jueves, 26 de noviembre de 2009

TIEMPO DE ADVIENTO...


1ª Semana de Adviento - Ciclo B
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  • Domingo, 30 de noviembre

“Mirad, vigilad” (Mc 13,33)
Comenzamos el Adviento con la mirada, hacia dentro y hacia fuera, con la esperanza en el corazón y una tarea entre las manos. Ya no es tiempo de mirar hacia atrás con ira,,ni hacia delante con miedo. Es la hora de la esperanza.

Ante nosotros aparecen los mil caminos del mundo, las pisadas de tantos caminantes en busca de sentido, la capacidad de iniciar relaciones con todos y con todo. Jesús, manantial vivo de esperanza, viene a nuestro encuentro. Quien se mantenga vigilante reconocerá su rostro. Si nuestra mirada es consciente descubriremos la huella de Dios en todo lo creado. María, aurora luminosa de evangelio al servicio del amor que libera, nos acompaña en el camino.

Orar es hacer silencio interior, ponerse ante Dios, abrir el corazón, escuchar, mirar, poner la vida al servicio del Reino.

  • Lunes, 1 de diciembre

 “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe” (Mt 8,10)
¡Qué importante es encontrarnos en la vida con personas ejemplares que provoquen en nosotros el deseo de crecer en el amor! Y estas personas, por qué no, pueden ser de otra raza, cultura o religión. La salvación que ofrece Jesús es universal, no reconoce fronteras entre personas o pueblos. Lo que hay que valorar es la fe tan atrevida y segura de este hombre y los gestos humildes en que se concreta. Lo que de verdad importa son los frutos de una actitud de fe: la dignidad de un ser humano restaurada, la reconciliación entre los pueblos y el gozo ante las maravillas del Señor.
 
Orar es buscar cómplices para ir a Dios, es encontrar amigos de orar con quienes hacer el camino, porque “gran mal es un alma sola” (Santa Teresa).

  • Martes, 2 de diciembre

“Has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla” (Lc 10,21)
No intentes espiritualizar sin humanizar. No puedes entrar en el cielo sin entrar en ti. El trato verdadero contigo, el trato sencillo con las gentes que te rodean, el saberte hombre o mujer de este tiempo, con sus luces y sombras, es el lugar donde Dios quiere nacer. No te extrañes de no saber caminar por tu mundo interior y de sentirte a veces incómodo o incómoda en medio de la gente. No te sorprendas de tu mal humor al ver que no consigues resultados inmediatos. Una cosa puede llenarte de esperanza. Dios no deja de revelarse a los sencillos. Dios no deja de llamarte. Te quiere tanto que aprovechará cualquier ocasión para entablar la amistad contigo. 

Camina en el Adviento sin pretensiones de grandeza. Dios quiere decirte algo y quiere decir en ti algo importante a los que peor lo pasan a tu alrededor. Dios nunca viene para ti solo, viene para todos.

  • Miércoles, 3 de diciembre

“¿Cuántos panes tenéis?” (Mt 15,34)
Es bueno que acojamos esta pregunta, siempre inquietante, de Jesús, teniendo delante de nosotros los rostros de hombres y mujeres, niños, muchos niños, hambrientos todos, con las manos extendidas en busca de ayuda. Jesús mira al ser humano en su totalidad. Le da la palabra, pero también el pan. Si nos decimos amigos de Jesús tenemos que implicarnos en la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Es la hora de la nueva imaginación de la cariad, que exprese la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como una limosna humillante, sino como un compartir fraterno. 

Orar es acoger la llamada que Cristo nos hace desde la pobreza, es continuar la cena de Jesús partiendo nuestro pan con el hambriento.

  • Jueves, 4 de diciembre

 “Entrará en el Reino de los cielos, el que cumpla la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21)
¿Sientes el deseo de entrar en el Reino? ¿Quieres nacer de nuevo? Los fracasos, los sinsentidos de la vida, la desgana profunda no tienen la última palabra. Son señales que te indican que tu vida necesita beber en otra fuente de aguas más limpias. Las dificultades que encuentras no se solucionan culpabilizando a los demás. Esto, más bien, esteriliza tu vida. Ni culpabilizándote a ti. Las pruebas dejan al descubierto lo que llevas en el corazón; son cosillas en las que puedes descubrir si de verdad eres libre. Cambia los lamentos por la ofrenda. Abre en tu vida un espacio para Dios, para que pueda ser Dios en ti. Un amor te espera, no lo olvides. Si puedes, dile a Dios: “Hágase tu voluntad”. Díselo muchas veces, hasta que lo vaya diciendo tu corazón. Y quédate así, a la espera.
Acércate a los demás como una bendición, como una humilde presencia, que no se impone sino que se pone en medio, como una casa con luz, por si puede servir de ayuda a alguien.

  • Viernes, 5 de diciembre

“Dos ciegos seguían a Jesús, gritando: ‘Ten compasión de nosotros, hijo de David’” (Mt 9,27)
Mateo nos relata un encuentro con Jesús. En diálogo con él, dos ciegos emprenden el camino de la esperanza. Para ellos el encuentro con Jesús fue una gracia, una sorpresa del Dios que no hace más que amar. Los ciegos son símbolo de la Iglesia que pide y quiere recibir la misericordia que salva. Porque, ¿cómo mirarnos y amarnos como hermanos sin tener los ojos limpios?, ¿hacia dónde caminar sin ver a Jesús que va delante? Búsquedas y encuentros, gritos y respuestas. Así es nuestra vida: avanzar “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (San Agustín). En las experiencias de silencio o en las experiencias de encuentro con los demás, lo importante es estar abiertos al Espíritu: él nos ofrece sorpresas siempre nuevas.
Orar es querer ver a Jesús, contemplar su rostro, alegrarnos de verle.

  • Sábado, 6 de diciembre

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10,8)
Las palabras de Jesús son un canto a la primacía de la gracia en nuestra vida. Nos invita a abrir de par en par el corazón a la gracia. Lo más importante de la vida lo recibimos gratuitamente. Y “si no conocemos que recibimos no despertamos a amar” (Santa Teresa). Florece nuestro corazón cuando dice gracias. Cuanto más se extiende la gratuidad más espacio le estamos robando al mal. Evangelizar, o sea anunciar la gracia, tiene que ver con acoger, curar, ensanchar el corazón, perdonar. Y no tiene nada que ver con oprimir, dominar, angustiar, meter miedo. El encuentro con la gracia nos lleva a la comunión con todos esos hombres y mujeres, que toman conciencia y se unen para luchar contra todo tipo de injusticia, buscando que los pobres tengan palabra, sitio y tarea en la comunidad de todos. 

Orar es invocar al Espíritu para que nos ayude a descubrir los dones que tenemos y nos muestre lo que espera de nosotros para bien de todos.

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