domingo, 29 de noviembre de 2009

RETABLO "LOS NOMBRES DEL SEÑOR"


LOS PERSONAJES DEL ADVIENTO...


  • Isaías: figura de espera por la Salvación
  • Juan Bautista: figura de preparación
  • María: Virgen de la esperanza y Madre del Salvador
1.-LA FIGURA DE LA ESPERA: ISAÍAS

La elección de las lecturas de Adviento nos ha puesto en frecuente contacto con Isaías.

 
Conviene reflexionar un poco sobre su personalidad.Los textos evangélicos no dicen nada de la personalidad del profeta Isaías, pero le citan. Incluso podemos decir que, a menudo, se le adivina presente en el pensamiento y hasta en las palabras de Cristo. Es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; lo es hasta en su arte literario, en el que nuestro siglo vuelve a encontrar su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza. Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino.

Todo debe ceder ante este visionario, emocionado por el esplendor futuro del Reino de Dios que se inaugura con la venida de un Príncipe de paz y justicia. Encontramos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que anuncia, sin otra alternativa y como pesándole lo que le dicta el Señor.

El profeta apenas es conocido por otra cosa que sus obras, pero éstas son tan características que a través de ellas podemos adivinar y amar su persona. Sorprendente proximidad de esta gran figura del siglo VIII antes de Cristo, que sentimos en medio de nosotros, cotidianamente, dominándonos desde su altura espiritual.

Isaías vivió en una época de esplendor y prosperidad. Rara vez los reinos de Judá y Samaría habían conocido tal optimismo y su posición política les permite ambiciosos sueños. Su religiosidad atribuye a Dios su fortuna política y su religión espera de él nuevos éxitos. En medio de este frágil paraíso, Isaías va a erguirse valerosamente y a cumplir con su misión: mostrar a su pueblo la ruina que le espera por su negligencia.Perteneciente sin duda a la aristocracia de Jerusalén, alimentado por la literatura de sus predecesores, sobre todo Amós y Oseas, Isaías prevé como ellos, inspirado por su Dios, lo que será la historia de su país. Superando la situación presente en la que se entremezclan cobardías y compromisos, ve el castigo futuro que enderezará los caminos tortuosos.Lodts escribe de los profetas: "Creyendo quizá reclamar una vuelta atrás, exigían un salto hacia adelante. 

Estos reaccionarios eran, al mismo tiempo, revolucionarios". Así las cosas, Isaías fue arrebatado por el Señor "el año de la muerte del rey Ozías", hacia el año 740, cuando estaba en el templo, con los labios purificados por una brasa traída por un serafín (Is 6, 113). A partir de este momento, Isaías ya no se pertenece. No porque sea un simple instrumento pasivo en las manos de Yahvé; al contrario, todo su dinamismo va a ponerse al servicio de su Dios, convirtiéndose en su mensajero. Mensajero terrible que anuncia el despojo de Israel al que sólo le quedará un pequeño soplo de vida.Los comienzos de la obra de Isaías, que originarán la leyenda del buey y del asno del pesebre, marcan su pensamiento y su papel. Yahvé lo es todo para Israel, pero Israel, más estúpido que el buey que conoce a su dueño, ignora a su Dios (Is 1, 2-3).

La Doncella va a dar a Luz

Pero Isaías no se aislará en el papel de predicador moralizante. Y así se convierte para siempre en el gran anunciador de la Parusía, de la venida de Yahvé. Así como Amós se había levantado contra la sed de dominación que avivaba la brillante situación de Judá y Samaría en el siglo VIII, Isaías predice los cataclismos que se desencadenarán en el día de Yahvé (Is 2, 1-17). Ese día será para Israel el día del juicio.

 
Para Isaías, como más tarde para San Pablo y San Juan, la venida del Señor lleva consigo el triunfo de la justicia. Por otra parte, los capítulos 7 al 11 nos van a describir al Príncipe que gobernará en la paz y la justicia (ls 7, 10-17).

Es fundamental familiarizarse con el doble sentido de este texto. A aquel que no entre en la realidad ambivalente que comunica, le será totalmente imposible comprender la Escritura, incluso ciertos pasajes del Evangelio, y vivir plenamente la liturgia.

En efecto, en el evangelio del primer domingo de Adviento sobre el fin del mundo y la Parusía, los dos significados del Adviento dejan constancia de ese fenómeno propiamente bíblico en el que una doble realidad se significa por un mismo y único acontecimiento. El reino de Judá va a pasar por la devastación y la ruina.

El nacimiento de Emmanuel, "Dios con nosotros", reconfortará a un reino dividido por el cisma de diez tribus. El anuncio de este nacimiento promete, pues, a los contemporáneos de Isaías y a los oyentes de su oráculo, la supervivencia del reino, a pesar del cisma y la devastación. Príncipe y profeta, ese niño salvará por sí mismo a su país.

La Edad de Oro

Pero, por otra parte, la presentación literaria del oráculo y el modo de insistir Isaías en el carácter liberador de este niño, cuyo nacimiento y juventud son dramáticos, hacen presentir que el profeta ve en este niño la salvación del mundo. Isaías subraya en sus ulteriores profecías los rasgos característicos del Mesías. Aquí se contenta con apuntarlos y se reserva para más tarde el tratarlos uno a uno y modelarlos. El profeta describe así a este rey justo: (Is. 11, 1-9).

