domingo, 30 de junio de 2013

AY, EL BUEN SAMARITANO...



EL BUEN SAMARITANO
Lc.10, 25-37



Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?»
26 Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» 

El hombre contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» 

El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?» 

Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. 

Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, dio un rodeo y siguió. 

Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. 

Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero éste se compadeció de él. 

Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. 

Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.» 

Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» 

El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.» 





SYLVAIN CLEMENT



LA HISTORIA DEL FILÓSOFO SYVAIN CLEMENT
Ateo y desesperado, se la apareció su ángel de la guarda y le dijo "sígueme"... todo cambió en su vida
Primero fue una extraña aparición, luego descubrió la Eucaristía y más tarde el perdón. Del sinsentido, Sylvain Clement pasó a la fascinación por la Verdad. 
-Javier Lezamo-

 
Que Dios se puede aparecer a las personas de las maneras más insospechadas y en los lugares más extraños es algo indudable. Si no que se lo cuenten a Sylvain Clement, un filósofo que vivió una conversión radical viniendo desde el ateísmo, la desesperación y el nihilismo. Pero Dios aconteció de manera fulgurante y le cambió el corazón y pese a que al principio se resistió una vez que experimentó el verdadero amor, su vida recobró un sentido tal que nunca quiso volver a lo anterior.
 
El sinsentido en su vida
 
La historia comienza en septiembre de 1994 cuando este joven tenía apenas 22 años, edad suficiente para haber experimentado ya el sinsentido de la vida de tal forma que hasta el suicidio rondaba ya por su cabeza.
 
Sylvain caminaba por la basílica de Nuestra Señora de Longpont sur Orge junto a su amiga Emmanuelle, a la que conoció en un centro para personas discapacitadas en el que trabajaron juntos. “En el fondo deseaba recorrer un largo camino de vida juntos pero esto requería un compromiso. Además, ella había decidido antes de conocernos retirarse durante nueve meses a una comunidad religiosa para pensar sobre una posible vocaci

“Este era nuestro paseo de despedida. Era uno de los primeros católicos que conocí. Yo no creía en Dios ni en el diablo –y para decirlo todo, no creía ni en la buena gente ni en mi mismo-, me empeñaba en ponerle mil objeciones aunque fui tocado por la sencillez de su alegría y la sinceridad de su fe”, recuerda Sylvain Clement en Famille Chretienne
 
¿Cuál es el sentido de la vida?
 
Sin embargo, sobre el acechaban muchos años de desesperanza. “Sobre todo, en ese día en mí se manifestaba la sombra de la desesperación que había tenido durante años. Estaba absorbido por el abismo de la nada al igual que un meteorito es succionado por un agujero negro”

Su pasado le atormentaba. De este modo, recuerda que “desde los 16 años sin descanso me asaltaban las siguientes preguntas: ¿cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué hacer con ella? ¿Por qué merece la pena ser vivida? ¿Por qué el sufrimiento?...Esas preguntas me llegaban hasta el corazón y la mente”.

Incluso afirmaba que la “muerte me fascinaba más” y “meditaba vagando en los cementerios”. Pero un hecho comienza a cambiarle un poco la percepción de la vida.  Fue el suicidio de un amigo. En ese momento, este joven francés se decía: “no quiero vivir a medias, quiero una vida plena, que valga la pena de haber sido vivida”. Pero el problema es que “no sé cómo”.

La búsqueda en la filosofía
 
En esta búsqueda se sentía en medio de ninguna parte por lo que intentó encontrar la felicidad en su mente. “Busqué entre los poetas y los filósofos, leí decenas de libros. Este deseo de entender, esta búsqueda de un sentido me empujó a hacer Filosofía en la Sorbona". Aune este camino le llevó a la decepción: "la filosofía se veía como un supermercado con sus estantes, los ´grandes pensadores´, cada uno con su programa que tenía la clave de todo. Pero, ¿cuál era la correcta?".

En este sentido, Sylvain recuerda que hubo tres autores que le llamaron particularmente la atención: Kant, Nietzsche y Freud. Con sus escritos, cuenta, "me entere de que la verdad no es accesible, la búsqueda es  mejor que el resultado. Cultivé la duda y la sospecha y caí en la desesperación del nihilismo. Tuve la horrible experiencia del vacío, un abismo parecía abrirse debajo de mis pies".

Todo esto fue calando en este joven que "incluso llegué a no creer en el amor –porque el amor está asociado a la verdad-. Si no existe, entonces, ¿qué es el amor?".  Por todo ello, el amor no podría ser otra cosa que "egoísmo disfrazado".

Un ángel se le aparece
 
Con este sentimiento e historia volvemos al paseo con Emmanuelle por la basílica. Van caminando por sus maravillosos pasillos. En ese momento se separan por distintos pasillos. Y aquí llegó el extraño momento que cambió su existencia. “Pasaba delante de una estatua del obispo Dionisio. Y de repente, vi en su corazón el rostro de un niño. Parecía uno de esos ángeles con el pelo rizado. Esta cara se volvió hacía mí y me miró como diciendo ‘ven, sígueme’. Me detuve asombrado, volví a la estatua pero el niño había desaparecido”.

