lunes, 15 de agosto de 2011

INDULGENCIA PLENARIA


¡Lo que daría uno porque se le perdonaran todos sus pecados! ¿Pero dónde encontrar a las personas que uno, a lo largo de su vida, hizo daño? ¿Dónde hallarlas? Los cometidos contra uno mismo y su propia conciencia tampoco son, pese a tenerse uno a sí mismo bastante a mano, fáciles de perdonar. Uno, lamentablemente, no es de esos que aseguran, muy serios, que no se arrepienten de nada y que volverían a hacer las mismas cosas otra vez. ¡Oh, no! Uno se arrepiente prácticamente de todo, y lo hace con dolor de corazón, con un inmenso e insonsolable dolor de corazón. Pero el mal que se hizo, el daño que se infligió, queda ahí para siempre como un delator indesmayable.

Uno de los beneficios que obtendrán los participantes de la católica Jornada Mundial de la Juventud, junto a los grandes descuentos en los transportes públicos, las desgravaciones fiscales, el alojamiento gratuito en muchos casos y, desde luego, el reforzamiento social de sus creencias y de su fe, es, nada menos, que el del perdón de todos sus pecados. De todos. El Papa, según parece a petición de Rouco Varela, va a decretar, o como se diga, una Indulgencia Plenaria para cuantos acudan a su encuentro en Madrid, y ésto, que dicho así puede no parecer tan extraordinario, lo es en grado sumo si se repara en la circunstancia de que en una Indulgencia Plenaria se perdona más, si cabe, que en una confesión normal. La envidia, que pese a ser español no es el defecto que más le caracteriza a uno, aflora y duele como una quemazón en el ánimo de uno, pues sabe que le está vedado, por no pertenecer a la grey del Papa de Roma, esa milagrosa y radical suerte de purificación.

La mayoría de los participantes de la JMJ no debe tener, por ser jóvenes, demasiados

pecados, por lo que acaso no alcancen a calibrar en toda su intensidad la merced que se les concede. Los menos jóvenes, que han tenido más tiempo para pecar, sí, pero aunque la absolución total les llegue en masa y en medio de la espuma jubilar de sus celebraciones, que no olviden arrepentirse de lo que proceda ni el propósito de enmienda, que nunca está de más.


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