LOS CAMINOS DEL ECUMENISMO Y UNA MIRADA A SU ACTUAL SITUACIÓN
Entre el 18 y el 25 de enero se celebra la Semana de oración por la unidad de los cristianos
Se entiende por ecumenismo “el conjunto de esfuerzos realizados bajo
el impulso del Espíritu Santo con el fin de restaurar la unidad de todos
los cristianos”.
El movimiento ecuménico tiene más un siglo de existencia y nace como
respuesta a la división de los seguidores de Jesucristo en distintas
Iglesias y Confesiones. En todo el mundo hay, en la actualidad, unos dos
mil millones de cristianos: 1.200 millones son católicos, unos 350 son
ortodoxos y el resto pertenecen a las Iglesia nacidas, un modo u otro,
de la Reforma Protestante, entre ellas, la Comunión Anglicana.
Esta realidad de separación y de división contradice abierta y
escandalosamente la voluntad de Jesucristo, el fundador de la única
Iglesia, perjudica la obra evangelizadora, resta credibilidad y dispersa
fuerza. Es una situación que hay que superar. Es ineludible la unidad,
la plena comunión de todos los discípulos de Jesucristo, que quiere
todos seamos uno y que haya un solo Pastor y en un solo Rebaño.
La oración, uno de los seis caminos ecuménicos
Una de las iniciativas del ecumenismo es la semana de oración por la
unidad de los cristianos, que surge a finales del siglo XVIII en
Escocia. Desde 1908, la semana de oración por la unidad de los
cristianos se celebra en todas las Iglesias entre los días 18 al 25 de
enero. La importancia de la oración ecuménica es reconocida
universalmente. Es camino fecundo y privilegiado para lograr la meta de
la unidad.
La oración por la unidad es, en efecto, uno de los seis caminos del
ecumenismo enumerados por el Concilio Vaticano II, en su decreto
“Unitatis redintegratio”, uno de los documentos más emblemáticos de la
última asamblea conciliar católica. Estos seis caminos del ecumenismo
son: 1.- La reforma de la Iglesia. 2.- La conversión del corazón. 3.- La
oración constante y unánime. 4.- El conocimiento mutuo de los hermanos.
5.- La formación ecuménica y 6.- La cooperación entre los hermanos
cristianos.
Ecumenismo del Pueblo de Dios y Ecumenismo espiritual
Hoy día también se habla de dimensiones y aspectos del ecumenismo
como los llamados ecumenismo del Pueblo de Dios, ecumenismo de la
santidad y ecumenismo espiritual, ecumenismo apostólico, ecumenismo de
la verdad y ecumenismo del amor.
El primero de ellos sería el más directamente relativo a la acción
pastoral dentro de las propias comunidades. Se trata de suscitar en el
pueblo cristiano la necesidad de orar, trabajar y servir la unidad de
los cristianos. Si el pueblo no se sensibilizara y motivara en este
sentido, la comunión plena podría ser papel mojado, como ya ocurrió en
la primera mitad del siglo XV, tras la fallida unidad entre las Iglesia
griegas y latina, decretada por el Concilio de Florencia y rechazada por
el pueblo. Para fomentar el ecumenismo del Pueblo de Dios hay que
intensificar la oración, el conocimiento mutuo, la formación y la
cooperación intercristiana.
El ejemplo quizás más significativo del llamado ecumenismo de la
santidad lo constituye hoy día el hermano Roger de Taizé, el fundador de
la Comunidad Ecuménica Internacional de esta pequeña villa francesa. El
ecumenismo de la santidad se logrará, ante todo, a través de la
conversión del corazón y de la oración. En la base de la separación de
los cristianos están los pecados de las distintas partes afectadas en
estas rupturas. La separación de los cristianos es un pecado grave, que
se ha de superar por la vía de la santidad. En el ecumenismo de la
santidad se engloba y encuentra su más plena identificación el también
llamado ecumenismo espiritual.
Ecumenismo apostólico y Ecumenismo de la verdad
El ecuménico apostólico parte de la necesidad evangelizadora que
debemos experimentar todos los cristianos para el mundo crea. El
ecumenismo apostólico significa mostrar con palabras y con obras la
verdadera imagen de Dios, relevada y encarnada en Jesucristo. El
ecumenismo apostólico habrá de constatar cómo la actual separación es un
obstáculo para la mayor eficacia de la acción evangelizadora, máxime en
medio de un mundo como el nuestro que vive, particularmente en
Occidente, bajo el estigma del neopaganismo, del relativismo y de la
secularización. El ecumenismo apostólico viene ahora particularmente
demandado ante la sociedad de la movilidad y de las migraciones, dos de
las realidades que más poderosamente están configurando en la hora
presente a la humanidad.
