jueves, 22 de diciembre de 2011

HABLAD AL CORAZON


Isaías 40:1-2 Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. 2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.

¡Cuánta alegría recibimos al leer estas palabras! ¡Palabras que nos consuelan, nos alientan, nos motivan a seguir adelante! Palabras llenas de amor, consuelo y perdón que recibimos nada menos que de Dios mismo. En esas líneas miramos el grande amor y misericordia que Dios tiene para nosotros.
Otra revisión dice así: (BAD) Hablad con cariño a Jerusalén, y anunciadle que ya ha cumplido su tiempo de servicio, que ya ha pagado por su iniquidad, que ya ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus pecados.
¡Que ternura encontramos en estás líneas! Y no solo en ese pasaje encontramos el grande amor de Dios demostrado a nosotros con cariño y ternura.

Veamos Zacarías 1:13 Y Jehová respondió buenas palabras, palabras consoladoras, al ángel que hablaba conmigo. 

(N-C) Y Yahvé dirigió al ángel que conmigo hablaba palabras amables, palabras consoladoras.

En el contexto de ello miramos al pueblo sumergido en la rebeldía, en la desobediencia, por lo cual el Señor estuvo airado con su pueblo por setenta años, y aun así miramos esas palabras llenas de bondad.

El Señor aun en su soberanía y majestad, en su grandeza, se “rebaja” a la condición humana, para traernos consuelo, esperanza y llenarnos de amor, como lo haría un padre o madre amantes de sus hijos, veamos por ejemplo el siguiente pasaje que con solo leerlo nos debiéramos de estremecer, porque miramos a Dios mismo en la función del Padre: Sofonías 3:17 Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.

¡Que descripción tan más vívida! Es como cuando el padre está delante de su hijo o hija y se queda contemplando esa hermosa bendición, dice: callará de amor, no hay palabras para describir lo que uno siente por sus hijos, y después de contemplarle, vienen momentos de alegría, de felicidad dice la Escritura de regocijo, esto es festejar, es un estado de jubilo, de hacer fiesta.

Y como hace fiesta, no faltan los canticos, canticos, no para los invitados, sino exclusivamente para el hijo.

¿Cuántos de nosotros habremos tenido esa actitud hacia nuestros hijos, el esposo, o hacia la esposa? Tristemente poco se notan esas demostraciones de buenas palabras, más bien lo que predomina son maldiciones, no vamos lejos, las canciones que canta Paquita la del barrio, “rata de dos patas” “animal rastrero” pero a ella también le contestan “fenómeno errante” “aborto del infierno” y así se siguen cantando “linduras”.

Dios nos pone el ejemplo para saber comportarnos a la altura, nos enseña como debe ser un padre, una mamá, un hijo, un esposo, un hermano.

Mire como Dios incluso hace el papel de madre: Isaías 66:12-13 Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda; y mamaréis, y en los brazos seréis traídos, y sobre las rodillas seréis mimados. 13 Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo.

¡Seréis mimados! Esto es dar caricias, y recibir halagos. (BL95) Pues Yavé lo asegura: Yo voy a hacer correr hacia ella, como un río, la paz, y como un torrente que lo inunda todo, la gloria de las naciones. Ustedes serán como niños de pecho llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.

¡Que enseñanza tan más hermosa y emotiva nos da el Rey de reyes y Señor de señores! Nos pone el ejemplo del como deben ser nuestras relaciones.

¡Fijarnos bien; buenas palabras acompañadas de demostraciones de afecto!

¿Quién de ustedes en está semana recibieron alguna palabra bonita? Alguna palabra de aliento, de reconocimiento, de gratitud, alguna palabra que les haya hecho sentir especiales.

Si a esa palabra se le agrega un cálido y un emotivo abrazo ¡Ese sería un momento inolvidable! Un momento que vale la pena recordar.

Pero como a veces no lo hay, tenemos que meternos a la Escritura y aprender de nuestro Dios, del como debe ser nuestro trato con las personas que amamos.

¿Estamos listos para aprender? ¡Aprendamos pues!

Primeramente debemos darnos cuenta del por qué a veces no se es así, y para ello veremos varias cosas.

A veces solo se llega uno a dar un abrazo y un beso, cuando ya estamos en las últimas, después de que nos enteramos que quedan pocos días de vida, o cuando se sufre algún accidente, o se está pasando por una gran pena.



