lunes, 1 de marzo de 2010

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA...

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¡Alégrate, el Señor está contigo!

 
EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
 
     
Domingo, 28 de Febrero de 2010
DOMINGO IIº DE CUARESMA
Génesis 15, 5-12. 17-18 / Filipenses 3, 17—4, 1
/ Lucas 9, 28b-36
Salmo Responsorial Sal 26, 1. 7-9. 13-14
R/. "El Señor es mi luz y mi salvación"
 
Santoral:
San Román y san Lupicino,
Santa Antonieta y San Hilario
 
 
LECTURAS DEL DOMINGO 28 DE FEBRERO DE 20107
 
 
DOMINGO IIº DE CUARESMA
 
Dios selló una alianza con el fiel Abraham
 
Lectura del libro del Génesis
15, 5-12. 17-18
 
Dios dijo a Abrám: «Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas». Y añadió: «Así será tu descendencia».
Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.
Entonces el Señor le dijo: «Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra».
«Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?» El Señor le respondió: «Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma».
Él trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám las espantó.
Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados.
Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: «Yo he dado esta tierra a tu descendencia».
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO RESPONSORIAL                                        26, 1. 7-9. 13-14
 
R.    El Señor es mi luz y mi salvación.
 
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.
 
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen mi rostro». R.
 
Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor, Tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador. R.
 
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.
 
 
 
Cristo hará nuestro cuerpo
semejante a su cuerpo glorioso
 
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos
3, 17-4, 1
 
Hermanos:
Sigan mi ejemplo y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
 
Palabra de Dios.
 
 
 
EVANGELIO
 
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto
 
a   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
9, 28b-36
 
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con El.
Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
 
Palabra del Señor.
 
Reflexión
 
DIOS QUIERE VIVIR EN NUESTRA CASA
1.- Un pobre agente municipal trata de poner orden en el tráfico mientras los coches que tienen verde su semáforo se echan encima de los que se han atravesado en el mismo cruce. Se oyen pitidos de bocinas y se adivinan insultos y malhumores.
En el kiosco de periódicos unas cuantas personas compren revistas. Dos policías nacionales conversan con el portero de una embajada sudamericana. Tres jovencitas llamativas atraviesan la calle entre los coches. Unos obreros del Canal de Isabel II se preparan la levantar una tapa de la conducción de agua. Una señora trata de aparcar en un espacio imposible.
¿Qué tiene que ver Dios con todo esto? ¿Qué puesto le dan a Dios todos esos personajes de esa escena que es la de cualquier cruce en las calles de nuestro Madrid? ¿Ese Dios que se manifiesta en la cima del monte transfigurando el rostro y la apariencia de Jesús, qué tiene que hacer con toda esa vida al pie del monte? ¿Ese Dios que se esconde en la nube del misterio?
2.- Se nos esconde Dios porque se nos caen los ojos de sueño por ese ajetreo de la vida
--nos adormece el ruido, las voces, las risas, la música…
--nos adormecen las preocupaciones del trabajo abrumador, de los negocios preocupantes, de la bolsa con bajadas peligrosas.
--nos adormece el deseo incontrolado de
gozar, de divertirnos
--nos cierran los ojos un vicio, una pasión
que no sabemos arrancar de nosotros.
3.- Y sin embargo Dios se preocupa hasta del más despreocupado de nosotros y nos espabila en medio del ruido de la vida.
**nos espabila el ejemplo de generosidad de
una persona amiga.
**nos espabila la profunda alegría de una
persona que sufre.
**nos espabila la grandiosidad de ese cielo
lleno de estrellas que miraba Abrahán
**nos espabila de pronto caer en la cuenta de
la presencia real de Jesús en la Eucaristía
**nos espabila la muerte de un ser
querido
Una chispa de ese resplandor de la cima del monte luce en nuestro corazón y abrimos los ojos a la realidad de Dios.
4.- Vosotros y yo tenemos la experiencia de ese “qué hermoso es estar aquí” cuando llegamos al contacto con Dios. Es fácil y hermoso estar con Jesús en el monte media hora.
Estar con Él en su casa, en el templo, pero esas tiendas de campaña que quiere hacer Pedro, esos templos que hemos hecho nosotros pueden convertirse en un estorbo de nuestra fe cristiana. Podemos convertirlas en una jaula de oro para tener allí a Dios y venir a verle cuando queremos, impidiendo que venga Él a nuestra casa.
Y Dios se hizo hombre para habitar en las casas de los hombres, no para que lo encerráramos en su casa. Jesús baja del monte a la ciudad, al asfalto, al tufo de tubos de escape, a la multitud que nos apretuja en los autobuses o en el metro.
Dios vive en nuestras calles y plazas, se sienta en un sillón en mi despacho. O en la mesa de al lado de un restorán, o está apoyado en la barra del bar, o se mete en mi casa. Tenemos que convivir con Dios.
Y no somos nosotros, sino es Él el que nos dice: “Sabes lo que te digo, qué hermoso es estar aquí con vosotros, ¿me admites en tu casa?”
Y admitirlo en nuestra casa va a condicionar nuestra vida,
--no podremos cerrar nuestras puertas a sus amigos, los pobres y necesitados
--aunque no le importa ni el desorden ni la pobreza de los muebles, va a exigirnos mucha limpieza de alma y cuerpo.
--nuestros libros de cuentas van a estar al alcance de sus ojos.
--va a ser testigo de nuestras desavenencias familiares.
Y sin embargo donde quiere vivir a gusto es en nuestras casas, aunque también vengamos a hacerle una visita de cumplido todas las semanas.
 
