HUGO WAST
Una referencia a temas fundamentales como son la esencia del sacerdocio, el drama del sacerdocio y el papado, cumbre del sacerdocio, tal como lo trató el gran escritor católico.
Fuente: Revista Gadium
Hugo Wast, seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría (1883-1962), considerado el más grande novelista de América, cuyas memorables obras Flor de Durazno, Valle Negro, Desierto de Piedra, Don Bosco y su Tiempo, llegaron a tener decenas de ediciones con tiradas de 120.000 ejemplares y ser traducido a muchos idiomas, nos deja páginas memorables sobre el tema del Sacerdocio católico, la Iglesia y el Papado, cuyo análisis demandarían profundos estudios. Pensemos en libros completos dedicados a sacerdotes, como la Hagiografía Don Bosco y su Tiempo, o las Aventuras del Padre Vespignani, o las semblanzas del Cura Brochero que aparece en las Espigas de Ruth y en las Obras Completas. No pretendemos en estas páginas hacer un estudio exhaustivo y completo, sino referirnos a temas fundamentales como son la esencia del sacerdocio, el drama del sacerdocio y el papado, cumbre del sacerdocio. Pero veamos las profundas y proféticas páginas de Hugo Wast.
La Esencia del Sacerdocio
La esencia del Sacerdocio en el pensamiento de Gustavo Martínez Zuviría se encuentra en el famoso escrito: “Cuando se piensa”. De esta formidable página dijo San José María Escrivá de Balaguer[1] : “Estoy seguro de que no merecerá más que aplausos… Tengo muchas ganas de darle un abrazo”. Transcribo las partes principales: “Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que ni los ángeles, ni los arcángeles, ni Miguel, ni Gabriel, ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que solamente un sacerdote puede perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios, obligado por Su Propia Palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios; Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo, en la última Cena, realizó un milagro más grande que la creación del universo con todos sus esplendores, y fue convertir el pan y el vino en Su Cuerpo y Su Sangre para alimentar al mundo; y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote; Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar; Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios; Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino; Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes aullarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se lo dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos; Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él; Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales; Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.”[2]
El Drama del Sacerdocio. Las Etapas de una Apostasía
El Drama de un sacerdote que pierde la Fe lo plantea magistralmente el Papa Benedicto XVI en la novena estación de su extraordinario Via Crucis rezado en el Coliseo de Roma el Viernes Santo de 2005 durante las postrimerías de su recordado antecesor Juan Pablo II: Meditación. ¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de Su Presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo.
¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de Él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de Su Palabra! ¡Qué poca Fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el Sacramento de la Reconciliación, en el cual Él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en Su Pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de Su Cuerpo y de Su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25) No se llega a un Drama tan grave como el que describe el Papa abruptamente, sino por etapas. Hugo Wast en su obra Juana Tabor, 666[3], escrita en 1941, nos va indicando las etapas de esa apostasía, desdichado Drama de muchos sacerdotes en el día de hoy.
La Vocación del Sacerdote y el Orgullo.
Comienza la historia en el día de la ordenación de Fray Simón de Samaria cuando su mentor Fray Plácido de la Virgen le da los consejos a su discípulo más aventajado que ya había tenido varios triunfos como orador. Primero le recuerda la dignidad del sacerdocio. “ Escúchame en el momento más solemne de tu vida, ahora que eres tanto como un rey, porque el aceite de unción es una diadema.
El joven respondió, con las palabras de Samuel, pues sabía cuanto agradaban al Superior los textos bíblicos: - Habla, Señor, que tu siervo te escucha. - Como hizo reflorecer Santa Teresa a las carmelitas, y Rancé a los trapenses, así anhelaba yo que alguien hiciera renacer la vocación gregoriana, y pienso que Dios ha escuchado mi oración; porque cuando veo el influjo que tienen tus sermones sobre el pueblo, no puedo menos de repetir el versículo del profeta con que la Iglesia honra a San Juan Bautista en su vigilia: “He puesto Mi Palabra sobre tus labios” Ecce dedi verba mea in ore tuo –murmuró el joven fraile, para mostrar al viejo que recordaba el pasaje, y por su médula corrió un estremecimiento de placer. El superior lo miró intensamente, como si adivinase la falla de aquella magnífica armadura, y le dijo:[4] El primer consejo contra el Orgullo: - Pero... después de cada sermón, enciérrate en tu celda y humíllate, y disciplínate y suplica a Dios que te envíe un ángel para que te abofetee y no te deje caer en el orgullo secreto, que Él castiga con otras tentaciones, según lo manifiesta San Pablo [5] .
El segundo consejo, la pobreza espiritual: En el voto de pobreza que has hecho como gregoriano debes incluir no solamente la renuncia a toda propiedad material, sino también a toda propiedad espiritual. - ¿Las virtudes son eso que V. R. llama propiedades espirituales? ¿Cómo puede renunciarse a las virtudes? - Te diré: las virtudes producen un gusto, una delectación. La perfección está en renunciar a esos gustos espirituales que produce la virtud, porque a la corta o a la larga cautivan la voluntad, y hacen creer que todo lo que contraría nuestros gustos espirituales es malo, y todo lo que los fomenta es bueno[6].