Deja que tu padre te de un beso Pablo



La balsa de goma corrió desbocada sobre los furiosos rápidos del río Colorado, en el Gran Cañón. Navegaban en la balsa tres hombres impetuosos. De repente la balsa dio contra una afilada punta de una roca, y estalló como un globo. Los tres hombres cayeron a las turbulentas aguas.

Harris Frank, de sesenta y cinco años de edad, hombre recio y duro, luchó por su vida. Tenía una clavícula fracturada y la mano izquierda casi seccionada. De los otros hombres, su hijo John de cuarenta años, y su nieto Tyler de dieciocho, no supo nada. En su agonía clamó a Dios diciendo: «Señor de los cielos, sálvame a mí y sálvalos a ellos.» Después de dos horas fue rescatado.



Cuando su hijo y su nieto fueron a verlo al hospital, Harris Frank, con lágrimas en los ojos, dijo: «Deja que tu padre te dé un beso.» Este era el primer beso que aquel padre le daba al hijo en cuarenta años de vida.

Harris Frank no era un hombre malo. Era un hombre duro, eso sí, de los que piensan que besar a un hijo es señal de debilidad, cosa de mujeres. Pero él no era malo. 

Sin embargo, esos momentos de peligro, cuando parece que se ha llegado al fin de la vida y se abre por delante el abismo negro de la muerte, sirven para ablandar la mente y el corazón. El hombre más duro se enternece, y los ojos sin lágrimas se humedecen.

Muchos padres piensan que para hacer que sus hijos sean hombres tienen que tratarlos con dureza e insensibilidad. No deben nunca mostrarles cariño ni darles un abrazo. Pero cuando acecha la muerte o golpea la desgracia, se dan cuenta de que la vida natural no es así. Ellos también, por duros que sean, sienten emociones que los mueven a llorar, a asustarse y a clamar a Dios. Cuenta Harris Frank, en su relato, que vio una especie de catedral blanca en los cielos, y eso lo hizo clamar a Dios.



¿Cómo debe relacionarse, entonces, el padre con su hijo? Si el hijo está en la cunita y todavía viste pañales, debe ir y darle un beso. Si el hijo tiene dieciocho años y está sufriendo sus primeros problemas emocionales, debe abrazarlo, darle un beso y confortarlo. Y aun si el hijo tiene cuarenta años de edad y está pasando por una crisis en su vida, debe darle un abrazo y un beso. ¿Acaso por eso deja de ser su hijo?

Los hijos, especialmente los hijos varones, necesitan ver en su padre esa transparencia emocional que les asegura que son amados de quien más necesitan amor. Amemos a nuestros hijos con el amor con que Dios ama a su Hijo Jesucristo, y lloremos con ellos.

Debemos aprender de ello.

Lamentablemente luego somos muy duros, no creo que seamos insensibles, sino más bien que nos cuesta trabajo ser expresivos, nos cuesta trabajo ser cariñosos, afectivos, y para ello tenemos miles, pero en verdad miles de excusas para no ser personas expresivas en lo que respecta al amor.

Hay personas que dan todo, casa, gasto, comida, lavan, planchan, ríen, dan dinero, vestido, calzado, estudios, lujos e incluso vacaciones, pero no dan afecto, cariño, ternura, no dan besos y mucho menos abrazos.



¿Por qué se suele ser así? Algunos dirán es que en mi casa nadie me enseñó a ser afectivo, y puede que tenga razón yo he visto casas en las que puede haber muy rica comida, pero no hay ni una sola demostración de afecto, hogares tan fríos, como el mismo Polo Norte. Otros más pudieran decir: “es que yo soy así”, a mi no me gusta ser expresivo o expresiva.



Otros tantos más dicen que no quieren amar, porque ya les han decepcionado y por ello, más vale ser así, indiferente al amor que los demás le tienen, para no volver a ser lastimado o lastimada. Hasta dicen “el burro no era arisco, sino que lo hicieron”.



Y cada persona que por lo general no es afectiva, tiende a tener su propia filosofía o su justificante para no dar esas palabras bonitas, esas palabras de amor, de aliento, de consuelo y mucho menos dar cariño.

