” que nos separó de la Voluntad de Dios, -“Árbol de la Vida”- Génesis 2: 9, Apocalipsis 2: 7, Apocalipsis 22: 14, pues en Ella todos existimos en Dios desde toda la Eternidad, y somos traídos a nacer y a vivir en el tiempo según Sus Designios.
Al no tener nosotros la Voluntad de Dios como principio, medio y fin de todos nuestros actos, perdimos los efectos de la Naturaleza Divina que daba todos los Dones Divinos a la naturaleza humana, y nos quedamos solamente con los dones humanos, y por consiguiente, nuestra humanidad y todo nuestro ser, al perder nuestra naturaleza original, ha continuado rápidamente deteriorándose, ya que sin Dios animándonos con Su Voluntad en Unidad con la nuestra, no podemos ser semejantes a Él, no podemos ser UNO en Él, no podemos ser partícipes de Su Divinidad.
Sin embargo, Su Amor por nosotros es Infinito, y como somos parte de Él, no puede no amarnos, aún cuando libremente nos separamos de Su Voluntad y damos muerte en nosotros a Su Vida Divina que en Su Amor nos dio y nos quiere siempre dar. Él respeta nuestra decisión y no puede obligarnos a acoger Su Voluntad, Su Vida, como Vida nuestra, pues nos creó libres y Él no se puede negar a Sí Mismo.
Pero es precisamente por Su Infinito Amor por nosotros, que a pesar de nuestro rechazo, Él no nos abandonó cuando nuestro primer padre pecó, y llegada la plenitud de los tiempos, según Sus Designios y las disposiciones de la humanidad a abrir sus corazones, nos envió la Segunda Persona de la Santísima Trinidad a Encarnarse en una humanidad creada por Él (Juan 3: 16, 17), para restaurar a Dios todo lo que cada uno de nosotros le debíamos haber dado, y para restaurarnos a cada uno de nosotros a Dios si así lo queremos.
Para que esta Redención y Restauración tuviesen lugar, el Verbo Encarnado, Jesucristo, nacido de mujer, verdadero Dios y verdadero hombre, tuvo que rehacer todos nuestros actos como hubiesen sido hechos si no hubiésemos pecado, y sufrir en Su Humanidad, en una magnitud y de una manera tan extraordinariamente dolorosa, que es totalmente imposible para nosotros entender, pues Sus sufrimientos son de Carácter Divino y tuvieron lugar desde Su Concepción hasta Su muerte en la Cruz.
Es a través de este Don de Su Vida, con todos Sus Actos, con Su sufrimiento, muerte, Resurrección y Glorificación, y en la Potencia de Su Divinidad, que Dios ha recibido de Él TODO lo que cada uno de nosotros le debía haber dado, y que también cada uno de nosotros ha recibido de Él la salvación y la restitución a la Vida Eterna, si la queremos y nos hacemos UNO en Él, pues es por Él, con Él, y en Él, que todo es y existe (Juan 1: 1-3).
Ahora bien, para poder acoger todo lo que a través de Jesús Nuestro Señor podemos recibir, tenemos que hacer vida en nosotros todo lo que Dios nos ha dado, tanto en la Creación como en la Redención; tenemos que hacer vida en nosotros TODO lo que Cristo vivió, a la medida que a cada uno Dios nos va dando el entendimiento y la oportunidad a través de nuestras vidas aquí en la tierra. (Juan 14: 6). Hacer vida en nosotros todo lo que Dios nos ha dado en la Creación, es simplemente el reconocer y acoger y hacer nuestra, la Vida de Dios que en cada cosa creada se encuentra, y darle a Él la correspondencia de nuestro amor y agradecimiento por cada una de ellas (Daniel 3: 51-90); Es reconocer y acoger todo lo que Nuestro Señor hizo en la Obra de Redención, y amar y agradecer a Dios por cada uno de Sus Actos, desde Su Concepción hasta Su Glorificación, con todo lo que en Ellos se encierra.
También es relevante e importante, recordar que sólo nuestros actos nos acompañan cuando pasamos de esta vida en el tiempo, a la vida eterna (Apocalipsis 14: 13, Apocalipsis 20: 12), y es por esto que todos nuestros actos se nos harán presentes en ese último acto de nuestra vida en el tiempo, en ese “instante de la verdad”, cuando veremos al Señor -con los “ojos” del alma-, cara a Cara, y veremos perfectamente cuánto nos Ama y cuanto lo hemos hecho sufrir en Su Humanidad al haber hecho y vivido nuestros actos con nuestra voluntad separada de la Voluntad Divina.
