domingo, 23 de enero de 2011

EL EJERCICIO ILEGAL DE LA DIVINIDAD V...

MARIAMCONTIGO.-

TERCERA FICHA

1. ELLAS COMO MAESTRAS DE AMISTAD

1) Cuando una chica encuentra un varón como amigo, larga a sus amigas y se pega al novio pensando que va a ser el amigo. "Ahora encontré el amigo." Es como si imaginaran que el varón es una especie de amiga masculino. Como si pensaran o imaginaran al varón de acuerdo con el patrón de sus amigas. Y aunque se den cuenta de que el varón las mira de una manera muy distinta que sus amigas, no comprenden del todo en qué consiste la diferencia.

2) En los cuentos de niños que se contaban en mi tiempo -ahora son otros atroces, pero yo tuve la suerte de que nos contaban cuentos de príncipes y princesas, de hadas y de brujas- se decía que la princesa estaba presa en una torre y venía el príncipe y la sacaba de allí. Ese cuento contiene una visión llena de sabiduría respecto de la condición de la mujer. Toda mujer es una princesa presa en la torre de su cuerpo. Todos los asaltantes quieren apoderarse de la torre. Hay uno solo, el príncipe, que la libera de esa prisión a la que los varones ponen sitio por el deseo. Él príncipe la busca a ella, más allá de su cuerpo. Hay una verdad muy grande en esto y si la mujer no se da cuenta de estas cosas, corre el riesgo de convertir incluso al príncipe en un asaltante. ¡Hay que abrir los ojos! 

3) Dijimos que la mujer, por naturaleza y vocación, está destinada a ser maestra de amistad, que debe enseñarle al varón, a su novio y luego a su esposo, sin dominarlo, el arte de la amistad del alma. Eva le fue dada a Adán como compañera porque éste no encontraba entre los animales una ayuda semejante a él, es decir para su alma. Pero si, por el pecado original, tiende a querer dominar al varón, y con ese fin condesciende o fomenta la lujuria del varón, entonces, en vez de levantarlo hacia sí, hacia la esfera del alma, refuerza la regresión masculina a la esfera de la instintividad animal: a su encandilamiento corpóreo.

2. CUANDO LA MAESTRA SE EQUIVOCA

4) En el librito El lazo se rompió y volamos. Vicios capitales y virtudes dije que ella debe ser como el "ángel de la guarda" o el "ángel guardián" de la castidad del varón (pág. 32 Nº 11). En efecto, ella debe ser la artífice de ese amigo potencial, que está en el varón y que ella debe extraer, educándolo, elevándolo, y cuyo peor enemigo es la lujuria. 

5) Lo que da duración a la relación matrimonial y a la amistad matrimonial es precisamente esa amistad. La pasión, el apetito posesivo, no sirve, no fundamenta nada en forma duradera y es la causa principal de las infidelidades del varón, y después, de ella.

6) La joven que se entrega a su novio lo hace por lo general como una concesión, con el fin de profundizar la intimidad de la relación. Otras veces para adquirir dominio y asegurar la posesión del novio. Otras veces, cediendo, por temor al abandono. No lo haría si supiese el mal que le hace tanto a su novio como a la futura relación esponsal entre ambos. Al condescender con la lujuria del varón o al instrumentarla más o menos conscientemente, no advierte que lo está sumergiendo, muy a menudo, en una obsesión física y orgánica que tiende a enturbiar las demás dimensiones de la relación interpersonal y pone las causas de futuras infidelidades.

7) La lujuria lo fija al varón con una fuerza obsesiva muy grande al cuerpo de la mujer, el cual se convierte en un obstáculo para que él pueda atender y al alma de ella. El Don Juan, personaje lamentable de la literatura castellana, dio nombre a un tipo de varón que va de una mujer a otra, porque no puede entablar amistad estable, con ninguna. Seduce y luego abandona porque no sabe atarse por amistad fiel. Y no lo puede porque no es dueño de sí. Va de cuerpo en cuerpo porque nunca puede asomarse al alma para establecer un vínculo personal con la mujer. Es el varón no redimido de la herida del pecado original.

