MARIAMCONTIGO.-
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La Liturgia de las Horas es la oración de la Iglesia que alabando a Dios e intercediendo por los hombres, prolonga en la tierra la función sacerdotal de Cristo. Ahora bien, la Iglesia la forman todos "aquellos hombres a los que Cristo ha hecho miembros de su Cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del bautismo", no únicamente una parte de ellos; por consiguiente, la Liturgia de las Horas "pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia", no sólo a los sacerdotes y religiosos contemplativos, como se ha venido pensando durante los últimos siglos. Se requiere entonces ser bautizado y los fieles recibimos la misión de orar en nombre y como miembro de la Iglesia.
¿QUÉ ES LA LITURGIA DE LAS HORAS?
La Liturgia de las Horas es la oración de la Iglesia que alabando a Dios e intercediendo por los hombres, prolonga en la tierra la función sacerdotal de Cristo. Ahora bien, la Iglesia la forman todos "aquellos hombres a los que Cristo ha hecho miembros de su Cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del bautismo", no únicamente una parte de ellos; por consiguiente, la Liturgia de las Horas "pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia", no sólo a los sacerdotes y religiosos contemplativos, como se ha venido pensando durante los últimos siglos. Se requiere entonces ser bautizado y los fieles recibimos la misión de orar en nombre y como miembro de la Iglesia.
¿CUÁL ES EL OBJETO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS?
Para dar respuesta a este interrogante y mostrar mejor la naturaleza de la participación de los laicos en la Liturgia de las Horas, hay que empezar recordando que la Iglesia, primer sujeto de la oración litúrgica, es un cuerpo con diversidad de miembros. Aunque todos los fieles sean cuerpo de Cristo y lo sean con los mismos derechos y la misma dignidad, no todos, en cambio, tienen idénticas funciones. Y lo que acontece con el cuerpo de la Iglesia pasa también con la oración de la misma, que es como su respiración. Así como a la respiración del cuerpo contribuyen diversos órganos - pulmones, boca, nariz, etc.-, pero cada uno de ellos contribuye a la respiración común de forma propia y peculiar, así pasa también con la oración de la Iglesia: esta plegaria es tarea común de todos los bautizados, pero en ella algunos miembros participan de manera peculiar o con matices distintos.
¿CÚAL ES El PAPEL DE LOS MINISTROS, DE LOS MONJES Y DE LOS LAICOS EN LA LITURGIA DE LAS HORAS?
Los Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas, después de haber afirmado que la oración litúrgica corresponde a todos los bautizados, pasa a tratar del papel de los ministros: a ellos, con respecto a la oración litúrgica, se les asignan tres funciones:
- Convocar a la comunidad
- Presidir la plegaria
- Educar a los fieles en vistas a la oración.
Los Ministros de la Iglesia son "signos de Jesucristo", por ello sus ministros convocan a los fieles para la oración eclesial; porque es el mismo Señor quien preside la oración de su Iglesia -"donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"-, los ministro son instrumentos de la presencia de Jesús, profeta y maestro de su pueblo, por ello a los ordenados también les compete, como función ministerial propia, educar a los fieles en la oración cristiana.
No resulta difícil a quien lee atentamente el nuevo Testamento advertir que la plegaria asidua es una de las características más propias de las enseñanzas de Jesús: "orar siempre sin desanimarse", "ofrecer continuamente a Dios un sacrificio de alabanza" y otras expresiones análogas se repiten sin cesar, tanto en el evangelio como en las cartas apostólicas. Ahora bien, que todos y cada uno de los fieles puedan dedicarse a la plegaria asidua resulta difícil; por ello, para que la Iglesia no cese en la oración continuada que le encomendó el Señor, se encarga a los monjes la plegaria insistente que al resto de los fieles les resultaría difícil. Se trata, pues, de un papel de suplencia: las comunidades de monjes y monjas representan de modo especial a la Iglesia orante: reproducen más de lleno el modelo de la Iglesia, que alaba incesantemente al Señor y cumplen con el deber de trabajar, principalmente con la oración.
Una función parecida se encarga también a los obispos y presbíteros: A los ministros sagrados se les confía de tal modo la Liturgia de las Horas que cada uno de ellos habrá de celebrarla incluso cuando no participe el pueblo..., pues la Iglesia los delega para la Liturgia de las Horas de forma que al menos ellos aseguren de modo constante el desempeño de lo que es función de toda la comunidad, y se mantenga en la Iglesia sin interrupción la oración de Cristo.