No lograba explicarse aquello. ¿Era una alucinación? No encontraba ninguna explicación racional para ello. Al encontrarse con Emmanuelle fue presuroso a contarle lo que le había pasado. “¡Me ha pasado algo que parece una locura!”, le dijo. Ella, con alegría le dijo muy contenta que era algo “genial” pues “es tu ángel de la guarda”. El problema para Sylvain es que “no creía  en los ángeles, ni siquiera creía en Dios”, que fue lo que le dijo casi enfadado a su joven amiga.

“La palabra de Dios me habla personalmente”
 
Tras esto, ambos se sentaron en un banco mientras ella rezaba en silencio por él. En el camino de regreso, Silvayn comienza a sentirse más ligero y al despedirse de su amiga, que iba a hacer una experiencia en el convento está triste pero sereno. Sin saberlo, ese día iba  a suponer un punto de inflexión en su vida.

Él mismo reconoce que desde aquel día todo fue muy rápido. Al día siguiente de esta “aparición” se sintió atraído a ir a la iglesia de su barrio de París. “Yo que no era bautizado, iba a vivir una de las primeras misas de mi vida. La palabra de Dios me habla a mí personalmente. Tenía la impresión de que mis oídos se abren. Las palabras del sacerdote también me tocaban. No asistía a la misa, la viví”.

Experimenta algo que nunca había tenido. “Llega a mí la paz, se impone en mí una dulzura”. De hecho, cuenta que en ese momento “por primera vez estoy bien”. Y lo que más molestaba a este joven es que esa paz “no venía de mí” y “me hacía libre”. Él que buscaba todo esto con su cabeza y su razón lo había encontrado de repente “convertido en Presencia de Dios”.

Redescubrir el perdón
 
“¡Qué semana!”, pensaba Sylvain. “En pocos días: una cara de niño aparece en el corazón de una estatua de un obispo; una hostia que oculta una Presencia inaudita; al día siguiente unas lágrimas venidas de las profundidades releyendo cartas de mis padres; dos días después, un perdón liberador y que pacifica descubriendo la confesión…”.

 A pesar de esto, la lucha durante su conversión fue grande. “Conocí el combate real”, afirma. “No es fácil porque al adversario no le gusta que se renuncie a un camino de muerte para ir al de Dios”.

Pero ese gran día llegó.  “Fui bautizado en la Iglesia Católica en Pentecostés de 1995. Día de júbilo y de victoria”.  Su vida se inició también ahí. “Sobre esta roca construí mi vida” y empieza a tomar decisiones en su vida acorde a esta vida. Se casó con Emmanuelle, ha tenido tres hijos y al final sus estudios de filosofía le han servido para impartir clase y mostrar la belleza de la unión entre fe y razón.

“En la Iglesia me encontré con Cristo vivo y descubrí sorprendido el Dios de los Evangelios, que nos ama y quiere salvar a todos los hombres. Tengo muchas razones para decir ‘gracias’ a Aquel que me salvó de la desesperación y la eternidad no sería suficiente para darle la gracias”.
 
 
 
 
 
 

sábado, 29 de junio de 2013

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO




ORAR CON EL EVANGELIO
Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Audio





PEDRO LAS LLAVES Y PABLO LA ESPADA
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PEDRO Y PABLO
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viernes, 28 de junio de 2013

HOMILÍA 28/06/2013



A patir de hoy estaremos colocando la Homilia de los viernes...


¡ SÍGUEME !


¡ SÍGUEME !
Audio - Liturgia 30/06/2013



SI FUÉRAMOS BUENOS


SI FUÉRAMOS BUENOS
Veríamos en cada paso de nuestra vida, una oportunidad de ver la Mano de Dios



Si fuéramos buenos, querríamos estar siempre últimos, y no primeros. Rogaríamos no ser invitados al escenario, ni a tomar el micrófono, ni a estar bajo el haz de los reflectores del mundo.

Si fuéramos buenos, disputaríamos dar lo mejor, y no recibir lo mejor. Insistiríamos ante quienes nos rodean, con fuerza y convicción, en que nos permitan darles lo mejor que tenemos, rechazando lo bueno que ellos nos ofrecen, para que sean ellos quienes lo disfrutan.

Si fuéramos buenos, no pensaríamos mal de los demás, sino que buscaríamos todo el tiempo la forma de comprender los actos de nuestros hermanos, como surgidos de una buena intención.

Si fuéramos buenos, viviríamos la vida con optimismo y esperanza, confiados en que dada día es un regalo maravilloso e irrepetible. Sin lugar para la depresión o las tristezas no justificadas, iluminaríamos el mundo con nuestras alegres miradas.

Si fuéramos buenos, nos alegraríamos infinitamente de todo lo bueno que les ocurre a los demás, sin hacer comparaciones con lo que nosotros somos o tenemos.

Si fuéramos buenos, daríamos gracias cada día a Dios por todo lo que El no nos da, porque ésta es Su forma de invitarnos a compartir Su Cruz.

Si fuéramos buenos, obedeceríamos con alegría a quienes Dios pone en nuestro camino como guías, sean nuestros padres, jefes, o nuestros maestros.