Si voluntariamente acogemos Su Voluntad en ese “instante de la verdad”, seremos confirmados en Ella, y después de ser purificados, viviremos con Él eternamente en Su Gloria y Felicidad Infinita, razón por la que fuimos creados y existimos, sin embargo, el grado de gloria que recibiremos, es determinado en la medida en que vivimos nuestras vidas aquí en mayor o menor comunión con la Voluntad de Dios, y es esto lo que determina el grado de Felicidad que recibiremos en la Vida Eterna -“En la Casa de mi Padre hay muchas moradas” Juan 14: 2.
Obviamente, si no queremos nada que ver con Él y rechazamos Su Voluntad, viviremos por toda la Eternidad separados de Su Presencia, lo cuál es un dolor inconcebible, pues Su Vida en nosotros es Esencia íntegra de nuestra naturaleza original, sea en Su Amor y Misericordia (Paraíso) ó en Su Justicia (infierno). Esta decisión, es decir, la de los que no quieran ser UNO en Él, la de “los que NO se hayan inscritos en el libro de la Vida, es la muerte segunda” (Apocalipsis 20: 14, 15), la verdadera muerte (en vida, ya que no dejamos de existir) por toda la Eternidad (Hechos 24: 15), pues “fuimos creados en Él, por Él y para Él” Col. 1: 16.
Ahora bien, Su Amor Y Misericordia Infinita es tal, que aún si hemos vivido separado de Él durante casi toda la vida, en ese “instante de la verdad” Él nos da una última oportunidad para reintegrarnos a Él, si acogemos nuevamente Su Voluntad. Los que solo entonces la acogen, se salvarán y vivirán eternamente en la Gloria de Dios, pero solo en la medida del mérito de ese último acto, y después de haber sido purgados y santificados por cada acto de su vida que no fue hecho en la Voluntad de Dios.
Bueno, tratando de ver la relevancia en todo esto, quizás podamos tener más o menos un poco de visión para entender por qué tenemos que también compartir, en la medida y grado que Él en Su Sabiduría lo permite para cada uno, parte de lo que Jesús sufrió en Su Humanidad, y recordamos que “TODO LO QUE CRISTO VIVIÓ HACE QUE PODAMOS VIVIRLO EN EL, Y QUE ÉL LO VIVA EN NOSOTROS” Catecismo #521. Él ya está en la Gloria, pero lo puede vivir ahora aquí en el tiempo, en nosotros, Su Cuerpo Místico, Su Iglesia, pues “…el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y extender y continuar Sus Misterios en nosotros y en toda Su Iglesia, por las Gracias que Él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios.” San Juan Eudes
En Su Sabiduría Infinita, Dios se vale también de nuestros sufrimientos y tribulaciones para purificarnos y prepararnos a vivir en Su Gloria, para santificarnos, pues nuestra humanidad tiene que vaciarse de todo lo que la ha corrompido al no estar en comunión total con Dios en la manera en que fuimos originalmente creados por Él.
Y es por esto que San Pablo nos dice en Romanos 5: 3-5: “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, la esperanza, y la esperanza no falla, porque el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.”
También en 2 Corintios 4: 7-10 nos dice “llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”.
Vemos también cómo San Pablo nos dice en Colosenses 1: 24: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que le falta a las tribulaciones de Cristo a favor de Su Cuerpo, que es la Iglesia…” No es que falte nada al valor Redentor de Su sufrimiento, -NADA le falta-, pero si unimos voluntariamente nuestras tribulaciones y sufrimientos a las de Jesús, como parte de Su Cuerpo Místico que somos, y animados por Su Voluntad en UNIDAD con la nuestra, podemos nosotros dar con Él la parte que nos corresponde, para también ser con Él partícipes de Su Resurrección y de Su Gloria “…alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de Su Gloria” 1 Pedro 4: 13.
(Citas similares son encontradas a través de Las Escrituras, y es por esto importante notar que existen otras dimensiones relativas al sufrimiento, distintas en característica y naturaleza. La más importante es la del “alma víctima” que voluntariamente se ofrece a sufrir en orden a hacer reparación a Dios por todo lo que la humanidad ha causado de mal. Otra dimensión que es muy difícil para nosotros entender, es la del sufrimiento de tantos inocentes, como son las víctimas de injusticia, abuso, hambruna, desastres naturales, etc. La dimensión de mi enfoque en esta comunicación, está, por supuesto, entretejida con estas otras dimensiones, pero no es directamente relevante a ellas.)
