domingo, 24 de octubre de 2010

DEVOCIONES...

MARIAMCONTIGO.-

"HAY MUCHAS OTRAS DEVOCIONES MARIANAS QUE NO ES NECESARIO RECORDAR... NO TIENEN POR QUE ESTAR INCORPORADAS TODAS A LA VIDA DE CADA CRISTIANO, CREER EN VIDA SOBRENATURAL ES ALGO MUY DISTINTO DEL MERO IR AMONTONADO DEVOCIONES, PERO DEBO AFIRMAR AL MISMO TIEMPO QUE NO POSEE LA PLENITUD DE LA FE QUIEN NO VIVE ALGUNA DE ELLAS, QUIEN NO MANIFIESTA DE ALGUN MODO SU AMOR A MARIA".


SAN JOSEMARIA ESCRIVÁ, ES CRISTO QUE PASA, 142...





Al santiguarse
Al signarse
Padrenuestro
Gloria
Gloria a Dios en el Cielo
Himno Te Deum
Trisagio angélico
Símbolo Apostólico
Símbolo Niceno-Constantinopolitano
Símbolo Atanasiano
Actos de fe, esperanza y caridad
Himno Veni Creator
Secuencia Veni Sancte Spíritus
Invocación al Espíritu Santo




PARA ANTES DE LA MISA

Oración a la Santísima Virgen
Oración a san José
Oración de San Ambrosio
Oración de Santo
Tomás de Aquino


Oraciones para el sacerdote

Oración a todos los Angeles y Santos
Oración al Santo en cuyo honor se celebra la Misa Fórmula de la intención de la Santa Misa


PARA DESPUES DE LA MISA

A Jesús Crucificado
Invocaciones al Santísimo Redentor
Oración a Jesucristo
Oración a la Santísima Virgen
Oración a san José
Oración a San Miguel
Ofrecimiento de sí mismo
Actos de fe, adoración y acción de gracias
Oración de Santo Tomás de Aquino
Oración de San Buenaventura
Oración del Papa Clemente XI
Cántico de los tres jóvenes


Oraciones para el sacerdote

Oración al Santo del día Oración para llevar una vida santa Invocación

A JESUS SACRAMENTADO

Himno Adóro te devote
Himno Pange lingua
Oración
O salutaris Hostia
Alabanzas de desagravio
Salmo 116 (laudate)
Visita al Santísimo Sacramento
Comunión espiritual


TRIDUO DE NAVIDAD



Ave María
Salve
Acordaos
Bendita sea tu pureza
Santo Rosario
Misterios Gozosos
Misterios Luminosos
Misterios Dolorosos
Misterios Gloriosos
Letanía lauretana

Santo Rosario comentado por san Josemaría Escrivá
Angelus
Regina cæli
Akathistos
Novena a
la Inmaculada

El Escapulario de la Virgen
del Carmen


 
Fuente; Devociones.-

CON AMOR, MARIAM..

lunes, 18 de octubre de 2010

EXPRESION MAXIMA DE PERDON...

MARIAMCONTIGO.-
 
Una expresión máxima del perdón

Karoli es hutu (una de las muchas etnias que pueblan África). En uno de los conflictos que han ensangrentado su país, su familia fue aniquilada por miembros de la etnia rival, los tutsis. Perdió a su esposa, a sus hijos, a sus padres y a sus hermanos, todos asesinados. Él se salvó porque aquel día estaba lejos de su colina y pudo permanecer algunas semanas escondido en el almacén de la misión.

Años después volvió a casarse y tuvo un hijo. El día del bautizo del niño, Karoli escogió como padrino de su hijo a su amigo Sinzinkayo, catequista como él, pero no de su etnia, sino tutsi. Un hecho inaudito en aquellos tiempos de hostilidad. Entraron en la iglesia cogidos por el hombro. Los dos habían sufrido, los dos tenían muertos que llorar a causa de los enfrentamientos, pero los dos habían permanecido fieles al Evangelio y, con aquel gesto, decían ante todos que era posible el perdón y la reconciliación. Creo que fue una de las mejores catequesis que se dieron en aquella misión: con sus vidas, con ese gesto, enseñaron que, por encima de odios, estaba un único Padre que hace de todos los seres humanos una familia de hermanos.

