EL VÍA CRUCIS UNA HERMOSA Y RECOMENDABLE PRAXIS CUARESMAL
Jesús de las Heras Muela
Edición MariamContigo |
Concepto, descripción, historia
El Vía Crucis es quizás la más bella y antigua devoción, que ha
brotado del pueblo santo de Dios en su afán de reproducir los misterios
de la pasión y muerte de Jesucristo.
Es hacer memoria del camino de la cruz -la palabra latina “vía
crucis” se traduce por la española “camino de la cruz”- de Jesucristo.
Es acompañar al Señor en las intensas horas del dolor y del amor más
grandes. Es compartir y completar en nosotros lo que le falta a la
pasión del Salvador.
Orígenes
El cristianismo recibe carta de libertad y de ciudadanía en el
imperio romano a partir del edicto de Milán del emperador Constantino en
el año 313. A la madre de éste, Santa Helena, se le atribuye el
hallazgo de la verdadera cruz del Señor, en Jerusalén. A partir del
siglo IV comienzan las peregrinaciones a Tierra Santa y particularmente a
la ciudad santa de Jerusalén. Los peregrinos al llegar a Jerusalén se
encontraban con la piadosa tradición que identifica y reconoce a
determinados lugares de esta ciudad con los acontecimientos más
importantes de la pasión de Cristo y el recorrido que El mismo realizó
hasta llegar a la Cruz y que, por consiguiente, los peregrinos querían
también recorrer en actitud de oración y de veneración.
Nacen así las “estaciones”, las “paradas” en el camino de Jesús, por
la Vía Dolorosa jerosolimitana, hacia el Calvario, el lugar de la
crucifixión del Redentor.
A partir del siglo XIII, los Franciscanos, imitando a su fundador San
Francisco de Asís, peregrinó en el País de Jesús, se establecen en la
“custodia” de estos Santos Lugares y divulgan el rezo y la praxis
itinerante del Vía Crucis, que cautivó pronto al pueblo cristiano.
Junto al rezo del Vía Crucis en las peregrinaciones a Jerusalén, la
Iglesia adopta también esta praxis y la inserta en todos los demás
lugares dentro de las prácticas cuaresmales, particularmente durante los
viernes de cuaresma y de una manera especialmente significativa el
viernes santo, el día del Vía Crucis.
Vía Crucis tradicional
Desde tiempo, pues, inmemorial el pueblo cristiano ha recordado -esto
es, ha vuelto a traer al corazón- los misterios de la pasión y muerte
del Señor mediante el rezo del Vía Crucis. Para ello se crearon catorce
estaciones, la mayoría de ellas basadas en los relatos bíblicos y otras
muy apegadas a la tradición popular.
El Vía Crucis tradicional
Consta que el llamado Vía Crucis tradicional, las catorce estaciones
clásicas de esta oración y ejercicio, tuvieron su origen en España en el
siglo XVII. Con todo, junto a este Vía Crucis, la Iglesia, sus pastores
y fieles, ha seguido también el camino de la cruz con otras estaciones,
más o menos a elección libre y ocasional, pero siempre dentro del mismo
espíritu y contexto de la pasión del Señor.
Las catorce estaciones tradicionales o clásicas del Vía Crucis tienen el siguiente enunciado:
1ª Estación: Jesús es condenado a muerte.
2ª Estación: Jesús carga con la cruz.
3ª Estación: Jesús cae por primera vez.
4ª Estación: Jesús se encuentra con su Madre María.
5ª Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz.
6ª Estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor.
7ª Estación: Jesús cae por segunda vez.
8ª Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
9ª Estación: Jesús cae por tercera vez.
10ª Estación: Jesús es desnudado en la cruz.
11ª Estación: Jesús es crucificado.
12ª Estación: Jesús muere en la cruz.
13ª Estación: El descendimiento del Señor de la cruz.
14ª Estación: Jesús es sepultado.
En distintas y numerosas celebraciones del rezo del Vía Crucis se ha
añadido además una decimoquinta estación: La Resurrección del Señor.
El modo de rezar el Vía Crucis ha incluido también la introducción,
tras el enunciado de la estación, de una jaculatoria: “Te adoramos, oh
Cristo, y te bendecimos que por tu santa cruz redimiste al mundo”.
Después, puede seguir una meditación, un tiempo de silencio, un cántico,
el rezo de Padre Nuestro con o sin Ave María y Gloria y una jaculatoria
final.
El Vía Crucis del Papa Juan Pablo II
Para el viernes santo del año 1991, el Papa Juan Pablo II propuso a
los fieles un nuevo Vía Crucis, estrictamente evangélico y arrancando de
Getsemaní. El mismo lo inauguraba en el ejercicio solemne del Vía
Crucis del Coliseo Romano de aquel año.
Este Vía Crucis de Juan Pablo II no pretendía suplir al anterior sino
complementarlo. Como afirmara entonces el Maestro de Ceremonias
Pontificias, Mons. Piero Marini, “este Vía Crucis es una alternativa; al
igual que en la Misa hay varias plegarias eucarísticas, también ahora
existe otra posibilidad de rezar el Vía Crucis”. De hecho, el mismo
Santo Padre, en el rezo del Vía Crucis de los viernes santos en el
Coliseo Romano, a veces sigue este nuevo modelo y a veces retorna al
tradicional.
Las catorce estaciones del nuevo Vía Crucis o Vía Crucis del Papa Juan Pablo II son las siguientes:
1ª Estación: Jesús en el huerto de los olivos.
2ª Estación: Jesús es traicionado por Judas y es arrestado.
3ª Estación: Jesús es condenado por el Sanedrín.
4ª Estación: Jesús es negado por Pedro.
5ª Estación: Jesús es juzgado por Pilatos.
6ª Estación: Jesús es flagelado y coronado de espinas.
7ª Estación: Jesús carga con la cruz.
8ª Estación: Jesús es ayudado por el Cirineo.
9ª Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.
10ª Estación: Jesús es crucificado.
11ª Estación: Jesús promete el Reino al buen ladrón.
12ª Estación: Jesús crucificado, la madre y el discípulo.
13ª Estación: Jesús muere en la cruz.
14ª Estación: Jesús es depositado en el sepulcro.
Convergencias y substancias
En cualquier, tanto en un modelo como en otro, que son muy
convergentes, como no podía ser de otra manera, la clave de este
ejercicio piadoso, de esta hermosísima praxis, es la contemplación y
seguimiento del Señor en su camino de dolor, de amor y de redención.
El Vía Crucis ha sido, es y seguirá siendo, por todo ello, memoria
viva y orante de las más apasionantes y decisivas horas de la historia
de la salvación y de la historia de la humanidad. Es escuela de
arrepentimiento y de conversión. Es escuela de vida y de compromiso. Es
escuela de meditación y de oración. El Vía Crucis es, por todo ello, es
un extraordinario, oportuno y fecundísimo camino de cuaresma y de
pascua.
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