Soy muy respetuoso de la individualidad de cada persona, respeto mucho su manera de pensar, sin embargo con el debido respeto que usted merece, encuentro que una persona que no “tiene algo bueno que dar”, no es porque así sea, sino porque ¡Así quiere ser! Esa persona así se siente a gusto. No es que no sea cariñosa, sino que no quiere serlo, no es que no sepa decir palabras bonitas, sino que no quiere decirlas, no es que no le gusten los abrazos, sino que no quiere abrazar. ¡Cosas que Dios mismo hace con su pueblo! El nos abraza, nos consuela, nos da palabras de aliento, no ánima, nos ama, nos perdona.

Déjeme traer a su mente lo siguiente, permítame traer estos ejemplos a lo mejor burdos para tratar de ilustrar.

¿Qué necesita usted para poder disfrutar del exquisito sabor del mamey, la piña, la sandía, el melón? ¡Comérselos! Pero usted no podrá disfrutar de ese rico contenido, si antes no pela dicha fruta, por mucha hambre que tengamos, si queremos disfrutar de ese manjar como Dios ordena, tenemos que quitarles la cascara. ¿Qué sucedería si usted se come la piña con todo y cascara? Se  lastimaría uno la boquita y ya no podríamos comer.

Lo mismo ocurre con los piñones, la nuez, para disfrutar de su exquisito sabor tenemos que quitarles la cascara.

Y mire hermano, guardando las debidas proporciones y con el debido respeto, nadie, absolutamente nadie podrá “comer” de nosotros si seguimos con la “cascara” puesta.

Esa cascara es nuestra dureza, nuestra obstinación a ser como queremos ser y no como Dios nos pide que seamos, y esa dureza es una cascara que con el paso del tiempo se hace y se hace más dura, más gruesa. 

Si en verdad queremos ser diferentes, si en verdad queremos bendecir a los que nos rodean ¡Tenemos que quebrarnos! Si quebrarnos en nuestras ideas obsoletas, en nuestra manera muy personal de ver las cosas, en nuestra manera de pensar, en nuestra manera incluso de amar.

Si usted y yo no nos quebramos, la gente que nos rodea estará hambrienta de amor. Querrá de nosotros pero por nuestra dureza nada recibirá.

De que sirve que le lleve fruta a su familia, si no deja que le quite la cascara para poderla comer.

Es probable que a usted y a mí la vida, las adversidades, las enseñanzas en casa, lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado, lo que hemos recibido, nos haya hecho así como somos, fríos, insensibles, poco afectivos, penosos, cerrados, indiferentes y con esa actitud o comportamiento estamos lastimando a la gente que nos ama y que decimos amar.

¡Cuánto trabajo cuesta a algunas personas decir a alguien algo bonito! Haber, dime algo bonito, “es que no se que decir”. Si no lo se tengo que aprender, mucho lo agradecerán las personas que nos rodean.

Usted y yo tenemos el amor de Dios que nos ha inundado, que nos ha saturado a través de su Santo Espíritu, esto es que tenemos un rico contenido, usted y yo tenemos dentro esa hermosa fragancia del aroma de Cristo. 2da. Corintios 2:15 Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden;  

(BL95) Si Cristo es la víctima, nosotros somos la fragancia que sube del sacrificio hacia Dios, y la perciben tanto los que se salvan como los que se pierden.

Esa fragancia que tenemos dentro, mucha gente no la percibe porque aun no nos hemos “quebrado” y para que la gente guste de ese rico aroma tanto en olor como en hechos, tenemos que quebrarnos, esto es hacer a un lado todas nuestras ideas y comportamientos que nada tienen que ver con la Palabra, sino con lo que hemos aprendido y vivido fuera de Cristo.

Porque si seguimos obstinados en nuestra manera de ser, si seguimos obstinados en “yo así soy y ni modo”. Si seguimos obstinados en “si me quieres así”. Quedaremos sin bendecir a las personas, ¿Queremos que la gente disfrute de ese amor, de esa nueva naturaleza, de ese nuevo aroma que Dios puso en nosotros?

¡Quebremos el frasco de nuestro orgullo! ¡Quebremos nuestra dureza! María para ungir al Señor con perfume tuvo que quebrar el frasco: Marcos 14:3 Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.  

