jueves, 20 de enero de 2011

LITURGIA DE LAS HORAS...

MARIAMCONTIGO.-

“Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre.”   (Col. 3, 16-17)

"Es importante introducir a los fieles en la celebración de la Liturgia de las Horas, que, "como oración pública de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oración personal"  (Juan Pablo II *)

A punto de cumplirse 40 años de la promulgación de la Constitución Apostólica Laudis Canticum, en la que Pablo VI relanzaba una renovada Liturgia de las Horas, alentando a los laicos a enriquecer su vida espiritual por medio de ella, aún es poco lo que se la conoce, quedando asi desaprovecha para la mayoría de los creyentes.

Habiendo disfrutado y saboreado, esta rica forma de oración eclesial, queremos compartir con Uds. lo que ha sido bueno y valioso para nosotros, fuente de gracia, de familiaridad y de diálogo con el Padre, del aprovechamiento de la asistencia de su Espíritu, de la cercanía de su Hijo, de la intercesión de María y de la compañía del resto de la Iglesia. Juan Pablo II nos enseñó a “no contentarnos con lo mínimo”, y a suscitar “con audacia”  en nosotros, y en los demas, “el gusto por la oración”.

Por ello a partir de hoy jueves 20 de enero de 2011, os invito a ser parte de esta plegaria litúrgica oficial de la Iglesia, que santifica nuestra jornada, "salpicándola" de momentos de oración, y que, ininterrumpidamente, nos vincula en una misma oración a todos los fieles del mundo entero, haciéndonos revivir la experiencia comunional del apóstol: "La multitud de los creyentes tenía un sólo corazón y una sola alma" (Hech. 4, 32).

SALMOS UTILIZADOS

SALMO 94: DOMINGOS Y SOLEMNIDADES
SALMO 66: LUNES Y VIERNES
SALMO 99: FIESTAS, MARTES Y JUEVES
SALMO 23: MIERCOLES Y SÁBADO 

SALMO 94


Invitación a la alabanza Divina

Animaos unos a otros, día tras día, mientras perdure el hoy.

(Hb 3, 13)


Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
Demos vítores a la Roca que nos salva;
Entremos a su presencia dándole gracias,
Aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
Soberano de todos los dioses
Tiene en su mano las cimas de la tierra,
Son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar porque él lo hizo,
La tierra firme que modelaron sus manos

(Se repite la antífona)

Venid, postrémonos por tierra,
Bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
Y nosotros su pueblo,
El rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
No endurezcáis el corazón † como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque había visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
Aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
Que no reconoce mi camino;
Por eso he jurado en mi cólera
Que no entrarán en mi descanso.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglo. Amén.

(Se repite la antífona)

SALMO 23

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo

que como hombre sube al cielo (S. Ireneo)


Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
El orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
Y puro corazón,
Que no confía en los ídolos
Ni jura contra el prójimo el falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
Le hará justicia el Dios de salvación.

Éste es el grupo que busca al Señor,
Que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones¡ alzad lo dinteles,
Levantaos, puertas antiguas:
Ve a entrar al Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
El Señor, héroe de la guerra.

¡Portones¡ alzad lo dinteles,
Levantaos, puertas antiguas:
Ve a entrar al Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos
Él es el Rey de la gloria.

SALMO 66

Que todos los pueblos te alaben Señor

Sabed que esta salvación de Dios

Ha sido enviada a los gentiles. (Hechos 28,2Cool


El Señor tenga piedad y nos bendiga
Ilumine su rostro sobre nosotros
Conozca la tierra tus caminos
Todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios¡ que te alaben los pueblos
que todos los pueblos te alaben

Que canten de alegría las naciones
Porque riges el mundo con justicia,
Rige los pueblos con rectitud
Y gobierna las naciones de la tierra.

¡Oh Dios ¡ que te alaben los pueblos
que todos los pueblos te alaben

La tierra ha dado su fruto
Nos bendice el Señor nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
Hasta los confines del orbe.


SALMO  99

Alegría de los que entran en el Templo

Los redimidos deben entonar un canto de victoria.

(S.Atanasio)


Aclama al Señor, tierra entera
Servir al Señor con alegría
Entrad en su presencia con aclamaciones

Sabed que el Señor es Dios:
Que el nos hizo y somos suyos,
Su pueblo y ovejas de su rebaño

Entrad por sus puertas
Con acción de gracias
Por sus atrio con himnos,
Dándole gracias y bendiciendo su nombre

“el Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades”.


SIGNO †: Cuando encontramos el signo de la cruz al inicio de un salmo es porque la antífona que le precede es igual a las dos primeras líneas del salmo y por tanto se omitirán dentro de la recitación, y se continua con la tercera línea o la línea correspondiente. Ej.:

Antífona 3

 
Fuera del tiempo pascual

Aclamad a Dios, nuestra fuerza. †


SALMO  80

Solemne renovación de la alianza
Mirad que no tenga nadie un
Corazón malo e incrédulo (Hb 13,12)

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
† dad vítores al Dios de Jacob…



OFICIO DIVINO

¿ Qué es el Oficio Divino ?

