Triste
cosa es morir, sin haber sabido vivir; triste cosa es vivir, sin llegar
a aprender a morir. Ambas cosas se relacionan tanto entre sí, que es
imposible separarlas; has de vivir pensando que tienes que morir; has de
llegar a morir con la alegría de haber sabido vivir.
Vive de veras, el que no centra en el momento presente lo que hace, sino que ha aprendido a darle un sentido de proyección hacia más adelante; así el que quiere ser cada día un poco mejor, el que se esfuerza por ir mejorando las condiciones de su hogar, el que anhela un mundo mejor, unas relaciones más humanas y más cristianas entre los hombres.
El momento arrastra los lastres del pasado y se proyecta hacia el porvenir; mira cuán importante es hacer bien, lo que estás haciendo en este momento, pues tendrá proyección en el porvenir; esto es lo que se dice: "vivir en prospectiva".
"Vosotros
estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón
y nadie os podrá quitar vuestra alegría" (Jn, 16; 22). Nada se detiene
aquí abajo, todo tiene su proyección escatológica, todo está ordenado al
futuro Reino de Dios; futuro que tú debes hacer ya presente en el
mundo, que te ha tocado vivir.
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