MES DEDICADO AL FOMENTO DE LA VIDA CONSAGRADA
Fuente: CTC
Este mes de febrero se abre con una de las
festividades más hermosas y populares de la liturgia romana: la
Purificación de Nuestra Señora y la Presentación del Niño Jesús en el
Templo, más conocida como la Candelaria. Se trata de una de las más
antiguas celebraciones marianas, aunque su carácter es más cristológico,
pudiendo ser rastreada hasta la célebre Peregrinatio de Eteria, que
asegura que se celebraba en Jerusalén ya a mediados del siglo IV con el
nombre de Quadragesima Epiphaniae (Cuaresma de Epifanía), en
razón de los cuarenta días prescritos por la ley mosaica para la
presentación de un neonato y la purificación de su madre. Como en
aquella época la fecha de la Navidad estaba fijada el 6 de enero (y lo
continúa estando en Oriente), esta fiesta tenía lugar el 14 de febrero,
es decir el cuadragésimo día. Más tarde, al cambiarse definitivamente la
Navidad al 25 de diciembre, pasó a celebrarse el 2 de febrero. En un
principio fue una festividad circunscrita al patriarcado de Jerusalén y a
las comunidades monásticas de Palestina y Siria, pero a inicios del
siglo VI se extendió al patriarcado de Constantinopla (donde se
celebraba magníficamente en la iglesia de la Blanquerna). En 542,
Justiniano ordenó que se celebrara en todo el Imperio.
El origen de la Candelaria en Roma no está claro, pero ciertamente proviene de Oriente, sea por influjo del decreto justinianeo, sea por haberla introducido –según el Liber Pontificalis– el papa Sergio I, griego de origen. Los antiguos calendarios romanos la llaman Hypapante (“el encuentro”). Hasta su inclusión en el sacramentario gelasiano a esta fiesta no se la llamó “de la Purificación”, denominación de origen galicano y que expresa el giro mariológico que experimentó su celebración. La bendición y procesión de candelas no consta como rito propio de ella en Occidente sino desde el siglo X, siendo descrito en el sacramentario de Corbie, dedicado al abad Ratoldo (945-986). En Oriente había sido introducido por la matrona romana Ikelia, fundadora del monasterio de Palaion Kathisma (a medio camino entre Belén y Jerusalén). En Roma aparece la bendición de candelas por primera vez en el Ordo del canónigo Benedicto, que data del siglo XII.
El origen de la Candelaria en Roma no está claro, pero ciertamente proviene de Oriente, sea por influjo del decreto justinianeo, sea por haberla introducido –según el Liber Pontificalis– el papa Sergio I, griego de origen. Los antiguos calendarios romanos la llaman Hypapante (“el encuentro”). Hasta su inclusión en el sacramentario gelasiano a esta fiesta no se la llamó “de la Purificación”, denominación de origen galicano y que expresa el giro mariológico que experimentó su celebración. La bendición y procesión de candelas no consta como rito propio de ella en Occidente sino desde el siglo X, siendo descrito en el sacramentario de Corbie, dedicado al abad Ratoldo (945-986). En Oriente había sido introducido por la matrona romana Ikelia, fundadora del monasterio de Palaion Kathisma (a medio camino entre Belén y Jerusalén). En Roma aparece la bendición de candelas por primera vez en el Ordo del canónigo Benedicto, que data del siglo XII.
El rito propio de la Purificación y Presentación consta de tres partes:
la bendición de las candelas, la procesión con ellas y la misa. No vamos
a ocuparnos aquí de las particularidades litúrgicas de cada una, porque
no es nuestro cometido en estas líneas; nos fijaremos, más bien, en el
simbolismo que encierran. Comencemos por el de la bendición de las
candelas y la procesión con ellas. El cirio siempre se ha visto como un
símbolo de Jesucristo. En efecto, está hecho (o debe estarlo
normalmente) de cera de abeja formando como una vara alargada alrededor
de un pabilo, que es el que se enciende para que el cirio,
consumiéndose, dé luz. Sabemos que la cera la producen las abejas
obreras, que son vírgenes. ¡Hermosa analogía! Porque la vara de cera
representa el cuerpo santísimo de la Humanidad de Jesucristo, producido
todo él de la substancia purísima de la Virgen María, y el pabilo que
está en su interior simboliza su alma inmaculada, mientras el fuego que
enciende el cirio no es sino figura de la Divinidad del Verbo que se une
hipostáticamente a la Humanidad del Hijo de María, siendo así “luz para
iluminación de las gentes”, según lo profetizado por Simeón. Esa “luz
del mundo” es la que llevamos en procesión, como queriendo indicar la
voluntad salvífica de Cristo que llega a todos los que lo reciben.
La misa gira toda ella en torno a las nociones de presentación y consagración a Dios. En la colecta pedimos a Dios que, así como su Divino Hijo se presentó en el templo, así también sus fieles nos presentemos purificados ante su presencia. Pero esta presentación no es un mero ponerse en la presencia de Dios, no. Es un verdadero y propio ofertorio. Siguiendo la ley de Moisés, el Niño Jesús, como todo primogénito, es presentado a Dios como don por sus padres, en un acto genuino de oblación sacrifical; sólo que, en substitución del infante, se ofrecen animales, ya que no se admiten los sacrificios humanos. La Presentación de Jesús en el Templo viene a ser, pues, como el Ofertorio de la Misa de su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección. A esto se refiere la epístola a los Hebreos (X, 5-10):
“Ideo ingrediens mundum
dicit : Hostiam et oblationem noluisti : corpus autem aptasti mihi :
holocautomata pro peccato non tibi placuerunt. Tunc dixi : Ecce venio :
in capite libri scriptum est de me : Ut faciam, Deus, voluntatem tuam.
