lunes, 7 de diciembre de 2015

LA PUERTA SANTA

La innovación esta vez es que se abrirá una Puerta Santa en cada catedral católica del mundo, por primera vez. Las puertas se abrirán el domingo 13 de diciembre, coincidiendo con la apertura de la puerta santa en la Catedral de San Juan de Letrán. 
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La celebración del martes 8 de diciembre también conmemorará el 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. Y por supuesto es la fiesta de la Inmaculada Concepción. La apertura de esta Puerta en Roma será el martes 8 de diciembre comenzando así el Año de la Misericordia que durará hasta el 20 de noviembre de 2016.  

Para todo el proceso, se ha planificado que el Papa lleve a cabo un “gesto simbólico” de misericordia una vez al mes. En este marco, el viernes 18 de diciembre se abrirá una “Puerta de la Misericordia” en un albergue de personas sin hogar de Cáritas.

También se recitará el Rosario diariamente en la plaza de San Pedro, en frente de la estatua de San Pedro.

 

Se prevé que el 13 de noviembre de 2016 se cierren todas las Puertas Santas en el mundo y el 20 de noviembre de 2016 la de la Basílica de San Pedro.

HISTORIA


Desde el año 1300, cuando el Papa Bonifacio VIII declaró el primer Año Santo, la Iglesia Católica ha celebrado regularmente “Años Santos”, por lo general cada veinticinco años (por lo menos desde 1470), con excepción de circunstancias especiales, como en 1983, cuando fue declarado un Año Santo con motivo del 1950° aniversario de la muerte y resurrección de nuestro Señor.

La tradición de una puerta santa durante un jubileo se remonta al siglo XV. El Papa Martín V abrió la Puerta Santa por primera vez en la historia del Jubileo en 1423 en la Basílica de San Juan de Letrán.

Sus sucesores, especialmente el Papa Alejandro VI en 1499, mantuvo esta tradición y la extendió a las cuatro basílicas mayores, es decir, además de San Juan de Letrán, la Basílica de San Pedro en el Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.


Antes del jubileo del año 2000, era costumbre que el Sumo Pontífice abriera la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, y luego delegara este poder a un cardenal para la apertura de puertas en las otras tres basílicas.

 

El Papa Juan Pablo II rompió con esa tradición mediante la realización de la apertura y cierre de cada una de estas puertas él mismo. La Basílica de San Pedro siguió siendo la primera que se abre y la última en ser cerrada.


En 1975, el ritual de cierre y la apertura de la Puerta Santa cambió para resaltar mejor el símbolo de la puerta. 

En cierto modo, hasta 1975, el rito enfatizaba la pared que impedía el acceso, en tiempos normales, a la Puerta Santa.

El acto de inauguración consistía en la demolición de la pared, que destacaba además el lado excepcional del Jubileo. Por lo tanto, el simbolismo unido a las herramientas de albañilería usadas: un martillo para golpear la pared, una paleta para la construcción, ladrillos con inscripciones y marcas de pontificado, el agua bendita para bendecir las piedras y ladrillos, monedas con la efigie del Papa, nos permiten datar la construcción del muro de la Puerta Santa.

 

En la Navidad de 1975 se hicieron modificaciones al rito de cierre de la Puerta Santa. El Papa ya no usa la llana y ladrillos para comenzar la reconstrucción de la pared, sino se limitó a cerrar los dos lados de la puerta de bronce.

 

 A pesar que la pared que cerraba la puerta fue reconstruida en el interior de la Basílica, el simbolismo fue cambiado para llamar la atención sobre la puerta y no tanto sobre la pared.

SIGNIFICADO

“… evoca el paso del pecado a la gracia de la que todo cristiano está llamado a realizar. Jesús dijo: “Yo soy la puerta” (Juan 10: 7) con el fin de dejar claro que nadie puede venir al Padre, sino por medio de Él. Esta designación que Jesús se aplica a sí mismo atestigua el hecho de que sólo Él es el Salvador enviado por el Padre. Sólo hay una manera de que se abra ampliamente la entrada a esta vida de comunión con Dios: Este es Jesús, el camino y la absoluta salvación. A Él solo se pueden aplicar las palabras del salmista: ‘Esta es la puerta del Señor, donde los justos pueden entrar’ (Salmo 118: 20).”

 

Por lo tanto pasar a través de la puerta desde el exterior de la Basílica de San Pedro a la basílica es pasar de este mundo a la presencia de Dios, al igual que en antiguo Templo de Jerusalén, el sumo sacerdote en la fieste de Yom Kipur pasa a través del velo que cubre la entrada del Santo para entrar en la presencia de Dios para ofrecer el sacrificio de expiación.


Con valentía, una persona decide libremente cruzar el umbral dejando atrás el reino de este mundo para entrar en la nueva vida de la gracia del Reino de Dios.


En la apertura de la puerta, el Santo Padre golpeaba tradicionalmente la puerta tres veces con un martillo de plata, pero la última vez ese el Papa Juan Pablo II golpeó tres veces la puerta.

El golpe de la puerta también tiene un significado simbólico: Moisés golpeó la roca para que el agua se derramara milagrosamente para saciar la sed del pueblo (Núm. 20,6 ss).

 

El Año Santo es un tiempo cuando Dios derrama abundantes gracias para saciar la sed de nuestras almas.

Dios hizo temblar la tierra para liberar a San Pabo y Silas de la prisión, que se tradujo en que el carcelero y su familia pidieran el bautismo (Hech. 16,25ss).

Dios ha golpeado el corazón de ellos abriéndolo a sus gracias, empezando por la gracia salvadora del bautismo.

Como cuando nuestro Señor colgado en la cruz fue golpeado por el soldado en su Sacratísimo Corazón, y fluyó sangre y agua, símbolos de la Eucaristía y el Bautismo (Jn. 19,31f) que nutren cada una de nuestras almas, el llamado a la puerta simboliza la liberación de gracias, que fluyen abundantemente a los fieles.
Por otra parte, cuando se abre la puerta, los obstáculos de paso a nuestro Señor son eliminados.

Durante el Año Santo, esperamos y oramos para que los obstáculos de la debilidad personal, la tentación y el pecado sean eliminados de manera que tengamos una santa unión con nuestro Señor.

 

INDULGENCIAS 

 

Una indulgencia plenaria con la remisión de la pena temporal por los pecados perdonados es otorgada a los que pasan por la puerta santa.

Los fieles deben cumplir primeramente las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.

 

Estos son los detalles que ha expresado Francisco:

Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión”.

“Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia”.
“Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo”.

A esto se le debe acompañar con obras de misericordia corporales y espirituales.

En el caso de los enfermos y las personas ancianas que no pueden salir de casa, recomienda Francisco para ellos
“Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”.

Respecto de los presos, Francisco explica:

 “en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

Y respecto a la Indulgencia para los difuntos:

“de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”.

 

DIOS CONTIGO

 

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