Si fuéramos buenos, buscaríamos por todos los medios no utilizar palabras que puedan herir a los demás, suavizando nuestro lenguaje hasta hacerlo un medio de transmitir hasta la noticia más dura, con ternura y sinceridad.

Si fuéramos buenos, no dejaríamos de hacer aquellas cosas que nos duelan, pero que por amor y justicia corresponden ser hechas.

Si fuéramos buenos, no sentiríamos vergüenza de dar testimonio de ser hijos de Dios, de amarlo por sobre todas las cosas, supeditando todos los actos de nuestra vida a Su Voluntad.

Si fuéramos buenos, seríamos verdaderos paladines en la defensa de la verdad, de la justicia, y de la búsqueda del camino de la luz.

Si fuéramos buenos, no dejaríamos sin ayuda a ese niño que hoy nos pidió dinero en la calle.

Si fuéramos buenos, le diríamos a nuestro padre y a nuestra madre que los amamos, que los necesitamos, y que el mundo no sería el mismo sin ellos.

Si fuéramos buenos, escucharíamos a nuestros hijos cuando nos dicen que nos aman, que nos necesitan, aunque lo hagan con palabras que no comprendemos totalmente.

Si fuéramos buenos, amaríamos la vida que Dios nos da, y la defenderíamos a muerte. Millones de niños abortados tendrían un ejército de mujeres y hombres dispuestos a luchar hasta detener esta matanza.

Si fuéramos buenos, daríamos el ciento por uno en retribución, por cada don que Dios nos da.

Si fuéramos buenos, veríamos en cada paso de nuestra vida, una oportunidad de ver la Mano de Dios obrando a nuestro alrededor. Y dejaríamos que sea El el que guíe nuestro camino.

Si fuéramos buenos, amaríamos...




CONOCE A S.S. FRANCISCO



Con el fin de ayudar a los católicos de todo el mundo aprenden más sobre Jorge Mario Bergolgio, ahora el Papa Francis, hemos trabajado juntos con los católicos de todo el mundo producir este video en 15 idiomas. 
 Catholic link




PRELADO ARRESTADO




ARRESTAN A PRELADO POR INVESTIGACIÓN DEL BANCO VATICANO 
Monseñor Nunzio Scarano, de 61 años, trabajaba como contador en la entidad financiera y ya estaba involucrado en otra pesquisa judicial al sur de Italia.
28/06/2013 - Reuters



Un clérigo del Vaticano sospechoso de intentar ayudar a amigos ricos ingresando ilegalmente millones de euros a Italia fue arrestado hoy como parte de una investigación del Banco Vaticano, dijeron fuentes policiales y su abogado.

Monseñor Nunzio Scarano, de 61 años, trabajaba como contador en la administración financiera del Vaticano y ya estaba involucrado en otra investigación de jueces del sur de Italia.

El sacerdote fue detenido en una parroquia en la afueras de Roma y trasladado a una cárcel de la ciudad, dijo a la agencia Reuters su abogado Silverio Sica.

También detuvieron a un miembro de los servicios secretos italianos y a un corredor de bolsa dentro de la investigación.

Sica relató que Scarano estaba acusado de estar involucrado en un intento por ayudar a amigos a traer 20 millones de euros (US$26 millones) a Italia desde Suiza en avión, en complicidad con el agente del servicio secreto y el intermediario financiero.

El abogado, quien había tenido acceso a la acusación, alegó que el dinero nunca salió de Suiza. Investigadores, que tenían previsto dar hoy una conferencia de prensa, identificaron al agente del servicio secreto como Giovanni Zitto y al corredor de bolsa como Giovanni Carenzio.

No estaba claro cuál era el rol del banco, si lo tuvo, en los últimos acontecimientos.

El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, dijo en un comunicado que las autoridades del Vaticano estaban listas para cooperar con la investigación italiana, pero hasta el momento no habían recibido un pedido oficial.

Lombardi agregó que la autoridad financiera del Vaticano *estaba siguiendo el caso *y tomaría acciones si fuera necesario.

Las detenciones ocurren un día después de que el Vaticano anunciara que el Papa Francisco creó una comisión para investigar el Banco Vaticano, que formalmente se llama Instituto para las Obras de la Religión. La institución se ha visto sacudida por una serie de escándalos en las últimas décadas.

Scarano trabajó durante años como contador para un departamento del Vaticano conocido como APSA, cuyo título oficial es Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.

El clérigo fue suspendido de sus funcionarios hace varias semanas cuando magistrados de la sureña Salerno, su ciudad natal, lo pusieron bajo investigación. 


Antecedentes


A lo largo de los años, diversos escándalos mancharon la reputación del IOR, ya que círculos criminales aprovecharon el anonimato o testaferros para blanquear sus fondos.
 
El más importante se produjo en 1982 con la quiebra del Banco Ambrosiano.
 
El caso Enimont (1993) de sobornos a partidos políticos italianos también salpicó al IOR y más recientemente el tribunal de Roma detectó casos de blanqueo de dinero por parte de mafiosos.
 
