ITZHAK PERLMAN
Nacido en Tel Aviv, Mandato Británico de Palestina, el 31 de agosto de 1945. Violinista israelí-estadounidense. Es uno de los mejores y más famosos violinistas de la segunda mitad del siglo XX.
El 18 de Noviembre de 1995,
el violinista Itzhak Perlman, subió al escenario para dar un concierto en el salón Avery Fisher del
"Lincoln Center" en la ciudad de Nueva York. Si usted alguna vez ha
estado en un concierto de Perlman, sabrá que subir al escenario no es nada fácil para él.
Padeció la enfermedad de
polio cuando era niño,
tiene abrazaderas en ambas piernas y camina con la ayuda de unas muletas. Verlo
caminar sobre el escenario de un lado al otro, paso a paso, lenta y
penosamente, es una escena impresionante. él
camina penosamente pero de forma majestuosa hasta que alcanza su silla.
Después se sienta y lentamente
pone las muletas sobre el suelo, abre los broches de las abrazaderas en sus
piernas, recoge un pie y extiende el otro hacia adelante. Después se inclina y recoge el violín, lo pone bajo su
barbilla, hace seña
al Director y procede a tocar.
Hasta ahora, la audiencia
ya estaba acostumbrada a este ritual.
Permanecían silenciosamente sentados
mientras él
caminaba por el escenario hasta su silla.
Permanecían respetuosamente en
silencio hasta que él
estuviera listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió. Justo cuando él terminaba de tocar sus
primeras notas, una cuerda de su violín
se rompió. Se pudo escuchar el ruido
en toda la sala.
Salió disparada como una
bala. No había
duda de lo que ese sonido significaba. No había
duda de lo que él
tendría
que hacer.
Los que estaban ahí esa
noche tal vez pensaron: "Para esta, él
va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas, recoger las muletas,
y salirse del escenario para encontrar otro violín
u otra cuerda."
Pero no fue así. En su lugar, el esperó un
momento, cerró sus ojos y después
hizo seña
al Director para empezar a tocar. La orquesta empezó y él
tocó desde donde había
parado. El tocó con tanta pasan,
con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie había escuchado.
Claro, cualquiera sabe que
es imposible tocar una obra sinfónica
con sólo
tres cuerdas. Lo sé
yo y lo sabe usted, pero esa noche Itzhak Perlman rehusó a saberlo. Uno podía observar como modulaba,
cambiaba y recomponía
esa pieza en su cabeza. Sonaba como si él
estuviera redescubriendo la mejor combinación
de sólo
tres cuerdas, dando la impresión
de que no faltaba ninguna.
Cuando él terminó, se hizo un
silencio impresionante en el salón.
Después,
la gente se levantó y lo aclamó. Había
una explosión
de aplausos desde cada rincón
del auditorio. Todos estábamos
de pie, gritando y aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuánto apreciábamos lo que él había conseguido.
Él
sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente,
pero en un tono tranquilo, pensativo, y reverente:
"¿Saben ustedes que algunas
veces la tarea del artista es la de averiguar cuanta música podemos producir con
lo que nos queda?”
¡Qué
frase tan poderosa! Se ha quedado en mi mente desde que la oí. ¿Y quién sabe?
Tal vez esa sea la definición de la vida, no sólo para los artistas sino
para todos nosotros. He aquí un hombre que se ha preparado durante toda su vida
para producir música
con un violín
de cuatro cuerdas. Sin embargo, se encuentra un buen día de repente en medio de un
concierto con sólo
tres cuerdas; y entonces produce música
con tres cuerdas, y la música
que él
produjo esa noche era más
bonita y más
memorable que cualquier otra que él
haya producido con cuatro cuerdas.
Entonces, tal vez nuestra
tarea en este mundo inestable, cambiante, y perplejo en el que vivimos es la de
producir música,
primero con lo que tenemos, y después,
cuando esto ya no sea posible, producir música
con lo que nos queda.
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