3. DE TU ERROR OTRA PUEDE SACAR PARTIDO

8) Ustedes me disculpan si yo repito aquí ciertos términos que uso en el Confesionario. Cuando ellas me dicen que han tenido relaciones con su novio, les digo: "¡No sabés el daño que le hiciste! Cebaste al tigre con carne. Después va a ir donde encuentre carne. Estás sembrando la infidelidad en él. Le pusiste un collarcito y ahora cualquiera va y le pone la cadena." Alguna se asusta y empieza a reflexionar. La mayoría, ya lo presentía vagamente y no les cuesta reconocer en mis dichos la formulación clara de lo que intuían. ¡Es así! Condescendiendo con la lujuria varonil, la mujer siembra la infidelidad. Después vienen los dramas: ¡Infiel! Pero ella ha vivido no solo el noviazgo sino después también largos años de matrimonio cediendo a la lujuria del esposo, en vez de ayudarlo a superarla. A veces hasta fomentándosela, manipulándolo mediante ella; ilusionándose con que era una forma de atárselo, controlarlo, dominarlo. No ha hecho nada por sanarlo.

9) Alguna ha esperado ganarse a la larga el amor de él aceptando jugar a su manera. A ella le pareció - o le dijeron otras - que eso es así, que es natural. "Ellos son así. Todos piensan en lo mismo. Todos quieren lo mismo". Ella incurrió en el fatalismo de creer que la lujuria varonil es un hecho irremediable, una condena. ¡No, señor! No es un hecho irremediable. ¡Es un grave daño, una tremenda herida en la naturaleza del varón!

10) ¿Nadie le ha dicho nunca, ni ha advertido que eso no sólo podía no ser así, sino que hubiera debido no ser así? ¡Dios y la Iglesia se lo decían! Se lo decía la historia: los creyentes vivieron, históricamente, sobre la tierra, el verdadero amor conyugal.

11) Hay que abrir los ojos a la disimetría interior del varón y la mujer. He dicho en otro lugar que: "El varón quiere una casa para tener una mujer y la mujer quiere tener un hombre para tener una casa" [El lazo se rompió y volamos p. 31]. Los dos quieren las mismas cosas pero de diversa manera. Los dos padecen también los mismos vicios capitales, pero de forma disimétrica. La gula del varón es diferente de la gula de la mujer: él tiende a ser comilón y ella a ser golosa. La lujuria los afecta a los dos, pero de diversa manera: él quiere poseer el cuerpo de la mujer, ella quiere poseer el alma del varón. Y así podríamos recorrer la lista de los pecados capitales.

12) A causa de esa disimetría de las heridas del pecado original, en vez de procurar el bien del otro, cada uno instrumenta o trata de aprovecharse de la debilidad del otro. Y en todo caso, como no se comprende que se trate de una herida, digna de misericordia, cada uno termina irritándose con la herida del otro. La mujer se irrita con posesividad física del varón y el varón con la posesividad afectiva de la mujer.

4. EL MATRIMONIO: SACRAMENTO DE SANACIÓN

13) El sacramento del matrimonio ha sido instituido como un sacramento de sanación de las heridas del pecado original en el varón y la mujer. Y los esposos han de ser, el uno para el otro, ministros de esa sanación. Por eso, la esposa debe colaborar a sanar en el esposo la herida de la lujuria, y el esposo debe colaborar a sanar en la esposa la herida del afecto insaciable, los deseos desorbitados del alma y los terrores correlativos. Los efectos sanadores del sacramento son respectivamente: la castidad y la obediencia. Mortificación de los instintos en el varón y de los deseos de la voluntad propia en la mujer.

14) Por eso se necesitaba un sacramento de sanación. Para lograr que varón y mujer, heridos como vienen de nacimiento por el pecado original; y condenados al malentendido y al desencuentro perpetuo; pudieran sanarse y vivir la felicidad conyugal a la que Dios Padre los había destinado "en un principio". La historia demuestra que no es utopía.