Dios no nos creó para sufrir, -todo lo opuesto-, nos creó para ser, como dijo Jesús, “dios en Dios”, …“y no puede fallar la Escritura” Juan 10: 34, 35, para vivir en Felicidad y Gloria Eterna con Él y glorificarlo. Sin embargo, en Su Omnividencia y en Su Sabiduría Infinita, sabiendo todo lo que iba a ocurrir debido a nuestro libre albedrío, Dios permitió lo que ocurrió, y a consecuencia de este mal, nos dio el Bien Infinito de la Redención, que ahora podemos también acoger y hacer Vida en nosotros, Don Divino que el mismo Adán no tuvo cuando fue creado. Es por esto que la Iglesia proclama “feliz culpa” a lo que ha tomado lugar (Catecismo # 412). “¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” Romanos 11: 33.
Ahora bien, para poder alcanzar toda esta realidad, necesitamos saber que para ser UNO en Dios, es absolutamente necesario morir a nuestro yo SEPARADO DE ÉL; es absolutamente necesario vaciarnos de nosotros mismos y llenarnos TODO de Dios, y es absolutamente necesario hacer y vivir TODA NUESTRA VIDA Y TODOS NUESTROS ACTOS para la Gloria de Dios, en Su Voluntad, siendo UNO en Él. Es sólo entonces que lo encontramos a Él, Quien vive en nosotros y nos da Su Gloria como nuestra, si la queremos.
Para alcanzar todo esto, es necesario hacer siempre la Voluntad de Dios en TODO, como manifestado claramente a través de Las Escrituras, de la Iglesia, y de nuestra propia conciencia, que por naturaleza nos guía a conocer el bien y el mal, y a escoger el bien. -“El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la Voluntad de Dios permanece para siempre” 1 Juan 2: 17-.
Es necesario orar y discernir Su Voluntad en ciertas circunstancias de la Vida, cuando Su Voluntad no es totalmente evidente, pues así Él lo permite en Su Sabiduría Infinita para hacernos crecer en amor, sabiduría y gracia. “Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la Voluntad del Señor.” Efesios 5: 17.
Es necesario vivir abandonados en Su Voluntad en cualquier circunstancia extraordinaria de nuestras vidas, pase lo que pase, siempre orando, con confianza absoluta en Sus Designios, pues como nos dice San Pablo: “hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra…” 1 Corintios 2: 7.
Por último, es necesario VIVIR EN SU VOLUNTAD, es decir, QUERER que la Divina Voluntad Reine y anime TODOS Y CADA UNO de nuestros actos, corporales y espirituales, hasta que gradualmente podamos crecer a la plenitud que Él ha decretado para cada uno de nosotros, cuando con esta actitud y acto perenne, lleguemos a ser UNO en Dios en virtud de Su Voluntad que Reina en nosotros, con Su mismo Amor, con Su Misma Vida, con Sus Cualidades y Atributos Divinos- con ÉL MISMO.
Ahora bien, si no hacemos primero la Voluntad de Dios en todo, y no vivimos abandonada en Ella, NO podemos VIVIR en Ella y SER UNO EN ÉL.
Obviamente, para hacer todo esto es necesario PRIMERO CONOCER cada vez más a Dios, y esto ahora sólo lo logramos mayormente a través de la lectura de La Sagrada Escritura, del Catecismo, a través de la Santa Misa, de los Sacramentos, de los Sacramentales, de la oración -incluyendo el rezo y meditación de los Misterios del Rosario, etc., y de TODO lo que nuestra Santa Iglesia nos da, y acogiendo y haciendo vida en nosotros TODO lo que en Ellos se encuentra.
SEGUNDO, Es necesario QUERER HACERLO con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, bajo cualquier circunstancia “El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”. Marcos 12: 29, 30.
Y TERCERO, es necesario VIVIRLO, haciéndolo en todos y cada uno de nuestros actos, de la manera ya descrita, pues así como nuestro cuerpo cesa de vivir si no respiramos en cada instante, o si nuestro corazón cesa de latir incesantemente, así también no podemos tener Vida Divina si no siempre hacemos TODO siendo UNO en Dios. Por nosotros mismos es imposible hacerlo, pues “sin Él NADA podemos hacer” Juan 15: 5, pero CON ÉL, en Su Voluntad Reinante en nosotros y nosotros obrando todos nuestros actos en Ella, TODO PODEMOS HACER, pues es Él Mismo Quien lo hace en nosotros y con nosotros. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” Mateo 6: 33.
Es por esto que el Señor en Su Infinito Amor por cada uno de nosotros pidió: "Padre, que todos sean UNO, como Tú, Padre, en Mi y Yo en Ti, que ellos también sean UNO en nosotros" Juan 17: 21, pues “es Voluntad de Dios que todos seamos Santos” 1 Tesalonicenses 4: 3. Por consiguiente, para poder ser UNO en Dios, tenemos que vivir con Su misma Vida, con Su mismo Amor, lo que significa, en Su Voluntad que Rige y Anima TODO y a TODOS, pues Su Voluntad ES DIOS MISMO.