Ezequías va a subir al trono y este poema se escribe para él. Pero, ¿cómo un hombre frágil puede reunir en sí tan eminentes cualidades? ¿No vislumbra Isaías al Mesías a través de Ezequías? La Iglesia lo entiende así y hace leer este pasaje, sobre la llegada del justo, en los maitines del segundo domingo de Adviento.En el capítulo segundo de su obra, hemos visto a Isaias anunciando una Parusía que a la vez será un juicio. En el capitulo 13, describe la caída de Babilonia tomada por Ciro. Y de nuevo, se nos invita a superar este acontecimiento histórico para ver la venida de Yahvé en su "día". La descripción de los cataclismos que se producirán la tomará Joel y la volveremos a encontrar en el Apocalipsis (Is 13, 9-ll).

 
Esta venida de Yahvé aplastará a aquel que haya querido igualarse a Dios. El Apocalipsis de Juan tomará parecidas imágenes para describir la derrota del diablo (cap. 14).

En los maitines del 4.° domingo de Adviento, volvemos a encontrarle en el momento que describe el advenimiento de Yahvé: "La tierra abrasada se trocará en estanque, y el país árido en manantial de aguas" (35, 7). Se reconoce el tema de la maldición de la creación en el Génesis.Pero vuelve Yahvé que va a reconstruir el mundo. Al mismo tiempo, Isaías profetiza la acción curativa de Jesús que anuncia el Reino: "Los ciegos ven, los cojos andan", signo que Juan Bautista toma de este poema de Isaías (35, 5-6).

 
Podríamos sintetizar toda la obra del profeta reduciéndola a dos objetivos:
  • El primero, llegar a la situación presente, histórica, y remediarla luchando.
El segundo, describir un futuro mesiánico más lejano, una restauración del mundo. 

Así vemos a Isaías como un enviado de su Dios al que ha visto cara a cara. El profeta no cesa de hablar de él en cada línea de su obra. Y, sin embargo, en sus descripciones se distingue por mostrar cómo Yahvé es el Santo y, por lo tanto, el impenetrable, el separado, Aquel que no se deja conocer. O, más bien, se le conoce por sus obras que, ante todo, es la justicia. Para restablecerla, Yahvé interviene continuamente en la marcha del mundo.

2.-LA FIGURA DE LA PREPARACIÓN: JUAN BAUTISTA

 
Isaías está presente en Juan Bautista, como Juan Bautista está presente en aquél al que ha preparado el camino y que dirá de él: "No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista".

San Lucas nos cuenta con detalle el anuncio del nacimiento de Juan (Lc 1, 5-25).

Esta extraña entrada en escena de un ser que se convertirá en uno de los más importantes jalones de la realización de los planes divinos es muy del estilo del Antiguo Testamento. Todos los seres vivos debían ser destruidos por el diluvio, pero Noé v los suyos fueron salvados en el arca. Isaac nace de Sara, demasiado anciana para dar a luz. David, joven y sin técnica de combate, derriba a Goliat.

Moisés, futuro guía del pueblo de Israel, es encontrado en una cesta (designada en hebreo con la misma palabra que el arca) y salvado de la muerte. De esta manera, Dios quiere subrayar que Él mismo toma la iniciativa de la salvación de su pueblo.

El anuncio del nacimiento de Juan es solemne. Se realiza en el marco litúrgico del templo. 


Desde la designación del nombre del niño, "Juan", que significa "Yahvé es favorable", todo es concreta preparación divina del instrumento que el Señor ha elegido.

 
Su llegada no pasará desapercibida y muchos se gozarán en su nacimiento (Lc 1, 14); se abstendrá de vino y bebidas embriagantes, será un niño consagrado y, como lo prescribe el libro de los Números (6, 1), no beberá vino ni licor fermentado. Juan es ya signo de su vocación de asceta. El Espíritu habita en él desde el seno de su madre. A su vocación de asceta se une la de guía de su pueblo (Lc 1, 17).

Precederá al Mesías, papel que Malaquías (3, 23) atribuía a Elías. Su circuncisión, hecho característico, muestra también la elección divina: nadie en su parentela lleva el nombre de Juan (Lc 1, 61), pero el Señor quiere que se le llame así cambiando las costumbres. El Señor es quien le ha elegido, es él quien dirige todo y guía a su pueblo.


Benedictus Deus Israelei

El nacimiento de Juan es motivo de un admirable poema que, a la vez, es acción de gracias y descripción del futuro papel del niño. Este poema lo canta la Iglesia cada día al final de los Laudes reavivando su acción de gracias por la salvación que Dios le ha dado y en reconocimiento porque Juan sigue mostrándole "el camino de la paz".

Juan Bautista es el signo de la irrupción de Dios en su pueblo. El Señor le visita, le libra, realiza la alianza que había prometido. 


El papel del precursor es muy preciso: prepara los caminos del Señor (Is 40, 3), da a su pueblo el "conocimiento de la salvación.Todo el afán especulativo y contemplativo de Israel es conocer la salvación, las maravillas del designio de Dios sobre su pueblo. El conocimiento de esa salvación provoca en él la acción de gracias, la bendición, la proclamación de los beneficios de Dios que se expresa por el "Bendito sea el Señor, Dios de Israel".

Esta es la forma tradicional de oración de acción de gracias que admira los designios de Dios. Con estos mismos términos el servidor de Abrahán bendice a Yahvé (Gn 24, 26). Así también se expresa Jetró, suegro de Moisés, reaccionando ante el relato admirable de lo que Yahvé había hecho para librar a Israel de los egipcios (Ex 18, 10). La salvación es la remisión de los pecados, obra de la misericordiosa ternura de nuestro Dios (Lc 1, 77-78). 