Luego de prevenirlo contra el amor propio espiritual que con la apariencia de bien, es infinitamente más peligroso que el carnal, Fray Plácido le da el secreto para desenmascararlo y no confundirlo con el celo por la gloria de Dios. Le da en ese momento el tercer consejo, la Obediencia. No se detiene mucho en la consideración frecuente sobre la obediencia a los superiores, sino que señala lo esencial de la virtud de la obediencia en los sacerdotes: la absoluta adhesión al Papa. - La piedra de toque de la virtud de un sacerdote es su absoluta adhesión al Papa. Esa voluntad, mejor diré, ese sentimiento, porque el joven levita debe transformar en carne de su carne, en una especie de instinto, lo que al principio de su carrera pudo no ser más que una fría voluntad, esa adhesión a Roma es lo que lo hace un miembro vivo del Cuerpo Místico de Cristo. - ¿Cómo ha de ser y qué límites ha de tener esa adhesión? - Debe ser ilimitada –contestó con presteza el viejo-; desinteresada y silenciosa, mientras no llegue el caso de pregonarla, porque entones debe pregonarse, aun a costa del martirio. Pero no sólo debe orientar tu acción exterior, sino también atar tus pensamientos... - Mucho es eso –observó melancólicamente el joven[7].
El superior se retira sin dejar de recordarle los dos pilares sobre los que se asienta la vocación del sacerdote: el rezo litúrgico y la devoción al Papa, o con otras palabras: la Oración disciplinada y la infalible Humildad. Ni bien queda solo, Fray Simón nos revela su verdadero propósito, reconciliar el mundo con la religión: Señor, Señor –exclamó, golpeándose el pecho a la manera del publicano- me siento como Daniel, hombre de deseos: vir desideriorum es tu! Tengo la conciencia de que llevo conmigo todas las energías de una nueva creencia. Mi misión es reconciliar al siglo con la religión en el terreno dogmático, político y social. Me siento sacerdote hasta la médula de los huesos; pero he recibido del Señor un secreto divino: la Iglesia de hoy no es sino el germen de la Iglesia del porvenir, que tendrá tres círculos: en el primero cabrán católicos y protestantes; en el segundo, judíos y musulmanes; en el tercero, idólatras, paganos y aun ateos... Comenzaré yo solo, en mí mismo, el perfecto reino de Dios... Soy el primogénito de una nueva alianza... La celda se llenó de azulada sombra. La campana, llamando al coro, lo sacó de su arrobamiento[8].
El Superior. La conversión por el “amor”.
En el capítulo sexto Dos Rosas y una Cruz, ya adelantada la obra, nos muestra a Fray Simón de Samaria que ha logrado encaramarse como Superior de los gregorianos. Es el afamado Superior de una orden en total decadencia y ya ha recibido a la profetisa del Anticristo, Juana Tabor que finge que quiere convertirse al cristianismo para hacerlo caer en sus redes. Fray Simón comete el error de separar Verdad y Caridad. La Verdad sin la Caridad es fría e inaceptable. Y la Caridad sin la Verdad se corrompe. Por ello, la Verdad de la Caridad no debe hacernos nunca olvidar la Caridad de la Verdad. Fray Simón cree que puede lograr la unión con todos los hombres por el amor sentimental y al margen de las verdades católicas. Para escribir este extraordinario capítulo, Hugo Wast, ha utilizado el diario del célebre fraile apóstata Jacinto Loyson, ex carmelita descalzo, documento muy raro y de inmenso interés psicológico y apologético. He hablado con Juana Tabor de sus dificultades para aceptar todos los dogmas católicos. Esa mujer, tan misteriosa y mundana, es un alma profundamente religiosa, a pesar de la nube de incredulidad con que el protestantismo, la religión de su niñez, según creo, ha envuelto su pensamiento y su corazón.
En otra página escrita después: Ha venido al locutorio. Hemos hablado largamente. Y me ha dicho, fijando en mí su mirada oriental: ¿Por qué no existe una Iglesia para los que dudan, espíritus que son religiosos, pero que no pueden dar formas positivas a sus creencias y su culto? Y, como yo no encontrara en ese momento la frase que convenía decirle, después de un rato de silencio se puso de pie y, sin darme la mano, se despidió con estas palabras: Si yo me hago católica no será en virtud de sus argumentos, sino de su misericordia. Usted será para mí la puerta de la Iglesia. Yo me quedé solo, sintiendo como cosa nueva esta verdad en que, sin embargo, he pensado muchas veces: si es una obra santa convertir a los herejes y cismáticos, ¿no es también una obra providencial, grata a Dios y bendecida por Él, esta aproximación que se opera, antes de la conversión por la caridad, entre los católicos y los que no lo son? Fray Simón observó que la palabra caridad estaba escrita arriba de otra, que aún podía descifrarse: amor[9].
Como consecuencia de este activismo y concesión al sensible, Fray Simón, se queda sin tiempo psicológico, otro rasgo de anemia espiritual. Hoy no he celebrado misa. Me acosté fatigado, y me dormí pasada la medianoche. Oí vagamente la campana y no hallé alientos para levantarme. El hermano Plácido llamó a mi puerta; le dije que me perdonase, porque estaba enfermo. Hace varios días que no tengo tiempo de rezar el oficio. Voy a pedir dispensa de él, a pesar de lo que suele decir mi viejo compañero Fray Plácido: que el breviario y la devoción al Papa son los dos puntales de la vocación sacerdotal. No lo creo: yo me siento sacerdote hasta la médula de los huesos, tanto, que mi vocación no padecería si me viera obligado a renunciar a algunos formulismos de la Iglesia. Yo soy sacerdote según el orden de Melquisedec, que levantaba su altar en campo abierto y podía enorgullecerse de su triple corona, de pontífice, de esposo y de padre. El Superior de los gregorianos cerró un momento el cuadernito y se puso a reflexionar sobre aquellos apuntes, que tenían ya varias semanas. Hacía dos por lo menos que había recibido de Roma la dispensa del breviario, cuyo rezo es obligatorio bajo pecado mortal, para todos los sacerdotes.[10]
Continúa Fray Simón su relación creyendo que la puede fundar en el equívoco sin refutar nunca sus errores y transando a veces con ellos. He pasado la tarde en Martínez, Juana me ha dicho: “Creo en la divinidad de Cristo, pero no creo en su deidad, que confunde al hombre con Dios. Dios se ha manifestado en Cristo, pero Éste no es Dios. Juana es un alma esencialmente religiosa, pero su teología es una extraña mezcla de sentimientos, de intuiciones, de interpretaciones subjetivas de la Biblia. Yo la escucho con embeleso, viéndola acercarse paso a paso al catolicismo. Casi nunca refuto directamente sus errores. A veces transo con ellos, para mejor vencerla después[11].
