lunes, 5 de julio de 2010

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN...

MARIA REINA Y MADRE PARA SIEMPRE... visitanos: http://mariamcontigo.ning.com/ TRAS LOS PASOS DE UN SANTO... http://mariamjuanpbloii.blogspot.com/

Oración a la  Virgen del Carmen
 
En las dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén.

Nubecilla del Carmelo
 
Prodigioso y admirable
Imán de nuestro desvelo;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Salve, Reina de los, cielos,
De misericordia Madre,
Vida y dulzura divina;
Esperanza nuestra, Salve;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Dios te Salve, Templo hermoso
Del divino Verbo en carne,
Dios te Salve, Madre Virgen,
Pues eres Virgen y Madre;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Volvednos, Madre piadosa,
Vuestros ojos admirables,
Y mirad por vuestros hijos,
Pues que sois piadosa Madre;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Socorrednos, pues escucha
Que en las penas y combates
A ti suspiramos todos
En este lloroso valle;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Mostradnos a vuestro Hijo
De Josafat en el Valle,
Piadoso, pues que nació
De ese cristal admirable;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Rogad por vuestros devotos
A la bondad inefable;
Pues murió para salvarnos,
Por su clemencia nos salve;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.
Ruega por nos, santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de  las promesas de Jesús

EL ESCAPULARIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

"...Con el signo del escapulario se manifiesta una síntesis eficaz de espiritualidad mariana, que alimenta la devoción de los creyentes, haciéndolos sensibles a la presencia amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un "hábito". Quien lo recibe se une o se asocia, en un grado más o menos íntimo, a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. Por tanto, quien se reviste del escapulario se introduce en la tierra del Carmelo, para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2, 7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad-

También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen. Por el amor que siento hacia nuestra Madre celestial común, cuya protección experimento continuamente, deseo que este año mariano ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente a acrecentar su amor y a irradiar en el mundo la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la gracia.

(MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II  A LA ORDEN DEL CARMEN CON MOTIVO DE LA DEDICACIÓN DEL AÑO 2001 A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN)
 
El Escapulario del Carmen y el privilegio sabatino
 
"...A la verdad, no dejará la piadosísima Madre que sus hijos que expían sus culpas en el purgatorio, no consigan cuanto antes la vida eterna por su intervención delante de Dios, en conformidad con el privilegio sabatino...". (Pio XII, Carta Magna del Escapulario del Carmen. 1950)

En la historia de la piedad mariana aparece la devoción al Escapulario de la Virgen del Carmen. Su difusión es verdaderamente universal y sin duda se le aplican las palabras conciliares sobre las prácticas y ejercicios de piedad "recomendados a lo largo de los siglos por el Magisterio".

El Escapulario del Carmen es una forma reducida del hábito religioso de la Orden de Hermanos de la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo: se ha convertido en una devoción muy extendida e incluso más allá de la vinculación a la vida y espiritualidad de la familia carmelitana, el escapulario conserva una especie de sintonía con la misma.

El escapulario es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración.

El escapulario se impone con un rito particular de la Iglesia, en el que se declara que "recuerda el propósito bautismal de revestirse de Cristo, con la ayuda de la Virgen Madre, solícita de nuestra conformación con el Verbo hecho hombre, para alabanza de la Trinidad, para que llevando el vestido nupcial, lleguemos a la patria del cielo".

La imposición del escapulario del Carmen, como la de otros escapularios, "se debe reconducir a la seriedad de sus orígenes: no debe ser un acto más o menos improvisado, sino el momento final de una cuidadosa preparación, en la que el fiel se hace consciente de la naturaleza y de los objetivos de la asociación a la que se adhiere y de los compromisos de vida que asume". (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, 205).

MARÍA ESTRELLA DEL MAR Y FLOR DEL CARMELO

A los reverendísimos padres: JOSEPH CHALMERS, Prior general de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo y CAMILO MACCISE.

Prepósito general de la Orden de los Hermanos Descalzos
de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo

1. El providencial acontecimiento de gracia, que fue para la Iglesia el Año jubilar, la induce a mirar con confianza y esperanza el camino recién emprendido en el nuevo milenio. "Nuestro paso, al principio de este nuevo siglo debe hacerse más ágil. (...) En este camino nos acompaña la santísima Virgen, a la que (...) he consagrado el tercer milenio" (Carta apostólica Novo millennio ineunten. 58).