 
Juan deberá, pues, anunciar un bautismo en el Espíritu para remisión de los pecados. Pero este bautismo no tendrá sólo este efecto negativo. Será iluminación. La misericordiosa ternura de Dios enviará al Mesías que, según dos pasajes de Isaías (9, 1 y 42, 7), recogidos por Cristo (Jn 8, 12), "iluminará a los que se hallan sentados en tinieblas y sombras de muerte" (Lc 1, 79).El papel de Juan, "allanar el camino del Señor". El lo sabe y se designa a sí mismo, refiriéndose a Isaías (40, 3), como la voz que clama en el desierto: "Allanad el camino del Señor". Más positivamente todavía, deberá mostrar a aquel que está en medio de los hombres, pero que éstos no le conocen (Jn 1, 26) y a quien llama, cuando le ve venir: "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29).Juan corresponde y quiere corresponder a lo que se ha dicho y previsto sobre él. Debe dar testimonio de la presencia del Mesías. El modo de llamarle indica ya lo que el Mesías representa para él: es el "Cordero de Dios". 

El Levítico, en el capítulo 14, describe la inmolación del cordero en expiación por la impureza legal. Al leer este pasaje, Juan el evangelista piensa en el servidor de Yahvé, descrito por Isaías en el capítulo 53, que lleva sobre sí los pecados de Israel. Juan Bautista, al mostrar a Cristo a sus discípulos, le ve como la verdadera Pascua que supera la del Éxodo (12, 1) y de la que el universo obtendrá la salvación.Toda la grandeza de Juan Bautista le viene de su humildad y ocultamiento: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30).


Todos verán la salvación de Dios

El sentido exacto de su papel, su voluntad de ocultamiento, han hecho del Bautista una figura siempre actual a través de los siglos. No se puede hablar de él sin hablar de Cristo, pero la Iglesia no recuerda nunca la venida de Cristo sin recordar al Precursor. No sólo el Precursor está unido a la venida de Cristo, sino también a su obra, que anuncia: la redención del mundo y su reconstrucción hasta la Parusía. Cada año la Iglesia nos hace actual el testimonio de Juan y de su actitud frente a su mensaje.De este modo, Juan esta siempre presente durante la liturgia de Adviento. En realidad, su ejemplo debe permanecer constantemente ante los ojos de la Iglesia. La Iglesia, y cada uno de nosotros en ella, tiene como misión preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia. Pero recibirla exige la conversión.Entrar en contacto con Cristo supone el desprendimiento de uno mismo. Sin esta ascesis, Cristo puede estar en medio de nosotros sin ser reconocido (Jn l, 26).

Como Juan, la Iglesia y sus fieles tienen el deber de no hacer pantalla a la luz, sino de dar testimonio de ella (Jn 1, 7). La esposa, la Iglesia, debe ceder el puesto al Esposo. Ella es testimonio y debe ocultarse ante aquel a quien testimonia. Papel difícil el estar presente ante el mundo, firmemente presente hasta el martirio. como Juan, sin impulsar una "institución" en vez de impulsar la persona de Cristo. Papel misionero siempre difícil el de anunciar la Buena Noticia y no una raza, una civilización, una cultura o un país: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30). Anunciar la Buena Noticia y no una determinada espiritualidad, una determinada orden religiosa, una determinada acción católica especializada; como Juan, mostrar a sus propios discípulos donde está para ellos el "Cordero de Dios" y no acapararlos como si fuéramos nosotros la luz que les va a iluminar.Esta debe ser una lección siem presente y necesaria, así como también la de la ascesis del desierto y la del recogimiento en el amor para dar mejor testimonio.

La elocuencia del silencio en el desierto es fundamental a todo verdadero y eficaz anuncio de la Buena Noticia. Orígenes escribe en su comentario sobre San Lucas (Lc 4): En cuanto a mí, pienso que el misterio de Juan, todavía hoy, se realiza en el mundo". La Iglesia, en realidad, continúa el papel del Precursor; nos muestra a Cristo, nos encamina hacia la venida del Señor.Durante el Adviento, la gran figura del Bautista se nos presenta viva para nosotros, hombres del siglo XX, en camino hacia el día de Cristo. El mismo Cristo, tomando el texto de Malaquías (3,1), nos habla de Juan como "mensajero" (4); Juan se designa a sí mismo como tal. San Lucas describe a Juan como un predicador que llama a la conversión absoluta y exige la renovación: "Que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntos". Así se expresaba Isaías (40, 5-6) en un poema tomado por Lucas para mostrar la obra de Juan. Se trata de una renovación, de un cambio, de una conversión que reside, sobre todo, en un esfuerzo para volver a la caridad, al amor a los otros (Lc 3, 10-14). 



Lucas resume en una frase toda la actividad de Juan:
"Anunciaba al pueblo la Buena Noticia" (Lc 3, 18).

Preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia, es el papel de Juan y el que nos exhorta a que nosotros desempeñemos.


Hoy, este papel no es más sencillo que en los tiempos de Juan y nos incumbe a cada uno de nosotros.

El martirio de Juan tuvo su origen en la franca honestidad con que denunció el pecado. 


Juan Bautista anunció al Cordero de Dios. Fue el primero que llamó así a Cristo.


Citemos aquí el bello Prefacio introducido en nuestra liturgia para la fiesta del martirio de San Juan Bautista, que resume admirablemente su vida y su papel:

"Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes al Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al autor del bautismo, y el agua viva tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo".

3. LA FIGURA DE LA ESPERANZA : VIRGEN MARÍA

La primera venida del Señor se realizó gracias a ella. Y, por ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada. Hoy, que preparamos, cada año, una nueva venida, los ojos de la Iglesia se vuelven a ella, para aprender, con estremecimiento y humildad agradecida, cómo se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel: del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también cómo se da al mundo el Salvador. 

 
Sobre el papel de la Virgen María en la venida del Señor, la liturgia del Adviento ofrece dos síntesis, en los prefacios II y IV de este tiempo:

"...Cristo Señor nuestro, a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al Misterio de su Nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza".

"Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el Misterio de la Virgen Madre. Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno de la Hija de Sión ha germinado aquél que nos nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María. En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Así, donde había crecido el pecado, se ha desbordado tu misericordia en Cristo nuestro Salvador. Por eso nosotros, mientras esperamos la venida de Cristo, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria..."

La Virgen Inmaculada fue y sigue siendo el personaje de los personajes del Adviento: de la venida del Señor. Por eso, cada día, durante el Adviento, se evoca, se agradece, se canta, se glorifica y enaltece a aquella que fue la que accedió libremente a ser la madre de nuestro Salvador "el Mesías, el Señor" (Lc 2,11).

Entresaco tres textos de los tantos que uno se encuentra en honor de la Bienaventurada Madre de Dios, en todo este Misterio preparado y realizado. Son de la solemnidad de santa María Madre de Dios:

"¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (antífona de las primeras Vísperas).

"La Madre ha dado a luz al Rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya" (antífona de Laudes).
"Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya" (antífona del Magníficat primeras Vísperas).

A partir de la segunda parte del Adviento, la preponderancia de la Madre Inmaculada es tan grande, que ella aparece como el centro del Misterio preparado e iniciado. Así las lecturas evangélicas del IV Domingo, en los tres ciclos, están dedicadas a María. Y en las misas propias de los días 17 al 24, correspondientes a las antífonas de la O, todo gira alrededor de ella. Y con razón.

"Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen" (Tercia) - "El ángel Gabriel saludó a María, diciendo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres" (Sexta) - "María dijo: ¿Qué significa este saludo? Me quedo perpleja ante estas palabras de que daré a luz un Rey sin perder mi virginidad" (Nona).

En las vísperas del primer domingo de Adviento, la antífona del Magnificat está tomada del evangelio de la anunciación: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo". 

El lunes de esta primera semana, en las vísperas, la antífona del Magnificat será: "El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo".

En las vísperas del jueves se canta: "Bendita tú entre las mujeres". En las vísperas del segundo domingo de Adviento: "Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". En los laudes del miércoles hay una lectura tomada del capítulo 7 de Isaías: "Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel...". El responsorio del viernes después de la segunda lectura del oficio, está tomado del evangelio de la anunciación en Lc 1, 26, etc... Y podríamos continuar con una larga enumeración.

Esta enumeración interesa porque muestra cómo la presencia de la Virgen es constante en los Oficios de Adviento, así como en el recuerdo de la primera venida de su Hijo y en la tensión de su vuelta al final de los tiempos.

 
Aunque Navidad es para María la fiesta más señalada de su maternidad, el Adviento, que prepara esta fiesta, es para ella un tiempo de elección y de particular preparación.

CLIPS ART : GALERIA DE IMAGENES, ADVIENTO...


EL NISTERIO DE LA ENCARNACION...


El Misterio de la Encarnación

La Iglesia, encargada como está por el mismo Dios de santificarnos, tiene establecida en su Ciclo litúrgico un método de santidad cuyo fin hacer nuestras almas semejantes a la de Jesús, ya que el Padre nos tiene “predestinados” a ser conformes ala imagen de su Hijo” (Rom. 8, 29).

Por eso cada año la liturgia celebra los diferentes aniversarios de los sucesos principales de la vida del Salvador, contemplando vividas las virtudes que el Divino Maestro Practicó: de manera que sigamos siempre practicando más de sus saludables efectos. Cada tiempo litúrgico representa una nueva fase de la vida de Jesús y nos trae consigo gracias especiales. Importa, pues, conocer cuál sea el espíritu peculiar que a esos Tiempos caracteriza y abrigar siempre en nuestra alma las disposiciones debidas, si queremos aprovecharnos de la eficacia que les es propia.

Si tal hiciéramos todos los días del año, la Iglesia, que es nuestra madre, nos guiará hasta el cielo, nos irá santificando de una manera metódica, y glorificaremos a Dios “según la inmensidad de su grandeza”, como el Salmista dice. De ahí la gran eficacia de la oración litúrgica, oración oficial de la Iglesia, y por lo mismo un poderosos sacramental.

Fuente: Texto compilado por José Gálvez Krüger...


NACIMIENTO DEL BAUTISTAS: EL BENEDICTUS...


Nacimiento del Bautista: el “Benedictus”, Comentarios y explicación del Evangelio según Lucas 1:57-80

(57) Le llegó a Isabel el tiempo de dar a luz, y parió un hijo. (58) Habiendo oído sus vecinos y parientes que el Señor le había mostrado la grandeza de su misericordia, se congratulaban con ella. (59) Al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarle con el nombre de su padre, Zacarías. (60) Pero la madre tomó la palabra y dijo: No, se llamará Juan. (61) Le decían: ¡Si no hay ninguno en tu parentela que se llame con ese nombre! (62) Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase; (63) y pidiendo unas tablillas, escribió: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. (64) Y abrió al instante su boca y habló bendiciendo a Dios. (65) Se apoderó el temor de todos los vecinos, y en toda la montaña de Judea se contaban todas estas cosas, (66) y cuantos las oían, pensativos, se decían: ¿Qué vendrá a ser este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. (67) Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo y profetizó diciendo: (68) Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, (69) y levantó en favor nuestro un poder de salvación en la casa de David, su siervo, (70) como había prometido por la boca de sus santos profetas desde antiguo, (71) salvándonos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen, (72) para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su alianza santa, (73) del juramento que juró a Abraham, nuestro padre, darnos; (74) para que, sin temor, libres del poder de los enemigos, le sirvamos (75) en santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. (76) Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues tú irás delante del Señor para preparar sus caminos, (77) para dar la ciencia de la salud a su pueblo, para remisión de sus pecados; (78) por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, en las cuales nos visitará naciendo de lo alto, (79) para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para enderezar nuestros pies por el camino de la paz. (80) El niño crecía y se fortalecía en espíritu, y moraba en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

La narración del nacimiento del Bautista es sobria. Los familiares y vecinos se "congratulaban" con Isabel por su maternidad, que revestía para ella, y para todos, aun desde el punto de vista familiar, una bendición, al quitarse a Isabel el "oprobio" de la esterilidad.