El ecumenismo de la verdad es una llamada a evitar la tentación fácil
de sincretismo, del irenismo, del relativismo, que no culminarán la
búsqueda ecuménica, sino, al contrario, la tergiversarán y
desorientarán. Y es que en materia ecuménica, también la verdad nos hace
libres y nos acerca a la unidad tan anhelada. El ecumenismo de la
verdad supone el conocimiento mutuo de los hermanos y la formación
ecuménica. El ecumenismo de la verdad no consiste en diluir la propia
identidad, ni en atenuar -y mucho menos ocultar- la propia confesión de
la fe, sino en potenciarlas desde la búsqueda de la voluntad de
Jesucristo. Para vivir este aspecto, debemos recorrer el primero de los
caminos ecuménicos propuesto por el Concilio Vaticano II: la reforma de
la Iglesia para ésta sea cada vez más fiel a su único Señor y Salvador.
Ecumenismo del amor
Por último, el ecumenismo del amor es como la síntesis y la suma de
todas las dimensiones anteriores. “Desciende directamente del
mandamiento que Jesús legó sus discípulos. El amor acompañado de gestos
coherentes genera confianza y abre el corazón y los ojos. Por su propia
naturaleza, el diálogo de la caridad fomenta y alumbra el diálogo de la
verdad: y es que precisamente en la plena verdad tendrá lugar el
encuentro definitivo al que conduce el Espíritu de Cristo”, tal y como
afirmaba el Papa Benedicto XVI.
El ecumenismo del amor encuentra realizaciones en la cooperación
práctica entre los cristianos, que, según afirma el Concilio Vaticano
II, “expresa vivamente aquella conjunción por la cual están ya unidos
entre sí y presenta bajo una luz más plena el rostro de Cristo siervo”.
Un camino irreversible
En el mismo día -24 de abril de 2005- del comienzo de su ministerio
apostólico petrino, el Papa Benedicto XVI señalaba la unidad de los
cristianos como la verdadera prioridad de su servicio. Recientemente,
Benedicto XVI retomaba y reasumía aquellas palabras suyas de “trabajar
sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible
de todos los seguidores de Cristo” y las volvía a situar como
“compromiso prioritario, ambición y acuciante deber”.
En estos años, de Benedicto XVI hay muestras y signos inequívocos de
avance ecuménico: las declaraciones conjuntas del Papa con el Patriarca
de Constantinopla, con el Arzobispo de Canterbury, con el Arzobispo
ortodoxo de Grecia y con el Arzobispo ortodoxo de Chipre, la reanudación
de los trabajos de la Comisión Mixta Internacional ortodoxo-católica
-sobre todo, en su reciente reunión de Rávena y la declaración conjunta
aprobada sobre el primado papal en el primer milenio del cristianismo-,
la aceptación del Consejo Mundial Metodista de la declaración conjunta
sobre la doctrina de la Justificación, un todavía reciente documento
católico-anglicano sobre el papel de María, las celebraciones de la III
Asamblea Ecuménico Europea, llevada a cabo en septiembre de 2007 en la
ciudad rumana de Sibiu, y la Asamblea Plenaria del Consejo Mundial de
Iglesias, desarrollada en Porto Alegre (Brasil), en febrero de 2006…
Y asimismo lo certifica la ya citada y creciente necesidad compartida
de la urgencia evangelizadora ante la actual situación de
secularización tan generalizada, máxime también en la actual sociedad de
la movilidad y de las migraciones.
Vista panorámica a la actual situación ecuménica
El diálogo ecuménico con las Iglesias de la ortodoxia es más fácil.
Hay menos escollos; en la realidad, la distinta concepción del Primado
papal es la única, grave y, a día de hoy, insalvable diferencia. Tampoco
son excesivas las diferencias doctrinales con la Comunión Anglicana, si
bien a ellas ahora se han añadido discrepancias serias en cuestiones de
bioética y polémicas decisiones como el sacerdocio de la mujer y la
legitimación de la homosexualidad, causa también de división dentro del
mismo Anglicanismo.
Hablar de protestantismo o luteranismo como si de una unidad compacta
y homogénea se tratara es falso y precisamente en esta pluralidad, que
deriva en atomización, radica razón añadida que dificulta aún más la
unidad, aparte de las notables diferencias sacramentales en cuestiones
de gran importancia.
Con todo, las luces y con las sombras descritas, hemos de ser
conscientes de que todavía queda mucho por recorrer. En cincuenta años
-los que van desde el final del Concilio Vaticano II- se ha avanzado
mucho más que durante los siglos precedentes desde las distintas
rupturas y divisiones. El camino se ha hace al andar. Hay que seguir
caminando, orando, dialogando, cooperando juntos, persuadidos de que la
actual situación de división es inaceptable. La unidad no puede esperar.
Y uno de sus caminos es la oración, a la que siempre y especialmente
entre el 18 y el 25 de enero estamos convocados todos los cristianos.
Jesús de las Heras Muela
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