Hugo Wast advierte cómo la ilusión de Fray Simón lo hace alterar la Sagrada Escritura con una fina percepción psicológica: El que convirtiere a alguien del error de su camino, salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados. El texto dice: el que convirtiere a un pecador, pero yo no me he atrevido a llamar pecadora a Juana, pues conozco su corazón limpio como un cáliz de oro... ¿Y si yo no me convirtiera, usted no se salvaría?, me ha preguntado con una sonrisa divina[12].
Juana Tabor le habla a Fray Simón de la “Iglesia del porvenir” falso ecumenismo que reúne a la gente sin la amalgama que es Cristo, como si fuera una idea de ella y no de él, para hacerle creer que está aceptando sus creencias, cuando en realidad es al revés. Usted es la puerta de la verdadera Iglesia, la Iglesia del porvenir, de la cual la católica no es más que un germen, sagrado, sí, pero sólo un germen. Yo concibo una Iglesia con tres círculos donde quepan todos los pobres seres humanos: en el primer círculo, los cristianos sin distinción; en el segundo, los judíos y los musulmanes; en el tercero, los panteístas y aun los ateos...[13]
El buen pastor es el que da su vida por las ovejas y el que las defiende del lobo, no el que habla de ternuras y caricias al lobo mientras éste se devora a su víctima. Fray Simón empieza a abusar en su lenguaje de las imágenes tiernas, otro ejemplo de las traiciones de la sensibilidad desordenada. Esta semana me he abstenido de ir a Martínez –leyó en su diario-.
He conversado con Fray Plácido, quien me ha hecho algunas advertencias ociosas acerca de las traiciones de la sensibilidad. Le alarman las imágenes excesivamente tiernas que yo empleo en mi lenguaje. He tenido que recordarle otras infinitamente más tiernas de la Sagrada Escritura. Me ha dicho: “Un hombre que diariamente realiza el milagro de la consagración debería cerrar los ojos a las bellezas exteriores”. Le he contestado: Si yo salvo a esa persona, habré asegurado mi propia salvación. Y él me ha citado, meneando la cabeza, este texto del Eclesiastes: “Vale más el final de una cosa que su comienzo”. Yo he replicado: Cada vez que hablo con ella experimento la presencia sensible del Espíritu Santo en nuestras efusiones. ¡Su corazón es tan puro! ¡Los asuntos que tratamos son tan santos! “No hay peor trampa, me replica él, para dos corazones incautos, que los secretos inocentes”. “Un secreto es casi siempre una complicidad inadvertida”.[14]
Habiéndose enfriado la espiritualidad por la falta de oración cae el otro puntal de la vocación sacerdotal, la fidelidad al Papa y con ella viene el ansia de falso ecumenismo y la reforma democrática de la Iglesia “Ya sé”, le he interrumpido con alguna impaciencia: “el rezo litúrgico y la devoción al Papa”. “¡Cuáles no serían los recelos del pobre viejo, si supiera cómo estoy en lo que atañe a esos dos puntales! Del uno me he libertado ya, no por mi propia autoridad, sino por la de la Santa Sede, y en cuanto a la devoción al Papa, ¡si viera mis dudas! Yo soy antes sacerdote católico que sacerdote romano. Pero no hay derecho a decir esto públicamente, sin incurrir en las censuras. La Iglesia Romana quiere ser como el Arca de la Alianza, a la que nadie podía tocar, ni siquiera para sostenerla, porque caería muerto, como Oza, al extender la mano. “Creo que estamos destinados a ver grandes cambios en la Iglesia, en el sentido de la democracia. Servir a la vez a Dios y al pueblo”. [15] Y más adelante: “La Iglesia Romana no puede reformarse y regenerarse por algunos movimientos superficiales; es necesario que sea removida y turbada hasta lo profundo. Yo soy quien está llamado a comenzar la obra”. [16]
Juana Tabor le envía de regalo dos rosas sobre un crucifijo y el infeliz no advierte que significan el triunfo de la Cábala sobre el Cristianismo. Fray Simón abandona su diario y no escribe más, invadido por una extraña fatiga de la imaginación. Esterilidad y Reformismo Nuestra época es pródiga en empresarios prósperos con empresas quebradas, generales exitosos con ejércitos derrotados, políticos opulentos con pueblos en la miseria y no le podían faltar los superiores religiosos famosos con sus órdenes y comunidades en declarada decadencia. Y aún obispos con una celebridad publicitada con fieles en apostasía. Santidad mediática obtenida pidiendo perdón por lo que hicieron sus predecesores, cuando no había apostasía. La esterilidad de estos personajes se debe a que la voluntad de poder, reducida a un mero encaramarse en los escombros de sus comunidades en ruinas, se opone a la capacidad de crear.