Ahora mire Juan 12:3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

¿Qué hubiese pasado si María no rompe o abre su frasco? Ese exquisito contenido se hubiera quedado bien guardadito.

Usted y yo somos como ese frasco no tanto de alabastro, sino de barro y tenemos que quebrarnos para que emane de nosotros  ese agradable aroma, que así como la casa se llenó de ese agradable perfume, la gente que nos rodea también la llenemos.



¿Cómo? Hablando al corazón de la gente cosas bonitas, palabras de aliento, de esperanza, de consuelo, palabras de perdón. Efesios 5:19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;

Las expresiones verbales que utilizamos para dirigirnos a una persona pueden manifestar una profunda valoración o una desquiciante degradación. Cuando Pablo inicia su carta a Filemón, llamándolo “amado”, no estaba utilizando un ardid diplomático para ganarse su simpatía más bien estaba valorando a su amigo y lo que es más importante, se lo estaba expresando.

Las palabras que expresan valoración para un amigo, un hijo, un hermano, están tan llenas de gracia que enriquecen todas nuestras relaciones. Por el contrario, aquellas que denigran o hieren, tienen el poder de destruirlas. Tal vez nuestra hija rompió la loza mientras aprendía a lavarla, o manchó la hoja del cuaderno, o falló en el intento de aprobar un examen...

Nada será tan destructivo como lapidarla con palabras duras e hirientes.

Tenemos que aprender a decir palabras que edifiquen, que bendigan, que agradezcan, que hagan sentir especial a la gente.

Y para ello tenemos que sacar lo “mejor” de nosotros, pero es que yo no tengo nada bueno, ¡claro que tiene algo bueno! Nada más que no lo quiere utilizar, es más fácil dar la “cascara” que el rico contenido, hay gente que no come piña por no pelarla, hay gente que no como nuez o piñones porque tienen que pelarlos.

Y así nosotros, no queremos dar lo bueno, porque nos cuesta, dentro de este frasco tenemos lo malo y lo bueno y uno tiene que decidir que dar, una bendición o una maldición, un abrazo o rechazo, amor o indiferencia, aceptación o desprecio, un beso o una mordida.

Dios nos manda a sacar lo bueno de nosotros: Jeremías 15:19 Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.

(BL95) Entonces Yavé me dijo: "Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán que volver a ti, pero tú no volverás a ellos.

(DHH)  Entonces el Señor me respondió: "Si regresas a mí, volveré a recibirte y podrás servirme. Si evitas el hablar por hablar y dices solo cosas que valgan la pena, tú serás quien hable de mi parte. Son ellos quienes deben volverse a ti, y no tú quien debe volverse a ellos.

Ahí miramos entresacar lo precioso de lo vil, el oro de la escoria, si evitas hablar por hablar y dices lo que valga la pena.

Esto es sacar dentro de lo malo nuestro, el amor, el afecto, el ser tierno, cariñoso, el hablar cosas que bendigan, que edifiquen, que alienten, que consuelen. Entonces seremos como la boca de Dios.

Pero si no hacemos eso, seremos como la boca del diablo, que cuando la abre sale azufre, maldición, quebranto, humillación, palabras hirientes.

Usted decide; es como la boca de Dios o como la boca del diablo,

Ama u odia, bendice o maldice, abraza o rechaza.

Y remata diciendo, Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Uno debe seguir amando, abrazando, dando palabras de ánimo, de aliento, aunque tal vez no recibamos nada, es que yo ya no le voy a abrazar porque nunca me abraza, es que yo ya no le voy a besar porque nunca me besa, es que ya no voy a ser cariñoso o detallista porque no recibo nada, voy a ser igual de frío que el o ella. La Biblia nos dice que no se haga igual Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.

Si usted es cariñoso, afectuoso, tierno, y no faltan palabras bonitas que consuelen, alienten a las personas y no recibe nada a cambio más que indiferencia, siga siendo como es, no se haga como son los demás: Gálatas 6:9-10 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

BLS Gálatas 6:9-10 Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo. 10 Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo.

Yo quisiera ser cariñoso o cariñosa, quisiera volver a amar, nada más que me hirieron mucho, mejor así le dejamos, yo le digo, más vale morirse en el intento de volver a amar aunque nos lastimen, a quedarnos de simple espectadores prisioneros del pasado.