José María Maruri, SJ
www.betania.es
 
PRIMERO LA CRUZ, DESPUÉS LA LUZ
1.- Para entender todo el alcance de significado de la “transfiguración” del Señor, contemplada por los tres apóstoles, debemos saber el contexto y el momento en que ocurrió. Jesús acababa de decir a sus apóstoles que el que quisiera seguirle debía de aceptar la cruz de cada día y que él mismo tendría que sufrir mucho y morir en la cruz antes de resucitar. Ya sabemos que estas palabras de Jesús habían desconcertado a sus discípulos y que Pedro había intentado convencer a Jesús de lo absurdo y desconcertante de sus palabras. Parece, pues, evidente que el ánimo de los apóstoles, camino de Jerusalén, estaba por los suelos. En estas circunstancias, Jesús creyó oportuno y necesario subir, con Pedro, Juan y Santiago, a lo alto de la montaña, para orar. Cuando Jesús estaba orando, Pedro y sus compañeros vieron, con asombro, que el rostro de Jesús estaba lleno de luz y que sus vestidos brillaban de blancos. Entonces vieron su gloria y a dos hombres –Moisés y Elías– que estaban hablando con él. Después, cuando desapareció la visión, oyeron una gran voz que, desde la nube, les decía: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle. El ánimo de los tres apóstoles subió hasta las mismas nubes y Pedro, siempre tan impulsivo y espontáneo, le dice a Jesús que mejor quedarse allí, en tres tiendas, en lugar de seguir adelante. Pero Jesús le dice que no, que hay que bajar al llano y seguir el camino hacia Jerusalén. Primero es la cruz; después vendrá la luz. Aunque, en aquel momento, parece que ninguno de los tres entendió del todo el mensaje, lo cierto es que la transfiguración de Jesús en el monte cambió el ánimo de los discípulos y tuvieron fuerzas suficientes para acompañarle y seguirle hasta Jerusalén.
2.- Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió. Cuando nuestro cuerpo está roto por el cansancio y la enfermedad, o cuando nuestro ánimo está por los suelos, la oración puede darnos la luz y la fuerza que tan urgentemente necesitamos. La oración debe ser para nosotros como una comunión con Dios, como un dejarnos invadir e inundar de la luz y del amor de Dios. Aunque nuestro cuerpo siga roto y cansado, la oración puede elevar nuestro espíritu y entusiasmar nuestro desánimo. Entusiasmo es una palabra originalmente griega, que significa estar lleno de Dios. Cuando nuestra pobre condición humana se llena de Dios, todo nuestro ser se engrandece y se conforta. Esto se consigue mediante la oración, mediante una oración que es comunión con Dios. Dios es como el mar que, cuando inunda la playa, la deja llena de su sal y de su gracia. Dejémonos inundar por la gracia de Dios y desaparecerán muchos de nuestros miedos y desánimos.
3.- Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo; su paradero es la perdición… Sólo aspiran a cosas terrenas… Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo. Es la eterna lucha entre el hombre viejo y el hombre nuevo, entre los que entienden esta vida como un espacio para el solo gozo corporal y los que piensan que “este mundo es camino para el otro que es morada sin pesar”. La eterna lucha entre los hombres carnales y los hombres espirituales, tal como insinúa San Pablo en esta carta que escribe a los cristianos de Filipos. Nosotros sabemos que el cuerpo necesita también su dosis de gratificación y consuelo, pero creemos firmemente que debe ser el espíritu el que dirija nuestras vidas. El cristiano no sólo no desprecia el cuerpo, sino que lo valora como compañero inseparable del espíritu. Por eso creemos en la resurrección de los cuerpos. Pero sabemos que el cuerpo físico tiene tendencias contrarias al espíritu, tendencias que sólo desaparecerán cuando nuestro cuerpo físico se convierta en cuerpo glorioso, según el modelo del cuerpo glorioso de Cristo. Mientras vivimos en este mundo, nuestro cuerpo físico tiene que soportar todas las cruces que sean necesarias para mantener puro e incontaminado el espíritu. La oración, nuestra comunión espiritual con Dios, nos ayudará en esta continua y dura tarea de cargar con las cruces de cada día. Hasta que llegue la luz.
 