El secreto de la creatividad, o mejor dicho de la fecundidad, es la Cruz que el trepador rechaza. En lugar de convertirse él, quiere reformar la Iglesia. Cuando la Iglesia no necesita ni necesitó nunca reformadores sino Santos. Fray Plácido le propone al Superior, comunicar la agonía de la orden a Roma y buscar remedio en la penitencia y éste replica prohibiéndole la comunicación con el Papa y proponiendo la reforma de la Iglesia: Pero ni la Orden, ni la Iglesia pueden reformarse por algunos movimientos superficiales. Es necesario que sean removidas y turbadas hasta lo profundo. Yo siento que tengo una misión que llenar. Dentro de la Orden, ciertamente, V.R. tiene una misión; pero dentro de la Iglesia, en el sentido de una reforma, no – replicó enérgicamente el viejo fraile - , porque sólo el Papa es el llamado a ello.
El Superior palideció ligeramente y permaneció callado durante algunos segundos, y al cabo dijo: - Este Papa morirá pronto. El que vendrá después ¿tendrá su mismo espíritu intransigente y hostil al espíritu del siglo nuevo? Yo soy sacerdote católico y cualquier cosa que suceda no la olvidaré nunca. Pero los católicos del siglo XXX pedirán cuentas a los del siglo XX de no haber sabido comprender las necesidades de la sociedad de este tiempo. - ¿Está seguro V.R. de que habrá un siglo XXX? - preguntó Fray Plácido, a lo que el otro no respondió. El viejo continuó: - No es la Iglesia la que tiene que reformarse, si quiere vivir; es la sociedad del siglo XX, que se muere de un mal que los sabios llaman lucha de clases y que los teólogos llaman envidia: propter invidiam diaboli… Los primeros siglos del cristianismo fueron piadosos, pero tuvieron la enfermedad de la Herejía. La Edad Media fue valiente, y tuvo la de la Ambición. La Edad Moderna fue egoísta y se enfermó de Envidia. Nuestra sociedad es hija de mala madre: la Revolución Francesa, que pretendió enseñar al mundo los derechos del hombre, y no se acordó de enseñarle antes sus deberes. [17] Propone luego Fray Simón la incorporación de los no católicos en una unión sin Cristo.
El Orgullo y la Carne en el Camino de la Apostasía
El profundo conocimiento histórico y psicológico de Hugo Wast se muestra una vez más cuando Fray Plácido, el anciano, le recuerda a Fray Simón la apostasía de Jacinto Loyson. Fray Simón, seguro, le manifiesta: “ese hombre arrojó los hábitos para casarse con una mujer que se le acercó pretextando el deseo de convertirse. Se trata de una aventura vulgar”. Y el anciano le responde que la secuencia de la caída es a la inversa: primero la rebeldía contra Roma que es el orgullo, luego la tentación carnal que es su castigo: Casi todas las apostasías – repuso Fray Plácido – son aventuras vulgares, pero todos los apóstatas creen que su caso es de enorme trascendencia para la Iglesia. Todas las apostasías comienzan pretendiendo algún bien espiritual, que se quiere imponer contra las reglas divinas. Al principio el orgullo se oculta de mil modos, y sólo aparece cuando se tropieza con la voluntad del Superior. Se produce entonces la obstinación en el propio juicio y, como consecuencia, la rebeldía contra la suprema autoridad. Y no bien se consuma la ruptura definitiva, que suele ser resonante y aplaudida por el mundo, vemos que Dios castiga al apóstata, permitiéndole caer en esa aventura vulgar, para que se vean los pies de barro de aquella estatua de oro. Largo silencio de ambos frailes. [18]
Y más adelante agrega: Aunque así fuera –replicó el viejo fraile-, en el día del juicio bendecirán su pusilanimidad. Los caminos de la apostasía no son muchos: el orgullo, la carne, rara vez la codicia. Ese libro de Loyson es un documento muy poco frecuente, porque es un diario principiado antes de la apostasía, sin propósito de publicación y continuado después. Y allí se ve la diabólica filiación de las tentaciones. Unas engendran a las otras. ¿Cuál fue la primera? ¿La del orgullo o la de la carne? Yo creo que en Loyson fue la del orgullo: lo marearon sus triunfos de orador, la popularidad inmensa de sus sermones en Notre Dame, de París. Se creyó un apóstol, y pretendió dirigir la Iglesia y reformarla. [19]
El Patriarca Constitucional y la Rotura de la Unidad
Han pasado más de 65 años desde que Hugo Wast escribió esta obra publicada en 1941. Ha tenido muchas anticipaciones de los acontecimientos futuros que su novela ubica al fin del siglo XX, sobre ellos me referí en otro lugar: [20] materialismo y enfriamiento religioso, aumento del promedio de vida y disminución de nacimientos, eutanasia, caos general, feminismo, muerte de la metafísica, la ciencia y el arte y crecimiento prodigioso de la técnica, resurgimiento del Islam, creación del Estado de Israel, etc. En esta situación de caos Martínez Zuviría anuncia un gobierno anticristiano en la Argentina, que se apoya en una plebe anarcomarxista. El “Progresismo” infiltrado en la Iglesia tiene como otras herejías dos estrategias: la primera, que encomienda a Fray Simón, es apoderarse de la Universalidad de la Iglesia poniendo un antipapa. La segunda, por si fracasa la primera, es romper la unidad con uno o varios cismas.
Nuestro autor ve en la Argentina un Patriarca Constitucional jefe de una Iglesia Cismática. Éste, cuando el régimen anarcomarxista está agotado y el pueblo lo repudia, trata de salvarlo con una especie de “mesa de diálogo”: En ese instante se presentó monseñor Fochito, el patriarca constitucional de la Argentina, revestido de las resplandecientes vestiduras purpúreas que él había inventado para su uso y que el gobierno había impuesto por ley. Sobre la cabeza arrogante, a pesar de sus ochenta inviernos, asentábase la cuádruple tiara de los patriarcas argentinos, prodigioso artefacto de oro que tenía una corona más que la del Papa. Cada corona era de distintas piedras y, según la original liturgia de la Iglesia argentina, simbolizaba una de las cuatro virtudes fundamentales de sus jefes; la primera, de topacios, por la fe; la segunda, de esmeraldas, por la esperanza; la tercera, de rubíes por la caridad; la cuarta, de esplendorosos brillantes, por la virtud magna de los ciudadanos: la democracia. ¡Fe, esperanza, caridad y democracia!