Es también críticamente relevante e importante conocer el rol indispensable que por Designio Divino (-Génesis 3: 14, 15-), nuestra Santísima Madre tiene en nuestras vidas. Es Ella la única criatura “Bendita tú entre todas las mujeres” Lucas 1: 42 -excepto por la Humanidad de Jesús-, que desde Su Concepción, y a través de toda Su Vida, ha VIVIDO aquí en la tierra en la plenitud de la Divina Voluntad, siendo UNA en Dios, viviendo así místicamente TODO lo que Jesús vivió. Antes de Ella, solo Adán había vivido, hasta el momento de su caída, siendo UNO en DIOS,
Dios no hubiese podido Encarnarse en Ella si ELLA no fuese “llena de Gracia” Lucas 1: 28, esto es, si no hubiese sido Ella también UNA en Dios al haber recibido y acogido Su Vida en ese Don de Su Voluntad dado en Su Inmaculada Concepción, y es “…por eso que todas las generaciones la llamarán bienaventurada” Lucas 1: 48. Y no solo esto, sino que siendo también Madre de Dios -“Y ¿de dónde a mí que la MADRE DE MI SEÑOR venga a mí?” Lucas 1: 43-, esto la constituye a Ella en nuestra Madre, ya que “Él es también la Cabeza del Cuerpo, Su Iglesia” Colosenses 1: 18, quienes somos cada uno de nosotros.
La Santísima Virgen Maria, por Designio Divino -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con Su Sombra” Lucas 1: 35, y siendo UNA en Dios, ES CORREDENTORA -“!y a ti misma una espada te atravesará el alma!” Lucas 2: 35; ES MEDIANERA y ES ABOGADA nuestra -“Mujer, ahí tienes a tu hijo” Juan 19: 26; y ES la depositaria de toda la Vida del Señor y de todos Sus Actos -“María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón” Lucas 2: 19, 51. Así como a Ella Dios le confió en su Seno Materno a Jesús, Dios y Hombre Verdadero, así también le confió a Su Iglesia, Su Cuerpo Místico- cada uno de nosotros-, y es por esto que Ella tiene la Misión Divina de llevarnos a Él. Esta Misión continúa desde el Cielo, y continuará hasta que todos los que quieran, sean UNO en Dios, fin por el cuál fuimos creados por Él.
Es por esto que es en el Refugio de Su Maternidad, que también estamos siendo preparados, enseñados y guiados a preparar el Reino de Dios en la tierra, y es una realidad que se cumplirá en esta etapa de la historia de la humanidad, pues “…en Cristo, Dios nos ha dado a conocer el Misterio de Su Voluntad… para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que TODO tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los Cielos y LO QUE ESTÁ EN LA TIERRA.” Efesios 1: 9, 10, y REINARÁ HASTA QUE “LUEGO, AL FINAL, Cristo entregue a Dios Padre el Reino, DESPUÉS de haber destruido todo principado, dominación y potestad, PORQUE DEBE ÉL REINAR HASTA QUE PONGA TODOS SUS ENEMIGOS BAJO SUS PIES 1 Cor. 15: 24, 25- Hebreos 10: 13; (pero sabemos que “al presente no vemos todavía que le está sometido todo” Hebreos 2: 8).
Y para sellar este Decreto Divino, Nuestro Señor Mismo pidió: “Padre…, que venga Tu Reino, que se haga Tu Voluntad EN LA TIERRA como en el Cielo” Mateo 6: 10, y ha mantenido a Su Iglesia pidiéndolo por 2,000 años. Por Decreto Divino NO PUEDE NO VENIR. ES ESTE DECRETO DIVINO el que garantiza que EL ESPÍRITU SANTO HARÁ SU ÚLTIMO DESAHOGO DE AMOR Y ESTABLECERÁ CON SU POTENCIA ESTE REINO AQUÍ EN LA TIERRA. Las Escrituras se cumplirán, pues “así será mi Palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a Mi de vacío, sin que haya realizado mi Voluntad y haya cumplido aquello a que La envié” Isaías 55: 11
Es en vista a esto que podemos ahora entender las palabras de San Bernardo: “Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visible, pero esta no… De manera que, en la primera venida el Señor vino en carne y debilidad; EN ESTA SEGUNDA EN ESPÍRITU Y PODER; y en la última en Gloria y Majestad”. Liturgia de las Horas-Tiempo de Adviento.