Es una oración estructurada que realiza la Iglesia.

En esta oración se rezan himnos, antífonas, salmos, etc. . Pero la mayoría está extraída de la Biblia. De tal forma que al leerlas, meditarlas, y dirigirlas a Dios estamos usando las mismas palabras con las que Él nos ha hablado. Y esperamos, que al repetirlas, las reconozca y nos atienda. Al mismo tiempo le escuchamos  y nos acercamos al Misterio de Dios.

" a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras "  San Ambrosio.

Es una oración que expresa el tiempo de Dios Recordamos que el tiempo es de Dios. Que lo aguardamos; a Él consagramos nuestros actos, mostramos nuestras miserias, ponemos nuestra esperanza ...

Estás oraciones son un acto liturgico que realiza una parte de la Iglesia en el nombre del todo el resto.

Es una obligación para los religiosos, monjas, sacerdotes y gente consagrada de una manera institucional a Dios.

Y que expresan la constante oración de la Iglesia.

"Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y  universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero."  (Catecismo de la Iglesia Católica no. 1196).


 LITURGIA DE LAS HORAS

"La Liturgia de las Horas es santificación de la jornada" (Pablo VI, Laudis canticum 2).

Orar sin desfallecer:

 

El Señor nos dijo que "es necesario orar siempre y no desfallecer" (Lc 18,1); "estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza" (21,36). Y lo mismo nos mandaron los Apóstoles: "Aplicáos asiduamente a la oración" (Rm 12,12), "perseverad constantemente en la oración" (Col 3,2), "noche y día" (1Tes 3,10).


Si el Señor nos manda orar siempre, ello significa que quiere orar en nosotros siempre, por la acción de su Espíritu. Por tanto, en la medida en que no oramos y que vivimos olvidados de Dios, en esa medida estamos resistiendo al Espíritu de Jesús.


Pues bien ¿cómo podremos orar siempre? Muchas prácticas privadas tradicionales nos ayudarán a ello: la repetición de jaculatorias, la atención a la presencia de Dios, la ofrenda reiterada de nuestras obras, las súplicas frecuentes ocasionadas por las mismas circunstancias de la vida, la petición de perdón con ocasión de tantos pecados nuestros o ajenos, las alabanzas y acciones de gracias "siempre y en todo lugar"... Siempre y en todo lugar tenemos que avivar la llama de la oración continua.


La Oración de las Horas

 

Pero la Iglesia, enseñada por Cristo y los Apóstoles, nos ha enseñado para alcanzar la permanencia en la plegaria un medio sumamente precioso: la Oración de las Horas. Por éstas van siendo santificadas todas las horas de nuestras jornadas, y todo el tiempo de nuestra existencia va quedando impregnado de oración, de alabanza, de súplica, de intercesión y de acción de gracias. Así nuestra vida, haciéndose una "ofrenda permanente", se hace toda ella preparación y extensión de la eucaristía.


La Oración de las Horas centra en Dios la vida de los fieles, y ajustándose al ritmo biológico y secular de la naturaleza -día y noche, trabajo y descanso, vigilia y sueño-, asegura al Pueblo de Dios una armonía permanente entre la acción y la contemplación, entre el tiempo laborioso y el festivo, entre la atención a este mundo y la expectación del cielo. En una palabra, hace que los fieles participen de la armonía de la vida de Cristo:


"Su actividad diaria estaba tan unida a la oración que incluso aparece fluyendo de la misma, como cuando se retiraba al desierto o al monte para orar, levantándose muy de mañana, o al anochecer, permaneciendo en oración hasta la cuarta vigilia de la noche" (OGLH 4).


¿Pero esta armonía, siempre mantenida, entre orar y laborar, realizable sin duda en la vida monástica, no será un ideal imposible para los sacerdotes, religiosos y laicos que viven en el mundo? El Vaticano II pedía expresamente que en la ordenación de la plegaria eclesial se tuvieran en cuenta las condiciones de la vida actual (SC 88). En estas condiciones de la vida moderna se presentan sin duda dificultades peculiares para un ritmo habitual de la oración, como pueden ser a veces jornadas laborales prolongadas, seguidas de largos descansos, tiempos empleados en viajar al trabajo, horarios cambiantes, difícilmente previsibles, etc. Pero también se dan facilidades considerables, al menos en relación a épocas pasadas: limitación acentuada del horario laboral, racionalización ordenada de los tiempos de trabajo, horarios fijos, fines de semana y vacaciones mucho más amplios, etc. No exageremos las dificultades. De hecho, la gran mayoría de los ciudadanos modernos viven un horario sumamente rutinario, y cada día -según nos informan las estadísticas- dedican a la lectura de los diarios media o una hora, y a la contemplación de la televisión dos o tres horas. Y todo ello con una considerable regularidad, aunque haya días en que no puedan hacerlo...