Monseñor Fochito había sido fraile conventual hasta los cuarenta años, en que, a pedido del Presidente Juan Pérez de Montalván, la Santa Sede lo preconizó obispo de las Malvinas. Cuando los anarcomarxistas se apoderaron del gobierno y empezaron a quemar frailes y monjas, monseñor Fochito, que no tenía vocación de mártir, prestó el juramento constitucional que lo apartaba de Roma y lo hacía incurrir en excomunión mayor. Patriarca de la iglesia argentina desde hacía veinte años, aunque era viejo y no tardaría en dar cuenta a Dios de cómo había apacentado sus ovejas, ni su ambición de honores ni su codicia de riqueza estaban saciadas, y vivía acechando las oportunidades de acrecentar su influencia entre el pueblo y ante el gobierno. Al saber que se conspiraba contra misia Hilda, quiso salvar con su elocuencia a la riquísima dama. Corrió al palacio a ofrecerse como mediador, y pidió a la Presidenta que lo dejara exhortar a la multitud amenazante desde la balconada de honor. Velociter currit sermo ejus – dijo, aplicándose a sí mismo lo que un salmo canta de la palabra de Dios– Mi palabra será luminosa y veloz… Vamos, mamá! – repitió Rahab, viendo a su madre inclinada a permitir aquel discurso que dilataba sus esperanzas -. No pierdas tiempo en escuchar a este viejo chocho. [21]
El Papado Una Historia del Papado
En la obra de Hugo Wast hay numerosos aportes a una historia del Papado pero se destacan principalmente dos libros: Don Bosco y su Tiempo; llamado en otras ediciones Las Aventuras de Don Bosco y El Sexto Sello. El primero de los nombrados es una hagiografía de San Juan Bosco y su relación con el Papado, sobre todo con Pío IX enmarcado en una historia de Italia y del siglo XIX que luego se continúa en Las Aventuras del P. Vespignani. El segundo libro proporciona un esquema histórico–esjatológico del Papado sobre las profecías atribuidas a San Malaquías. Hugo Wast escribe este libro bajo el pontificado de Pío IX y es emocionante la síntesis que hace de la increíble y extraordinaria historia de la Dinastía de Pedro “la más antigua y la más alta de la tierra”. Se apoya para ello en el valor simbólico de los lemas: Lema 101 Crux de Cruce. (La Cruz por la Cruz) Pío IX (1846/78)
Lema 102 Lumen in Coelo (Luz en el Cielo) León XIII (1878-1902)
Lema 103 Ignis Ardens (Fuego Ardiente) San Pío X (1902-1914)
Lema 104 Religio Depopulata (La Cristiandad Despoblada) Benedicto XV (1914-1922)
Lema 105 Fides Intrepida (Fe Intrépida) Pío XI (1922-1939) Como Hugo Wast escribe El Sexto Sello bajo el Pontificado de Pío XI lo que dice de los lemas siguientes tiene más sentido anticipatorio y esjatológico. Merece citarse: Lema 106 Pastor Angelicus que correspondió a Pío XII (1939-1958).
Lo que dice de este extraordinario pontífice es reproducción de un artículo del 25 de diciembre de 1936 escrito en el diario “La Nación” de Buenos Aires, tres años antes del Cónclave que lo eligió Papa: “La profecía llama al sucesor de Pío XI el Pastor Angelical (Pastor Angelicus). En estos momentos hay un Cardenal en quien parece que se concentrarían todos o casi todos los votos del cónclave, si hubiera de realizarse una elección: el Cardenal Pacelli” [22]
La esperanza de Hugo Wast se transformó tres años más tarde en magnífica realidad habiendo sido electo Papa el Cardenal Pacelli en uno de los cónclaves más rápidas de la Historia, contra la expectativa de las agencias noticiosas que hasta el último instante demostraron a “sus” creyentes del mundo entero que Pacelli, por ser Secretario de Estado del Papa fallecido ¡nunca sería elegido sucesor! El mismo autor lo narra más adelante: “¿Qué se anuncia para después de Fides Intrépida? La profecía llama al sucesor de Pío XI el Pastor Angelical (Pastor Angelicus) En estos momentos hay un cardenal en quien parece que se concentrarían todos o casi todos los votos del cónclave, si hubiera de realizarse una elección: el Cardenal Pacelli. Buenos Aires lo conoce. Lo ha visto en inolvidables jornadas, y conserva de él la impresión de que, si fuese elegido, no desmentiría su lema. Además de la etimología de su nombre (Pacelli), sugiere la idea de un pacificador y también la de un apacentador (Pastor). Esto fue escrito en 1936. No dejaron, pues, de desconcertarnos las conjeturas que en vísperas del cónclave se hicieron respecto a sus resultados. Muchos acreditados corresponsales periodísticos echaron a rodar por el mundo una noticia desconsoladora: que el Cardenal Pacelli no figuraba entre los papables, porque (aparte de otras razones) era práctica inveterada el no elegir nunca Papa al Secretario de Estado del Pontífice recién fallecido. A pesar de tales vaticinios el Cardenal Pacelli tenía de tal manera ganados los sufragios de todos los cardenales, que resultó elegido en el cónclave más rápido de los tiempos modernos. Lo cual demuestra que las vías de Dios, hasta cuando son más claras, permanecen ignoradas de los hombres más sagaces, como suelen ser los corresponsales de los grandes diarios [23]. Respecto del lema De Gloria Olivae (De la Gloria del Olivo) que correspondería al Papa Benedicto XVI, Hugo Wast recuerda que el olivo designa con frecuencia al pueblo judío en las Sagradas Escrituras. Por ello, estima que puede ser una referencia a su conversión próxima. Cita a varios autores que fundándose en la profecía de San Pablo (Rom. 11, 25, 28) ubican este hecho antes o después del reinado del anticristo.
