MARIA REINA Y MADRE PARA SIEMPRE...
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TRAS LOS PASOS DE UN SANTO...
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Escrito por: ANTONIO DIAZ TORTAJADA, Sacerdote - Periodista....
Padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo, glorioso san José, luz de los Patriarcas y esposo de En esa profundidad del alma de cualquier hombre se puede encontrar uno con Dios. Que aprendamos a vivir en el silencio. Hoy en día que el silencio nos causa miedo y temor, necsitamos con urgencia el silencio. Desde el silencio Dios nos habla a cada uno y se nos muestra cercano. Sin embargo, nos invade el ruidoso vivir de cada día. A nuestro corazón, por mucho que lo vigilemos externamente, se le pide la interna vigilancia y, con ella, la música callada y el sonido de las voces que nos hablan desde lo más íntimo del alma. Ésta se halla tan cargada de cachivaches, y son tantas las murallas elevadas en su interior, que la voz suave del Dios próximo no puede hacerse oír. Ilustre descendiente de David, y guardián de la virginidad de María: Te pedimos que nos dejemos invadir por tu silencio. Que aprendamos a vivir en el silencio. Vivimos bajo el condicionamiento del ruido. Y necesitamos volver, una y otra vez más al silencio. El silencio, en efecto, es un tesoro. Es precioso volver a encontrarlo, ir cada día al encuentro de la fuente eterna. Nunca sabremos valorar tu silencio. vigilante defensor de Cristo. Esta es tu grandeza, jefe de vivir en silencio como alimento indispensable de la fe. Tú creíste, Y obedeciste sin comprender. Esta discreción tuya, y esta extraordinaria humildad, es tan clarividente que nadie ha dudado de ella. Tú adoraste al Verbo encarnado y supiste vivir a su sombra. Tú adoraste a aquel niño que tenías entre tus brazos y te sentías muy feliz. Enséñanos a dejémonos invadirnos por tu silencio glorioso patriarca san José. En el silencio queremos aprender a naceren el conocimiento de Cristo. Enséñanos a dejémonos invadirnos por tu silencio, casto esposo san José, para adentrarnos en el corazón de Si queremos recibir toda la luz que emana de Cristo, hemos de aprender a amar el silencio: En el momento decisivo de tu existencia: Te pusiste a disposición del Padre. --“Aquí tienes a tu siervo. Dispón de mí”, dijiste. Coincidió tu respuesta con la del profeta Isaías en el instante de recibir su llamada: -- “Heme aquí, Señor. Envíame”. Esta llamada configurará tu vida entera en tu silencio quedarán sepultados todos tus padecimientos y esperanzas. Tu vida fue la del hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No hiciste de tu vida cosa propia, sino una vida para darla. No te guiaste por un plan que hubiera concebido tu intelecto, y decidido tu voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, renunciaste a tu voluntad para entregarte a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de ti mismo donde descubriste tu vocación y misión. Porque tal es la verdad: Solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: -- “No se haga mi voluntad, sino la tuya” Y a la que te sometiste tu. Por esto glorioso patriarca san José: Tu nos ha enseñado, con tu renuncia, con tu abandono que en cierto modo adelantabas la imitación de Jesús crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida. Que aprendamos a vivir en silencio para que resuene en nuestro interior | |||||||||||||||||||||
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