El suizo René Brülhart, consejero de la Autoridad de Información Financiera (AIF), que supervisa al IOR, indicó que en 2012 se señalaron seis transacciones sospechosas.




HOMBRES DE FE



PEDRO Y PABLO EN EL AÑO DE LA FE
Dos personas que fueron cimientos y puntales de los primeros tiempos de la evangelización cristiana: Pedro y Pablo
Autor: P. Javier Leoz Ventura  


Al llegar la festividad de San Pedro y de San Pablo salen a flote los primeros pasos de nuestra era cristiana, tomando cuerpo y forma, criterio y testimonio en dos personas que fueron cimientos y puntales de los primeros tiempos de la evangelización cristiana: Pedro y Pablo.


Era la hora de la verdad:

  • De dar razón de las palabras de Jesús hasta los últimos confines de la tierra
  • De pasar del dicho al hecho, incluso vertiendo la sangre
  • De no seguir con miradas perdidas en el cielo
  • De probar la verdad o la fragilidad de la fe en el discipulado

1.  SAN PEDRO Y SAN PABLO: SERVIR ANTE TODO
  • Son columnas de ese gran edificio espiritual que es nuestra Iglesia
  • Son testimonio de un Cristo vivo de, aquellos, que lo supieron escribir con sangre
  • Son, tan distintos, que fueron capaces de unirse en lo esencial: ¡por encima de todo el afán evangelizador! Como recientemente nos ha recordado el Papa Francisco, fueron personas (cristianos) contracorriente.
  • Son punto de referencia a la hora de tomar un camino u otro en nuestra vida cristiana. Como San Pedro, a veces, corremos el riesgo de quedarnos "con y en los nuestros". Como a San Pablo, qué bien nos vendría si Dios nos tirase de nuestro particular, altivo y querido caballo (orgullo, hipocresía, mentira, debilidad, falsos prejuicios, cobardía…..) para aventurarnos a lo nuevo sin miedo. Muchos, hoy en la Iglesia, siguen entendiendo que el esfuerzo evangelizador ha de ir recompensado por una responsabilidad mayor, con un reconocimiento implícito o explícito por la Jerarquía Eclesial. Afortunadas las palabras del Papa Francisco: "muchos entienden su servicio a la Iglesia como un carrerismo".

2.  SAN PEDRO Y SAN PABLO: DIVERSIDAD PARA UNA MISMA FE
  • En uno Jesús puso la familiaridad y la cercanía, el compañerismo y hasta le leyó de antemano las contradicciones en las que caería en los aledaños de la Pascua.
  • Con el otro, Dios, quiso saltar las fronteras de una Fe que podía haberse quedado encerrada en las cuatro puertas de Palestina
  • En uno sobresale aquello de "ser amigo de sus amigos". No le acompañó precisamente ni la ciencia ni las letras, pero tuvo la virtud de ser sencillo como una paloma y noble como el oro. Jesús, le hizo entrega de las llaves de esa gran familia que es nuestra Iglesia.
  • Con el otro, Dios hizo el milagro de la conversión radical. Pasó de ser adversario a ser "fan" y propagandista de Jesús. Se sintió derribado de sus esquemas y de sus acepciones, de su sabiduría y de su altanería. Todo lo estimó en basura cuando lo comparaba con el amor/riqueza de Cristo. Pasó de la vehemencia a la docilidad ante su Dios.

Dios no quiere a superhombres para llevar a cabo su Reino. Dios quiere respuestas. Pedro le falló en las horas más decisivas de la Pasión de Jesús. Pablo se convirtió en uno de los más sangrientos perseguidores. Pero, después, con un "sí" uno pasó de ser pescador en Galilea a ser pescador de almas. El otro, de ser un incrédulo, guerrero e intelectual, a un enamorado de la causa de Jesús. 

Dos personas distintas con un mismo denominador común: JESÚS... ¡TODO POR JESÚS!


3.      LOS NUEVOS "PEDRO" Y LOS NUEVOS "PABLO"


Aún con nuestras historias (buenas o malas), limitaciones (que son otras tantas), con los caminos emprendidos (a veces contrarios a la fe), aún siendo como somos (y mira que somos complicados)... Dios sigue contando con nosotros: pone el tesoro de su Reino en nuestras manos aún a sabiendas que siempre serán empecinadas y constantes vasijas de barro. Y, volviendo al Papa Francisco, qué bueno sería saber, pensar y reflexionar una de sus perlas lanzadas en la capilla de Santa Marta: "nunca he visto que detrás de un cortejo fúnebre vaya un camión de mudanzas". Con nosotros, claro está, se va lo que hemos dado, trabajo, ofrecido y servido.


En esa carne (débil y pecadora) que somos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, Dios va manifestándose todos y cada uno de los días. Ojalá seamos capaces de ofrecer a DIOS nuestra vida de tal manera que nos sintamos "menos superhombres" y "más amigos de Dios".