Si le vuelven a lastimar, vuelva a abrir su corazón, no lo cierre, uno se entrega con todo y si a cambio recibimos ingratitud y desprecio allá ellos o ellas, la Biblia nos dice que debemos hacer le bien, que ellos se conviertan a nosotros y que nosotros no nos hagamos como ellos o ellas.

Jesús se entregó con todo y muchos le rechazaron incluso lo crucificaron, sin embargo el no cambió, siguió y sigue siendo el mismo. Aunque no me ames yo te sigo amando.

Para que la aceituna, de aceite de Oliva, debe que ser metida a la prensa, ahí debe ser machacada, para extraer el petróleo, se tiene que escavar, lo mismo para sacar el oro, la plata, no es fácil, pero se puede, y si queremos dar lo mejor, entre más “quebraditos” mucho mejor, así que entre más humildes, más sencillos, más dóciles, más obedientes, más sensibles, ¡más provecho sacarán de nosotros! ¡Más vidas bendeciremos!

Bueno voy a tratar, a lo mejor para su cumpleaños que es el 15 de mayo le doy su abrazo, pero si todavía falta cerca de un año, ¿cuál es la prisa? No es que haya prisa, lo que sucede es que no tenemos la vida comprada, estamos pospone y pospone cosas importantes como el afecto, el cariño, para el día de mañana y cuando queremos darlo, ya no está nuestro ser querido:

Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre los ladrillos rotos de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera; pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano. El anciano miraba a la nada. Y el viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo.

Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mi, le sonreí, lo saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto.

En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme. Caminé rápido como escapándome. Compré un libro y ni bien llegué a mi casa comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia.... pero esa lágrima no se borraba...

Los viejos no lloran así por nada, me dije.

Esa noche me costó dormir, la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir.

Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar.

Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre.

- ¿Qué desea? - Preguntó, mirándome con un gesto adusto.

- Busco al anciano que vive en esta casa. - Contesté.

-¡Ah! Era mi padre el murió ayer por la tarde – ahorita lo estamos velando. ¿Gusta pasar? Dijo entre lágrimas.

¡Murió!- Dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.

¿Usted quien es? - Volvió a preguntar.

 En realidad nadie - Contesté, y agregué - Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía, pero hoy volví para hablar con él pero veo que es tarde.

No me lo va a creer dijo emocionado el hijo de este hombre, pero usted es la persona de quien hablaba en su diario.

Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación.

Por favor, Pase - Me dijo aún sin contestarme.

Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario y la ultima hoja decía: "hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable... hoy es un día bello".

Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle.

Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: - Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre...- Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: - Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.

Autor Desconocido

Una Frase de T. Campbell dice: “Vivir en el corazón de los que dejamos detrás de nosotros no es morir”. 

“La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya es hora de morirse”. Ernesto Sábato

No perdamos tiempo negando lo que Dios mismo nos demuestra como hacerlo, el amar, el abrazar, el consolar, el bendecir, el hablar algo bonito. Hoy tenemos al ser amado, mañana ¿quién sabe?

Hay veces que los hijos somos ingratos y no nos acordamos de mamá hasta que está a punto de morir y llega uno a visitarla cuando nos avisan que está grave. Le llega a pasar como a aquella pobre madre que estaba moribunda, en su angustia por mirar a sus hijos por última vez:

Mandó a buscar, a llamar a sus hijos, ya que aparte de verlos les quería dar la bendición antes de morir.

A los hijos les llegaron las noticias de que su madre estaba muy grave.

Algunos dijeron:

¿Para qué la voy a ver? No vaya a ser que me toque pagar el entierro, mejor no voy.

Otros más dijeron:

Si está muy grave no voy, no vaya a ser que tenga que pagar doctores, mejor la dejamos que muera y sale más barato.

Pero otros si quisieron ir, rogándole al Señor que les permitiera encontrarle con vida, para poderle dar aunque sea una última mirada, un último apretón de manos o al menos una caricia.

Por fin llegaron...

Llegaron en silencio, se reunieron alrededor de su lecho... mirando esas manos gastadas que tanto trabajaron por ellos, miraron su frente surcada de arrugas, miraron... sus ojos en los cuales no vieron ni un vislumbre de reproche sino todo lo contrario ojos llenos de amor, de compasión, de gratitud, de dulzura, y al mirar a su madre postrada en ese lecho agonizante, no pudieron evitar que de sus corazones saliera un sollozo.