Al octavo día se hacía la circuncisión. Era el rito por el que un judío se incorporaba a Israel. Se le podía practicar por cualquier persona, hombre o mujer, y dentro de casa (42), y dispensaba del reposo sabático. Aunque primitivamente no se hacía así, en la época neotestamentaria se ponía el nombre el día de la circuncisión (43). Se solía poner el nombre del abuelo (44), y aunque era raro ponerles el nombre de sus padres, había casos en que se hacía así en el judaísmo tardío (45). Por eso, dada la avanzada edad de Zacarías, querían llamarle con su nombre. Pero Isabel interviene. Ni Isabel ni Zacarías se podían haber ocultado los prodigios de Dios en ellos. Por eso declara que se llamará Juan. Extrañó este nombre por no haber nadie en la familia que se llamase así. Ante esta pequeña disputa interviene Zacarías. Como sordo y mudo, le hacen señas para que responda. Pero pidió una "tablilla" recubierta de cera y escribe que ha de llamarse Juan. Y al punto recobró su voz.

El hecho causó su impacto, y por toda la región montañosa de Judea pensaron en los destinos providenciales de aquel niño: concebido en una vejez estéril y acompañado su nacimiento de prodigios.

Fuente: Texto compilado por José Gálvez Krüger - Director de Estudia Limensia - Para Aci-Prensa y la Enciclopedia Católica
Tomado de la Biblia de Osty...

LA VISITACION DE MARIA A ISABEL: EL MAGNIFICAT...


Comentarios y explicación del Evangelio según San Lucas1:39-56

(39) En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá, (40) y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. (41) Así que Isabel oyó el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo, (42) y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! (43) ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? (44) Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno. (45) Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le dijo de parte del Señor: (46) Dijo María: Mi alma magnifica al Señor (47) y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador,(48) porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada, (49) porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es santo. (50) Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. (51) Desplegó el poder de su brazo, y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón. (52) Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes. (53) A los hambrientos los llenó de bienes, y a los ricos los despidió vacíos. (54) Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia. (55) Según lo que había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre. (56) María permaneció con ella como unos tres meses, y se volvió a su casa.

Muy próximo a los días de la encarnación, como se ve por el "sexto mes" de Isabel y los tres que allí permanecerá María, ésta "se levantó" (άναστδσα), hebraísmo con el que se indica el comienzo de una escena, y se puso en camino "con presteza." No eran motivos de curiosidad. Más lo serían de caridad por atender a su anciana pariente. Pero, sobre todo, debió de ser la comunicación del gozo de felicitarla. No obstante esta solicitud y "presteza," le hicieron esperar la oportunidad de unirse a alguna caravana de las que iban con frecuencia a la Ciudad Santa, sea con motivo de fiestas de "peregrinación" o por motivos comerciales. Se ve la ausencia de San José; si no, no hubiera sido necesario el informe que le dará el ángel sobre la concepción milagrosa de su "prometida" (Mt 1:18-21).

Isabel vivía en la región montañosa de Judea, en un pueblo que no se cita. Una tradición que llega hasta el siglo VI lo localiza en el actual Kain Karim, a siete kilómetros al oeste de Jerusalén, aunque no es muy segura. Otros han propuesto otras localidades (29). Para ir entonces de Galilea a Jerusalén se empleaban tres o cuatro días (30).

Llegada María a casa de Isabel, la saludó primero. El parentesco debía de ser próximo o de relaciones muy cordiales. El saludo hubo de ser al modo oriental, con reiteradas muestras de afecto (31). Acaso María, con un gesto de delicadeza, se daría por enterada del hecho de su gozosa maternidad. Es en esta atmósfera de exquisitez espiritual donde se desarrollaban estas escenas.

Al oír Isabel el saludo de María, el Evangelista relata que suceden dos hechos: el Bautista "saltó en su seno" de gozo, y ella "fue llena del Espíritu Santo," y bendijo a María y al Niño que guardaba en su seno.

La bendición de María la hace con "fuerte voz." Es frecuente en Lc para expresar emociones vivas (4:33; 8:28, etc.). Y la proclama "bendita entre las mujeres," que es el modo oriental de suplir la carencia de superlativos (Jue 5:24-27; Jud 13:18). Pero Isabel, por revelación del Espíritu Santo, sabe que se halla ante la madre de "mi Señor." Es la proclamación de hallarse ante el Mesías. Pero después de la escena de la anunciación es el Κύριος divino del cristianismo primitivo.

¿Qué significa que el Bautista "saltó de gozo" en el seno de Isabel "cuando sonó la voz de tu salutación en mis oídos"? Esto último no es más que un conocido semitismo por oír. Isabel atribuyó a la voz de María que el niño "saltó" en su seno. Estos movimientos fetales son muy conocidos, máxime ante emociones muy fuertes en la madre. Ya en el Génesis se hablaba de Esaú y Jacob, que "chocábanse en el seno" de su madre (Gen 25:22), con lo que se quería interpretar, etiológicamente, el futuro de ambos. Pero el "gozo" por el que, según Isabel, saltó el niño, ¿qué valor tiene? En el texto es una atribución que hace Isabel. Podría ser todo ello un género literario, con el que se quisiera indicar el privilegio de hallarse el Precursor ante el Mesías. Así se dice en los Salmos que "los montes saltaron. como corderos," y el contexto pide de gozo (Sal 114:4). Algunos teólogos han pensado que en este momento fue la santificación del Bautista, y se plantearon problemas sutiles y gratuitos relativos a su libertad y conocimiento por razón del gozo (32).