Gabriel González del Estal
www.betania.es
 
EL SEÑOR SE NOS DESCUBRE
Si, amigos, ese es el gran prodigio del Monte Tabor: la gloria del Señor resplandece y brilla ante los ojos de aquellos que, como discípulos, le habían acompañado hasta la cumbre.
--¿Qué pensaría Pedro, aquel que en las horas de pasión le negará, al ver cómo se abrían los cielos?
--¿Qué diría Juan, el discípulo amado, al comprobar cómo la autoridad de Dios apuntaba a Jesús como su Hijo amado?
--¿Cómo reaccionaría el carácter recio y luchador de Santiago, al escuchar y comprender el final de aparente fracaso que le aguardaba a Jesús?
No me extraña, que en aquella situación, en aquel ambiente mágico, quisieran levantar tiendas en las que permanecer y no descender de aquella cumbre de auténtico idilio, paz y sosiego.
1.- Hoy, con los apóstoles, reconocemos el señorío de Jesús. Su transfiguración, entre otras cosas, nos invita a ir más allá de lo superficial. Ser cristiano implica, además, ser fuerte con todas las consecuencias en la lucha de nuestros ideales hasta la misma muerte. Pero, como Pedro, Santiago o Juan, preferimos una fe entre algodones. Sin demasiadas exigencias. Y es que, con frecuencia, optamos por el camino fácil. Quisiéramos vivir en un permanente estado de felicidad y de ensueño. Jesús, que siempre nos devuelve a la realidad, se transfigura para que comprendamos que la fidelidad a Dios, el descubrimiento y el anhelo de su gloria, no están exentos de sufrimiento, de sacrificio, de pruebas o negación de uno mismo.
2.- Aquellos tres amigos que, se quedaron atónitos ante lo que estaban contemplando y viviendo, de repente empiezan a entender una gran verdad: Jesús es mucho más que un amigo. Es alguien que esconde una impresionante belleza interior. Ellos todavía conservaban en sus retinas y en su recuerdo los milagros o la llamada de Jesús al borde del lago. Pero ¿y esto? ¿Era previsible? Me imagino que no. Les pilló, la gloria del Señor, por sorpresa y además en Aquel que tanto querían, con el que tanto habían disfrutado y sufrido y por el cual habían dejado todo: JESUS EL TRANSFIGURADO SE LES MUESTRA. Mejor dicho, la gloria del Señor, se manifiesta en Jesús de Nazaret. Impensadamente, se dan cuenta, que el Misterio les envuelve. Que todo lo que han vivido en el llano no tiene nada que ver con lo que están disfrutando, con los ojos bien abiertos, en la cumbre del Tabor.
3.- Posiblemente, los tres discípulos, descendieron del Monte Tabor totalmente impresionados, cambiados, renovados por aquel acontecimiento.
-El amigo es más que amigo: es el Señor
-El rostro de Jesús es más que humano: es
Divino
-El cuerpo de Jesús es más que carne y hueso: está
penetrado por la Vida de Dios
¿Cómo lo entenderían? ¿Cómo lo explicarían todo esto al resto de sus compañeros? ¿No lo notarían aquellos, cuando descendieron de la altura y vieron que sus ojos todavía permanecían abiertos ante el ante tanto asombro vivido?
Se deslizaron del monte tocados por Dios. Deslumbrados por lo que Dios, a través de Jesús, les mostró. Un camino que no iba a ser sendero de rosas y, en definitiva, un pre-anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo
 
Javier Leoz


 

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