Cuando recuerdo aquel hecho, no puedo dejar de sentir la admiración que se tiene delante de un milagro. En ellos veo encarnada la frase de San Pablo: “Dios nos reconcilia con Él en Jesucristo y hace de nosotros ministros de la reconciliación”. Ahora, cada vez que tengo que hablar de reconciliación, recuerdo con agradecimiento aquel hecho, la lección silenciosa que nos dieron aquellos dos catequistas.

Una vez tuve la oportunidad de comentar con ellos este magnifico ejemplo de reconciliación que habían dado. Su respuesta fue sencilla como el agua, pero con la profundidad de Dios mismo: “Los sacerdotes habéis sembrado la Palabra de Dios en nuestros corazones, nos habéis reunido en una familia nueva, nos habéis enseñado el perdón de Dios y lo habéis derramado en nuestros corazones. Vivimos de lo que nos habéis dado. La fuerza del perdón nos viene del perdón de Dios que nos habéis transmitido”. Siendo así, ¿puede haber vocación más bella que la de ser ministro de la reconciliación?

Ahora, tantos años después, me toca participar en la formación de los jóvenes seminaristas de esta Iglesia local. Les digo que están llamados a ser constructores de la familia de los hijos de Dios, que supera razas y colores, que nos hace hermanos los unos de los otros. El sacerdote, con su ministerio, hace nacer la comunidad, la alimenta con la Palabra de Dios, la refuerza con los sacramentos, hace caer barreras y prejuicios, hace que todos nos sintamos hermanos al anunciarnos que Dios es nuestro único Padre.

En el seminario, ellos mismos hacen experiencia de esta realidad. Provienen de etnias diferentes, con culturas diferentes, lenguas diferentes, modos de pensar y reaccionar diferentes…; sin embargo, viven la fraternidad, crece en ellos la amistad, son capaces de sacrificarse por el otro que es distinto. Este será su ministerio, su servicio a la Iglesia y a su propio país. En el seminario aprenden que en Dios lo imposible se convierte en posible y en fuente de gozo. Al final de su formación, así lo esperamos, serán servidores de la comunidad, constructores de fraternidad y, en esta África de barreras, serán ministros de la reconciliación.

Testimonio de Salvador Romano
Misionero Javeriano en Chad



DOMUND 2010...

MARIAMCONTIGO.-

DOMUND 2010

Domund 2010: Queremos ver a Jes�s
PREGUNTAS FRECUENTES

¿Qué es el DOMUND?

El DOmingo MUNDial de las Misiones es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.

¿Por qué el DOMUND?

El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de misión, un total de 1.069 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias para realizar su labor.

¿Para qué el DOMUND?

Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y sanitarios.

¿Cómo se distribuye el dinero del DOMUND?

La Asamblea Plenaria de los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, que se celebra cada año en Roma, distribuye equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo. Por eso se pide la colaboración con el DOMUND sin hacer referencia a proyectos concretos.

¿Cómo colaboran los fieles?

Además del donativo con motivo de la Jornada del DOMUND, cada día son más los que domicilian sus aportaciones periódicas, pagan sus compras con la tarjeta VISA-DOMUND o hacen sus transferencias por Internet (www.domund.org). Además, están tomando mucha importancia las donaciones por testamentos y legados.

¿Llega a los misioneros todo el dinero?

El donativo que cada fiel entrega para las misiones es recogido en la Dirección Nacional de OMP y enviado a los territorios de misión. Solo se permite utilizar un máximo del 10% para la administración de estos bienes y la animación misionera de las comunidades cristianas.

¿Atienden los misioneros situaciones de emergencia?

Ante catástrofes naturales o bílicas, los misioneros canalizan la ayuda de organizaciones sociales y se dedican a atender a los damnificados. El DOMUND colabora con ellos principalmente para que puedan permanecer en la misión tras esas situaciones de especial emergencia humanitaria.