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Don Bosco y Pío IX
El enemigo siempre ha tratado de apoderarse de la estructura de la Iglesia Católica para sus designios. Para ello nada mejor que imponer un Papa falso. Porque el Papa Verdadero no puede defeccionar. Es la historia trágica de los antipapas. Pero a partir de la Reforma Protestante cuando Lutero saca de la cátedra de la Verdad al Papa y con él a la Iglesia y pone en su sitio a la opinión pública, el enemigo perfeccionó su estrategia. Este hecho singular de la opinión pública creada por los medios masivos desde la imprenta, hasta la televisión, ha puesto a todo el mundo bajo la mirada anticristiana, que ocupa el lugar de la conciencia que era la mirada de Dios. Lo malo es que las mismas comunicaciones internas de las instituciones han sido reemplazadas por los medios masivos. Un católico común en general recibe la información de lo que dijo el Papa o su Obispo, no por un medio interno sino por la televisión. Esto les permite a los medios emitir un “papa de la publicidad” a partir del real pero distinto y aun contrario al mismo para manipular las multitudes cristianas. Y aún más, el personaje ficticio como una túnica de Neso tratará de ser impuesto al propio Papa. El genial Hugo Wast es el primero que detecta esta situación cuando se refiere en el ya citado libro Don Bosco y su tiempo a la orden de Mazzini de emborrachar de popularidad al Papa Pío IX para poder controlarlo. El motivo lo da un decreto de amnistía del Papa y las multitudes salen a ovacionarlo gritando ¡Viva Pío Nono!. Sólo Don Bosco se da cuenta de la maniobra y les dice a sus discípulos: “no digan viva Pío IX, digan ¡Viva el Papa!” ¡Pero oigamos a Hugo Wast!: ”En el fondo de aquellas manifestaciones de un pueblo que se dejaba caldear fácilmente, existía la acción de las sociedades secretas. Mazzini había creído descubrir en Pío IX un hombre bondadoso y débil, y, por lo tanto, fácil de arrastrar de concesión en concesión hasta irremediables renuncias. E impartió la orden a la Joven Italia, la tenebrosa secta fundada por él, de embriagar de popularidad al Papa. Cada salida de Pío IX a la calle era objeto de manifestaciones desmesuradas. La amnistía había abierto las puertas de Roma a una multitud de conspiradores, que trabajaban libremente al grito de “¡Viva Pío IX!” Este grito había salvado las fronteras y extendídose por Italia, y lo repetían los diarios de toda Europa, y hasta hallaba eco en los Parlamentos extranjeros. En Turín el entusiasmo no era menos que en Roma, y los católicos acompañaban aquel grito de todo corazón. Solamente los biricchini de Don Bosco no gritaban “¡Viva Pío IX!” ¿Por qué? ¿Acaso Don Bosco no amaba al Papa? ¡Ah, Don Bosco no era fácil de engañar! Tenía un instinto rápido y seguro. Sospechó de aquellos elogios a Pío IX en la pluma o en los labios de escritores y de políticos acostumbrados a insultar a la Iglesia romana. Y a través de las innumerables leyendas que el mundo católico devoraba con fruición, porque ponderaban la mansedumbre y el patriotismo de Pío IX, adivinó la intención de seducirlo y de transformarlo en el Papa carbonario, que desde los tiempos de Nubius anhelaban las logias para destruir a la Iglesia. Se equivocaron, porque desde los primeros actos, dictados por la clemencia, el Pontífice demostró una firmeza a prueba de todas las seducciones, y empezó a subir su largo calvario. Ya sabía Don Bosco que se equivocarían, porque el heredero de Pedro tiene la promesa de Cristo; pero, entre tanto, desbarató la intriga. Sus biricchini un día gritaban “¡Viva Pío IX!”, y él los hizo callar. No gritéis “¡Viva Pío IX!” Gritad más bien ¡Viva el Papa! La sorpresa se pinta en la cara de los muchachos. Uno de ellos se atreve a preguntar: ¿Por qué quiere que gritemos ¡Viva el Papa! solamente? ¿Pío IX no es acaso el Papa? Tenéis razón; pero vosotros no veis más allá del sentido natural de las palabras. Hay, sin embargo, personas que pretenden separar al Soberano de Roma del Pontífice, al hombre de su divina investidura. Alaban la persona, pero no entienden alabar la dignidad de que está revestida. Nosotros, para estar seguros, gritemos: “¡Viva el Papa!” Y así, desde entonces, hicieron los biricchini”. [24]
La Iglesia de la Publicidad y P. Meinvielle
Lo que Hugo Wast presentó en la acción de una novela fue también preanunciado en 1970 por el Padre Meinvielle en su famoso libro “De la Cábala al Progresismo” escrito en 1970, 30 años después de la publicación de Juana Tabor. Veamos la hipótesis eclesiológica de Meinvielle: “Así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucha más modesta. Sabemos que el mysterium iniquiatatis ya está obrando; pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como “pusillus grex” por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad”. [25]
La Operación de Prensa y el Ultimo Cónclave