Superius dicens : Quia hostias, et oblationes, et holocautomata pro
peccato noluisti, nec placita sunt tibi, quæ secundum legem offeruntur,
tunc dixi : Ecce venio, ut faciam, Deus, voluntatem tuam : aufert
primum, ut sequens statuat. In qua voluntate sanctificati sumus per
oblationem corporis Jesu Christi semel”(Por eso, al entrar en
este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado
un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron.
Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo
del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y
oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni
te agradaron cosas todas ofrecidas conforme a la Ley entonces añade: He
aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el
segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la
oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo).
Ahora se comprende por qué la festividad de la que nos ocupamos ha sido
puesta en relación con la vida consagrada, es decir, la de los
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos dedicados al servicio de
Dios. Cada uno de ellos, a imitación de Jesucristo, hace especial
oblación de su vida a Dios para servirle y cuidarse de sus cosas hasta
la muerte. Tradicionalmente es el 2 de febrero el día en el que se
confiere la prima tonsura, es decir el rito que antiguamente hacía
entrar al que lo recibía en la clericatura, es decir en el estado propio
de los separados para Dios. De acuerdo con el nuevo Derecho Canónico,
no se entra en ella hasta recibir el diaconado, pero allí donde el
hermoso rito de la tonsura se conserva (en los institutos que tienen
como propio el rito romano clásico) sigue significando una segregación
del mundo para consagrarse a Dios. Éste es también el día en que los
postulantes y las postulantes de muchas órdenes y congregaciones
religiosas son recibidos en el noviciado, que es cuando la ofrenda de
sus vidas para el divino servicio es aceptada oficialmente por la
Iglesia.
La vida del cristiano debe configurarse con Cristo: ¡cuánto más la de
sus consagrados! Deben ser ellos, como su Maestro, luz del mundo, que no
debe ser puesta bajo el celemín, sino que debe alumbrar al prójimo para
colaborar así en su salvación. De ahí que sea una costumbre que los
seminaristas y postulantes religiosos lleven un cirio encendido a la
hora de hacer su ingreso en el templo para consagrarse a Dios. El cirio
les recuerda a Jesucristo, que es quien debe desde ahora vivir en ellos
en lugar de ellos mismos. Sus vidas desde entonces ya no deben reflejar
sus propias miras e intereses, sino la luz de Cristo, que ilumina a
todas las gentes para su salvación. Pero para ello, deben purificarse,
no como María (pues la Santa Madre de Dios no lo necesitaba), pero sí a
imitación suya: con humildad, sujeción a la voluntad de Dios y total
entrega, con mansedumbre, tal y como se significa por las dos tórtolas
de la ofrenda. Y no se olvide a José, el custodio del gran misterio de
la redención. De él los consagrados deben aprender el celo por el
cuidado de las cosas de Dios y el ponerse completamente a la disposición
del Señor como instrumento de su voluntad, que no otra cosa hizo el
glorioso Patriarca.
De esta manera y con este espíritu, ojalá que los que consagran su vida a Dios puedan llegar a extrema ancianidad, hablando de Jesús a todo el mundo, como la profetisa Ana, y andar en paz como Simeón, después de ver la salvación prometida y preparada ante la faz de todos los pueblos. Este mes de febrero está todo él impregnado del espíritu de la Candelaria y es, por lo tanto, propicio para dedicarlo a promover la vida consagrada, con nuestras oraciones, sacrificios y ayuda material, sosteniendo la obra de las vocaciones y las misiones.
Ofrezcamos, pues, a Dios por medio de María, nuestras plegarias pidiendo:
De esta manera y con este espíritu, ojalá que los que consagran su vida a Dios puedan llegar a extrema ancianidad, hablando de Jesús a todo el mundo, como la profetisa Ana, y andar en paz como Simeón, después de ver la salvación prometida y preparada ante la faz de todos los pueblos. Este mes de febrero está todo él impregnado del espíritu de la Candelaria y es, por lo tanto, propicio para dedicarlo a promover la vida consagrada, con nuestras oraciones, sacrificios y ayuda material, sosteniendo la obra de las vocaciones y las misiones.
Ofrezcamos, pues, a Dios por medio de María, nuestras plegarias pidiendo:
a) Por las vocaciones sacerdotales y religiosas;
b) Por la santificación y perseverancia del clero, y
c) Por las misiones católicas en el mundo entero.
Y oigamos y encarguemos misas votivas de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y para la propagación de la Fe. Una práctica muy recomendable es la de los primeros Jueves de Mes o Jueves Sacerdotales, que explicaremos dentro de dos días, en este próximo primer jueves de Febrero. Y todos consagrémonos a Jesús por medio de María para que cada uno, a su manera, viva su vida cristiana con espíritu de oblación a Dios y para su gloria.
b) Por la santificación y perseverancia del clero, y
c) Por las misiones católicas en el mundo entero.
Y oigamos y encarguemos misas votivas de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y para la propagación de la Fe. Una práctica muy recomendable es la de los primeros Jueves de Mes o Jueves Sacerdotales, que explicaremos dentro de dos días, en este próximo primer jueves de Febrero. Y todos consagrémonos a Jesús por medio de María para que cada uno, a su manera, viva su vida cristiana con espíritu de oblación a Dios y para su gloria.
DIOS CONTIGO
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