martes, 13 de diciembre de 2011

EL EVANGELIO VIVIDO EN LA HISTORIA


Padre Ottavio Fasano, capuchino, una vida dedicada a Dios y a los demás a través de una serie de obras en Italia y en Cabo Verde (África)

Sante Altizio
 
 
Si se presentara a las elecciones presidenciales, nueve veces de diez las ganaría. Pero no lo hará. Al menos por dos motivos: porque es un fraile capuchino italiano y porque en Cabo Verde ya es, en el fondo, una institución.

El padre Ottavio Fasano de Racconigi, también conocido como Domenico, de 75 años magníficamente llevados, se ha ocupado de Cabo Verde desde mucho antes que se convirtiera en el nuevo paraíso del turismo. «Era aún una colonia portuguesa, uno de los rincones más remotos y olvidados del África occidental», recuerda Ottavio.

En Cabo Verde —diez islas de las cuales nueve se encuentran habitadas en el interior de Senegal— hacían escala técnica los aviones de la compañía aérea sudafricana que durante los años oscuros del apartheid no contaban con el permiso para surcar los cielos del continente negro. Y aún antes que ellos, hacían escala las naves cargadas de esclavos que se dirigían hacia el Nuevo Mundo.

De Cabo Verde, durante siglos, los habitantes (descendientes de colonos portugueses y esclavos) emigraron en masa hacia Europa y Estados Unidos. «En Turín, en mi vida de fraile, conocí a los primeros caboverdianos y me acerqué a su causa.» Y, para Cabo Verde, ha sido una bendición.

Si hoy ese rincón de África es menos remoto, el mérito es de los tantos misioneros capuchinos, casi todos piamonteses, que en 1947 comenzaron a trabajar en esas tierras. Y el padre Ottavio, que hasta el año pasado coordinaba el Centro de Misiones de los capuchinos en Turín, ha sido el principal artífice.

«Hemos seguido, apoyado, respaldado a los caboverdianos en su camino de desarrollo desde el momento de la independencia. Nuestro primer fraile nativo de las islas estaba sentado entre los bancos de la asamblea constituyente. Hemos dado vida a una radio, la primera independiente del país, a un periódico, a iniciativas de ayuda a la infancia, a las mujeres, a los enfermos. Y hemos emigrado con los emigrados para ayudarlos a mantener un vínculo con la familia de origen.» En una palabra: han mantenido unido el tejido social de un país.

El padre Ottavio tiene una virtud que, a veces, es también un defecto: sueña. Y lo que sueña lo quiere hacer realidad. «Jesús de Nazaret nos pide que hagamos realidad un sueño: vivir como hermanos sin dejar a nadie atrás. Ese es el sueño de todo misionero.»

La lista de los sueños realizados por Ottavio es larga y podría resumirse así: no existe ámbito social, cultural, económico de Cabo Verde que no haya visto a los misioneros piamonteses en acción.

«He tenido hermanos generosos y pacientes que me han permitido soñar y me han apoyado, y también muchos benefactores que han compartido estos sueños. Sin ellos no habría podido dar un solo paso.»

Los últimos dos sueños de Ottavio son casi temerarios. «Gracias a la amistad de algunos enólogos de la región de Cuneo, hemos trasplantado una gran viña en la isla de Fogo. El próximo año tendremos vino para distribuir al circuito turístico, que aún se encuentra en expansión en todo el archipiélago. Para la economía de la isla será una pequeña revolución.»

Cabo Verde tiene una economía que depende de dos fuentes: las remesas de los emigrantes y el turismo. Y poco más. Crear una pequeña industria local que se dirija a un mercado más amplio sería un gran salto hacia adelante.

Y también hay otro sueño: el hospital San Francisco de Asís, siempre en Fogo. «A veces he temido que se transformara en una pesadilla, luego la Providencia nos ha echado una mano.»

El hospital es, tal vez, una de las estructuras hospitalarias más avanzadas del África occidental. Pero se necesitan médicos que den disponibilidad de tiempo y competencia para responder a las demandas crecientes de atención sanitaria.

«Tenemos un equipo de paramédicos y una directora, Anna Bonamico, que permiten la plena eficiencia de la estructura, pero quisiéramos verla crecer más.»
 
Para hacerlo, se necesitan médicos de buena voluntad. Basta un clic en el sitio www.amses.it para recibir toda la información necesaria y permitir a los misioneros capuchinos continuar soñando (y haciendo realidad esos sueños).

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