¿Qué es la obra de la propagación de la Fe y cuándo nació?

La Obra Pontificia de la Propagación de la fe es una institución universal de la Iglesia de cooperación con las misiones a través de la oración, el sacrificio, la promoción de las vocaciones misioneras y la cooperación económica y material de los cristianos de todo el mundo.

Esta Obra nació en Lyon, Francia, en 1822, por iniciativa de la joven Paulina Jaricot. Comenzó implicando a los trabajadores locales para que apoyasen las misiones con una pequeña limosna cada semana. Un siglo después, establecida ya la Obra en casi todos los países del mundo, el Papa Pío XI la convirtió en el cauce oficial de toda la Iglesia católica para ayudar espiritual y económicamente a la actividad misionera de la Iglesia.

¿Cuándo se celebra esta jornada?

 La actividad de cooperación espiritual y material de esta Obra es permanente durante todo el año, pero alcanza especial significación durante el llamado "Octubre misionero". El día del DOMUND es el centro de la celebración misionera.

¿Cuáles son sus principales fines?

1. Iniciar a los fieles en la “contemplación” del rostro de Dios, en el que se reflejan los rostros de los más pobres y necesitados.

2. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.

3. Participar en las actividades organizadas por las comunidades eclesiales con motivo de la celebración del DOMUND.

4. Colaborar con una generosa aportación económica para atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.

5. Intensificar la oración y el sacrificio por las vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.

EXPLICACIÓN DEL LEMA y DEL CARTEL DE 2010: QUEREMOS VER A JESÚS
 
El lema que este año hemos escogido para la Jornada del Domund es una propuesta muy clara para todos: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21). El cartel nos presenta a una joven religiosa que mira con amor cristiano a una niña frágil y hambrienta de afecto. No es fácil llevar a cabo este modo de vivir si antes no se tiene una experiencia de amistad con Aquel que llena el corazón de un amor y una paz indescriptibles. Recuerdo que en una ocasión un joven me preguntó: “Quiero ver a Dios y por más que lo busco no lo encuentro. ¿Qué he de hacer? ¿Dónde está Dios?”. Nos sentamos y hablamos largo rato. En aquel momento no podía hablarle con palabras complicadas o con elucubraciones más o menos metafísicas o con reflexiones elevadas y filosóficas; le abrí el libro de mi vida y le comencé a contar dónde encontré por primera vez a Dios. Fue el momento que me puse a servir por caridad a una persona que estaba necesitada. Allí estaba Dios y all lo encontre. Y a este joven que me miraba con ojos ansiosos de ver a Dios, le dije: “No olvides que siempre que en nosotros hay amor y amamos a los demás, Dios se manifiesta. Él mismo nos lo asegura cuando nos dice que quien le ama y cumple sus palabras tendrá la dicha de ser habitado por Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Cuentan los relatos de los monjes del desierto que, una vez, un joven novicio creyó que, si se acercaba a la cumbre de la montaña antes que el sol se ocultara, lograría ver a Dios. Animado por esta idea, salió del monasterio muy de mañana con el fin de llegar cuanto antes a la cima de la montaña. Cuando ya había realizado la mitad del camino, se encontró con un montañero tirado en el suelo que estaba pidiendo auxilio. El hombre había sufrido un accidente y tenía una fractura en la pierna. El monje se acercó a él y le dijo que primero iría a ver a Dios y después le socorrería. Cuando llegó al tramo final de la cumbre de la montaña, a punto del ocaso del sol, por más que miraba no pudo ver a Dios. Bajó con presteza a socorrer al montañero malherido y cuando llegó ya no estaba. Concluyen los relatos: “Si hubiera socorrido con amor y premura al necesitado, hubiera visto a Dios, porque Dios es Amor y sólo se manifiesta a quien ama”. La decepción del joven novicio fue grande, pero la enseñanza hizo de él un monje gozoso de vivir por amor y para amar a los demás. El secreto de “ver a Dios” se resumía en amar siempre.