Situado el papel de los monjes y de los ministros en el interior de una Iglesia toda ella orante -y no como grupo separado que ora aisladamente "en nombre de la Iglesia"-, se capta perfectamente el papel de los laicos con referencia a la oración litúrgica: los laicos, que son la mayoría del cuerpo eclesial, son los principales destinatarios de la oración litúrgica. Los ministros ordenados, en cambio, y los monjes rezan la Liturgia de las Horas en función de todos los fieles: los ministros, ejerciendo el servicio de "signos del Señor", que ora en la comunidad y preside la oración de los fieles; los monjes, como levadura de oración asidua, para que la Iglesia entera - repitámoslo una vez más, formada principalmente por laicos - fermente toda ella en oración y se convierta cada vez más en comunidad orante.
LA IGLESIA RECOMIENDA INSISTENTEMENTE A LOS LAICOS EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS
La Iglesia recomienda el rezo del Oficio a todos los fieles, "cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo"; se recomienda a los laicos que "dondequiera que se reúnan... reciten el Oficio de la Iglesia, celebrando algunas partes de la Liturgia de las Horas". Se recomienda que se recite en familia, que es como un santuario doméstico dentro de la Iglesia; se exhorta a las comunidades religiosas no obligadas a la Liturgia de las Horas, y a cada uno de sus miembros, como también a los seglares, a que "celebren algunas partes de la Liturgia de las 'Horas, que es la oración de la Iglesia y hace de todos los que andan dispersos por el mundo un solo corazón y una sola alma".
LA ORACIÓN LITÚRGICA ES UNA ORACIÓN PERSONAL Y ORACIÓN ECLESIAL
El hecho de que en nuestros días los laicos se hayan reincorporado de nuevo a la oración de la Iglesia, como lo hacían los antiguos cristianos, hay que añadir el de que entiendan que la oración de la Iglesia - la Liturgia de las Horas - es una plegaria de naturaleza diversa, que no se limita a ser una de tantas maneras posibles de orar, apenas distinta de lo que es la oración personal a no ser porque se reza en común o usando unos formularios propuestos por la Iglesia, sino que tiene una identidad propia y exclusiva.
La oración personal consiste en el trato íntimo con Dios. Por ello este modo de orar resulta tanto más auténtico cuanto más espontáneamente brota del corazón. En el ámbito de esta oración personal, las fórmulas preexistentes pueden ser útiles, sin duda, para orientar la plegaria, pero nunca son elemento imprescindible ni mucho menos fundamental. Incluso, si el que ora sabe prescindir de toda fórmula de plegaria, su oración personal será más filial y ganará en autenticidad.
LA ORACIÓN DE LA IGLESIA, ORACIÓN DE TODO EL PUEBLO DE DIOS
La oración eclesial, en cambio, va por otros senderos. Su finalidad no es el coloquio personal de los participantes con Dios, sino el diálogo de la Iglesia con su Esposo, del pueblo santo con el Padre que lo ha elegido, de la comunidad santificada por la sangre de Cristo con su Salvador. Y esta comunidad orante es únicamente la Iglesia en su sentido más pleno, es decir, la Iglesia universal, la única que merece el título de esposa "radiante, sin mancha ni arruga, ni nada parecido, sino santa e inmaculada". La asamblea local es sólo una presencia limitada de esta Iglesia de Jesús. Por ello la oración de la asamblea concreta - o del bautizado que reza solo la Liturgia de las Horas - nunca se reduce ni a los sentimientos personales de los participantes ni a la simple adición de los votos individuales de los que participan en la oración de una asamblea concreta, sino que se trata siempre de la voz de todo el cuerpo de Cristo, de las alabanzas y de los votos de la Iglesia universal como tal. Es por ello que la naturaleza de esta oración quedaría desfigurada si en el interior de lo que es la oración eclesial se introdujeran elementos que sólo responden a la oración personal, como serían las preces espontáneas de los participantes.