15) Jesús vino no solo a salvarnos como individuos, vino a salvar nuestros amores, vino a salvar nuestras relaciones, vino a salvar y a posibilitar que hubiera varones no sólo capaces sino felices de morir a su pasión por amor a su esposa; que le infundieran a la esposa una confianza tal, que ellas fueran capaces de confiarse en su juicio y obedecerle. Cosa que para la mujer es más difícil que para morir.

16) ¿Cómo obedecer a un varón que no sabe gobernarse a sí mismo y a sus pasiones? Puesto que la lujuria es un vicio que se opone a la prudencia, cuando la mujer comprueba la imprudencia del esposo ¿cómo le va a obedecer?¡ no se puede confiar de él! Aunque ella no lo relacione con la lujuria, al fin se da cuenta que es un varón que no se gobierna por su razón. ¡Claro! si no gobierna su pasión, ¿cómo va a gobernar su casa? ¿Y cómo va a confiar el corazón de la esposa en el juicio de un hombre que no tiene juicio, porque actúa arrastrado por el impulso de su pasión y no gobernándose con su razón y su cabeza?

17) La sabiduría de los refranes populares reconoce que el hombre pierde la cabeza por dos motivos: la ira y la lujuria. El varón se ciega, pierde la cabeza, de bronca o por una mujer. También se dice que se descontrola en la comida y la bebida.

18) Frente a esta debilidad del varón para frenar sus instintos: ¿Qué tiene que hacer la joven? La joven se tiene que sentir capaz de formar a su novio para ser amigo, mediante una amorosa exigencia. No ha de temer pedir ella ¡a él! la prueba de amor: "probá que me querés siendo casto, tratame como amiga". Ella lo sanará fomentando la amistad primero.

19) ¿Por qué las parejas actuales no duran? Porque la sexualidad, mejor dicho, la reducción de la sexualidad a lo genital, no es cemento que pegue bien. Una sexualidad genitalizada y despersonalizada, no une duraderamente. Al contrario, al varón lo puede llevar de una en otra. El varón tiene que asumir, que encontrará su felicidad entregando su vida por amor, muriendo. Y sólo puede hacerlo si su corazón está animado por un gran amor, por el amor del Padre, por el amor de Dios, y de la esposa que le dio.

20) Son admirables esos padres de familia que, sin saber o sin declamar la teoría, dan su vida en el trabajo, mueren por su familia, entregan su vida y se saben tragar humillaciones de sus jefes. Están muriendo por amor. Son más numerosos de lo que pensamos los varones cristianos que todavía, de una manera u otra, o porque lo han aprendido del Espíritu Santo, viven esta amistad matrimonial y gustan del vino mejor que Jesús da a los matrimonios, como en las Bodas de Caná. 

21) En efecto, en el matrimonio, el vino mejor viene al final: la amistad matrimonial. El agua significa el amor posesivo: me tomo al otro para saciar mi sed. El vino mejor, el que me alegra, significa la amistad: el otro me regocija con su bien. 

22) Ambos llegan a descubrirlo ayudados por Jesús. Ella puede tener las cosas más claras y ayudarlo a él, por estar llamada por naturaleza a ser la maestra, la cultivadora de la amistad. Pero para no cometer errores fatales para su alumno, ella tiene que sanarse de su posesividad y del miedo a perderlo. No vacilar. Nada de: "¡Ah, todos lo hacen! Si no cedés te deja" ¡No! A ella le corresponde poner las reglas y condiciones: "No. Si querés, así. Y si no, no. Conmigo es distinto". ¡Más vale soltera que mal casada y que te deje ahora que casada y con hijos! El peor error de la maestra es el deseo de conservarlo a toda costa; el miedo al abandono. Es precisamente por su miedo a perderlo que lo echa a perder.

5. PARA COMENTAR

1) ¿Qué le impide a la mujer imponer su autoridad como maestra de la amistad? ¿Por qué condesciende con la lujuria del varón? 

2) ¿Cuáles son para el varón las consecuencias de ese error de ella? 

3) ¿Cómo obra el matrimonio la gracia de sanación que le es propia en uno y otro, y como son mutuamente el uno para el otro ministros de esa sanación?

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