El Papa Benedicto XVI, en el pregón del Domund, nos dice: “Cristo establece la nueva relación entre el hombre y Dios. " ¡Él mismo nos revela que ‘Dios es amor’ (1Jn 4,8), y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana [...] es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal! (GS 38)”.

La nueva evangelización y la nueva forma de vivir la misión es antigua, pero al mismo tiempo también es contemporánea, porque solo hay un estilo y una forma de vivir: el amor a Dios y al prójimo. Porque ¿de qué le sirve a uno decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al hermano a quien ve? Esta es la gran suerte de creer en Jesucristo. Él nos va manifestando lo que son y lo que significan nuestras vidas. Sin Dios, la vida pierde todo sentido; y Él es muy celoso, como buen Padre, de manifestarse, por sorpresa, en los momentos más inesperados. “Soy ateo y esto es irreversible”, me decía un joven, tal vez dolorido por alguna circunstancia acosada por el sufrimiento. Lo escuchó, y cuando se desahogó, le interpeló: “No olvides que un día, en un ¡cambio de rasante! o ¡a la vuelta de la esquina!, de forma inesperada, te encontrarás cara a cara con Él”. Dios tiene el momento oportuno para cada uno, y por ello hemos de tener la esperanza de que Dios mismo se hará el encontradizo cuando uno menos lo espera. Nunca abandona a sus hijos, los deja libres, pero siempre les ofrece unas manos abiertas llenas de acogida, como hizo con el hijo pródigo.

Quien realmente sienta el deseo de ver a Dios no tiene ningún otro camino posible que no sea el del amor. Sucede lo mismo que con aquel que desea ver el oxígeno, pues lo siente en sus pulmones, aunque no lo perciba con los ojos. Ver y sentir se complementan. La oración es un trato de amistad con Aquel que sabemos que nos ama, decía la Santa de Ávila. Y la plegaria es como el oxígeno para nuestros pulmones. Para el Santo Cura de Ars, la oración “era una dulce amistad y una familiaridad que sorprende. El hombre no vive sólo de pan, vive de oración, vive de fe, de adoración y de Amor”. Si para ver a Dios se requiere vivir de la caridad, esta no se conseguirá por puro deseo o incluso por puro sentimiento. La fuente de este amor está en la Eucaristía; de ahí que se la denomine la fuente de donde mana y corre el amor de Dios. No encontraremos a ningún santo que no haya tenido estos dos amores: a Cristo Eucaristía y a Cristo en los pobres. Tratar de separar una realidad de la otra es caer en una herejía existencial, y va contra la ley del mismo Evangelio.

La propia Eucaristía es manifestación de Dios. Los Padres de la Iglesia dirán que ella misma es epifanía de Dios. Muchos servidores del Evangelio, muchos sacerdotes, muchos consagrados, muchos matrimonios, muchos seglares han encontrado en la Eucaristía la fuerza para seguir hacia delante en la vocación emprendida. Quien quiere ver a Dios ha de dejarse sorprender por la belleza y bondad de la Eucaristía, que es escuela de vida: de la vida de cada día. Con ella y desde ella podemos no solo ver a Dios, sino también hacer posible que los demás le vean. Esta es la misión de la Iglesia: que los que aún no conocen a Jesucristo puedan ver a Dios. Quien ve a Cristo y contempla a Cristo ve a Dios.

Decía San Bernardo que a esta fuente de vida y de luz hemos de correr, y con toda la fuerza del corazón exclamar: “¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad! De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz”.

En la Jornada del Domund, pongamos todas las ofrendas (que son las oraciones, los sacrificios y los donativos) para que con todas ellas sigamos mostrando que el verdadero amor no solo se hace camino de santificación, sino que es medio y apoyo para que Dios sea conocido, amado y adorado. Ojalá que en esta Jornada misionera muchos puedan ver a Dios o lo reconozcan con mayor nitidez.

Explicación ofrecida por Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona-Tudela y Director Nacional de OMP - España

"Queremos ver a Jesús"
Benedicto XVI ha enviado un Mensaje para este día, donde nos invita a tomar parte activa en el anuncio del Evangelio. Pone como ejemplo al apóstol Felipe, a quien unos griegos- paganos- le piden un favor: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Y él les lleva hasta Jesús. Esa es precisamente la labor de los misioneros, de los que están en la misión y de los cristianos que están aquí.
 