Con todo ello, en este día de los pilares de la Iglesia, tenemos un recuerdo y oración especial por ese testigo del evangelio que nos ensambla con el primer testimonio de los apóstoles y que es signo de unidad, de caridad y de comunión en toda la iglesia: el Papa Francisco. Dios lo acompañe en su intento de renovación, profunda y espiritual, de nuestra Iglesia.








jueves, 27 de junio de 2013

MARÍA NOS DEFIENDE




MARÍA TIENE PODER PARA DEFENDER A LOS QUE LA INVOCAN EN LAS TENTACIONES DEL DEMONIO
-Santísima Virgen-



1. María vence al mal 

No sólo María santísima es reina del cielo y de los santos, sino que también ella tiene imperio sobre el infierno y los demonios por haberlos derrotado valientemente con su poder. Ya desde el principio de la Humanidad, Dios predijo a la serpiente infernal la victoria y el dominio que había de ejercer sobre él nuestra reina al anunciar que vendría al mundo una mujer que lo vencería: “Pondré enemistades entre ti y la mujer... Ella quebrantará tu cabeza” (Gn 3, 15). ¿Y quién fue esta mujer su enemiga sino María, que con su preciosa humildad y vida santísima siempre venció y abatió su poder? “En aquella mujer fue prometida la Madre de nuestro Señor Jesucristo”, dice san Cipriano. Y por eso argumenta que Dios no dijo “pongo”, sino “pondré”, para que no se pensara que se refería a Eva. Dice pondré enemistad entre ti y la mujer para demostrar que esta triunfadora de Satán no era la Eva allí presente, sino que debía de ser otra mujer hija suya que había de proporcionar a nuestros primeros padres mayor bien, dice san Vicente Ferrer, que aquellos de que nos habían privado al cometer el pecado original. María es, pues, esa mujer grandiosa y fuerte que ha vencido al demonio y le ha aplastado la cabeza abatiendo su soberbia, como lo dijo Dios: “Ella quebrantará tu cabeza”. Cuestionan algunos si estas palabras se refieren a María o a Jesucristo, porque los Setenta traducen: “Él quebrantará tu cabeza...”

Pero en cualquier caso, sea el Hijo por medio de la Madre o la Madre por virtud del Hijo, han desbaratado a Lucifer y, con gran despecho suyo, ha quedado aplastado y abatido por esta Virgen bendita, como dice san Bernardo. Por lo cual vencido en la batalla, como esclavo, se ve forzado a obedecer las órdenes de esta reina. “Bajo los pies de María, aplastado y triturado, sufre absoluta servidumbre”. Dice san Bruno que Eva, al dejarse vencer de la serpiente nos acarreó tinieblas y muerte; pero la santísima Virgen, venciendo al demonio nos trajo la luz y la vida. Y lo amarró de modo que el enemigo no puede ni moverse ni hacer el menor mal a sus devotos. 

2. María nos libra del maligno 

Hermosa es la explicación que da Ricardo de San Lorenzo de aquellas palabras de los Proverbios: “En ella confía el corazón de su marido que no tendrá necesidad de botín” (Pr 31, 11), y dice: “Confía en ella el corazón de su esposo, es decir, Cristo; y es que ella enriquece a su esposo con los despojos que le quita al diablo”. “Dios ha confiado a María el corazón de Jesús a fin de que ella corra con el cuidado de hacerlo amar de los hombres”. Así lo explica Cornelio a Lapide. Y de ese modo no le faltarán despojos, es decir, almas rescatadas que ella le consigue despojando al infierno, salvándolas de los demonios con su potente ayuda.

Ya se sabe que la palma es señal de la victoria; por eso nuestra reina está colocada en excelso trono a vista de todas las potestades como palma signo de victoria segura, que es lo que se pueden prometer todos los que se colocan bajo su amparo. “Extendí mis ramos como palma de Cadés” (Ecclo 24, 18), es decir, para defender, como añade san Alberto Magno. Hijos, parece decirnos María, cuando os asalta el enemigo recurrid a mí, miradme y confiad, porque en mí que os defiendo veréis también lograda nuestra victoria”. Y es que recurrir a María es el medio segurísimo para vencer todas las asechanzas del infierno, porque ella, dice san Bernardino de Siena, tiene señorío sobre los demonios y el infierno, a quienes domeña y abate. Que por eso María es llamada terrible contra las potestades infernales como ejército bien disciplinado. “Terribles como ejército en orden de batalla” (Ct 6, 3), porque sabe combinar muy bien su poder, su misericordia y sus plegarias para confundir a sus enemigos y en beneficio de sus devotos, que en las tentaciones invocan su potente socorro.

“Y, como la vida, di frutos de suave aroma” (Ecclo 24, 23). “Yo, como la vid –le hace decir el Espíritu Santo–, he dado frutos de suave fragancia”. “Dicen –explica san Bernardo referente a este pasaje– que al florecer las viñas se ahuyentan los reptiles venenosos”. Así también tienen que huir los demonios de las almas afortunadas que tienen aromas de la devoción de María. También por esto María es llamada “cedro”. “Como cedro ha sido exaltada en el Líbano” (Ecclo 24, 17). No sólo porque así como el cedro es incorruptible, así María no sufrió la corrupción del pecado, sino también porque, como dice el cardenal Hugo a este respecto, como el cedro con su penetrante olor ahuyenta a las serpientes, así María con su santidad pone en fuga a los demonios. 