Por eso, con profunda alegría he sabido que la Orden del Carmen, en sus dos ramas, antigua y reformada, quiere expresar su amor filial a su Patrona consagrándole el año 2001 a ella, invocada como Flor del Carmelo, Madre y Guía en el camino de la santidad. Al respecto, no puedo menos de subrayar una feliz coincidencia:  la celebración de este año mariano para todo el Carmelo tiene lugar, según cuanto transmite una venerable tradición de la Orden misma, en el 750° aniversario de la entrega del escapulario. Es, pues, una celebración que constituye para toda la familia carmelitana una magnífica ocasión no sólo para profundizar su espiritualidad mariana, sino también para vivirla cada vez más a la luz del lugar que la Virgen Madre de Dios y de los hombres ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia y, por tanto, para seguirla a ella que es la "Estrella de la evangelización" (cf. ib.).

2. Las diversas generaciones del Carmelo, desde su origen hasta hoy, en su itinerario hacia el "monte de la salvación, Jesucristo nuestro Señor" (Misal romano, oración colecta de la misa en honor de la Virgen del Carmen, 16 de julio), han tratado de modelar su vida según el ejemplo de María.

Por eso en el Carmelo, y en toda alma impulsada por un tierno afecto hacia la Virgen y Madre santísima, florece la contemplación de Aquella que, desde el principio, supo estar abierta a la escucha de la palabra de Dios y acatar su voluntad (cf. Lc 2, 19. 51). En efecto, María,  educada y  modelada por el Espíritu (cf. Lc 2, 44-50),  fue capaz de leer en la fe su propia historia (cf. Lc 1, 46-55) y, dócil a las inspiraciones divinas, "avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie (cf. Jn 19, 25), sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre" (Lumen gentium, 58).

3. La contemplación de la Virgen nos la presenta mientras, como Madre solícita, ve crecer a su Hijo en Nazaret (cf. Lc 2, 40. 52), lo sigue por los caminos de Palestina, lo asiste en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 5) y, al pie de la cruz, se convierte en la Madre  unida a su ofrenda y donada a todos los hombres en la entrega que el mismo Jesús hace de ella a su discípulo predilecto (cf. Jn 19, 26). Como Madre de la Iglesia, la Virgen santísima está unida a los discípulos y "persevera en la oración" (cf. Hch 1, 14), y, como Mujer nueva que anticipa en sí lo que se realizará un día para todos nosotros en la fruición plena de la vida trinitaria, es elevada al cielo, desde donde extiende el manto de protección de su misericordia sobre sus hijos peregrinos hacia el monte santo de la gloria.

Esa actitud contemplativa de la mente y del corazón lleva a admirar la experiencia de fe y de amor de la Virgen, que ya vive en sí cuanto todo fiel desea y espera realizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium, 103; Lumen gentium, 53). Por este motivo, los carmelitas, tanto la rama masculina como la femenina, con razón han elegido a María como su Patrona y Madre espiritual, y ante los ojos del corazón la tienen siempre presente a ella, la Virgen purísima que guía a todos al conocimiento perfecto y a la imitación de Cristo.

Florece así una intimidad de relaciones espirituales que incrementan cada vez más la comunión con Cristo y con María. Para los miembros de la familia carmelitana María, la Virgen Madre de Dios y de los hombres, no sólo es un modelo a imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en la que se puede confiar. Con razón santa Teresa de Jesús exhortaba: "Imitad a María y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por Patrona" (Castillo interior, III, 1, 3).

4. Esta intensa vida mariana, que se manifiesta en una oración confiada, en una alabanza entusiasta y en una imitación diligente, lleva a comprender que la forma más auténtica de devoción a la Virgen santísima, expresada mediante el humilde signo del escapulario, es la consagración a su Corazón Inmaculado (cf. Pío XII, Neminem profecto latet, 11 de febrero de 1950:  AAS 42 [1950], 390-391; Lumen gentium, 67). En el corazón se realizan así una comunión y una familiaridad cada vez mayores con la Virgen santísima, "como "nueva manera" de vivir para Dios y continuar aquí en la tierra el amor del Hijo Jesús a su madre María" (Meditación mariana a la hora del Ángelus, 24 de julio de 1988, n. 2:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de julio de 1988, p. 1). Como dijo el beato mártir carmelita Tito Brandsma, se establece así una profunda sintonía con María, la Theotókos, transmitiendo como ella la vida divina:  "También a nosotros el Señor nos envía su ángel. (...) También nosotros debemos recibir a Dios en nuestro corazón, llevarlo dentro de nuestro corazón, alimentarlo y hacer que crezca en nosotros, de modo que nazca de nosotros y viva con nosotros como el Dios-con-nosotros, el Emmanuel" (De la relación del beato Tito Brandsma en el Congreso mariológico de Tongerloo, agosto de 1936).