LA ORACIÓN DE LA IGLESIA, ORACIÓN DE CRISTO
La oración litúrgica es la oración de toda la Iglesia. Ahora bien, a la Iglesia pertenecen no sólo los bautizados sino también -y muy por encima de ellos - el mismo Cristo. Él es la cabeza del cuerpo y su miembro más destacado. Por ello, cuando se habla de la oración de la Iglesia, la referencia a la oración del mismo Cristo debe ocupar el lugar principal. Es precisamente a esta oración de Cristo con su Iglesia, a la que, de modo singular, debe aplicarse la afirmación del Señor: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí, en medio de ellos, estoy yo." La oración de la Iglesia aúna la oración de Cristo con la de aquellos hombres a los que él ha hecho miembros de su cuerpo mediante el bautismo. De esta participación de Cristo en la oración de la Iglesia se derivan dos consecuencias especialmente importantes para una mejor vivencia de la Liturgia de las Horas:
- El valor supremo de esta oración por encima de todo otro tipo de plegaria.
- El rico significado de algunas expresiones litúrgicas que con la presencia de Cristo resultan muy significativas.
Teniendo presente la participación de Cristo en la oración de la Iglesia, resulta oportuno en la oración que la voz de Jesús recuerde ante el Padre su santidad inconmensurable, para que Dios, complacido ante esta perfección de su Hijo, derrame sobre sus hermanos - la Iglesia, e incluso el mundo - la abundancia de sus bendiciones. Es, pues, en este sentido que la Iglesia, como voz de Cristo, hace ante el Padre memoria de las perfecciones del Hijo amado, para que Dios, complacido en ellas, bendiga a todos sus hermanos.
DINAMISMO DE LA ORACIÓN LITÚRGICA
1. LAS DIFERENTES HORAS DE LA ORACIÓN LITÚRGICA
El Concilio Vaticano subrayó ya que la finalidad del Oficio divino es la santificación de los diversos momentos de la jornada, es la santificación de las horas, y por eso tenemos:
- Laudes (Oración de la mañana)
- Vísperas (Oración de la Noche)
- Completas (Oración antes del descanso nocturno)
2. LOS DIVERSOS ELEMENTOS DEL OFICIO
Cada uno de los momentos antes indicados se componen de varias partes, ellas son:
a) Introducción a la oración
Cada una de las Horas del Oficio empieza por el versículo introductorio. En la primera oración del día este versículo introduce tanto en esta Hora concreta como en el conjunto de la plegaria de la jornada. Se trata de un elemento ambiental, de preparación a la plegaria, en el que se pide el auxilio divino para unirnos debidamente a la oración de Cristo y de la Iglesia: que Dios abra los labios de los que van a orar en nombre de la Iglesia; que Cristo, el Señor y cabeza de la Iglesia, venga en auxilio de la comunidad orante, para que la asamblea profiera dignamente las alabanzas de Dios.
b) Himno
Su finalidad es introducir en la celebración, en las otras partes del oficio. El himno no proviene de la Santa Biblia, sino que recoge formas de las maneras de hablar de cada pueblo con Dios.
c) Salmodia
Bajo el nombre de salmodia entendemos aquí el conjunto de salmos y cánticos bíblicos, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, que figuran en la Liturgia de las Horas. Esta salmodia es, sin duda, el núcleo central del Oficio y su parte más extensa. Hacer los posibles para que la salmodia se convierta en oración es de suma importancia, pues si la salmodia se vive como oración, si se entiende su significado - o sus diversos significados -, todo el Oficio cobra vida, llega a ser verdadera oración.
La salmodia se puede realizar de las siguientes maneras:
1) Proclamación leída: Un lector proclama el salmo desde el ambón, mientras la asamblea escucha y medita. Terminado el salmo, uno de los participantes puede añadir una colecta sálmica conclusiva. Esta manera resulta especialmente apropiada para los salmos históricos o sapienciales.
2) Forma responsorial: Un cantor o pequeño coro proclama los versículos, y la asamblea responde intercalando de cuando en cuando una aclamación - que puede ser la misma antífona del salmo -, a la manera como se hace con el salmo responsorial de la misa. Esta forma resulta especialmente apropiada para aquellos salmos que incluyen en el mismo texto aclamaciones.
3) A dos coros: Fue la forma habitual a partir de la Edad media hasta la reforma litúrgica de nuestros días. Esta manera resulta especialmente oportuna en los salmos que contienen una plegaria comunitaria. Esta forma puede realizarse de dos formas: el canto y la plegaria rezada. En general, si el salmo es de alegría y de victoria resulta más expresivo cantarlo; si es una lamentación puede resultar mejor rezarlo pausadamente.