3. María nos asegura la victoria 

En Israel, por medio del arca se ganaban las batallas. Así vencía Moisés a sus enemigos. “Al tiempo de elevar el arca decía Moisés: Levántate, Señor, y que sean dispersados tus enemigos” (Nm 10, 35). Así fue conquistada Jericó, así fueron derrotados los filisteos. “Allí estaba el arca de Dios” (1R 14, 18). Ya es sabido que el arca fue figura de María. “El arca que contenía el maná, o sea, Cristo, es la santísima Virgen que consigue la victoria sobre los malvados y los demonios”. Y como en el arca se encontraba el maná, así en María se encuentra Jesús, del que igualmente fue figura el maná, por medio de este arca se obtiene la victoria sobre los enemigos de la tierra y del infierno. Por eso dice san Bernardino de Siena que cuando María, arca del Nuevo Testamento, fue elevada a ser reina del cielo, quedó muy débil y abatido el poderío del demonio sobre los hombres.
 
“¡Cómo tiemblan ante María y su nombre poderosísimo los demonios en el infierno!”, exclama san Buenaventura. El santo compara a estos enemigos con aquellos de los que habla Job: “Fuerzan de noche las casas... y si los sorprende la aurora la ven como las sombras de la muerte” (Jb 24, 16). Los ladrones van a robar las casas de noche; pero si en eso les sorprende la aurora, huyen como si se les apareciera la sombra de la muerte. Lo mismo, dice san Buenaventura, sucede cuando los demonios entran en un alma si ésta se encuentra espiritualmente a oscuras. Pero en cuanto al alma le viene la gracia y la misericordia de María, esta hermosa aurora disipa las tinieblas y pone en huida a los enemigos infernales como se huye de la muerte. ¡Bienaventurado el que siempre, en las batallas contra el infierno, invoca el hermosísimo nombre de María!

Dios reveló a santa Brígida que ha concedido tan gran poder a María para vencer a los demonios, que cuantas veces asaltan a un devoto de la Virgen que pide su ayuda, a la menor señal suya huyen despavoridos, prefiriendo que se les multipliquen los tormentos del infierno a verse dominados por el poder de María.

“Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes” (Ct 2, 2). Comentando estas palabras en que el esposo divino alaba a su amada esposa cuando la compara con la azucena entre espinas, que así es su amada entre todas, reflexiona Cornelio a Lapide y dice: “Así como la azucena es remedio contra las serpientes y sus venenos, así invocar a María es remedio especialísimo para vencer todas las tentaciones, sobre todo las de impureza, como lo comprueban quienes lo practican.

Decía san Juan Damasceno: “Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio”. Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en ti jamás seré vencido, porque defendido por ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: “Tú, Señor mío, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos”.

Se lee en el Antiguo Testamento que el Señor, desde Egipto hasta la tierra de promisión, guiaba a su pueblo durante el día con una nube en forma de columna, y por la noche con una columna de fuego (Ex 13, 21). En esta nube en forma de columna y en esta columna en forma de fuego, dice Ricardo de San Lorenzo, está figurada María y sus dos oficios que ejercita constantemente para nuestro bien; como nube nos protege de los ardores de la divina justicia, y como fuego nos protege de los demonios. Es ella como columna de fuego, afirma el santo, porque como la cera se derrite ante el fuego, así los demonios pierden sus fuerzas ante el alma que con frecuencia se encomienda a María y trata devotamente de imitarla. 

4. María es nombre de victoria contra el mal 

“¡Cómo tiemblan los demonios –afirma san Bernardo– con sólo oír el nombre de María!” “Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no sólo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror”. “Así como los hombres –dice Tomás de Kempis– caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María”. ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre! Así lo venció san Antonio de Papúa; así el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: “No tengo armas con qué asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María”. Apenas dijo esto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

“Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! –exclama san Buenaventura–. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma”. Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. “Tú, Señora –dice san Germán–, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo. 

5. María ayuda a superar toda tentación 

¡Ah! Si las criaturas tuvieran cuidado de invocar el nombre de María con toda confianza, en las tentaciones, ciertamente, nunca caerían. Sí, porque como dice el beato Alano, al oír este sublime nombre huye el demonio y se estremece el infierno. “Satán huye y tiembla l infierno cuando digo: Ave María”. También reveló la misma reina a santa Brígida que hasta de los pecadores más perdidos y más alejados de Dios y más poseídos del demonio huye enseguida el enemigo en cuanto sienten que ellos invocan en su ayuda con verdadera voluntad de enmendarse el poderosísimo nombre de ella. Pero añadió la Virgen que los demonios, si el alma no se enmienda y no arroja de sí el pecado con la contrición, pronto retornan y siguen poseyéndola. 