La labor del misionero es hacer ver el rostro de Dios. Benedicto XVI dice que el Mensaje que hoy los hombres esperan de los creyentes no solo que 'hablen' de Jesús, sino que 'hagan ver a Jesús'. Para ello, los misioneros son los primeros 'contempladores de Jesús'.

Se contempla a Jesús en:

Los misioneros, que entregan su vida por amor a los demás. La alegría de la religiosa es testimonio de que se da a los demás por Dios.

Los misioneros contemplan el rostro de Dios en los más pobres. Sólo quien sabe amar es capaz de ver a Dios en el rostro de los más indefensos, como esta niña.

Los misioneros contemplan a los más pobres y necesitados en el rostro de Jesús. La contemplación de Dios 'hace ver' a los demás.

ORACION
 
Señor Jesús,
que has prometido permanecer entre nosotros
si nos amamos como Tú nos amas,
 
Te rogamos lleves a buen término
-por los caminos de la paz,
de la justicia y del perdón-
a esta humanidad lacerada de guerras,
violencia y hambrienta de fraternidad.
 
Da fortaleza a los misioneros
que están llevando la antorcha de la fe
y haz que,
siguiendo los pasos de San Francisco Javier,
sean testigos valientes del Evangelio,
 
Infunde en muchos jóvenes la ilusión de seguirte por
el camino de la vocación al laicado,
a la vida consagrada y a la vida sacerdotal.
 
Te lo pedimos en unión con María,
Reina de las Misiones
y Estrella de la Nueva Evangelización.
 
MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2010

El mes de octubre, con la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones, ofrece a las comunidades diocesanas y parroquiales, a los institutos de vida consagrada, a los movimientos eclesiales y a todo el pueblo de Dios la ocasión de renovar el compromiso de anunciar el Evangelio y de dar a las actividades pastorales un aliento misionero más amplio. Esta cita anual nos invita a vivir intensamente los itinerarios litúrgicos y catequéticos, caritativos y culturales, con los que Jesucristo nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía, para gustar el don de su presencia, formarnos en su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a Él, Maestro y Señor. Él mismo nos dice: “El que me ame será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14,21). Sólo a partir de este encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia, podemos vivir en comunión con Él y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble, dando razón de nuestra esperanza (cf. 1P 3,15). Una fe adulta, capaz de abandonarse totalmente a Dios con actitud filial, alimentada por la oración, por la meditación de la Palabra de Dios y por el estudio de las verdades de la fe, es condición para poder promover un humanismo nuevo, fundado en el Evangelio de Jesús.

En octubre, además, en muchos países se reanudan las diferentes actividades eclesiales después de la pausa estival, y la Iglesia nos invita a aprender de María, mediante el rezo del Santo Rosario, a contemplar el proyecto de amor del Padre sobre la humanidad, para amarla como Él la ama. ¿No es quizá este también el sentido de la misión?

Efectivamente, el Padre nos llama a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don de salvación para la humanidad dividida por la discordia y el pecado, y revelador del verdadero rostro del Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

“Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21) es la petición que, en el evangelio de Juan, algunos griegos, llegados a Jerusalén para la peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. La misma petición resuena también en nuestro corazón en este mes de octubre, que nos recuerda cómo el compromiso y la tarea del anuncio evangélico compete a la Iglesia entera, “misionera por su naturaleza” (Ad gentes, 2), y nos invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio. En una sociedad multiétnica que cada vez más experimenta formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y a convertirse en hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia, y, sin falsas ilusiones o inútiles miedos, comprometerse a hacer del planeta la casa de todos los pueblos.

Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes, no solo que “hablen” de Jesús, sino que “hagan ver” a Jesús, que hagan resplandecer el rostro del Redentor en cada ángulo de la Tierra ante las generaciones del nuevo milenio, y especialmente ante los jóvenes de todos los continentes, destinatarios privilegiados y sujetos activos del anuncio evangélico. Estos deben percibir que los cristianos llevan la palabra de Cristo porque Él es la Verdad, porque han encontrado en Él el sentido, la verdad para sus vidas.