El mismo tema de la publicidad que Hugo Wast había vislumbrado en el S XIX lo vuelve a presentar en su novela “Juana Tabor”, “666”, que se refiere a un cónclave al fin del S. XX. Los medios de difusión masivos quieren en dicha novela imponer como Papa a Fray Simón de Samaria y empiezan las operaciones de prensa para lograr un papa argentino y las presiones de los “poderes imperiales”. “Pero en esos cuatro días el infierno había centuplicado su actividad y sus artimañas. El noventa y nueve por ciento de la publicidad mundial, dirigida por una invisible batuta, a toda hora y en toda forma, por la radio, y los periódicos, y los cinematógrafos, y los espectáculos, y los diarios, y hasta lo que podía llamarse reuniones sociales, se puso al servicio de una sola candidatura. Otón V había invitado, uno por uno, a los cardenales, para adobarles la voluntad, asegurándoles que el Imperio quería reanudar la tradición de Otón I, de proteger a la Iglesia, para lo cual nada mejor que elegir un Papa dentro de las corrientes modernas, aunque fuese necesario buscarlo fuera del Colegio Cardenalicio” [26] Mientras tanto Fray Simón sueña como sería un ascenso al trono Pontificio y su programa: Entre tanto, uno de los dignatarios del Cónclave, precedido de la cruz pontificia, aparecería en el balcón frente a la plaza y dejaría caer sobre la muchedumbre y sobre el orbe entero aquellas palabras viejísimas y solemnes: “Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Pontificem…”, y pronunciaría su nombre: “Simón de Samaria”, y su título en la larga cronología de los Papas: “Simón I”… Después vendría la adoración de los embajadores, luego los generales de las órdenes religiosas, los soberanos, el emperador y los reyes que hormigueaban en Roma y que se disputarían sus audiencias. [27] He aquí el Programa: Desde sus primeros actos de gobierno señalaría el espíritu de su reinado: reconciliar a la Iglesia con la época. Reformaría la disciplina; aboliría el celibato de los sacerdotes; reemplazaría el latín por el esperanto; dispondría la elección de los obispos por el clero, también la de los Papas por los obispos y el clero; finalmente convocaría un concilio ecuménico y promulgaría el dogma de los hombres libres: declararía que el pueblo es infalible cuando se pronuncia directamente mediante plebiscito, o indirectamente, por mayoría de la mitad más uno de sus representantes. Habiéndose difundido en Buenos Aires la noticia de que un sacerdote argentino, el Superior de los gregorianos, resultaría electo Papa, muchos católicos acudieron a su convento a felicitar a los frailes. Fray Plácido los recibió al principio de muy mal talante y acabó por negarse a atenderlos. Sólo Ernesto Padilla logró penetrar hasta la huerta y mantener una larga conversación. [28] Cuando Padilla le dice que están tratando que el Papa sea elegido con anuencia del gobierno y del pueblo, Fray Plácido le responde: ¡No permita el Señor que vuelvan esas normas! Si en tiempos de fe tan ardiente y sencilla causaron tantos trastornos, ¿qué sería ahora? ¿Se imagina usted a nuestro pueblo formando comités para elegir un Papa? ¿Se imagina a los gobernantes ateos, que nosotros conocemos, interviniendo en esa elección? Padilla sonrió:... Efectivamente – respondió el fraile -. El primer antipapa, Ursino, fue elegido por el pueblo de Roma y una parte del clero, en el año 396, para oponerlo a San Dámaso, que acababa de ser electo por los obispos.
El Verdadero Papa
La novela continúa con la elección del nuevo Papa Gregorio XVII elegido casi por unanimidad a pesar de que había dado una severa advertencia al Colegio de Cardenales un poco antes de la elección. Cuando Fray Simón se entera de que no ha sido elegido Papa se desmaya. Unas horas después le escribe al nuevo Papa: Éste se recobró en pocas horas y, sobreponiéndose a la herida de su amor propio, se interesó por conocer en detalle los sucesos del Cónclave, y acabó haciéndose esta consoladora composición de lugar: si él hubiera sido cardenal, ciertamente no se le habría escapado el triunfo. Con tal pensamiento, escribió al nuevo Papa, ofreciéndole su ferviente adhesión y pidiéndole una audiencia para ir a besar su pie. Tenía la seguridad de que el Papa, no bien tuviera conocimiento de que él estaba en Roma, lo invitaría a tratar, mano a mano, los graves problemas de la Iglesia, y hasta le ofrecería un capelo, si es que no le ofrecía la secretaría de Estado. Y empezaron a correr para el mísero Samaria horas mortales, sin que llegara la respuesta del Vaticano.
La reacción del heresiarca: Ecumenismo falaz
Cuando finalmente le anuncian a Fray Simón que sería recibido por el Papa dentro de una semana con quinientos peregrinos sudamericanos. “Sintió una puñalada en el corazón” y “Como un lobo atravesado por una flecha, se arrinconó dolorido, y permaneció dos días sin hablar ni ver a nadie” Luego trazó un plan: Hoy, duodécimo día de mi estada en Roma. La Iglesia consiste en la unión de las almas en la tierra y el amor en el cielo. Eso es la Iglesia de Jesucristo, no la burocracia eclesiástica y la pompa fría y hostil del Vaticano.