Inclinándose el mayor, besó la cara de la anciana y le dijo:

Madre, en nombre de mis hermanos te queremos decir que tú has sido muy buena con nosotros que te agradecemos todo lo que hiciste por nosotros, y sobre todo que te amamos.

Los ojos casi cerrados de la ancianita se llenaron de lágrimas, y su rostro se iluminó y le dijo:

Gracias hijos, me conmueve saberlo ya que nunca lo dijeron antes.

Y al decir estas palabras expiró.

No podemos estar posponiendo cosas importantes para el día de mañana, el día para amar, abrazar, besar, dar palabras buenas de aliento, de ánimo, de consuelo, es el día de hoy, ¿mañana? Quién sabe si amanezcamos vivos.

El hacer lo anterior es cosa buena y si usted no lo hace estará faltando al amor Santiago 4:17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Claro que es una falta grande no tener demostraciones de amor, la gente está necesitada de escuchar palabras buenas, está necesitada de un fuerte abrazo, de cariño, de ternura, de afecto, de ¡Amor!

A veces, cuando nada marcha de acuerdo con lo esperado, y la preocupación es quien reina.

Cuando el quebranto de lágrimas inunda nuestros ojos, y todo parece ser inútil.

Solo una cosa puede ahuyentar las lágrimas que queman y ciegan; alguien que suavemente te eche el brazo por encima y susurre: No te preocupes.

Nadie ha logrado descifrar por qué esas palabras traen tanto consuelo, o por qué tal susurro hace que nuestras preocupaciones se despejen al instante.

Sin embargo, cuando los problemas nos dan la bienvenida, podemos olvidarnos de ellos y dejarlos atrás; cuando alguien suavemente te eche el brazo por encima y susurre: No te preocupes.

El amor que procede de tan suave caricia; debe ser amor verdadero.

Podría ser que un abrazo así, a tu corazón no traiga consuelo.

Pero si el amor es el móvil, dulce consuelo encontrarás, cuando alguien suavemente te eche el brazo por encima y susurre: ¡No te preocupes!

¡Este poema refleja el consuelo que solo se experimenta a través de un toque amoroso! Demuestra el amor que sientes por tus padres, por tu pareja, por tus hijos, por las personas que dices amar, en lo que dices y haces. Ese amor será devuelto a ti multiplicado.

Lucas 6:19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.

Jesús siempre tuvo una palabra de aliento de amor para cualquier persona y se dejaba tocar y tocaba aun a los leprosos.

Algún día estaremos en los brazos del Señor y dice la Escritura, que el enjugará toda lágrima, nos consolará, nos dirá buenas palabras, cantará “Yo estoy en medio de ti” sublime canto. Nos tomará en sus amorosos brazos y nos rodeará con su inmenso amor.

Pero mientras llega ese momento, nosotros debemos hacer lo mismo con la gente que amamos en está tierra, ¡basta de decir: es que yo no soy cariñoso o cariñosa! Es el momento si es que estamos muy duros, de ¡Quebrarnos! Para que salga lo bueno de nosotros.

¿Lo haremos? Hay muchas personas que necesitan escuchar buenas palabras ¿se las daremos? Hay muchas personas necesitadas de atención, de afecto, de amor, ¿se los otorgaremos? En el libro de Daniel observamos que aunque Daniel se sabía amado por Dios, en tres ocasiones se le dice que es muy amado, y Jesús le pregunta a Pedro en tres ocasiones ¿me amas? Y Pedro le dijo que sí.

Si esos grandes personajes recibieron esas palabras y aun nuestro Señor Jesucristo las quiso escuchar, cuanto más nosotros las necesitamos, si usted no recibe esas palabras, aunque por dentro se este muriendo por escucharlas, usted dígalas. Recordemos que más bienaventurado es dar que recibir. Así que es momento de dar.

Acérquese a papá o a mamá y dígale “algo bonito” dele un abrazo y un beso y dígale lo que significa para su vida, y lo mismo los padres acérquense a sus hijos, deles un beso y un abrazo y que no falte esa buena palabra, luego entre esposos, lo mismo.

Por Juan Carlos Hoy Romer.

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