Estas consideraciones remiten al mandato misionero que han recibido todos los bautizados y la Iglesia entera, pero que no puede realizarse de manera creíble sin una profunda conversión personal, comunitaria y pastoral. De hecho, la conciencia de la llamada a anunciar el Evangelio estimula no solo a cada uno de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales, a una renovación integral y a abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de cada persona, de todo pueblo, cultura, raza, nacionalidad, y en todas las latitudes. Esta conciencia se alimenta por medio de la obra de sacerdotes Fidei Donum, de consagrados, de catequistas, de laicos misioneros, en una búsqueda constante por promover la comunión eclesial, de manera que también el fenómeno de la “interculturalidad” pueda integrarse en un modelo de unidad, en el que el Evangelio sea fermento de libertad y de progreso, fuente de fraternidad, de humildad y de paz (cf. Ad gentes, 8). En efecto, la Iglesia “es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen gentium, 1).

La comunión eclesial nace del encuentro con el Hijo de Dios, Jesucristo, que, en el anuncio de la Iglesia, alcanza a los hombres y crea comunión con Él mismo y, consiguientemente, con el Padre y el Espíritu Santo (cf. 1Jn 1,3). Cristo establece la nueva relación entre el hombre y Dios. “Él mismo nos revela que ¡Dios es amor! (1Jn 4,8), y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal” (Gaudium et spes, 38).

La Iglesia se convierte en “comunión” a partir de la Eucaristía, en la que Cristo, presente en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica a la Iglesia como su cuerpo, uniéndonos al Dios uno y trino y entre nosotros (cf. 1Co 10,16ss). En la exhortación apostólica Sacramentum caritatis escribó: “No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Este exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él” (n. 84). Por esta razón, la Eucaristía no solo es fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: “Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera” (ibíd.), capaz de llevar a todos a la comunión con Dios, anunciando con convicción: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estáis en comunión con nosotros” (1Jn 1,3).

Queridos hermanos, en esta Jornada Mundial de las Misiones, en la que la mirada del corazón se dilata sobre los inmensos espacios de la misión, sintámonos todos protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El impulso misionero ha sido siempre un signo de vitalidad para nuestras Iglesias (cf. Redemptoris missio, 2) y su cooperación es testimonio singular de unidad, de fraternidad y de solidaridad, que hace creíbles anunciadores del Amor que salva.

Por ello, renuevo a todos la invitación a la oración y, a pesar de las dificultades económicas, al compromiso de la ayuda fraterna y concreta para sostener a las jóvenes Iglesias. Este gesto de amor y de compartir, que el valioso servicio de las Obras Misionales Pontificias, a las que va mi gratitud, proveeré a distribuir, sostendrá la formación de sacerdotes, seminaristas y catequistas en las tierras de misión más lejanas y animará a las jóvenes comunidades eclesiales.

Al concluir el mensaje anual para la Jornada Mundial de las Misiones, deseo expresar con particular afecto mi reconocimiento a los misioneros y a las misioneras, que dan testimonio en los lugares más lejanos y difíciles, a menudo incluso con la vida, de la llegada del reino de Dios. A ellos, que representan la vanguardia del anuncio del Evangelio, va la amistad, la cercanía y el apoyo de todo creyente. “Dios, [que] ama al que da con alegría” (2Co 9,7), les colme de fervor espiritual y de profunda alegría.

Como el “sí” de María, toda respuesta generosa de la comunidad eclesial a la invitación divina al amor a los hermanos suscitará una nueva maternidad apostólica y eclesial (cf. Ga 4,4.19.26), que, dejándose sorprender por el misterio de Dios amor, el cual, “al llegar la plenitud de los tiempos, envió […] a su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4,4), dará confianza y audacia a nuevos apóstoles. Esta respuesta hará a todos los creyentes capaces de estar “alegres en la esperanza” (Rm 12,12) al realizar el proyecto de Dios, que quiere “que todo el género humano forme un único pueblo de Dios, se una en un único cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo” (Ad gentes, 7).