EJEMPLO 
María asiste a un devoto suyo 

En Reischersperg vivía Arnoldo, canónigo regular muy devoto de la santísima Virgen. Estando para morir recibió los santos sacramentos y rogó a los religiosos que no le abandonasen en aquel trance. Apenas había dicho esto, a la vista de todos comenzó a temblar, se turbó su mirada y se cubrió de frío sudor, comenzando a decir con voz entrecortada: “¿No veis esos demonios que me quieren arrastrar a los infiernos?” Y después gritó: “Hermanos, invocad para mí la ayuda de María; en ella confío que me dará la victoria”. Al oír esto empezaron a rezar las letanías de la Virgen, al decir: Santa María, ruega por él, dijo el moribundo: “Repetid, repetid el nombre de María, que siento como si estuviera ante el tribunal de Dios”. Calló un breve tiempo y luego exclamó: “Es cierto que lo hice, pero luego también hice penitencia”. Y volviéndose a la Virgen le suplicó: “Oh María, yo me salvaré si tú me ayudas”.

Enseguida los demonios le dieron un nuevo asalto, pero él se defendía haciendo la señal de la cruz con un crucifijo e invocando a María. Así pasó toda aquella noche. Por fin, llegada la mañana, ya del todo sereno, Arnoldo exclamó: “María, mi Señora y mi refugio, me ha conseguido el perdón y la salvación”. Y mirando a la Virgen que le invitaba a seguirlo, le dijo: “Ya voy, Señora, ya voy”. Y haciendo un esfuerzo para incorporarse, no pudiendo seguirla con el cuerpo, suspirando dulcemente la siguió con el alma, como esperamos a la gloria bienaventurada. 

ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

María, esperanza mía, mira a tus pies a un pobre pecador tantas veces por mi culpa esclavo del mal. Reconozco que me dejé vencer del enemigo por no acudir a ti, refugio mío. Si a ti hubiera siempre recurrido y siempre te hubiera invocado, jamás hubiera caído.

Espero, Señora y Madre, haber salido por tu medio del mal y que Dios me habrá perdonado. Pero temo caer de nuevo en sus cadenas. Sé que mis enemigos desean perderme y me preparan nuevos asaltos y tentaciones. Ayúdame tú, mi reina y mi refugio. Tenme bajo tu protección; no consientas que de nuevo me vea esclavo del pecado.

Sé que siempre que te invoque me ayudarás a salir victorioso. Virgen santísima, que siempre de ti me acuerde, sobre todo al encontrarme en la batalla; haz que no deje de invocarte diciendo: “María, ayúdame; ayúdame, María”.

Y cuando llegue la hora de mi muerte, reina mía, asísteme entonces como nunca; haz tú misma que me acuerde de invocarte con la boca y el corazón con más frecuencia para que, expirando con tu dulce nombre en los labios y el de tu Hijo Jesús, pueda ir a bendeciros y alabaros para no separarme de vosotros por toda la eternidad en el paraíso.
 Amén.
 (“Las Glorias de María” – San Alfonso María de Ligorio)




ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO



ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza habéis querido llamaros Madre del Perpetuo Socorro! Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Alcanzadme, pues, la gracia de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Rogad a Jesús por mí, y salvadme.



¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.




Santísima y siempre pura Virgen María, Madre de Jesucristo, Reina del mundo y Señora de todo lo creado; que a ninguno abandonas, a ninguno desprecias ni dejas desconsolado a quien recurre a Ti con corazón humilde y puro. No me deseches por mis gravísimos e innumerables pecados, no me abandones por mis muchas iniquidades, ni por la dureza e inmundicia de mi corazón me prives de tu gracia y de tu amor, pues soy tu hijo. Escucha a este pecador que confía en tu misericordia y piedad: socórreme, piadosísima Madre del Perpetuo Socorro, de tu querido Hijo, omnipotente Dios y Señor nuestro Jesucristo, la indulgencia y la remisión de todos mis pecados y la gracia de tu amor y temor, la salud y la castidad y el verme libre de todos los peligros de alma y cuerpo. En los últimos momentos de mi vida, sé mi piadosa auxiliadora y libra mi alma de las eternas penas y de todo mal, así como las almas de mis padres, familiares, amigos y bienhechores, y las de todos los fieles vivos y difuntos, con el auxilio de Aquel que por espacio de nueve meses llevaste en tu purísimo seno y con tus manos reclinaste en el pesebre, tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.




Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María, María, Madre Mía.

Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro.
 

¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplaros en brazos de vuestra Madre, veo que en medio de vuestro santo temor os estrecháis con Ella y me decís a mi que os imite, recurriendo yo también a la que es mi perpetuo socorro. Quiero, pues, entregar-me a Ella sin restricción alguna. ¡Oh María! Dios ha querido honraros, comunicando al culto de vuestras imágenes virtud milagrosa. Inspiradme ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en vuestra poderosa bondad.




¡Oh dulce Madre mía! Si en Vos no viese yo mi perpetuo socorro, mis pecados me inducirían a temer que no había misericordia para mi. Pero Vos sois la misericordia perpetua: después de Dios en Vos quiero poner toda mi confianza, y desde ahora, me propongo acudir siempre a Vos en todas mis necesidades. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro. Dignaos socorrerme en todo tiempo y en todo lugar, en mis tentaciones y dificultades, en todas las miserias de esta vida, y sobre todo en la hora de la muerte.




¡Oh Señora Nuestra, Madre del Perpetuo Socorro! ¡Cuantos tesoros de gracias y bendiciones proporcionáis a los individuos y a las familias que a Vos se consagran ¡Oh Madre mía! Dignaos recibirnos a todos como a hijos vuestros y derramar sobre todas las familias de los que estamos aquí vuestros insignes favores.