Y nuevamente beatifica Isabel a María: "dichosa la que creyó, porque (ότι) se cumplirá lo que se le ha dicho de parte de Dios." La frase puede tener un doble sentido. La partícula griega ότι puede tener sentido causal, "porque," o recitativo, "que." Según se adopte una u otra significación, el sentido cambia. Los latinos y coptos la han traducido con sentido causal. En este caso se beatifica a María por los misterios que se realizarán en ella. Los autores griegos y sirios han valorado esta partícula en analogía con otros casos semejantes (Mc 11:23; Jn 6:69; Act 27:25, etc.) y le han dado valor recitativo-copulativo. Se elogia a María, "que creyó," por lo que se realizarán en ella los misterios anunciados de parte de Dios. Con ello se exalta la fe de María.

Fuente: Texto compilado por José Gálvez Krüger - Director de Estudia Limensia para Aci-Prensa y la Enciclopedia Católica - Tomado de la Biblia de Osty...


EL SIGNIFICADO DE LAS ANTIFONAS DE LA O Y LA FIESTA DE LA EXPECTACION DEL PARTO...

Para calmar el la impaciencia de nuestro espíritu, la Iglesia ha establecido la fiesta de la Expectación del parto o la espera del divino alumbramiento. Esta fiesta fijada en el 16 de diciembre, continúa hasta Navidad. Desde el día precedente la Iglesia canta en las Vísperas las grandes antífonas. Se llaman vulgarmente antífonas de la O, o las O de Navidad, porque principian con esta invocación. Imposible es tener fe y no entrar al recitarlas en los sentimientos que expresan, y unirse a los suspiros y gemidos de los Patriarcas. Estas antífonas expresan por su variedad las diferentes cualidades del Mesías y las diversas necesidades del linaje humano.

El hombre es desde su caída un insensato privado casi de razón y sin gusto hacia los verdaderos bienes; su conducta inspira horror y compasión y necesita la sabiduría. La Iglesia la pide para él con la primera antífona: O Sapientia: ¡Oh Sabiduría que saliste de la boca del Altísimo, que alcanzas tu fin con fuerza, y dispones todas las cosas con dulzura! Ven a enseñarnos la senda de la prudencia”.

El hombre es desde su caída esclavo del demonio, y tiene necesidad de un poderoso Libertador. La Iglesia lo pide para él con la segunda antífona: O Adonai: "¡Oh Dios poderoso y guía de la casa de Israel, que te mostraste a Moisés en la zarza encendida y le diste a ley del Sinaí!"Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo”.

El hombre desde su caída está vendido a la iniquidad, y necesita un Redentor. La Iglesia lo pide para él en la tercera Antífona: O radia Jesé: “¡Oh raíz de Jesé, que está expuesta como una bandera a los ojos de las naciones, ante la cual guardarán silencio los reyes, y a la que ofrecerán los gentiles sus oraciones! ven a rescatarnos, no tardes”.

El  hombre es desde su caída un preso encerrado en la cárcel tenebrosa del error y de la muerte, y necesita una llave para salir. La Iglesia la pide con la cuarta antífona: O clavis David: “¡Oh llave de David, que abres y nadie cierra, que cierras y nadie abre! Ven y saca al preso de la cárcel, al desgraciado que yace en las tinieblas a la sombra de la muerte”.

El es ciego desde su caída, y necesita un sol que le ilumine. La Iglesia lo pide para él con co la quinta antífona: O Oriens; ¡Oh Oriente, esplendor de la luz eterna y sol de justicia! Ven y alumbra a los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte.” 

El hombre desde su caída está enteramente mancillado, y necesita un santificador. La Iglesia lo pide por él con la sexta antífona: O Sancte Sanctorum: ¡Oh Santo de los Santos, espejo sin mancha de la majestad de Dios e imagen de su bondad! Ven a destruir la iniquidad y traer la justicia eterna”.

El hombre es desde su caída como una gran ruina, y necesita un restaurador. La Iglesia lo pide para él con la séptima antífona: O Rex gentium: ¡Oh Rey de las naciones, Dios y Salvador de Israel, piedra angular que unes en un solo edificio a los Judíos y a los gentiles! Ven y salva al hombre que has formado del barro de la tierra”.

El hombre desde su caída  ha doblegado la cabeza bajo el yugo de todas las tiranías, y tiene necesidad de un legislador equitativo. La Iglesia lo pide para él con le octava antífona: O Emmanuel: “¡Oh Emmanuel, nuestro rey y Legislador, expectación de las naciones y objeto de sus deseos! Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.

El hombre desde su caída es una oveja descarriada y expuesta al furor de los lobos, y necesita un Pastor que le defienda y le guíe a buenos pastos. La Iglesia lo pide para él con la novena antífona: O Pastor Israel: “¡Oh Pastor y dominador de la casa de David! Tú que eras en el principio desde el día de la eternidad, ven a apacentar a tu pueblo en toda la extensión de tu poder, y reina sobre él en la justicia y la sabiduría!”