Este rico patrimonio mariano del Carmelo se ha convertido con el tiempo, mediante la difusión de la devoción del santo escapulario, en un tesoro para toda la Iglesia. Por su sencillez, por su valor antropológico y por su relación con el papel que desempeña María con respecto a la Iglesia y a la humanidad, el pueblo de Dios ha acogido profunda y ampliamente esta devoción, hasta el punto de encontrar expresión en la memoria del 16 de julio, presente en el calendario litúrgico de la Iglesia universal.

5. Con el signo del escapulario se manifiesta una síntesis eficaz de espiritualidad mariana, que alimenta la devoción de los creyentes, haciéndolos sensibles a la presencia amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un "hábito". Quien lo recibe se une o se asocia, en un grado más o menos íntimo, a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia (cf. Fórmula de la imposición del escapulario, en el "Rito de la bendición e imposición del escapulario", aprobado por la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, 5 de enero de 1996). Por tanto, quien se reviste del escapulario se introduce en la tierra del Carmelo, para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2, 7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad (cf. Fórmula de la imposición del escapulario).

Así pues, son dos las verdades evocadas en el signo del escapulario:

-  por una parte, la protección continua de la Virgen santísima, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria eterna;

- y por otra, la certeza de que la devoción a Ella no puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un "hábito", es decir, una orientación permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior, mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de misericordia espirituales y corporales. De este modo, el escapulario se convierte en signo de "alianza" y de comunión recíproca entre María y los fieles, pues traduce de manera concreta la entrega que en la cruz Jesús hizo de su Madre a Juan, y en él a todos nosotros, y la entrega del apóstol predilecto y de nosotros a ella, constituida nuestra Madre espiritual.

6. Un espléndido ejemplo de esta espiritualidad mariana, que modela interiormente a las personas y las configura a Cristo, primogénito entre muchos hermanos, son los testimonios de santidad y sabiduría de tantos santos y santas del Carmelo, todos crecidos a la sombra y bajo la tutela de la Madre.

También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen. Por el amor que siento hacia nuestra Madre celestial común, cuya protección experimento continuamente, deseo que este año mariano ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente a acrecentar su amor y a irradiar en el mundo la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la Gracia.

Con estos deseos, imparto de buen grado la bendición apostólica a todos los frailes, las monjas, las religiosas, los laicos y las laicas de la familia carmelitana, que tanto se esfuerzan por difundir entre el pueblo de Dios la verdadera devoción a María, Estrella del mar y Flor del Carmelo.

Vaticano, 25 de marzo de 2001
LA FLOR DEL CARMELO - San Simón Stock
 
Oh Bellísima Flor del Carmelo, Fructífera Viña, Resplandor del Cielo, Madre Singular del Hijo de Dios, Virgen Siempre Pura !

Madre Santísima, después de habernos traído el Hijo de Dios, permanecísteis intacta y sin mancha ninguna.

¡ Oh Bienavernturada Siempre Virgen, asistídme en esta necesidad !

¡ Oh Estrella del Mar, auxiliadme y protegédme !

¡ Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos !

¡ Madre y Ornamento del Carmelo, rogad por nosotros !

¡Virgen, Flor del Carmelo, rogad por nosotros!

¡ Patrona de los que visten el Santo Escapulario, rogad por nosotros !

¡ San José, fiel Amigo del Sagrado Corazón, rogad por nosotros !

¡ San José, Castísimo Esposo de María Santísima, rogad por nosotros !

¡ San José, nuestro Gran Protector, rogad por nosotros !

¡ Dulce Corazón de María sed nuestra Salvación !

Amén.

Oración de San Simón Stock a Nuestra Señora del Carmen

A LA VIRGEN DEL CARMEN  

 Quiero ser eremita del Carmelo,
contemplar en la nube tu presencia,
sentir el aleteo de la Esencia,
navegar con tu Estrella por el cielo,
llevar el manto, prueba de tu celo
en ofrecer al mundo tu asistencia,
el signo de mi entrega y dependencia,
tu obsequio generoso, tu consuelo.

Será tu escapulario la armadura
que me libere de mortales sellos
y me salve de error en noche oscura.

Espero que mi humana singladura,
guiada por la luz de tus destellos,
arribe al puerto azul de la ventura.
-Emma-Margarita R. A.-Valdés-

ORACIÓN

Oh Virgen del Carmen María Santísima, que has ofrecido tu especial asistencia en la hora de la muerte a  los que devotamente vistieron tu Santo Escapulario, para que por medio de una verdadera penitencia logren salir de esta vida en gracia de Dios, y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Madre, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia y contrición de mis pecados, perfecto amor de Dios, y deseos vivos de agradarle, para que mi alma no se pierda eternamente, sino que salga segura de esta vida, para gozar la felicidad eterna de la gloria; y al presente consiga lo que en esta oración, por vuestra intercesión, pido a Nuestro Señor.

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