¡Oh misericordiosa Abogada y refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.




¡Oh María! Si he tenido la des-gracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo: ¡Madre mía, socorredme! Así saldré con la victoria.



¡Oh María, Madre y Señora nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación, a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme, Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.






¡Oh María! cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo y me siento lleno de confusión. No me abandonéis, Madre mía, en tan críticos momentos: con-cededme la gracia de que os invoque entonces con mas fervor que nunca, a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de vuestro Santísimo Hijo en los labios.





Oh María! ¡Cuantos pecados he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis esta merced.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.



Oh, Virgen del Perpetuo Socorro! El dulce nombre que llevas y tus misericordias me traen hoy a tus plantas. Aunque son muchas mis necesidades y miserias, imitando a Ti, quiero olvidarme de mi para pensar en mis hijos. Son parte de mi corazón, son bendiciones de infinito valor que Dios me ha dado, pupila de mis ojos, y no quiero que se pierdan.

A Ti vengo, poderosa Reina de Cielos y Tierra, socorre a mis hijos, es la súplica que quiero hacerte. Los llevo en mi corazón, en ellos pienso al despertar por la mañana, los tengo presentes en mis trabajos, y ellos son el último pensamiento al entregarme al sueño por la noche. Mis hijos!, los quiero buenos, los quiero santos, quiero que Tú los ames, que Tú los bendigas.

Recíbelos bajo Tu manto; que Tú maternal bendición los acompañe y que tu Perpetuo Socorro los guarde y los conserve en el buen camino, los defienda contra los enemigos del alma, los anime en sus luchas contra el mal, y los sostenga en la práctica del bien. En Ti depósito toda mi responsabilidad de madre.

Cuando en sus actos de piedad, los veas que imploran las misericordias del Señor,Socórrelos, Madre mía.

Cuando el infierno trate de perderlos con los atractivos del placer,
Socórrelos Madre mía.

Cuando el Cáliz del dolor venga a probar su fé y su virtud,Socórrelos Madre mía.


Para que en ansias de superación se acerquen a recibir los sacramentos,Socórrelos Madre mía.

Cuando tras el trabajo del día, se entreguen al descanso de la noche,Socórrelos Madre mía.

Que Tu maternal bendición descienda sobre ellos de día y de noche, en sus alegrías y tristezas, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte, para que contigo y por Ti, ellos y yo podamos ver, alabar y amar a Tu Hijo y a Ti eternamente en Cielo. Así sea.


Apostolado de la Nueva evangelización


Oh Santísima Virgen María, que, para inspirarnos una confianza sin límites, quisisteis tomar el dulcísimo nombre de Madre del Perpetuo Socorro, yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar: en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y sobre todo en el trance de la muerte. Concededme, o amorosa Madre, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Obtenedme pues esta gracia de las gracias, la de acudir a Vos sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que por la virtud de mi súplica constante obtenga  vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme, ¡o tierna y cuidadosa Madre! y rogad por mí ahora y en la hora de  mi muerte. Así sea.



¡Oh Madre mía del Perpetuo Socorro! al verme tan despreciable y manchado, no debería atreverme a venir a Vos y llamaros mi Madre; mas no quiero que mis miserias me priven del consuelo y de la confianza de que me siento penetrado al pronunciar vuestro dulce nombre. No merezco que me oigas; soy un miserable pecador, lo conozco mas ¡ay! el mal está hecho: Vos podéis remediarlo, os suplico encarecidamente, Madre mía, venid a mi socorro, tened piedad de mí. Sé que amáis aún a los pecadores más míseros, y vais en busca de ellos para salvarlos. Merezco el infierno, es verdad, soy el más miserable de los pecadores, mas no necesitáis venir en busca mía, me presento espontáneamente a Vos con la firme esperanza de que no me desecharéis. Heme aquí a vuestras plantas, socorredme. ¡Madre mía! no me alejaré de vuestros pies sino cuando vuestro Hijo me haya dicho como a la Magdalena: “Tus pecados te quedan perdonados”



Aquí me tenéis ¡Oh Madre Mía! yo soy una de aquellas almas infelices que merecía verme abandonada de Vuestro Hijo y de Vos, en el miserable estado de tibieza en que vivo tantos años ha: mas las nuevas luces que Él me comunica hoy por vuestra intercesión, y esa voz misteriosa que me llama a servirle con fervor, son señales de que todavía no me ha abandonado ¡Oh bondadosa Madre! no tengo fervor, no amo a Jesús, como debiera amarlo, y con todo, deseo ser toda de Él. Ayudadme, a aborrecer sumamente el pecado venial, enfervorizadme. Rogad, no ceséis de rogar por mi para que salga de mi tibieza, y sirva a Dios con fervor hasta llegar al cielo, donde estaré al abrigo de todo peligro de perder a mi Dios, en seguridad  de amarlo siempre, y de amaros a Vos también, o Madre del Perpetuo Socorro, por toda la eternidad. Amén.





Novena de  Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por CopenoaTV





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