¿Han oído cosa más interesante y completa que estas magnificas invocaciones? Nos parece que una de las mejores preparaciones para la fiesta de Navidad es el repetir con frecuencia estas bellas antífonas, empapándonos en los sentimientos que expresan. ¡Oh! Sí; si queremos pasar santamente el tiempo del Adviento, unamos nuestros suspirosa los de la Iglesia, los Patriarcas, los Profetas y justos d la antigua Ley; adoptemos alguna de sus ardientes palabras; que sea nuestra oración jaculatoria de cada día, y si es posible, de cada hora del día, para que Dios pueda decir de nosotros: He aquí un hombre de deseo, y nos atenderá. Si lo preferimos, elijamos entre las oraciones siguientes que son igualmente propias para formar en nosotros las disposiciones que pide la Iglesia: Te suplico, Señor, que envíes al que has de enviar, Ven, Señor Jesús, y no tardes; cielos ábranse y dejen que baje su rocío. Divino Niño Jesús, ven a nacer en mi corazón para desterrar de él al pecado y colocar tus virtudes.

Unamos a la oración u recogimiento mayor, una vigilancia mas continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra alma, a fin de purificarla y embellecerla pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la grande preparación  es renunciar al pecado, al pecado mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y un corazón manchado de iniquidades?

Escuchemos a san Carlos exhortando a su pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros; es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión.

No olvidemos que antiguamente se ayunaba durante todo el Adviento, como vigilia de Navidad, y los que tal cosa practican lo carecía de razón, pues la grandeza y la santidad de la fiesta exigen indudablemente tan dilatada vigila y tan grande preparación; ya que no lo hagamos como ellos, ayunemos al menos un día o muchos por semana según la devoción de cada uno. En un tiempo en que el Padre eterno nos dio y nos da todos los años a su propio Hijo como una inmensa limosna, y como un tesoro de gracias y de misericordia, es necesario derramar más abundantes limosnas en el seno de los pobres y aplicarse más que nunca a la práctica de buenas obras y a la lectura de libros piadosos. Finalmente, debemos disponernos para el primer advenimiento del Hijo de Dios, de un modo que podamos esperar su segundo advenimiento sin temor y con la confianza y alegría que son inseparables compañeras  de una conciencia tranquila”.

Motivos poderosísimos nos obligan a seguir los consejos del grande Apóstol de los tiempos modernos; y a santificar el Adviento, y son:

1º La obediencia al precepto de la Iglesia. “Yo soy la voz que clama en el desierto: preparan los caminos del Señor, enderezcan sus senderos; la hoz llega ya a la raíz del árbol”. Esta es la excitación del santo Precursor dirigía a los Judíos hace referencia todos los hombres de todos los siglos; Jesucristo vino al mundo por todos, luego, todos tenemos el deber de recibirle, y por miedo de que descuidemos punto tan esencial, la Iglesia, siempre ocupada de la felicidad espiritual de sus hijos, y fiel intérprete de los divinos oráculos cuyo depósito le está confiado, proclama del modo más solemne y obligatorio la excitación del santo Precursor durante todo el tiempo del Adviento. La Judea se conmovió a los acentos de la voz profética que resonaba a orillas del Jordán; los sacerdotes, los levitas, los militares, los publicanos, los pecadores de toda clase acudían en tropel pidiendo el bautismo de de la penitencia; la misma resuena en nuestros templos, y ¿por ventura tenemos nosotros menos necesidad de conversión y de penitencia? ¿Acaso debemos temer menos al Dios que viene ahora como Salvador, y vendrá un día como Juez? Dejaremos que la Iglesia nos repita en vano: “Preparen sus corazones; pues su carne evrá en breve al Salvador enviado de Dios”?

2º La gratitud hacia el Salvador. ¿Qué era el hombre antes de la encarnación del Salvador? ¿Qué somos sin él? Pobres, ciegos, esclavos, víctimas del demonio, del pecado y del infierno, ¡cuánto le debemos! Y ¿qué no hizo el Hijo de Dios para iluminarnos, para librarnos, para rescatarnos, para devolvernos nuestros perdidos derechos? Un Dios que reviste la forma de esclavo, que se resigna a todas las miserias de la miserable humanidad; un Dios pobre, un Dios niño; ¿nada dirá esto a nuestro Corazón? Nosotros que somos agradecidos al menor beneficio, ¡no lo seremos por un Dios que se da él mismo a nosotros!

3º Nuestro interés espiritual. La fuente de gracia es inagotable y mana en todos tiempos; mas las grandes fiestas son días más propicios, días en que se derraman las gracias con mayor abundancia; pues la Iglesia, animada entonces del mismo espíritu, ofrece a Dios un más solemne homenaje, le dirige oraciones más fervientes, y le conmueve con sus sinceras lágrimas. Jesucristo nació para conseguir nuestra salvación, mas no concede sus gracias sino a los que se presentan con un corazón preparado para recibirlas; y las disposiciones que hallo en nosotros son la medida de sus favores. Pues bien, ¿no tenemos algo, mucho o poco que pedirle? Descendamos al fondo de nuestro corazón, interroguemos nuestra vida pasada, nuestro estado presente, nuestro porvenir, y el abismo de nuestras miserias contestará por nosotros.

Oración

Dios mío, que eres todo amor, gracias te doy por haber establecido el santo tiempo del Adviento con el fin de prepararme para la fiesta de Navidad; concédeme la gracias de que lo pase santamente.
Me propongo amar a Dios sobre todas cosas, y a mi prójimo como a mí mismo por amor a Dios; y en testimonio de este amor, repetiré mientras dure el Adviento la siguiente oración: Divino Niño Jesús, ven a nacer en mi corazón...


Fuente: Texto trascrito por José Gálvez Krüger - Director de la Revista de Humanidades Studia Limensia - Para Aci Prensa y la Enciclopedia católica...

TEOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO...

A la luz de la liturgia de la Iglesia y de sus contenidos podemos resumir algunas líneas del pensamiento teológico y de la vivencia existencial de este tiempo de gracia. 