Benedicto XVI,
Vaticano, 6 de febrero de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

SANTA TERESA DE JESUS...

MARIAMCONTIGO.-

SANTA TERESA DE JESÚS
La eficacia de la paciencia


Nada de turbe, nada te espante,
todo pasa, Dios no se muda.

La paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento, al cielo sube,
por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pocho grande,
y, venga lo que venga, nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo---?
es gloria vana, nada tiene de estable,
todo se pasa.

Aspira a lo celeste que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda. 
Ámale cual merece bondad inmensa
bondad inmensa, pero... no hay amor fino
sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga la calma, que quien cree
y espera todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere, burlará sus furores,
quien a Dios tiene.

Véngale desamparos, cruce,
desgracias, siendo Dios un tesoro,
nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo, 
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda
solo Dios basta...



BIOGRAFIA

Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Fue bautizada con el nombre de Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz D'vila Ahumada. En su casa eran 12 hijos.
De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieronse irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces dispusieronse construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allí de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese.
La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella misma cuenta en su autobiografía: "Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien".
Sigue diciendo ella: "Por aquel tiempo me aficionó a leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y desilusión".
Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa.
Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las Cartas de San Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa.
Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. él, que la quería muchísimo, le respondió: "Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto". La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: "Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos".
La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.
Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba "El alfabeto espiritual", por Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en la oración.
A los tres años de estar enferma encomendóa San José que le consiguiera la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo.
Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una inmensa simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.
Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San Agustín leyó el libro más famoso del gran santo "las Confesiones", y su lectura le hizo enorme bien.
Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como "maestro de oración" al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno "Ven Creador Espíritu". Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas".
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engaña con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios.
Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural". En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los aires (éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice ella – dejó de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Después de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta vida espero que muero porque no muero".
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.
San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a Teresa.
La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran herida. Dice ella: "Vi un Ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese momento sentó en mi alma el más grande amor a Dios".
Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también.
Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda.
Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Y lo cumpliá a la perfección. Un juramento de estos no lo pueden hacer sino personas extraordinariamente santas.
En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140 religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha demostrado lo que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad".

Un día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar una comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa considerá esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento. Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas concedió el permiso.

Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás.


Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.

Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada "El libro de la vida"; "El libro de las Moradas" o Castillo interior; texto importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y "Las fundaciones: o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho estudios especiales. Sin embargo, sus escritos son considerados como textos clásicos en la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.

Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582en Alba de Tormes (Salamanca, España). En 1604 se inició el proceso de canonización de Teresa. En 1614 fue declarada Beata, y en 1622 fue canonizada por Gregorio XV. En 1970 fue declarada Doctora de la Iglesia.

LAS TRES VIRTUDES GRANDES

En los escritos de Santa Teresa de Jesús, hay uno de especial relevancia para nosotras. Se llama este libro "Camino de Perfección". Son avisos y consejos que da Teresa de Jesús a sus hijas recientemente fundadas, las Carmelitas Descalzas.