“Por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza Su Designio Amoroso de Creación, de Redención y DE SANTIFICACIÓN” -Catecismo # 235.
La oración de Jesús pidiendo al Padre:”venga tu Reino: hágase Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo”, claramente indica que con su venida a la tierra, el Reino de su Voluntad no se había instaurado aún, pues si así fuese, habría dicho: “Padre, que tu Reino, que ya vino a la tierra, se extienda”. Tampoco podemos pensar que se refiera al Reino de los Cielos, pues entonces habría dicho: “Padre, llévanos a tu Reino al Cielo”. Por lo tanto, “venga” quiere decir que debe venir. Es por esto que con absoluta confianza, todos debemos esperarlo, y con muchísima mayor certeza que con la que los judíos esperaban, y esperan, el Redentor prometido.
Sabemos a través del Catecismo, que “AUNQUE LA REVELACIÓN ESTÁ ACABADA, NO ESTÁ COMPLETAMENTE EXPLICITADA” Catecismo #66, y sabemos a través de los Evangelios, que “hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran”. Juan 21: 25, y que “mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa” Juan 16: 12-13, “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo”. Efesios 4: 13.
Sabemos que por la Ley dada a Moisés, Dios nos preparó a recibir la Ley Nueva (Catecismo #1964), la cuál es la Gracia del Espíritu Santo dada mediante la Fe en Cristo (Catecismo #1966). Sabemos que La Gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos (Catecismo #1987), y que “Por el Espíritu Santo venimos a ser partícipes de la Naturaleza Divina” San Atanasio. Esta “divinización” será llevada a plenitud EN ESTA ETAPA DE LA HISTORIA, cuando “se haga la Voluntad de Dios EN LA TIERRA como en el Cielo” Mateo 6: 10, es decir, cuando la Voluntad de Dios sea UNA con la nuestra, restaurándonos así a Su Imagen y Semejanza.
Sabemos que en los primeros 2000 años de la existencia de la humanidad después de la “caída” de nuestro padre Adán, Dios renovó el mundo con el Diluvio (Génesis 7), y que en los segundos 2000 años lo renovó con la venida del Verbo a la tierra (Juan 1: 14), manifestando a través de Su Iglesia en Los Evangelios, lo que en el exterior, hizo y sufrió Su Humanidad obrante en Su Divinidad.
Ahora, al final de los terceros 2000 años, después que la tierra sea purgada (Mateo 24: 21, Apocalipsis 16: 18, Daniel 12:1), y Su Iglesia purificada (Apocalipsis 12: 17), la renovará nuevamente y en plenitud (Isaías 11: 9, 2Pedro 3: 13), poniendo a muerte todo mal (2 Tesalonicenses 2: 8, Apocalipsis 17: 14, 19: 7-9 y 19: 11-21), manifestando lo que su Divinidad hacía en su Humanidad, dando a conocer los excesos de Amor que su Divinidad obraba en su Humanidad a favor de las criaturas (Apocalipsis 10: 8-11, 14: 6, -la Nueva Evangelización profetizada por el Venerable Juan Pablo II), los cuáles superan por mucho, los excesos que externamente obraba su Humanidad.
Es entonces que Dios, con el más grande y último desahogo de Amor en este mundo, con el Poder de Su Espíritu restaurará Su pequeño Resto (Romanos 11: 4-6, Apocalipsis 14: 1-5) con la Potencia de Su Aliento Omnipotente, capacitándolo a acoger y hacer vida en plenitud en ellos, el Don de Su Voluntad, con el Cuál serán restaurados a Su Imagen y Semejanza (1 Juan 3: 2) para poder ser UNO en Él (Apocalipsis 21: 3-4) y para que Su Voluntad finalmente Reine EN LA TIERRA como Reina en el Cielo (Apocalipsis 21: 16-27 y 22: 1-17).
Esta es esa “era de paz y amor de una primavera espiritual” también profetizada por Juan Pablo II y proclamada en tantas citas de Las Sagradas Escrituras (Salmo 72: 7-8, Isaías 11: 9). Sin embargo, podemos, si queremos, ya desde ahora comenzar a crecer en la Vida de Su Voluntad (así como la Humanidad de Jesús crecía en Su Divinidad- Lucas 2: 40, 52), si le entregamos la nuestra para acoger la Suya, pues aunque no la podamos vivir aún en plenitud, Dios sí recibe ya TODA la Gloria que en Su Voluntad Reinante en nosotros se encuentra. Si tan solo esto hacemos, Él hará entonces todo lo necesario para hacernos crecer en Ella según Sus Designios y según nuestra disposición. Les exhorto a que lean la oración al final de este documento.
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