1. Adviento, tiempo de Cristo: la doble venida

La teología litúrgica del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.

El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.

La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.

El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.

El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.

En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.

2. Adviento tiempo por excelencia de María, la Virgen de la espera

Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.

Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.
Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:

- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.
- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).
- En las ferias del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa que une el misterio eucarístico con el misterio de Navidad en un paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.

En una hermosa síntesis de títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:
- Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".
- Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.
- Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.
- Es la Virgen del Fiat, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.

En su ejemplaridad hacia la Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en presencia, la promesa en don. Memoria de ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.

En la feliz subordinación de María a Cristo y en la necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa el Marana thá de la Esposa; como Madre del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.

3. Adviento, tiempo de la Iglesia misionera y peregrina

La liturgia con su realismo y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características y expresiones espirituales: la espera, la esperanza, la oración por la salvación universal.

Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído. El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida.

En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad:

- La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.
- La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.
- En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.
- En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.

A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.

La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene...

jueves, 26 de noviembre de 2009

FRASES NAVIDEÑA...

Hasta que uno no sienta la verdadera alegría de Navidad, no existe. 

Todo lo demás es apariencia - muchos adornos. Porque no son los adornos, no es la nieve. No es el árbol, ni la chimenea. La Navidad es el calor que vuelve al corazón de las personas, la generosidad de compartirla con otros y la esperanza de seguir adelante.

No existe la Navidad ideal, solo la Navidad que usted decida crear como reflejo de sus valores, deseos, queridos y tradiciones. (Bill McKibben)

Bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de amor. (Hamilton Wright Mabi)

La Navidad no es una fecha... Es un estado de la mente (Mary Ellen Chase)

Tal vez el mejor adorno de navidad es una gran sonrisa

Si no sabes qué regalar a tus seres más queridos en Navidad, regáleles tu amor

¿Qué es la Navidad? Es la ternura del pasado, el valor del presente y la esperanza del futuro. Es el deseo más sincero de que cada taza se rebose con bendiciones ricas y eternas, y de que cada camino nos lleve a la paz. (Agnes M. Pharo)

¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar! (Charles Dickens)

Viene cada año y vendrá para siempre. Y con la Navidad vienen los recuerdos y las costumbres. Esos recuerdos cotidianos humildes a los que todas las madres nos agarramos. Como la Virgen María, en los rincones secretos de su corazón. (Marjorie Holmes)

Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año (Charles Dickens)

Mejor que todos los regalos debajo del árbol de navidad es la presencia de una familia feliz

Aunque se pierdan otras cosas a lo largo de los años, mantengamos la Navidad como algo brillante.…. Regresemos a nuestra fe infantil. (Grace Noll Crowell)

La Navidad! La propia palabra llena nuestros corazones de alegría. No importa cuánto temamos las prisas, las listas de regalos navideños y las felicitaciones que nos queden por hacer. Cuando llegue el día de Navidad, nos viene el mismo calor que sentíamos cuando éramos niños, el mismo calor que envuelve nuestro corazón y nuestro hogar. (Joan Winmill Brown)

Ojala pudiesemos meter el espiritud de navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año (Harlan Miller)

La Navidad..... no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón (Freya Stark)

La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de Navidad (Calvin Coolidge)
Que en estas fiestas, la magia sea tu mejor traje, tu sonrisa el mejor regalo, tus ojos el mejor destino, y tu felicidad mi mejor deseo.

El mejor regalo que me pueden hacer esta Navidad ya lo tengo...eres tú.

Que esta Navidad convierta... cada deseo en flor, cada dolor en estrella, cada lágrima en sonrisa, cada corazón en dulce morada.

Si vagas por el mundo buscando el espíritu de la Navidad, no lo verás. La Navidad se ve con el corazón.

Con amor, Mariam...

VIDEOS NAVIDEÑOS...



Hemos Realizado una recopilacion de bonitos Videos que fuimos encontrando en Internet, esperamos que Tu tambien puedas disfrutarlos...

El tamborillero

 Los peces en el río
A Belén pastores 

Vamos pastores

Tutaina

Zagalillos

Antón tiru liru liru
 
El amor de los amores

El nacimiento del niño que cambio la historia del mundo

Jesús Nacio

Ven a mi casa esta Navidad


NUESTRA NAVIDAD...

Desde MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS,  queremos compartir contigo el espiritu navideño, para que en estos dias nos preparemos de la mejor forma para vivir la Navidad. 
  Navidad

 
La melodía de Dios
se hace música en el llanto de un niño
que quiere congregarnos en torno suyo para hacernos uno...
Uno en cercanía,
Uno en amor,
Nuestro corazón, en cada Eucaristía, se hace Belén “casa del pan”.
Dejemos tejer en nuestro interior
Aquel amor que llevó a Dios
A la locura de hacerse humilde alimento para los hombres
De buena voluntad...
Y tejidos de ese amor, cantar caridades entre los hombres.
 
Feliz Navidad
 
P. Claudio
 
Al igual que se prepara la casa para recibir a un invitado muy especial y celebrar su estancia con nosotros, preparemos nuestra alma para recibir a Cristo y celebrar con Él su presencia entre nosotros.
En estos dias que anteceden es muy característico pensar: ¿cómo vamos a celebrar la Noche Buena y el día de Navidad? ¿con quien vamos a disfrutar estas fiestas? ¿qué vamos a regalar? Y si bien todo esto es importante no tiene sentido si no consideramos que Jesús es el festejado a quien tenemos que acompañar y agasajar en este día. El desea que le demos lo más preciado que tenemos, prepararemos ese regalo que el Niño Jesús quiere, tomemos conciencia de lo que vamos a celebrar y de su preparación espiritual.
Mensajes de Navidad


 
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