Se trata pues, de algo de gran valor, afectivo y doctrinal.
Anteriormente había escrito ya el “Libro de la Vida”, autobiografía espiritual cuyos destinatarios eran sus confesores y otros grandes teólogos. Pero sus monjas no podían ser privadas de sus enseñanzas puestas por escrito y quiso hacerlo en tono más familiar, sencillo y práctico. Así nació el libro.
La Santa es además de realista una gran pedagoga y sabe que antes de adentrarse en la oración, tiene que formar a la persona desde unos valores básicos, para hacerla auténticamente cristiana y orante.
Entre estos destacan por su importancia y la amplitud con que los trata, las llamadas tres virtudes grandes, fundamento, a la vez que corona, sin los cuales no puede haber ni vida de oración ni santidad autentica. Son: desasimiento, amor fraterno y humildad.
Desde estos valores se va realizando la personalidad madura y cristiana, pues son eminentemente evangélicos e integradores de la personalidad.
Santa Teresa de Jesús, es una mujer abierta a lo universal. Su profundo conocimiento de la persona y su relación personal con Dios, la hacen trascender todo tiempo, cultura o religión y es por esto que sus escritos tienen plena vigencia hoy, como la tuvieron en el Siglo XVI cuando fueron escritos.
Si bien anteriormente hemos dicho que escribió para sus monjas, no es menos cierto que su doctrina es válida para toda persona que busque sinceramente la verdad de Dios y la verdad del hombre.
El amor, principal fuerza de cohesión para todo ser humano, se expresa en la comunidad en la comprensión, el cariño, la amistad y el servicio, prestados desde la gratuidad y que, son recíprocos y exigentes, pero gratificantes. Amor de unas con otras, “aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de ayudar” (CP 6,4) que sabe compartir desde los niveles más profundos de la persona, especialmente lo relativo a la fe y a la vivencia de la gracia vocacional. Amor que trasciende la propia comunidad, y se abre a la universalidad eclesial.
El desasimiento es fuente de libertad y señorío, excluye la posesión y el acaparamiento esclavizante, tanto en lo material como en las relaciones interpersonales. El egoísmo repliega sobre sí mismo, el amor dilata y engrandece, por eso solamente el amor es capaz de compartir. La persona desprendida no pone el acento en nada, porque ha optado por el “Todo”. En frase de la Santa: “sólo Dios basta” (Poesías) y ésta no es una frase excluyente sino más bien sintetizante porque en Dios lo halla todo. Posee el mayor bien: su relación personal con el Señor, donde encuentra toda su riqueza y felicidad.
La Humildad de la que trata la Santa nada tiene de minusvaloración personal, conoce y acepta sus limitaciones pero tiene clara conciencia de los bienes naturales y sobrenaturales que posee, nada se apropia, pues sabe que todo es don recibido de Dios. La humildad pone cada ser y cada cosa en relación con la Persona de Jesús. Conocida es la frase de la Santa “humildad es andar en verdad” (MVI 10,7). La humildad verdadera cede el protagonismo enteramente a Dios porque sabe que la orientación y el rumbo de su vida pertenecen al Señor. Sabe desconfiar de sí porque ha puesto su entera confianza en el Señor de su vida.

HOSPITAL DEL SEÑOR...

MARIAMCONTIGO.-

HOSPITAL DEL SEÑOR

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Fui al Hospital del Señor a hacerme una revisión de rutina y constató que estaba enfermo. Cuando Jesús me tomó la presión vio que estaba baja de ternura. Al medirme la temperatura el termómetro registró 40 grados de egoísmo. 

Hizo un electrocardiograma y el diagnóstico fue que necesitaba varios "by-pases" de amor porque mis venas estaban bloqueadas y no abastecían mi corazón vacío. 
Pasó hacía ortopedia: no podía caminar al lado de mi hermano, y tampoco podía abrazarlo porque me había fracturado al tropezar con mi vanidad.  También me encontraron miopía, ya que no podía ver más allá de las apariencias; cuando me quejé de sordera Jesús me diagnosticó quedarme sólo en las palabras vacías de cada día.


GRACIAS SEÑOR, porque las consultas son gratuitas, por tu gran misericordia. Prometo, al salir de aquí, usar solamente los remedios naturales que recetas en el Evangelio... Al levantarme tomara un vaso de AGRADECIMIENTO. 

Al llegar al trabajo, una cucharada sopera de BUEN DÍA. Cada hora un comprimido de PACIENCIA y una copa de HUMILDAD. Al llegar a casa, SEÑOR, voy a tener diariamente una inyección de AMOR, y al irme a acostar dos cápsulas de CONCIENCIA TRANQUILA. 


¡¡¡¡¡ GRACIAS SEÑOR !!!!!


PROFECIAS MAYAS Y PROFECIAS CATOLICAS...

MARIAMCONTIGO.-


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miércoles, 13 de octubre de 2010

EL AVE MARIA...


 AVE MARIA...















 AHORA Y EN LA HORA
DE NUESTRA MUERTE...
AMEN...





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