Imitando a Jesús, nosotros debemos abrir espacio en nuestra vida para la oración, lo que, no siempre, pero a veces, nos exigirá madrugar, o trasnochar, o despedirnos de la gente con quien estamos -como él lo hacía, llegado el caso (+Mc 6,46). La experiencia, no sólamente la teoría, nos enseña que generalmente los cristianos que valoran de verdad la oración como un valor esencial, hallan tiempo para ella, y que incluso lo hallan con una cierta regularidad diaria. La oración privada, "en lo secreto" (Mt 6,6), sea o no la de las Horas litúrgicas, no suele ser en modo alguno irrealizable.


Eficacia santificante del Oficio Divino para los que lo oran:

 

a) El diálogo con Dios. "La santificación humana y el culto a Dios se dan en la Liturgia de las Horas de forma tal que se establece aquí aquella especie de diálogo entre Dios en los hombres, en el que "Dios habla a su pueblo... y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración"(SC 33)" (OGLH 14). De este modo, la santificación de los orantes viene obrada por el Espíritu Santo, cuya presencia en la oración litúrgica de la Iglesia es infalible y segura, precisamente por su carácter sacramental.


b) La Palabra divina vivificante. El Oficio Divino guarda y acrecienta continuamente en los fieles el sensus fidei, como todas las acciones sacramentales de la Iglesia (+SC 59), pues "los que participan en la Liturgia de las Horas pueden hallar una fuente abundantísima de santificación en la Palabra de Dios, que tiene aquí principal importancia. En efecto, tanto las lecturas como los salmos que se cantan en su presencia están tomados de la Sagrada Escritura, y las demás preces, oraciones e himnos están penetrados de su espíritu" (OGLH 14).


c) La intercesión suplicante. La Oración litúrgica es impetración poderosísima, pues "no es sólo la voz de la Iglesia, sino también la misma voz de Cristo, ya que las súplicas se profieren en el nombre de Cristo, es decir "por nuestro Señor Jesucristo", y la Iglesia continúa así las plegarias y súplicas que brotaron de Cristo durante su vida mortal, por lo que poseen singular eficacia" (OGLH 17). Y esta eficacia suplicante, que es en favor de todos los hombres, es sin duda en favor primeramente de los mismos orantes.


Dimensión escatológica de la Liturgia de las Horas:
 

 
En toda "liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero (Ap 21,2; Col 3,1; Heb 8,2)" (SC 8). Ahora bien, en el cielo, Cristo vive siempre para interceder por nosotros ante el Padre (+Heb 7,25; 1Jn 2,1).

Según esto, podemos estar ciertos de la presencia de Cristo glorioso en las Horas litúrgicas, y de que éstas no son sino "la voz de Cristo, con su Cuerpo, que ora al Padre" (SC 84; OGLH 15). De él, pues, reciben las Horas toda su fuerza cultual y suplicante. De él, de la Virgen María y de los Apóstoles, de los bienaventurados y de los ángeles, reciben la Liturgia de las Horas toda su dignidad, santidad y belleza.


"Con la alabanza que a Dios se ofrece en las Horas, la Iglesia canta asociándose al himno de alabanza que perpetuamente resuena en las moradas celestiales; y siente ya el saber de aquella alabanza celestial que resuena de continuo ante el trono de Dios y del Cordero, como Juan describe en el Apocalipsis" (OGLH 16).


Por otra parte, en esta dimensión escatológica de la liturgia en general, y de las Horas en particular, no hay ningún escapismo angelista, ni olvido alguno de los compromisos temporales. Al contrario, la esperanza del Reino, avivada en la Liturgia de las Horas, potencia a los cristianos en orden a la transformación del mundo presente.


"Hasta nosotros ha llegado la plenitud de los tiempos (+1Cor 10,11), y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente (LG 48). De este modo la fe nos enseña también el sentido de nuestra vida temporal, a fin de que unidos con todas las criaturas anhelemos la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,15). En la Liturgia de las Horas proclamamos esta fe, expresamos y alimentamos esta esperanza, participamos en cierto modo del gozo de la perpetua alabanza y del día que no conoce ocaso" (OGLH 16).


La Iglesia, cuando ora y canta salmos, santificando el curso del tiempo humano, está haciendo presente en este mundo visible el misterio de la salvación y está haciendo eficaz su llegada a los hombres.



Extracto del libro "Oración al paso de las Horas", de Julian Lopez Martin. Fundación Gratisdate.

 

2 comentarios:

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