“Tres religiones han salido de la Biblia: el judaísmo, el cristianismo, el islamismo; tres ramas del tronco robusto del patriarca Jessé. “Mi sueño es la unión de esas tres religiones en una vasta Iglesia tolerante y definitiva. “A veces me despierto en la noche, me siento en la cama, y oigo zumbar en mis oídos estas misteriosas palabras: Levántate, sube a los techos de tu convento solitario y arroja el grito que resonará en todo el siglo XXI, que escucharán el Papa y la Iglesia Romana y escucharán las Iglesias ‘reformadoras’ que no fueron capaces de reformar a Roma, y escuchará el mismo Israel, heredero directo de las promesas, y de donde saldrá la ley del mundo y la palabra del Señor. “Me siento más a mi gusto en la milenaria Iglesia de Israel, que en la más moderna y burocrática Iglesia del Papa. “El judaísmo puede llegar a ser la religión definitiva de la humanidad intelectual. “¡Quién sabe si un día yo, argentino de nacionalidad, católico de religión, fraile de estado, no iré a sentarme a la sombra de la Sinagoga, y adoraré, con Israel, al Dios de Moisés, que se ha llamado a sí mismo: Yo soy el que soy!” Se detuvo un rato, con la mano trémula, aunque solamente sus ojos y los de Dios leerían lo que iba a estampar: “Me voy alejando de la Iglesia del Papa, en la misma medida en que me acerco a la Iglesia de Dios.
“El Apocalipsis no es la última palabra del Nuevo Testamento. Debe ser completado por el Cantar de los cantares, el Evangelio del porvenir: como un lirio entre las espinas es mi amada entre las jóvenes”. [29]
Y más allá: Tomó de nuevo la pluma y repitió en otra página algo que había escrito meses atrás. “Una Iglesia con tres círculos donde cupieran todas las almas de buena voluntad: 1º los cristianos; 2º los judíos y los musulmanes; 3º los politeístas y aun los ateos. Y en la que todos tuvieran el derecho de alimentarse con la carne de Cristo. ¡Cuántos milagros no operaría la gracia sacramental! “Debería haber, pues, una Iglesia para los que dudan y hasta para los que niegan, espíritus profundamente religiosos, pero que no pueden dar formas positivas a sus creencias y a su culto”.
El enemigo interno
Contrario a los enemigos del pasado que atacaban la unidad de la Iglesia creando un cisma, Fray Simón quiere permanecer y coparla por dentro: Pasó el resto del día huyendo de la gente. No quería que nadie adivinase ni la úlcera de su amor propio, ni el volcán de su corazón, a cuya sima él mismo no osaba asomarse. Corría por las calles donde se amontonaban ciudadanos del universo entero y hasta reyes de todas las naciones, que concurrían a adular al emperador. Y se decía, casi a gritos: “Quiero seguir siendo sacerdote de la Iglesia Romana. Siento que tengo una misión dentro de ella; debo quedarme en ella, para realizar cosas que no han sido pensadas, dichas, ni hechas hasta ahora, cosas destinadas a preparar la unión de todas las comuniones cristianas, de todas las religiones salidas de la Biblia, en la grande y libre unidad de la Iglesia del porvenir”. Siempre, después de una explosión de sus resentimientos contra lo que llamaba “la burocracia romana”, no osando todavía decir “el Papa”, por un resto de devoción a la sagrada persona del Vicario de Cristo, siempre caía sin advertirlo en un espasmo sentimental. Sus cavilaciones formaban un amasijo extraño en que se mezclaba la doctrina con la pasión. Los arranques líricos sucedían a las interpretaciones teológicas, en un mescolanza lindera con la blasfemia. Fray Simón “el Papa argentino” querido por la publicidad anticristiana terminará celebrando una misa negra delante del Anticristo.
Conclusión
Siempre es provechoso releer los clásicos, Hugo Wast lo es y cada vez sus anticipaciones escritas hace casi setenta años son más actuales. Otro mérito grande es haber creado un personaje literario universal como lo es Fray Simón de Samaria. Así como, el genio inglés creó el Hamlet prototipo de la duda que engendra la tragedia y el genio español creó El Don Juan (el poder sin caridad y sin razón); La Celestina (la ciencia sin caridad y sin fuerza) y El Quijote (la caridad sin cordura y sin fuerza), [30] Hugo Wast crea a Fray Simón de Samaria prototipo del hereje modernista que cree que puede desvincular la Caridad de la Verdad, cuando la Caridad no es otra cosa que la Verdad actuando. “El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán; la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo”. (Salmo 84) Pero su mérito fundamental es mostrar con lealtad ejemplar que la increíble dinastía de los Papas, reproduce el tipo divino que creó Dios en Pedro. •- •-• -••• •••-•
Rafael Luis Breide Obeid
2 Navega hacia alta mar, en Obras Completas, ediciones Fax, Madrid. 1957, págs. 1750-1751.
3 Hugo Wast, Juana Tabor 666, Ed. Aocra, Bs. As. 1975.
4 id. p 14
5 id. p 15
6 id. p 15
7 id. p 16
8 lang=EN-US> id. p 19
9 lang=EN-US> id. p 103
10 lang=EN-US> id. p 104
11 lang=EN-US> id. p 105
12 lang=EN-US> id. p 105
13 id. p 106
[14] id. p 107
[15] id. pp 108 y 109
[16] id. p 110
[17] id. p 135
[18] id. p 142
[19] id. p 143
[20] , Imagen y Palabra, capítulo Hugo Wast Profeta, Ediciones Gladius, 1999, pg. 210
[21] Id., Wast, Hugo, Juana Tabor. 666, opus cit., pgs. 220 –221
[22] Wast, Hugo, Obras Completas, Tº II. Ed. Fax, Madrid 1957, pg. 677
[23] Id., pg. 686
[24] Obras completas p. 761
[25] Meinvielle, Julio, “De la Cábala al Progresismo”.,Editorial Calchaquí, Salta, 1970. Pg. 462.
[26] Wast, Hugo, “Juana Tabor”, opus cit., pg.248
[27] Id., pg.253
[28] Id., pg.254
[29] Id., pgs. 264-265
[30] Ver Ramiro de Mantu, El Quijote, El Don Juan y La Celestina
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