4) Himno: Es la mejor manera de realizar los salmos entusiastas y cortos, como son muchos de los terceros salmos de Laudes. Para esta forma es mejor que el texto tenga una música propia en cada estrofa, no una melodía que se repite idéntica.
5) Diálogo entre solistas diversos y pueblo: Es la aplicación a la salmodia de lo que tradicionalmente se hace en la liturgia para la lectura de la historia de la Pasión del Señor. Uno o más solistas - según los personajes que intervienen en el salmo - representan cada uno de los papeles; la asamblea interviene con las aclamaciones plurales.
Notemos, finalmente, que la salmodia del Oficio divino - la salmodia cristiana - no se limita a los salmos del antiguo Testamento, sino que incluye también algunos cánticos del nuevo. Unos pocos de estos cánticos - el de Zacarías, el de María y el de Simeón - ya se contenían en el antiguo Breviario romano, pero la nueva Liturgia de las Horas ha introducido otros cantos tomados de diversos lugares del nuevo Testamento.
d) Lectura bíblica
Éste es un elemento que se encuentra tanto en la Liturgia de las Horas como en la casi totalidad de las celebraciones litúrgicas. Pero en el Oficio divino la lectura bíblica tiene, por lo menos habitualmente, un carácter bastante distinto.
En la Liturgia de las Horas, la salmodia ocupa el primer lugar, tanto cronológicamente como en razón de su importancia, mientras que la lectura aparece como elemento menos relevante. Este tratamiento de unos mismos elementos evidencia hasta qué punto la Liturgia de las Horas constituye una celebración de carácter muy propio y diverso de lo que son las celebraciones de la palabra, sin que a ello obste que en el interior de la misma pueda incluirse una verdadera celebración de la palabra, como acontece en el Oficio de lectura, o cuando en Vísperas o Laudes la lectura breve queda substituida por otra más larga.
e) Responsorio breve
Éste es un elemento cuya finalidad en parte coincide y en parte difiere de la que tiene el salmo responsorial de la misa. Coincide en cuanto que es una ayuda para que la palabra proclamada en la lectura penetre más íntimamente en quienes la han escuchado y se transforme en contemplación personal. Pero se distingue del mismo porque en la misa el salmo responsorial es el único salmo de la celebración y por ello acostumbra a ser más largo y más variado; en el Oficio, en cambio, a la lectura ha precedido una larga salmodia, y por ello el responsorio es más breve y menos variado.
f) Preces
Tanto en Laudes como en Vísperas, terminada la salmodia - el último de los cánticos, el evangélico - se añaden unas preces.
Las preces de Laudes tienen un carácter especial y es el de encomendar a Dios el nuevo día; éstas piden habitualmente sólo por los propios orantes.
Las de Vísperas tienen la misma finalidad que las de la misa, son una oración universal, pero las de la misa se dirigen a la asamblea y las de las de Vísperas se dirigen directamente a Dios.
Como oración universal que son, atienden, a las intenciones de carácter más general y piden por la Iglesia y el mundo; a estas peticiones universales pueden añadirse además algunas otras intenciones particulares, pidiendo por la asamblea local, la diócesis, la familia religiosa u otras necesidades (particulares no significan, con todo, en manera alguna preces espontáneas). Estas preces, con todo, como repetidamente han recordado diversos documentos romanos deben ser previamente escritas para que reflejen mejor su carácter comunitario y no simplemente personal.
g) Padrenuestro
Es el elemento que concluye y culmina la plegaria de la Iglesia, el que corona toda la celebración. Es la oración más propia de los hijos, para preparar la cual han precedido todas las otras oraciones.
h) Oración final
Esta colecta viene a ser como la conclusión del Padrenuestro; conserva la conclusión larga en la que se alude a las tres divinas personas, proclamando su reino: "Vive y reina contigo (Padre) en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos."
i) Conclusión del Oficio
Ésta se hace de dos formas, según que el Oficio sea comunitario y presidido por el obispo, un presbítero o un diácono - ministros que tienen la misión de convocar la asamblea y por ello también de despedirla y disolverla - o que se rece en solitario o comunitariamente, pero sin la presidencia de un ministro ordenado; en este último caso, como el que preside no tiene ni la misión de despedir la asamblea ni la representatividad de Cristo, se suprime tanto la fórmula de despedida como la de bendición, y se limita a desear e implorar la bendición de Dios.
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